El inglés que cogió la maleta y se fue al fin del mundo

Timothy Spall y Phyllis Logan se reencuentran una vez más en la gran pantalla con un film –muy– británico. Con una fotografía y una banda sonora cuidadas y cohesionadas, la película dirigida por Gillies MacKinnon resulta un viaje de lo más emotivo y emocionante.

Testarudo pero tierno. Así podría definirse a Tom, el protagonista. Con un objetivo claro en mente, deja todo lo que ha conocido los últimos cincuenta años y pone rumbo al sur del país, a Land’s End. A pesar de ser un hombre muy mayor, de noventa años, vulnerable y algo desvalido, encuentra fuerzas para seguir adelante.

Es innegable la exquisita interpretación de Spall, quien dota de una profundidad a Tom. De primeras, parece un señor enfurruñado, hasta que encuentra a un niño pequeño en el bus, y le saca una sonrisa, al igual que al público. Y de la misma manera hace con todas las personas que se encuentra. Su bondad y buena fe te encandilan.

Por otro lado, la música y las localizaciones escogidas otorgan una ambientación y un color nostálgico y conmovedor al relato. Consiguen alinear fondo y forma para acabar de dar calado a la trama y a este peculiar y enternecedor personaje, con lo que logran llegar al corazón del espectador e incluso a la lágrima de aquellos más sensibles.

El inglés que cogió la maleta y se fue al fin del mundo no cuenta nada nuevo. Hemos visto otros duelos a través de roadtrips con anterioridad. ¿Un ejemplo? Up, sin ir más lejos. Sin embargo, la interpretación de los actores y actrices, la música y esos paisajes melancólicos tan bien seleccionados, encandilan y dejan un buen sabor de boca, mientras despliegan una tierna historia sobre el amor, el respeto y la perseverancia.

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Tras la muerte de un ser querido, llega el momento de ser cumplir con los últimos deseos de aquel. Un compromiso vital que cumple con su función en el duelo. No hace mucho, el cine español en Un mundo normal (2020) de Achero Mañas, nos llevaba de viaje junto a un padre y su hija para cumplir con la última voluntad de la madre-abuela.

El inglés que cogió su maleta y se fue al fin del mundo (The Last Bus) narra el periplo de Tom Harper, un anciano nonagenario cuya esposa Mary acaba de fallecer. Un periplo que lo llevará de John O’Groats en Escocia hasta su ciudad natal, Land’s End en Cornwall, en el extremo más meridional del país.

Para este viaje, fruto de una promesa a su difunta esposa, utilizará sólo el pase de buses urbanos gratuito que dispone. Es un viaje de nostalgia alimentado por el contraste de quién ha estado fuera del voraz cambio social y en el que cada encuentro es una sorpresa vital.

Así que regresando a su pasado, Tom descubrirá el mundo moderno y su diversidad multicultural a la vez que una sociedad para él desconocida. Sin saberlo su viaje se convertirá en todo un fenómeno en las redes sociales cuando llegue a Land’s End.

Es un viaje nostálgico, de ida y vuelta. De ida al origen, pero también de vuelta sin retorno llevando las restos de su esposa al origen de su historia en común.

Destaco la ternura que baña toda la historia, pero también los valores humanos que emergen en cada escena desde el compromiso, el amor, el respeto, la solidaridad o la perseverancia por cumplir con las últimas voluntades de un ser querido.

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No deja de resultar paradójico que el pretexto aperturista para descubrir las diferencias y la nueva multiculturalidad que redibujan la diversidad de una nación sea catalizada precisamente a través de una travesía de autodescubrimiento hasta la tradición, raíces personales y el deseo de reconectar con su pasado de un nonagenario -aunque sea artificialmente- y extraordinario (como de costumbre) Timothy Spall que, en aproximadamente un año, ya ha experimentado dos veces la necesidad de hacer las maletas, liarse la manta a la cabeza y salir a explorar mundo. Aunque independientemente de detectivescas y alucinógenas peripecias 'coixetianas' en Benidorm-, esta travesía es estrictamente autóctona, trufada de un ecosistema de almas itinerantes -y homologadamente british- que, al igual que a Richard Farnsworth en la gema lynchiana 'Una historia verdadera', van cruzándosele por el camino a Spall en una hoja de ruta que, con el propósito de cumplir con una promesa a su difunta esposa -Phyllis Logan, con la que Spall coincide 25 años después de 'Secretos y mentiras' (Mike Leigh)-, le empuja a recorrer Gran Bretaña, de Norte a Sur, valiéndose exclusivamente de su pase para viajar grauitamente en bus.
Tan entrañable como se intuye, aunque no le habría sentado mal prescindir de ciertos manierismos y tics de feel good movie, especialmente en su tramo final.

No sé qué se le dio de ponerle ese título de El inglés que cogió una maleta, cuando la traducción literal: El último bus, quedaba bien, incluso más que el que eligieron.
Esperaba otra cosa, sinceramente algo mejor, en general me gustan los dramas ingleses, y ni hablar si hay viejitos, pero este no me convenció, me resultó insulso, cursi, con toda la mierda de lo políticamente correcto, no conecté demasiado con Tom tampoco.
Lo peor: es lenta, aburrida, condescendiente consigo misma.
Lo mejor: lo que muestra de los paisajes ingleses de norte a sur.

"El inglés que cogió la maleta y se fue al fin del mundo" es una película que en su sencillez radica su virtud y su grandeza.

Timothy Spall realiza una fantástica representación de esa etapa de la vida, feliz y triste a la vez, en la que los valores, el amor, la lealtad y la palabra llegan a su máxima expresión.

Es una película que realmente llega, te hace reflexionar sobre el trato que muchas veces reciben las personas ancianas (sin pensar que algún día todos pasaremos por ahí y que ellos ya han pasado por donde estamos nosotros) y que te muestra esa etapa de la vida que, como he mencionado anteriormente, es a la vez bonita por todo aquello que se ha vivido en compañía de otros, y triste a la vez por todo aquello que unía y se ha ido perdiendo, llevando a la soledad y hacia el final de la vida.

No siempre son mejores películas las grandes superproducciones hollywoodienses por tener presupuestos astronómicos, ya que con el talento mostrado aquí, con poco, se ha hecho un inmenso trabajo.

Es muy amena, con el metraje adecuado, actor fantástico y la recomiendo totalmente. No defrauda para nada.