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Flamingo Road

Drama. Cine negro Intensa historia que mezcla con gran pericia los sentimientos más apasionados con las maquinaciones políticas. Las soberbias interpretaciones y el perfecto trabajo de dirección enganchan al espectador a la calle del éxito, Flamingo Road.
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
11 de octubre de 2010
31 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mitad de siglo pasado, para rodar una historia sucia que se precie había que contar con Sydney Greenstreet. Desde su debut en "El halcón maltés" nadie ha representado mejor el clásico gordo seboso que da ese toque asqueroso a una película.

Pese a ser un secundario, solía cobrar más que sus compañeros de reparto. Normal, habrá otros actores, como Orson Welles en "Sed de mal", que pueden disfrazarse del personaje. Pero es que Greenstreet era el personaje, no hacía falta que actuase. Se ponía su traje blanco, su sombrero de fieltro para abanicarse, y hala, con su peculiar acento a hacer de algún personaje corrupto, sea turco o del profundo Sur norteamericano. Y eso que era inglés.

Aquí hace de sheriff que maneja el cotarro. Se maneja solo, sin su tradicional compinche Peter Lorre, su loro colgado del hombro. Todos los personajes que salen en esta película son gentuza, pero al lado de Sydney Greenstreet son hermanitas de la caridad. Esa mirada tocinesca, esa gota de sudor recorriendo su rostro, esas manos que están pidiendo a gritos un trasero para pellizcar, esos andares porcinos... En cada escena que se le acerca, Joan Crawford no puede disimular sus nauseas.

Ya sólo con este actor hay media película hecha. Lástima que tuviese una vida tal como aparentase su figura, porque esto del cine le pilló mayor y sólo actuó en films de los años 40.

Un tipo que nació en Sandwich y con apellido de viejo verde estaba predestinado a ser un mito-manteca.
Gilbert
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18 de octubre de 2009
24 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante melodrama realizado por Michael Curtiz (“Casablanca”, 1943). El guión, de Robert y Sally Wilder y Edmund H. North (diálogos adicionales), adapta la obra de teatro “Flamingo Road” (1942), de Robert Wilder. Se rueda íntegramente, salvo unas pocas tomas exteriores, en los platós de Warner Studios (Burbank, CA). Producido por Jerry Wald para la Warner, se proyecta por primera vez en público el 6-V-1949 (EEUU).

La acción dramática tiene lugar en una pequeña ciudad imaginaria llamada Boldon, del sur de EEUU, en 1948/49. Lane Bellamy (Crawford), de unos 25 años, bailarina exótica de un espectáculo de feria, decide abandonar el trabajo y quedar en Boldon, cansada de los continuos traslados a los que le obliga su profesión. Desea tener amigos, relaciones sociales, un domicilio estable, un lugar de arraigo y casarse. Conoce casualmente a Fielding Carlisle (Scott), ayudante del sheriff, Titus Semple (Greenstreet), con el que congenia. Lane, de origen humilde, es ambiciosa, aventurera, seductora y atractiva. Fielding es atento, educado y débil de carácter. Titus es codicioso, corrupto y diabólicamente manipulador. Lidera de manera personal y despótica una red mafiosa que domina la ciudad.

El film suma drama, crimen organizado, corrupción política y romance. Bajo la dirección de Michael Curtiz, trabaja la misma pareja protagonista de “Alma en suplicio” (Crawford y Scott) por iniciativa que se atribuye a la Crawford, que sustituye en el film a la actriz Ann Sheridan, que no acepta el papel por incompatibilidad de agenda con otros compromisos profesionales. El éxito de “Alma en suplicio” (1945) y el buen entendimiento entre Curtiz y la pareja protagonista que había presidido los trabajos de producción de la misma hacen que la productora acepte las dos personas propuestas por Crawford: Curtiz y Scott. El resultado es un producto notable, en el que brilla la interpretación de Crawford, pese a la diferencia de edad entre el personaje protagonista (veinteañera) y la actriz (45 años). Por su lado, Curtiz crea un film equilibrado, narrado con fluidez y eficacia, realizado con una encomiable y gratificante economía de medios. Omite lo innecesario, evita las digresiones y focaliza la atención en lo esencial, prescindiendo de adornos superfluos. Llama la atención la sobriedad narrativa del relato, su admirable esencialidad y el buen ritmo del mismo, que permite concentrar en 94 minutos una trama compleja e intensa de intrigas, corrupciones, ambiciones desmedidas, conspiraciones y manipulaciones criminales.

La obra se enmarca en el contexto de la fuerte pulsación de la demanda de cine que se da en la posguerra y el aumento en paralelo de la oferta de nuevos films de interés. Los distribuidores y exhibidores se ven obligados a aplicar, en la medida que les es posible, políticas de selección de títulos al objeto de maximizar los ingresos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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16 de abril de 2009
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Han pasado ya largas décadas desde que fuera estrenado este filme del director húngaro, Michael Curtiz… y da la impresión de que hubiese sido hecho hoy. Penosa y vergonzosamente, se siguen repitiendo -y aún con más fuerza que antes-, las mismas trapacerías y los mismos abusos de los viejos tiempos. No se aprende nada, y se sigue en la crasa ignorancia de buscar el poder a costa de engañar o dañar a otros. Un perfecto reflejo de uno de los más anclados sectores de la sociedad, obtuso y viciado desde los tiempos más remotos. El poder inicuo. La arrogancia revestida de un dominio infame que sólo trae dolores de cabeza, pero que se obnubila con la ilusa creencia de un poder eterno y absoluto.

Con una inobjetable dirección de actores y una correctísima puesta en escena en escenarios que dan cuenta de una ciudad llamada Boldon y de un lugar habitado por los “poderosos”, conocido como Flamingo Road, la narración nos describe el proceso que sigue una bella y aguerrida mujer llamada, Lane Bellamy, quien, con afanes de bailarina, se inicia en un ambulante parque de diversiones donde habrá de conocer a, Fielding Carlisle, un asistente de comisario del que se enamora siendo correspondida... pero pasa que, el jefe de nuestro amigo, es nada menos que, Titus Semple, un obeso y prepotente político, cabeza de la corrupta maquinaria que tiene dominado al pueblo. Entonces, el gordo Titus (un impactante, Sidney Greenstreet), decidirá usar su poder para alejar a Carlisle de la vida de esta guapa mujer, y ante la actitud que asume la mujer para defender sus derechos, el dominador de la calle Flamingo, se convierte en su enemigo y decide atacarla a como dé lugar.

Lane (una convincente, Joan Crawford, con ese fuerte carácter que tanto la caracterizara), sacará entonces a flote su temple y su disposición absoluta de no dejarse pisotear por pantalón alguno... y se jugará su existencia para honrar su nombre y enaltecer a su género. Un ejemplar valiente y aleccionador que, en medio de hombres sin escrúpulos que no ven más allá de su propia conveniencia, decide jugar sus cartas en pro de la dignidad y en contra del atropello.

Un guion muy atinado en sus diálogos y pletórico de matices, escrito por la pareja, Robert y Sally Wilder, según la novela homónima del primero -la cual tuvo que enfrentar una batalla frente a varias objeciones por parte de los censores-, fue el que, Joan Crawford, aceptó protagonizar a condición de que fuera, Michael Curtiz, quien la dirigiera, pues, fue él, el realizador del gran éxito de ambos, “Mildred Pierce”, realizada tres años atrás y que, para ella, significó el premio Oscar como Mejor Actriz.

Título para Latinoamérica: MUJER DE TEMPLE
Luis Guillermo Cardona
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18 de septiembre de 2018
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es como una inmersión en un baño de realidad, como una toma de conciencia social y política.
A través de una magnífica historia -R. Wilder- el director M. Curtiz lleva a la pantalla un largometraje en el que la sutileza, el buen tiento cinematográfico y una enorme capacidad de convicción configuran la panoplia de valores a que siempre se aspira al desarrollar un argumento.
Película intensa y visceral, de recorrido ambicioso y de factura importante cuyo amargo regusto provoca cualquier reacción excepto la indiferencia.
Psicológica y rotunda historia en la que J. Crawford se desenvuelve a sus anchas.
ABSENTA
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10 de mayo de 2013
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joan Crawford demuestra aquí una vez más su gran talento, ni cuerpo espectacular, ni cara perfecta, aunque tampoco parecía necesitarla, pero eso sí, un enorme, poderoso atractivo, solo comparable con sus ojos, grandes, expresivos, hermosos. Es curiosa su carrera en ese agitado mundo, a medida que se fue haciendo mayor fue consiguiendo sus mejores trabajos, obteniendo sus papeles más logrados, a la edad que otras ya desfilaban hacia el olvido, ella caminaba hacia la gloria. Esta película no es solo ella, eso es cierto, pero ella es lo mejor de la película, y no tengo ninguna duda de ello.
También está Sydney Greenstreet, que prácticamente no tenía que hacer nada para parecer repulsivo, temido o despreciable, solo aparecer en pantalla, mirar a la cámara, o incluso no mirarla, y poner en marcha su voz grave. Aquí mantiene un auténtico duelo con la Crawford, como lo mantienen también sus personajes, desde la primera vez que se ven hasta la última. Ellos junto con el resto del elenco, guionista, músico y por supuesto con el gran Curtiz al frente, nos entregan una cinta que sabe captar el interés desde la primera escena y mantenerlo bastante bien a lo largo del metraje.
Al margen de los sentimientos que se crean entre los personajes, y que es como casi siempre lo único noble y desinteresado, lo que aquí más destaca es la corrupción del poder, como se consiguen las influencias, como se ocupan los puestos claves, era el año 1949 y es posible que los métodos no fueran tan sofisticados como ahora, tal vez no habíamos oído hablar de la ingeniería financiera, pero parecían igual de eficaces. Contiene también su parte melodramática y algún que otro exceso, pero cuando aparece Joan Crawford, y la miramos a los ojos, se nos olvidan todos esos pecadillos.
picais
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