Haz click aquí para copiar la URL

Orfeo (Orphée)

Fantástico. Drama. Romance Orfeo es un poeta obsesionado con la Muerte (la Princesa) de la cual se enamora. Un día los esbirros de la Muerte matan a Eurídice, la esposa de Orfeo, y éste decide seguirla hasta el Inframundo para rescatarla. (FILMAFFINITY)
1 2 3 >>
Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
17 de mayo de 2008
46 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque el título de la película pueda sugerirlo, Cocteau, como autor que es, no se limita a ilustrar el conocido mito de Orfeo (un mito, por cierto, muy apreciado por cierta "intelectualidad" crítica, ya que gracias a él ha podido demostrar tal condición mientras comentaba "Vértigo"), sino que lo lleva a su terreno o, más bien, al de su contexto cultural, donde los "ismos" que hacían furor eran el surreal y el existencial. Por eso no extraña que el rescate de Eurídice no se presente aquí como un fin en sí mismo, sino como un medio para propiciar el reencuentro con la verdadera amada, la Muerte. En este desplazamiento del objeto amoroso, o atracción fatal hacia el abismo de uno mismo, radica una de las claves del misterio y la perenne modernidad de esta película.

Contrariamente al surrealismo del primer Buñuel, cargado de imágenes agresivas como ojos cortados con un cuchillo, el de Cocteau se basa en un aire naíf que lo hace irresistiblemente encantador —un arma de doble filo hábilmente utilizada por el director, pues en esta atmósfera de ensueño casi infantil el sustrato trágico de la historia adquiere, justamente por contraposición, una mayor contundencia—. La sencillez de los trucajes (por ejemplo, pasar la imagen al revés para ver cómo un muerto "mágicamente" se endereza), contribuye decisivamente a la creación de dicho encanto. Cabe destacar el buen trabajo de Jean Marais y, sobre todo, de Maria Casarès, quien, en la tradición de la Garbo, parte del hieratismo para comunicarnos la convulsa profundidad de su personaje, la princesa Muerte.

Precisamente la Muerte, como personaje, no es muy habitual en el cine, a pesar de que cuando aparece tiende a dejar huella. Aparte de las diferentes versiones de Orfeo, a bote pronto la recuerdo en "Las tres luces", "El séptimo sello", el cortometraje de Dreyer "Alcanzaron el tansbordador", "La máscara de la muerte roja", "¿Conoces a Joe Black?" —remake de "La muerte de vacaciones", que aún no he podido ver—, o "El lado oscuro del corazón". Supongo que el hecho de que en algunos idiomas la palabra muerte sea masculina y, en otros, femenina, explica que quien la encarne sea un hombre o una mujer. En todo caso, creo que sería divertido sentarse un día a hacer un recuento realmente exhaustivo de las apariciones de tan ilustre personaje en nuestro amado Cine.
Quim Casals
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
2 de agosto de 2018
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reconocido y publicado poeta a los 16 años de edad, Jean Cocteau, fue una suerte de niño prodigio que pronto haría parte del círculo de los grandes intelectuales de Europa, siendo a la vez, novelista, ensayista, dramaturgo, pintor, diseñador de sets, actor, guionista y director de cine. El haber padecido las dos guerras mundiales despertó, en este gran artista, un profundo interés por el significado de la muerte, lo que lo llevó a indagar profusamente y luego a escribir sobre este tema que lo apasionaba.

“ORFEO” -como su secuela “El testamento de Orfeo”- es la máxima expresión de sus indagaciones sobre el tema, aunque ya lo había tratado también en “La sangre de un poeta” su opera prima, y lo que nos cuenta e ilustra, no resulta nada fácil de digerir a cabalidad, pues, da la impresión de que, también él, nada en aguas donde es necesario aventurarse un poco, pues, en este caso, la plena certeza no es accesible sin la experiencia directa.

