The Newsreader (Serie de TV)

Hubo un tiempo en el que no resultaba tan sencillo conseguir imágenes para ilustrar las noticias en televisión. Podía ocurrir el desastre nuclear de Chernóbil y tardarse horas en lograr material audiovisual suficiente para revestir la información, mientras los periodistas se afanaban en recabar datos sobre Ucrania o sobre centrales nucleares en medios que ahora suenan tan rudimentarios como una enciclopedia o una hemeroteca. Las grabaciones, en cintas, se enviaban a la redacción en taxi y las conexiones en directo suponían un esfuerzo titánico. Conocer esa realidad ahora, cuando cualquiera puede acceder al lugar de los hechos con un simple móvil, es uno de los grandes alicientes de The Newsreader, la serie australiana ambientada en un informativo televisivo de los años 80.

Acotarla a esa temática, sin embargo, la convertiría en otra The Newsroom o Studio 60, las dos series con las que Aaron Sorkin ha desentrañado como nadie el mundo de la televisión. Esta pequeña ficción australiana, multipremiada en su país, prefiere poner el foco en su protagonista femenina, una carismática presentadora de informativos que debe lidiar con el ego masculino de su compañero de mesa y con la testosterona del jefe de redacción para conseguir el hueco que se merece.

No lo tendrá fácil. Aunque la audiencia la adora, el entramado de machos alfa que la rodea prefiere mantenerla a la sombra de la estrella masculina y en decadencia de la cadena. La excusa perfecta la encuentran en su trato difícil, en los sucesivos episodios de crisis de ansiedad que alimentan las posturas paternalistas y condescendientes. Por si fuera poco, su vida sentimental es el epicentro de toda la sorna con la que minar su credibilidad profesional.

La encargada de dar vida a Helen Norville es Anna Torv, la arrolladora actriz a la altura de estrellas australianas como Cate Blanchett o Nicole Kidman pero que prefiere regalarnos su talento a través de series de televisión como Fringe o Mindhunter. Su interpretación, su carisma, sus looks ochenteros, son motivos más que suficientes para rendirse a sus pies. Por si fuera poco, en The Newsreader hace tándem con el más desconocido Sam Reid, que encarna al joven y entusiasta Dale Jennings. Él también lucha por hacerse un nombre en la profesión y por quitarse de encima sus inclinaciones homosexuales. La relación entre ellos suma el drama romántico a una trama repleta de contenido.

Si The Newsreader no ha trascendido probablemente se deba a que la producción es australiana o a que su estreno llegó a España de la mano de un canal menos masivo como Cosmo (aunque ya se encuentra en el catálogo de Filmin). En todo caso, se trata de un injusto recibimiento. No solo retrata una profesión y un medio de comunicación de forma fidedigna, mostrando incluso los tejemanejes más sucios de la televisión, sino que encima aborda la actualidad de la época, como los primeros casos de sida, de la manera más crítica. Indispensable para los amantes del periodismo y para los nostálgicos de un tiempo en el que la función del periodista no se reducía casi en exclusiva a desmentir bulos.

Deliciosa serie australiana ambientada en 1986, en una cadena de TV. Mostrándonos ese mundo apasionante de los periodistas encargados, de hacer los noticiarios. Con todos sus entresijos de disputas, celos, traiciones, presiones, lealtades y todo lo que uno pueda imaginarse.

En el año 1986 acontecieron noticias muy importantes, algunas incluso fueron tan relevantes, que cambiaron nuestras vidas y en alguna forma, el futuro.

Acontecimientos tan trágicos como la desintegración, contada en directo mundialmente, del transbordador "Challenger".

La catástrofe de "Chernóbil" o el paso del "Cometa Halley", entre otras muchas, fueron abordadas y contadas por esta cadena de televisión.

Espectacular en su interpretación "Anna Torv" (estoy enamorado de esta mujer desde los tiempos de "Fringe"). Dando vida a "Helen Norville", una estrella de la televisión australiana, la cual, fuera de las cámaras, su vida y su mundo se derrumba.

Graves problemas psicológicos, emocionales y profesionales son recreados por Anna Torv, con unos registros sencillamente magistrales. Encontrando paz y alivio delante de una cámara, y es en ese momento de tener que contarle al mundo las noticias mas importantes, cuando se convierte en esa estrella de la TV que es.

Dale Jennings, un joven y ambicioso periodista, el cual ansía convertirse en presentador de noticiarios, conseguirá conectar con la compleja psicología de Helen Norville. Servirá de punto de apoyo y de sustento emocional, a la casi derrumbada estrella.

Historias de periodistas, redacciones, movimiento frenético, preparativos, improvisaciones, estrés total, ante el bombazo de la noticia que tiene que ser contada al mundo.

Lo he pasado genial viendo "The newsreader", aconsejable al cien por cien (obviamente no es para los que no les gusten las historias de periodistas).

Una vez mas, destaco a Anna Torv. Espectacular, solamente por verla a ella, merece la pena ver la serie.

Con "cuatro cositas bien puestas", esta serie australiana viene a contarnos un puñado de cosas interesantes desde un formato, el del periodismo televisivo, que a priori parecía que ya no tenía mucho margen de maniobra después de estupendas películas y series que han abordado su entorno. Me vienen a la memoria el clásico "Network, un mundo implacable" (Sidney Lumet / 1976) o la reciente serie "The Morning Show" (James Carson /  2019), pero es evidente que las mayores similitudes nos llevan a "Intimo y personal" (Jon Avnet / 1996) y más, entre otras cosas, cuando nuestro protagonista Sam Reid se da un aire a Robert Redford.

Bajo el armazón manido de periodista pardillo que va ascendiendo, la novedad es que en este caso es un hombre, el creador de la serie Michael Lucas reparte cartas al calor de las noticias más destacadas que ocurrieron en los 80, en una partida donde caben los romances, la vorágine de la redacción y cómo afecta a los que la viven y los entresijos de una profesión que paulatinamente se pliega a las noticias rápidas y efectistas en detrimento del rigor y el análisis profesional más riguroso y extenso, siempre presionados por los índices de audiencia. Aún tiene tiempo en tan solo 6 episodios para hablar con buen criterio de problemas sociales como el sida o la homofobia entre otros con un elenco de actores estupendos donde la camaleónica Anna Torv va la cabeza.

En estos tiempos de overbooking informativo de consumo rápido, donde cualquiera puede hacer llegar su análisis y opinión sobre lo que sea y proliferan las fake news como hongos es bueno recordar que no hace tanto algunos hombres y mujeres intentaban dignificar el sagrado y necesario oficio de una información crítica y veraz.

cineziete

Me encontré con esta serie por pura casualidad, navegando por el menú de Orange Tv. Siempre me ha interesado la temática sobre los medios de comunicación y creía conocer todas -o casi todas- las series que se han grabado al respecto, y por eso me sorprendió dar con una que no me sonaba en absoluto. Recuerdo que serían sobre las 23 horas cuando empecé a ver el primer episodio... Cuando quise darme cuenta, iba por el tercero. Sin lugar a dudas, de las mejores series que hay sobre este género. No es tan conocida como otras -algunas no se merecen ni la fama ni el éxito que han cosechado-, pero es una de las mejores. Por eso, es una pena que sólo haya una temporada. Por lo tanto, para aquellos a los que les interese el género, les animo a que no dejen pasar un solo día más sin verla. No se arrepentirán.

Miniserie australiana sobre el mundo de las cadenas televisivas y que está enmarcada en los años 80. Aunque su desarrollo podría dar a entender que estamos ante un producto de perfil bajo, es precisamente esa ausencia de espectáculo gratuito y de la histeria permanente que tenemos asociada a este tipo de productos la que le confiere credibilidad y solidez. Si esperan una serie sobrada de aspavientos y excesos les va a defraudar, ya que la sobriedad y la contención son su seña de identidad.

Cuenta con personajes bien trabajados, tanto los protagonistas como los secundarios, cosa difícil en tan solo seis capítulos que no llegan ni a la hora. Y juegan la baza de que cada episodio cubre un hecho real sucedido esa década, ya sea en Australia u otros de relevancia mundial como la catástrofe de Chernobyl o la epidemia del SIDA. Mención aparte merece como es retratado el espíritu de la época, reflejado en los propios personajes, que nos gustan y nos caen bien, pero tienen un esquema mental, en según que aspectos de la moral, que hoy no pasaría ningún corte de lo que consideramos admisible. Aunque eso parece estar revirtiéndose, por desgracia. En definitiva, personajes con claros y oscuros, y que viven sus vidas conforme a la época que les ha tocado vivir.

La mayor queja es que es una miniserie demasiado corta, te deja con ganas de más y, viendo el formato elegido, podría haber alcanzado al menos los diez episodios. ¿Dónde hay que firmar para que rueden una segunda temporada?