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La familia

Drama Crónica de la vida de varias generaciones de una familia romana de la burguesía, desde 1906 hasta 1986. El narrador es Carlo, un profesor de italiano que relata su vida desde el día de su bautismo hasta que se encuentra rodeado de hijos y nietos. Los demás personajes, el abuelo, el padre, la madre, las tres inseparables tías solteras, el hermano, la criada enamorada del hermano... configuran un mundo lleno de vida y sentimientos. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
29 de enero de 2011
32 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Scola es otro Rey de la Nostalgia italiano. Existe en el país de los antiguos romanos una sutil escuela cinematográfica en la que se enseña de forma tácita a moldear en las imágenes en movimiento un sentimiento desgarrador, vapuleador, que invariablemente te pilla con la guardia baja porque te golpea ahí donde duele más. Donde la vida palpita en su seno más vibrante.
Algo tienen esos directores italianos, que se conocen al dedillo la anatomía emocional del espectador, como aquellos verdugos que saben exactamente dónde tienen que dar para que el condenado sufra la tortura sin llegar a morir. Fellini, Tornatore, Scola, De Sica, Visconti y un largo etcétera parecen entrenados en las artes de apretar en las zonas más sensibles.
La familia, probablemente el núcleo social más antiguo del mundo, ha sido retratada de miles de maneras. Pero para mí los maestros son los que me plantan un espejo en el que miro a una familia de ficción como si fuera la mía. En la que contemplo esos lazos misteriosos, fuertes y resistentes entre padres e hijos, abuelos y nietos, cónyuges, hermanos, tíos y sobrinos, primos… El clásico núcleo de hogares bulliciosos en los que se concentran tantos acontecimientos, millares de momentos, tanto cruciales como triviales. Aquellos caserones en los que se sucedían las generaciones, conviviendo en esa algo caótica armonía de las personas que viven juntas, con sus ciclos, entradas y salidas, alejamientos y regresos, cada uno a su manera, cada uno buscando su espacio y contando siempre de fondo con un cariño indestructible.
Me encanta pensar que el hogar es el descanso del guerrero, ese sitio en el que uno, nada más llegar de las batallas diarias, lanza un suspiro de alivio y placer al recibir sobre los hombros el manto del calor de la madre, del padre, de los hermanos, de los abuelos, de los parientes permanentes que convierten la casa en un sitio al que vale la pena volver cada día.
Esa casa confortable, a ratos sedante, a ratos plena de actividad, en ocasiones encantadora, otras veces irritante, pero invariablemente entrañable, es la que filmó Scola como homenaje para la posteridad. Ni una toma de exterior. La cámara no va más lejos de la escalera de la entrada. Y hay tanta vida entre esas paredes que ven pasar el tiempo y a sus inquilinos que crecen, maduran, se marchan, se renuevan, aman, hablan, ríen, sufren, sueñan, gritan, se pelean, se reconcilian, cotillean, juegan, y pasan por la aventura más emocionante, la de estar aquí, juntos.
No hay muchas cosas que encojan más el corazón que ese abuelo ya anciano, que ha viajado por los años aferrado de la mano a su gente más querida.
Estupenda dirección, magnífico Gassman, simpático y nostálgico retrato familiar, y esa mezcla única de comedia y drama que te deja anclado para siempre en una casa que es como la tuya.
Vivoleyendo
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23 de marzo de 2007
39 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film realizado por Ettore Scola, basado en un guión original escrito por Ruggero Maccari, Furio Scarpelli y el realizador. Se rodó en Cinecittà, en 1986. Fue nominado a un Oscar (habla no inglesa) y a la Palma de oro de Cannes. Ganó 5 David di Donatello y 6 Silver Ribbon/Nardo d'Argento. Producido por Franco Committeri, se estrenó el 22-I-1987 (Italia).

La acción tiene lugar en el piso de la familia, adquirido con ayuda del abuelo. Se inicia en 1906 y se prolonga hasta 1986. Carlo (Vittorio Gassman), hijo de un artista pintor y una cantante de ópera, se enamora de una pianista, Adriana (Fanny Ardant), pero se casa con su hermana Beatriz (Stephania Sandrelli).

La película desarrolla una historia que suma drama y comedia. Explica la sucesión de triunfos y dificultades personales, hechos dramáticos y cómicos, nacimientos y defunciones, matrimonios y amores extraconyugales, que hilvanan la historia, exenta de grandes tragedias, de una familia romana de clase media. Hace las veces de narrador el protagonista, Carlo, y en ocasiones su esposa Beatriz. Trata del paso del tiempo, que avanza sosegadamente, pero inexorablemente. En el exterior de la vivienda suceden hechos tan importantes como la ascensión del fascismo al poder en Italia, el exilio de los demócratas, la guerra de Italia en África, dos guerras mundiales, el boom económico de los 80, la proliferación de la letra de cambio y otros acontecimientos que afectan a los miembros de la familia. Se citan hechos de la crónica social y de sucesos internacional (matrimonio de Marilyn con Arthur Miller, hundimiento del Andrea Doria), que subrayan el paso vertiginoso del tiempo. La vida de la familia está jalonada por discusiones políticas (condena del fascismo), secuelas de un prolongado cautiverio en tiempos de guerra, pérdida de buenas oportunidades por motivos intrascendentes, discusiones acaloradas por diferencias irrelevantes, bromas más o menos oportunas, toma de conciencia tardía de haber subestimado la valía de algunos familiares, reacciones exageradas e irracionales y la constatación de que algunas decisiones importantes tienden a quedar aplazadas hasta que es demasiado tarde (brevedad del tiempo). Incluye referencias cultas ("Carlos es palabra de raíz germánica, que significa hombre libre") y citas cultas, como la de Chejov. Trata con gran cariño los juegos, disfraces y ocurrencias de los niños.

La música, de Trovajoli, opta por el formato italiano de dos temas pegadizos, uno lento y romántico y el otro rítmico y festivo, con numerosas variaciones de ambos. La fotografía, de Aronovich, se mueve con parsimonia y diligencia en el interior de la vivienda, de la que ofrece una acertada apariencia de espacio escénico único y amplio. Los "travellings" en el corredor, muy pausados, subrayan el curso acelerado del tiempo. Es una de las mejores películas de Scola y, probablemente, la más conocida. Constituye un fresco ingenioso y realista de la vida de una familia italiana.
Miquel
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17 de diciembre de 2006
20 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuenta la larga historia de una familia italiana a lo largo de ochenta años, desde principios de siglo hasta los ochenta. Al frente del extenso reparto están un cascarrabias Vittorio Gassman, una espontánea Stefania Sandrelli, y una maravillosa Fanny Ardant tan francesa y distinguida como acostumbra, aunque haga de italiana. En papeles menores encontramos a Sergio Castellitto y Philippe Noiret.

Como es habitual en el cine de Scola, los grandes hechos históricos del siglo permanecen casi en la sombra, como meras acotaciones del transcurso humano de esta familia.

Además tampoco se trata de una gran gesta familiar tipo “La casa de los espíritus”, sino que casi todo se queda en lo pequeño y cotidiano, con un humor suave y un drama también suave, sin aspavientos.

Al trascurrir tantas décadas, en la primera parte de la película los personajes de Gassman, Ardant y Sandrelli son interpretados por actores más jóvenes e inhábiles, lo que lastra un poco la película al principio.

Lógicamente tampoco podía ser una película corta, y sin embargo no se hace larga ni pesada.
Sahar
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15 de noviembre de 2009
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Principios del siglo 20. La vieja foto familiar en la señorial casona perpetuaba el momento del bautismo de Carlo, acunado en los brazos del patriarca. Ochenta años después, en la misma vieja casona ahora subdividida, el patriarca es el mismo Carlo, rodeado de una familia algo cambiada (por aquello de los tuyos, los míos y los nuestros) pero familia al fin. En el medio, amores, culpas, temores, sorpresas, silencios, gratitud, dolor, y todo eso que todos conocemos y hemos compartido con la familia que nos tocó vivir. Scola recogió las semillas que otros creadores dejaron y nos legó esta obra preciosa que a su vez sirvió de simiente para que otros realizadores como Tornatore, Campanella, y tantos mas en todo el mundo cultiven y nos muestren nuevas historias de vida, historias de humanidad y sentimientos. Los que permanecen y permanecerán son aquellos que saben contar con elegancia, buen gusto y delicadeza. Por desgracia nuevos criterios en la valoración del arte cinematográfico hacen que proliferen snobs, pseudovanguardistas o protoconsumidores de tristes productos como Saw y sus secuelas, que catalogan a estas películas como "sensibleras" o "ñoñas". Lástima por ellos que se pierden el disfrute.
zelmarux
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27 de octubre de 2009
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las más notables singularidades del cine italiano es su inigualable maestría a la hora de reflejar las claves emocionales de la vida familiar; ejemplo de ello son "El Gatopardo" de Visconti, "Amarcord" de Fellini, "Novecento" de Bertolucci, y más recientemente, siendo también magnífica, "La mejor juventud" de Tullio Giordana.

La presente obra es una más de las que podrían figurar, además merecidamente, en la lista precedente. Narrada desde el punto de vista de Carlo, a los ochenta años, supone un viaje sentimental hacia el pasado, su pasado y el de los que le rodean y le rodearon. Por tanto, la película es una crónica familiar que se extiende desde 1906 hasta 1987 y por medio de la cual Scola reflexiona acerca de las pequeñas cosas que componen la vida cotidiana, los sentimientos satisfechos o incumplidos, los dramas domésticos y el paso del tiempo.

Rodada enteramente en el interior de la gran casa familiar, destaca la delicadeza y sensibilidad con que Scola mueve la cámara, eligiendo las miradas y los momentos que mejor logran transmitirnos una emoción. A lo largo del filme recorremos una y otra vez el pasillo de la casa, y en cada recorrido desembocamos en una época distinta, en otro recuerdo; hay algunos momentos mágicos, sumamente logrados, como el cruce de miradas en el baile, las discusiones de las hermanas solteronas (magníficas), y aquél en el que el pequeño Carletto juega en el pasillo y escucha a sus padres, en trance de separación. Película coral por necesidad, la labor del reparto se antoja fundamental, y desde luego su trabajo resulta soberbio y creíble, incorporando matices humorísticos y entrañables a los distintos personajes. Si a esto se suma un guión que aúna eficazmente diálogos y voz en off, así como momentos de humor y de reflexión, la obra, en su conjunto, resulta aún más redonda.

Al final, cuando de los antiguos integrantes de la familia de 1906 solo reste Carlo (espléndido Gassman), nos quedará el consuelo de saber que nuevas generaciones recorrerán el pasillo de los recuerdos, y que el conjunto de los mismos, esto es, la memoria, con sus alegrías y sus penas, es suficiente razón por la que vivir.
Quatermain80
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