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Espérame en el cielo

Comedia España, finales de los años 40. Paulino Alonso es un hombre corriente, propietario de una ortopedia, que por su casual parecido con el dictador Francisco Franco es raptado y entrenado para la operación Jano. Su familia le da por muerto, e invocan su alma por medio del espiritismo con resultados negativos, lo que les hace sospechar que está desaparecido, pero no muerto. (FILMAFFINITY)
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
2 de diciembre de 2007
43 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entrañable comedia de enredo con ribetes históricos, que especula con la posibilidad de que Franco utilizara un doble suyo en actos públicos, en previsión de posibles atentados. Una historia que cuida tanto del entorno del desventurado protagonista como de las cuitas a las que se ve sometido durante su inevitable y obligatoria encarnación del dictador. Una encarnación que transformará a este "Forrest Gump a la fuerza" hasta hacer difícil el discernimiento entre el caudillo auténtico y el falso, lo cual utilizará habilmente en beneficio propio, como se demuestra en la divertidísima escena en que le hace una gran jugarreta al pérfido e hilarante personaje del gran José Sazatornil "Saza".

Enredos de suplantación de personalidad aparte -con sus consecuentes, lógicos y suaves aumentos de ego ante la aclamación popular en actos públicos y la adquirida picaresca que no duda en usar, como ya he mencionado anteriormente- la película también nos regala una bonita historia de amor entre un matrimonio obligado a separarse para siempre que, sin embargo y sin que nadie más que ellos lo sepa, establecerá un genial código para, a pesar de dicha y forzosa separación de por medio y del transcurrir de los años, manifestarse que se quieren, con el telón de fondo de la bella canción de Antonio Machín que da título a la película: "Espérame en el cieeeelo, cariñito adoraaaado..." Con una magnífica Chus Lampreave, como la fuerte y fiel esposa, resignada a la única manera de ver a su marido mediante noticiario proyectado en la gran pantalla.

Preciosa, emocionante e hilarante historia, merecedora de muchísima más fama por su calidad humana y romántica. Destacar la rareza de ver historias de amor entre personas mayores, algo que también nos regaló Garci con aquella hermosa cinta -de merecido primer Óscar a España por Mejor película Extranjera en 1982- llamada VOLVER A EMPEZAR. Aparte, la condición de matrimonio de los protagonistas denota otro rasgo más de originalidad de tan injustamente cuasi desconocida película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Joan
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2 de noviembre de 2008
27 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Incomprensible que le dieran sólo un Premio Goya a esta película. Debería haber arrasado porque, en mi opinión, es lo mejor que ha hecho Antonio Mercero para el cine. Todos los actores están para otorgarles un galardón - el de "Saza" como el facha Sinsoles es merecido -, pero no puedo concebir que no se lo concedieran a Pepe Soriano. Su parecido con Franco es asombroso, caracterizado magistralmente, pero su interpretación todavía es más increíble. Su papel es difícilisimo, ya que ha de encarnar al "Caudillo" con un estudio pormenorizado de su rigurosa personalidad y, a su vez, a un pobre hombre que debe convertirse progresivamente en su doble por órdenes del régimen franquista. Incluso sus miradas de temor tienen un carácter sobrio cuando se supone que suplanta al dictador (el mejor ejemplo lo tenemos en la visita a la mina).
Mercero y Valcárcel tomaron, como base para el argumento, la hipótesis tan rumoreada de que Franco se sirvió de un doble suyo para asistir a los eventos menos seguros o para que lo sustituyera cuando al "señorito" no le apetecía comparecer en público. A partir de esto, les salió una comedia genial - las situaciones de enredo en el Palacio de El Pardo - que también tiene mucho de drama. El drama de Paulino Alonso, al verse obligado a colaborar con un plan que acaba con su vida cotidiana y feliz de un golpe, y contra el cual no puede luchar porque ya se sabía que les ocurría a los que se oponían a las ideas del "Generalísimo". Una crítica feroz a la restricción de la libertad, pero que no cae en el ensañamiento de Els Joglars en "Buen viaje, Excelencia" (otra muy buena película sarcástica sobre Franco).
No le otorgo el 10 sólo por dos pequeños fallos en el guión a mi modo de ver (ver spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Luis Miguel
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23 de noviembre de 2009
23 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine es un medio que permite tratar todo tipo de problemas. Puede servir para encabronar a los espectadores, predisponiéndoles en contra de personas, grupos, actitudes… No es raro que tal cosa se consiga mediante una manipulación y tergiversación de los acontecimientos y hechos históricos. Por lo general, las películas “históricas” adolecen de ello (por ejemplo, nuestro cine “ histórico” –Alba de América, El tambor del Bruch, El Alcázar no se rinde, Agustina de Aragón…- ensalza los valores patrios, al mismo tiempo que envilece a otras naciones o grupos, siempre dentro del esquema maniqueo de “los buenos” y “los malos). Pero puede servir también el cine para conseguir el efecto contrario: mediante la parodia, se desdramatizan hechos y períodos de la historia que han ocasionado sufrimientos y heridas profundas.
El cine universal ha proporcionado obras grandiosas en este campo: Lubitsch (Ser o no ser), Chaplin (El Gran Dictador)… El mejor “desdramatizador” de nuestro cine es, seguramente, Luis García Berlanga. Pero no el único. Ahí están también Saura (¡Ay, Carmela!), Buñuel (La vía Láctea) y otros. Puede darse el caso de que un mismo director nos regale una obra maestra (Trueba, Belle èpoque), junto a otras fallidas (La niña de mis ojos).
Antonio Mercero ha contribuido con algunas de sus obras a la causa de “desencabronar” al personal. Particularmente, con esta película, Espérame en el cielo, que día a día está siendo mejor valorada. Tiene mucha actualidad hoy, cuando han vuelto a resucitar en parte los fantasmas que nos arrastraron a una feroz guerra fratricida y a una no menor lamentable dictadura de 40 años. Contra la crispación, el humor.
Pero no nos engañemos: la parodia y el humor no son menos corrosivos que la crítica directa. Es posible que, incluso, sean más efectivos. Detrás de una visión amable, a veces hilarante, de la realidad (La Vaquilla, Bienvenido Mister Marshall…), podemos encontrarnos con un fondo de profundo rechazo de “lo que fue, pero nunca debió haber sido”.
Además de este punto de vista, me parece muy destacable la historia de amor que nos cuenta Mercero, impregnada de melancolía y nostalgia, muy en la línea de su cine.
Francamente buenas las interpretaciones de Sazatornil, Pepe Soriano y Chus Lampreave. Quien vea esta película habrá de recordar siempre a estos personajes, asociados a la música dulzona y romántica de Antonio Machín.
Señores, no se metan en política, aprendamos del pasado (si es con buen humor, mejor) y preparemos el futuro sin recaer en los mismos pecados.
José Luis
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7 de julio de 2009
25 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pelicula que se queda en fragmentos y diálogos memorables (pudiendo haber llegado a cotas de grandeza altísimas) a causa de una parte media un poco torpe, pero que satisfará a todo prohombre fascinado por todo lo que rodeaba a nuestro sátrapa: el brazo incorrupto de Santa Teresa, la lucecita del Pardo, la bilocación (o ubicuidad, según versiones), la legendaria destreza del de Ferrol en todo deporte y cacería, las frases lapidarias de léxico bizarro, el legendario contubernio judeo-masónico... joder, sale TODO. No os diré más que el título de una canción que suena para que os hagáis una idea de lo bien documentada que está: Raskayú.