Entendido esto, el pleno desconocimiento del tema, no daba razón a los críticos de entonces para osar calificar de presuntuoso y otros epítetos a un hombre que resultaba demasiado avanzado para su época y que, por tal razón, se volvió incomprendido e incomprensible. Es cierto, sí, que Cocteau se dejó tentar por la autocomplacencia, y precisamente en los filmes que hemos citado, hace alusiones a sí mismo y a su propio éxito, pero, siendo esto comprendido solamente por quienes accedían a indagar sobre su vida privada -unos cuantos críticos y unos pocos cinéfilos concienzudos-, no tenía porqué empañar unas historias que cumplían a plenitud con su cometido.

Lo primero que atrae de “ORFEO”, es la meticulosa y efectivísima aplicación que hace el director de los limitados recursos que, hasta los años 1950, ofrecía el cine en cuanto a efectos visuales: sobreimpresiones, back-projections, retroceso de imágenes… pues, se sirve de esto con suma creatividad, logrando perfectamente la idea de ensueño, fantasía y poder sobrenatural que expone con gran valía.

Se trata aquí, de la puesta al día de la famosa leyenda de la mitología griega, en la que, el poeta y músico Orfeo, hijo de Apolo y de Calíope, enamorado de Eurídice -una ninfa de los valles de Tracia-, la convirtió, pronto, en su fiel esposa. Pero, un día, por huir de Aristeo, un cuñado que la asediaba, Eurídice pisó una serpiente venenosa y se produjo su deceso. Llorando y cantando desconsolado, Orfeo fue incitado a descender al inframundo, y al llegar ante sus regentes, Hades y Perséfone, con su mágica música, el enamorado esposo consiguió recibir la oportunidad de que Eurídice volviese a la tierra con la única condición de que, hasta llegar a su superficie y los rayos del sol hubiesen bañado por completo su lindo cuerpo, él caminase delante de ella sin voltear a mirarla. Con gran sacrificio, Orfeo obedeció aquel difícil pedido durante el largo e intrincado viaje, y cuando por fin sintió haber llegado a la superficie, con suma ansiedad giró la cabeza para ver a su amada… pero la sombra aún cubría uno de sus pies y Eurídice se desvaneció para siempre en el aire.

La puesta al día de este mito, convierte la historia en una suerte de misteriosa trama policial donde tras una reyerta en El Bar de los Poetas, Jacques Cégeste, resulta muerto al paso de unos motociclistas y Orfeo es llevado como testigo por una misteriosa princesa que viaja en un Rolls Royce negro, la cual andaba en compañía del fallecido poeta y cuyo cuerpo se lleva. Al descubrir quien es ella, se inicia una semi-oscura trama, que pondrá al amor a confrontarse contra la muerte y donde podremos comprender cual es, definitivamente, la fuerza más poderosa que hay en el universo.

Cocteau consigue aquí una suerte de poesía que se ondea entre lo romántico y lo fantástico, y el filme logra una magia que, si te afanas más por sentir que por entender, es bien posible que te sientas deliciosamente transportado.

Contra todo, en Jean Cocteau había un poderoso artista.
Luis Guillermo Cardona
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
18 de febrero de 2020
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Orphée (Orfeo) es una película de Jean Cocteau del año 1950, autor además del guión, con una brillante banda sonora del gran Georges Auric y la fotografía de Nicolas Hayer. Ambientada en el París contemporáneo, la historia de la película es una variación del clásico mito griego de Orfeo. Si en La sangre de un poeta (1932) Cocteau organiza su película en diferentes apartados donde se implican el sobresalto del artista, la comunicación entre estatua, la inquietud, la poderosa influencia del simbolismo del espejo, las algarabías de jóvenes estudiantes, las acciones de tramposos jugadores, la presencia de la muerte como elemento de transito, y la presencia de público espectador indoloramente ajeno a los acontecimientos; en Orfeo, el realizador trata el tema a partir de tres elementos básicos: muerte, inmortalidad y espejos, que en mayor o menor medida se convierten en los nexos de unión en la trilogía órfica inseparable de la figura del poeta en su integridad.

