1919. Crónica del alba. 2ª Parte

El sábado pasado TVE tuvo el acierto de programar en sesión doble las películas "Valentina" y "1919. Crónica del alba", basadas ambas en la primera y segunda parte de la novela de Ramón J. Sender.

Hallándome temporalmente inmovilizado por culpa de un absceso en la pierna izquierda, que me impedia andar y otras actividades no menos placenteras, me dispuse a visionar esta doble obra, dirigida por el poco conocido Antonio José Betancor.

Lo primero que llama la atención de ambas obras son las localizaciones y la ambientación, especialmente bien cuidada.

En "Valentina" (1982), Betancor se valió de Albarracín para retratar el bello pueblo aragonés donde Pepe Garcés pasa su infancia, y del Castillo de Loarre (cercano a Navarra) para situar la acción del castillo donde la familia Garcés pasa sus vacaciones.

En "1919. Crónica del alba" la acción pasa a situarse en Zaragoza, en una época de dura agitación política. Las revueltas anarquistas son duramente reprimidas por el ejército.

Especialmente bien están los actores principales: Miguel Molina, interpretando a un adolescente José Garcés, y Cristina Marsillach, que da vida a su temporal amante. Emma Suarez sale más bien poco, pero cumple a la perfección.

Resumiendo, se trata de un buen díptico para conocer un tiempo muy concreto de la historia de España, y acercarse a la obra del egregio Ramón J. Sender

Esta segunda parte de Crónica del alba adolece de los mismos defectos que la primera: planificación televisiva, magro presupuesto (las escenas de "masas" son ridículas), necesidad de abreviar el material, guión deslavazado y falto de fuste. Era tarea imposible resumir nueve novelas en dos peliculitas de una hora y media cada una. Si en la primera parte el niño Jorge Sanz mostraba desparpajo y soltura ante la cámara, aquí Miguel "Micky" Molina, uno de los numerosísimos hijos engendrados por el cantante Antonio Molina, pone cara de pánfilo y no consigue estar a la altura de la función en ningún momento. Reseñar la bonita banda sonora de Riz Ortolani, la aparición de una deliciosa Emma Suárez casi adolescente, y los pechos dicharacheros de Cristina Marsillach. Mejor leer los libros.

La historia se desarrolla en Zaragoza en 1919, un año en que se producen sublevaciones anarquistas muy importantes y la revuelta del cuartel de Palafox. En ese encuadre de enorme malestar político y decadencia social, José Garcés (Miguel Molina), un adolescente de 15 años, en esa convulsa situación va descubriendo los sinsabores pero también los placeres de la vida.

El poco pródigo y casi desconocido director Antonio José Betancor, ya había dirigido un año antes, Valentina. Crónica del Alba, 1ª Parte (1982). Y en esta obra que ahora comento, se puede decir que Betancor sabe dirigir con mucha profesionalidad y maestría este film, conducido por un buen guión del propio Batancor junto a Lautaro Murua, Carlos Escobedo y Javier Moro, en una gran adaptación de otra de las nueve novelas que componían Crónica del alba, obra autobiográfica y novela de aprendizaje que describe la infancia, adolescencia y compromiso político de un muchacho que posee el nombre de José Garcés, el mismo del prestigioso escritor Ramón José Sender Garcés (1901-1982) conocido como Ramón J. Sender.

El reparto es meritorio. Por empezar, la selección de los personajes requirió un trabajo exhaustivo, haciendo una cuidada búsqueda. Son destacables las excelentes interpretaciones de Miguel Molina (principal intérprete en la figura de José Garcés), Cristina Marsillach, Walter Vivante, Saturno Cerra, Concha Leza, Alfredo Luchetti, Fernando Sancho, José Antonio Correa, Marisa de Leza, Concha Hidalgo, Emma Suárez, Aurora Pastor y Antonio Betancourt. Un excelente reparto, creíble y conjuntado.

La atmósfera prerrevolucionaria, los encuentros clandestinos amorosos y políticos, la juventud estudiantil, la sociedad burguesa tambaleándose y algunos ambientes concretos como el entorno familiar o el trabajo en botica al que se dedica Pepe están muy conseguidos. Creo que estamos ante una obra muy interesante para conocer un tiempo específico de la historia de España, y acercarse a la obra del egregio Ramón J. Sender, un gran escritor lamentablemente olvidado en nuestros días.

Qué vida puerca, la nuestra. Walter Vidarte.
Germinal. Zola y Depardieu.
El estudiante y las calandracas, tunante. La fila de los mancos. Polvo de estrellas.
Rojo y follador, lo tiene todo, completo.
La película es mustia y bonita, idealiza a los anarquistas ¿asesinos? y el chaval, lógicamente, se adapta a las circunstancias, tristes, de una familia venida a menos, a la ruina, los jodidos bonos alemanes tuvieron la culpa, hicieron el resto, a quién se le ocurre, y se hace idealista, a la fuerza ahorcan, ahora que no tienes nada, deseas ser pobre cuando ya lo estás siendo y por el camino yo me entretengo, es un simple de botica mancebo, si hubiera tenido dinero, hubiera sido seguramente más de derechas, qué cabe duda. El medio hace al hombre o individuo, no hay otro remedio, algo también al revés pero bastante menos.
Y una morena y una rubia, la santa y la puta, ese binomio o disyuntiva nada apocalíptica, ligera de cascos, generosa como ninguna, y una monja (custodiada por ellas), qué miedo. Cristina Marsillach está muy estupenda, la mejor de todos, bastante superior a los aquí muermos de cuerpo entero Molina Suárez.
Es como teatro filmado, rudo, sensible, áspero, duro, no muy inspirado. Esencial. Pedregoso. Poco coso.

Me encanta que la gente se retrate. Las izquierdas pueden matar, robar, mentir, difamar, manipular, ofender, desprestigiar, fantasear sobre sí misma, ignorar, burlarse de, hacer propaganda u otras acciones viles pero lo que no puede es cambiar el pasado, que para fortuna de todos, queda registrado en libros, periódicos o películas. En este caso, en la segunda parte de "Crónica del Alba", la novela de Ramón J. Sander, que narra la vida o mejor dicho, los recuerdos de José Garcés (Miguel Molina) de su infancia y juventud desde un campo de concentración del sur de Francia para combatientes republicanos, acabada la guerra civil española, un J. Garcés que es un tontaina: siendo rico aspira a convertirse en pobre "como es todo el mundo". Por cierto, que al final se le pierden las hojas por el camino porque el desenlace no puede ser más brusco: un corte al azar.

El caso es que estamos en la Zaragoza de 1918-1919, época que es muy bonita, pero entre una cosa y otra no la lucen para nada, así que ni para eso sirve. Pero peor aún es el retrato político-humano de los "buenos". Por ejemplo, hay una alabanza del movimiento anarquista, en realidad, unos asesinos de mucho cuidado que aquí bromean con matar a todos los burgueses y que se felicitan de sus atentados mortales. Pero hay más. Garcés, que va de revolucionario, se regodea en eso que luego las izquierdas achacarán retrospectivamente a la derecha: la doble moral sexual. Es decir, la novia decente y las golfas con las que el hombre se desahoga, esta vez una chica tan arrastrada que le dice "puedes hacerme todo el daño que quieras" y al que a José no le importa abofetear, que entonces (¡y ahora también!) era lo progre: tratar a las mujeres a patadas.