Quedándome con lo positivo, la memorable actuación (una vez más) de Sazatornil y su comparsa, el actor que hace de doble de Franco en contra de su voluntad. Los diálogos y escenas compartidas entre ambos resultan memorables, sobre todo cuando Saza ha de adoctrinarle y una expresiones exhortativas como ¨No mire ahí! El suelo que pisa es suyo, ustec ha de andar como él... fijese: andares mayestáticos¨ o le pregunta emocionado si se imbuye de la grandeza del carnicerito de Ferrol, a lo que el otro responde un mitiquérrimo y uber loleante ¨si que me imbuyo, si....¨.

Por lo demás, breves pinceladas que no se desarrollan acerca de las pulsiones humanas independientemente del estrato que se ocupe y también, ya casi al final, sobre lo tentador y vicioso del poder. En manos de un Azcona esto podría haber sido la mejor película del cine español, si me permitís la cábala hiperbólica.
Jark Prongo
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14 de agosto de 2015
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante muchos años en la España franquista, corrió el rumor de que Franco tenía un doble, que el régimen del dictador utilizaba como sustituto para situaciones de riesgo personal, intentando eludir cualquier posible atentado a su persona que en más de una ocasión, sus opositores y enemigos habían barajado. El resultado es una parodia despiadada y desternillante, que solapa la desgraciada vida del propietario de una ortopedia madrileña que tiene el infortunio de parecerse físicamente al dictador, pero que también recrea un romántico amor otoñal. Allí vive y trabaja Paulino Alonso (el actor argentino José Soriano) con su esposa (Chus Lampreave), aficionada al espiritismo, sin más horizontes que el trabajo cotidiano, las pequeñas “escapadas” inconfesables a un discreto burdel, bajo un estricto catolicismo militante.

Sin embargo, la aparición por la ortopedia del “camarada” Sinsoles (un genial José Sazatornil, premiado con el Goya ese año), a ratos con un siniestro traje negro, otros de azul falangista como corresponde, le convierte al pobre Paulino , en un doble del Caudillo. Del infortunado Paulino, un prototipo de pequeño burgués, que se siente privado de libertad y, en ocasiones, del espantajo al que debe imitar, se aprovecha Mercero el cineasta, para realizar una comedia costumbrista y jocosa, que no repara en satirizar las consignas, dogmas, lemas y discursos de adoctrinamiento que el impostor debe aprender para pronunciarlo en público, además de utilizar sus conocidos y ridículos gestos, altivos, desafiantes y marciales.

Gracias al cine, ese invento “peor que la bomba atómica” como clama en el film desde el púlpito, un sacerdote escandalizado por “Gilda” (de calificación moral rechazable), debe interesar a Mercero para integrar en esta reproducción de época, elementos de la comedia costumbrista española y del “slapstick” americano. La película guarda algunas similitudes o situaciones de dos obras maestras como “Ser o no ser” y “El gran dictador” ambas caricaturizaban al tirano Adolf Hitler. Pero con la gran diferencia de que ambas obras se realizaron durante el mandato del genocida.

Mercero realiza una reescritura “desmitificadora” de este regalo que la Divina Providencia hizo a los españoles, una comedia agridulce, a ratos emotiva y otras tierna, pero inmisericorde y mordaz con los métodos ideológicos e inhumanos del camarada Sinsoles, el mezquino hombre de confianza del sátrapa, servil y miserable pero eficaz y concienzudo en su siniestra labor. Antonio Mercero, quizás sin la brillantez de los maestros Lubitsch y Chaplin, ni la inmediatez en el tiempo en que se ha filmado, vuelve a demostrar que no ha hay mejor forma de criticar y denunciar las injusticias que con el humor, despreciando jocosamente sin solemnidades que lo único que consiguen es agitar los fantasmas de los malos recuerdos.
Antonio Morales
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