Cocteau adopta necesariamente su propia visión del mito griego desde el sufrimiento de los diferentes estadios por los que ha de pasar Orfeo (Jean Marais) para transformarse en el nuevo poeta (según el realizador) conseguido a través de alguna acción específica para revocar su destino según la mitología griega visto a través del único y tortuoso sendero a través del cual Orfeo ha de enfrentarse a las diferentes contrariedades que le llevarán a descender hasta el hades.

El singular giro que el realizador aplica a la acción de Orfeo en su lucha por conseguir recuperar a Eurídice (Marie Déa), sustraída del otro lado del espejo por medio del engaño y el interés emocional de la princesa Muerte (Maria Casares), encierra el irrefrenable deseo del reencuentro con ella y su hipnótico poder respaldado irremediablemente por el servicio de Heurtebise (François Périer) y Jacques Cégeste (Edouard Dermithe) junto a la necesidad por encontrar respuesta al conflicto planteado por la princesa, Orfeo y Eurídice que, junto a otros
temas tratados complementan las acciones de nuestros protagonistas por medio de una mezcla de mitos órficos y modernos donde la iconografía del automóvil, las motos y los modernos comunicadores tecnológicos de la época, se convierten en el puente de transición, en transportador (cual barca de Caronte) de dos realidades necesarias y condenadas a entenderse.

Así pues, el mito de Orfeo, siguiendo la línea del simbolista poeta y crítico Stephane Mallarmé, y su concepto de transformación sobre la eternidad del poeta y su destino, es la consecuencia necesaria de ambos mundos condenados a coexistir en el espacio-tiempo donde se desarrollan los acontecimientos narrados dándonos la sensación deseada por Cocteau sobre la necesaria atemporalidad en su visión de la creación artística, del tiempo y del espacio donde se dilucidan finalmente el destino de nuestros protagonistas.
avanti
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
12 de marzo de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mito de Orfeo sirve como vestido a la propuesta artística personal de un autor talentoso y multidisciplinario. Las aventuras que los protagonistas viven en los mundos paralelos, a los que se accede a través de los espejos, son paseos atribulados por las galerías y tramoyas del imaginario del “Poeta”, cuya filosofía se expresa con lucidez, en virtuosa danza con la del espectador, que aprueba, critica o rechaza, pero jamás fuera del marco estético magistral.
Nicolás Damián Visceglio
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
15 de febrero de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A sus 60 años Cocteau, artista polifacético encara su quinto largometraje en pleno auge del existencialismo francés de mediados del siglo pasado. El film se encuadra en su llamada Trilogía Órfica junto con "La muerte de un poeta" (1930) y "El testamento de Orfeo" (1960).
Obra como decimos de madurez donde el compendio de experiencias artísticas y personales de Cocteau se entremezclan en una cinta poética, preñada de efectos e imagineria de un autor multidisciplinar como es Cocteau que no se atiene a ninguno de los cánones del cine de su época. El amor, los celos, la bohemia de la época, el artista y su relación con el arte, y la fascinación y presencia constante de la muerte se dan cita en una obra personal e inclasificable, plena de hallazgos sobre todo estéticos y donde el ritmo y la caracterización de los personajes tiene sus altibajos.
Cocteau reelabora el mito clásico de Orfeo y lo lleva a su terreno creando una atmósfera onírica, de influencias surrealistas, aprovechando de forma más que notable las ruinas de la academia militar de St. Cyr para enmarca el submundo.
Los 28 años de la coruñesa Maria Casares lucen esplendidos dando "vida a la muerte". Francois Perier roba protagonismo al propio Jean Marais, pareja de Cocteau que siempre impone su gran presencia física en la pantalla.
Cocteau ya sin su mano derecha artística Christian Berad fallecido el año anterior consigue mantener su imaginario en buen parte gracias a la fotografía de Nicolas Hayer.
ELZIETE
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1 2 3 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow