En el límite del desierto

Mediocre western de serie B, realizado con oficio, pero falto de total imaginación, o cualquier elemento positivo que la eleve por encima de la media.
Está concebida, supongo, para aquellos entrañables programas dobles de cines de barrio, proyectada antes de "la peli buena".
Como quiera que su duración es corta, menos de ochenta minutos, se aguanta sin mayor dificultad, pero la historia no interesa demasiado, a no ser por conocer (no lo he indagado, pero me imagino que es cierta) la curiosidad de aquella Ley del estado de Oregón por la que, si una mujer estaba soltera o viuda, el primer hombre que la echaba mano se quedaba con ella, pasando a ser su mujer.
Pero ni eso está suficientemente explicado y solo se usa para narrar una historia que apenas tiene alguna escena de interés, quizás la pelea a puñetazos por una mujer india, entre el gran Robert J. Wilke y el más tarde "Ursus", el fortachón Ed Fury.
Por lo demás, nada destacable, convencional dirección, falta de mordiente y la belleza de una Ivonne de Carlo, que siempre lo hacía bien.

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No es para verla una segunda vez pero, entre algún paisaje que sale, más la chocante propuesta que pone al alcance de los hombres sedientos de amor a cualquier mujer que no esté ya protegida por un hombre (y si lo está, es su protector el que corre un serio riesgo de no llegar a fin de año) acaba despertando cierto interés por ver comó se van matando los rufianes entre ellos. Rory Calhoun, muy digno, sorteará las balas hasta que ya no quede títere con cabeza. Entretiene, pero con nota muy ajustada.

Estamos ante un pequeño western de serie B, con alguna dosis de violencia y de cierta intriga, sobre los temas de la venganza, del machismo, del poder y de la ambición.

El film, que se sostiene en una narración muy simple y desentonada, y con un guion poco afianzado, no alcanza la intensidad necesaria que sus temáticas merecían. Con todo, los personajes, aunque resultan muy poco originales, están bien definidos psicológicamente; y los actores y actrices cumplen, con sinceridad, su cometido. Es claro: se trata de una cinta más de personajes que de historia o acción y que resulta, solamente, entretenida; simpática.

Dirigida por John Sherwood, realizador de una --para mí-- pequeña joya de la ciencia ficción también de serie B, bastante superior a la película aquí comentada: "Monstruos de piedra". Esta sí la recomiendo encarecidamente.

Aun aceptando la enorme desproporción que se daba en el Oeste entre el número de hombres y de mujeres en favor de los primeros, cosa que se dio siempre en territorios objeto de conquista o de colonización, nos parece exagerada la ley que presumible estuvo en vigor en Oregón en la segunda mitad del siglo XIX según la cual cualquier hombre podía reclamar o atrapar cualquier mujer que enviudase. Parafraseando el título de la obra, más parece el límite de lo incierto.
Es lo que le sucede a una joven india que ve ahorcar a su esposo condenado por Gerald Montogomery, cacique déspota y egoísta del lugar, para ir a parar el mismo día a los brazos de uno de sus esbirros. La cinta pues va de venganza, y de ello se ocupará el hermano del muerto, Vincent Quirby (Calhoun), quien de paso se lleva a la bella esposa del malvado, Helena Montgomery (Carlo). Herida esta de un balazo en el hombro, presto acude aquel a examinarla: "Limpiaré la sangre para ver como es la herida. -Es un rasguño". Y así debía ser pues con un simple torniquete y unas compresas de tintura de yodo quedó curado.
Aparecen los elementos clásicos de los westerns de la época, aderezado en esta ocasión con las disputas entre un padre y su hijo, corpulentos mirones reprimidos. Bonita resulta la escena cuando, escuchando una caja de música en el comedor del rico ranchero, ingenuamente pregunta el hijo: "¿Crees que podré aprender a bailar? -Con tiempo hasta los caballos salvajes se doman".
Sin ser nada del otro jueves, se deja ver la obra favorecida por su escasa duración. Por cierto, es el primer western en que el gordo malo (los hay también más flacos) muere entre los cuernos de un toro.

La india, Mara, se parece (o tal vez sea ella, no pongo en el fuego la mano) a Rocío Monasterio, cabalgando, ahí lo dejo, en lo alto todo.
La película es realmente mala, se tiran todo el rato yendo de un lado para otro sin ningún sentido, para nada, haciendo el ridículo, como moscas taradas, pollos ciegos, larvas sonadas, se inventan unas reglas del juego completamente absurdas, los actores son muy malos, la fotografía (está) revenida y la historia es de desguace, un chusco disparate.
Se pasan la hora y media tratando (casi) todos de violar (o si no, con muy aviesas intenciones, las peores) a alguien, a Yvonne De Carlo muy especialmente la pobre que es en verdad lo mejor del coso, está muy guapa y tiene fuerza, sobre todo hay uno que erre que erre, sin descanso al acoso (protagoniza en ese sentido una escena como de Benny Hill con río de por medio, menudo de energías dispendio).
En fin, una cazurra tontería, una astracanada blanda, muy pobre, muy lerda, muy rota.