Club Zero

Estimable coproducción entre Austria, Francia y Reino Unido, que tiene un curioso e inquietante punto de partida, pero que no logra desarrollarlo de forma redonda.

De todas formas es interesante y se sigue de forma fácil por mor del argumento, que parte de estrictos estudios nutritivos reales, pero llevados en el film a extremos peligrosos.

Tiene aspectos técnicos muy logrados, como la dirección artística de interiores y el diseño de vestuario. Así como la fotografía y la banda sonora. Del mismo modo, los intérpretes están acertados, sobre todo los más maduros, los padres de los diversos chavales y, por supuesto, de la protagonista, una excelente Mia Wasikowska, en un papel realmente inquietante.

La pena es que la fuerza dramática, la intriga y el punto de misterio y clímax in-crescendo conseguidos en su primera parte, se vuelven un tanto repetitivos, para llegar a una parte final que convence a medias.

De todas formas creo que su visión es positiva por cuanto, para empezar, es bastante entretenida y segundo, invita a la reflexión al tratar temas importantes como la peligrosa fuerza de las modas dietéticas, la influencia de mentes aparentemente inteligentes pero quizás simplemente perturbadas, sobre los más jóvenes, o la búsqueda de una forma de vida alejada de las fuertes exigencias de una sociedad de consumo, que limita la libertad individual.

Está bien, pero podría haber sido algo más profunda y convincente.

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Después de "Little Joe"donde comer unas plantas nuevas daban supuestamente la felicidad, la directora austriaca Jessica Hausner aborda la obsesión por el control alimentario que existe en nuestra sociedad de forma radical. En torno a una secta que se crea en un colegio de elite a espaldas de profesores y padres, por una nutricionista obsesiva.

Ms Novak, es una joven profesora de nutrición, va tomando poco a poco la admiración de cinco estudiantes a los que empieza a lavar el cerebro sobre la "Alimentación consciente"su curso comienza rápidamente a revolucionar por completo los hábitos y costumbres de la alimentación de estos chicos hasta llegarles a convencer de algo tan impensable de que se puede vivir sin comer.

La directora no busca burlarse de los trastornos alimentarios que asolan a los jóvenes para seguir los patrones establecidos en esta sociedad, si no al contrario intenta mostrar al espectador las consecuencias graves sobre dejar de comer o vomitar lo comido. Algo que dará que pensar. Al principio del film incluso se avisa de las transformaciones físicas de los actores se hicieron mediante efectos especiales y maquillaje.

Sin embargo, el ritmo de la película es demasiado lento, algo que lastra mucho las intenciones de hacer un thriller que impacte profundamente en el espectador, ya que dispersa un poco la atención.
Destino Arrakis

*Ser más lista que el hambre, o intentarlo

Quien nunca se haya visto arrollado por las crudas y firmes tendencias sociales, que tire la primera piedra. La fe ciega que la sociedad profesa en las dietas y el régimen es un problema muy actual. Aunque muy antiguo también. Y esto es algo que Hausner contempla perfectamente.

El culto nutricional de Club Zero es un digno heredero de la histeria colectiva en los 2000 con la dieta Dukan y sucedáneos, la homeopatía y sus milagros y la contundencia y peligrosidad de las cuentas del Tumblr de 2014 sobre Ana y Mía —ahora también en Twitter, de momento no hay generación que se salve del machaque físico y emocional impuesto—. Con ecos de la agitación por el realfooding, el contar calorías, el culto al cuerpo y el marketing nutricional (las cajas de té con su cara, buen punto), la película sabe de lo que habla.

La premisa es bien potente, una nueva profesora (Mia Wasikowska) imparte la asignatura de "alimentación consciente" y, a partir de ahí, sus alumnos entrarán en una espiral autodestructiva que traerá consecuencias irresolubles para ellos y sus familias. El problema, quizá, es que la película no va más allá de esta idea.

Hay ciertos intentos de expandir la trama e introducir elementos tan o más relevantes que enriquezcan la narrativa. Es el caso de la madre que también sufre bulimia, la que constantemente comenta negativamente el físico de su hija o el que acepta como válida cualquier práctica porque ha leído en internet que está bien. Se puede observar que la directora entiende el componente social de los trastornos alimenticios y la cultura de las dietas. Desgraciadamente, no le da el mismo peso que al factor sectario. Además, parece que en su discurso acaba aglutinando razones de peso como la preocupación por el cambio climático junto a afirmaciones impostadas que carecen de sentido alguno. Así, el discurso pierde fuerza y sentido. La ironía y el humor, por su parte, son componentes importantes de la cinta. Es una pena que no se puedan llegar a apreciar del todo correctamente.

*El 'efecto rebote'

Club Zero sigue la línea estética que más interesa a Hausner y que siempre ha mantenido constante durante toda su filmografía ('Little Joe', 'Loving Rita'...) Es, sobre todo, el caso de los movimientos de cámara (zooms principalmente) y del color, por una parte atractivo y llamativo, pero también repetitivo al no mostrar una consonancia directa con el discurso.

A medida que avanza la trama, la película va progresivamente a menos. La acción es repetitiva y parece entrar en un bucle, no va más allá de lo que se presenta en la primera parte. Hay una escena de lo más interesante que podría haber transformado la película si se hubiese seguido por semejantes derroteros —sí, hablo del nauseabundo manjar—. Sin embargo, Hausner dejó este componente como una secuencia anecdótica y no contempló explorar más en esta incursión en el terror y el asco.

El suspense está bien construido por la trama y los efectos de sonido y visuales. Aunque se pierde por el camino, llega a buen derrotero. El final no es lo más satisfactorio. De hecho, es un tanto previsible, pero funciona. El argumento parece que va a desembocar en alguna situación de este tipo desde los primeros veinte minutos de película. Pero aporta un cierre interesante ya que abre más interrogantes de los que cierra y, teniendo en cuenta que los protagonistas son niños, supone una más que justificada e irónica preocupación manifiesta sobre el futuro de la sociedad en materia de salud y nutrición.

*Conclusión

Jessica Hausner dirige una película con un trasfondo social de actualidad y de relevancia. No obstante, podría haber hilado más fino. La trama es un tanto repetitiva, hay una superficialidad ilógica en el tratamiento de algunos de los temas y el humor no es lo suficientemente relevante. Aún así, las actuaciones son convincentes y adecuadas. En especial, y sin desmerecer al quinteto más novel del reparto, Mia Wasikowska destaca como una profesora de carácter rígido, devoto y perverso. Por su parte, Florence Baker, Luke Barker, Ksenia Devriendt, Gwen Currant y Samuel D Anderson defienden a la perfección la conflictiva edad en la que se encuentran, la falta de atención que poseen sus personajes y la necesidad de ser escuchados.

Club Zero es una interesante incursión en el mundo del culto al cuerpo y las estafas nutricionales. Pero también habla sobre la tradición y tendencia la crítica corporal, la problemática de los padres para comprender y ayudar a adolescentes. Así como la facilidad de persuasión tanto en niños como en adultos, el sectarismo y la falta de información generalizada sobre determinados temas. Es un sugerente y atractivo lienzo repleto de brochazos demasiado gordos. Ojalá hubiese sido más coherente con todos sus componentes. Ojalá hubiese ido más allá de la metáfora inicial. Y, sobre todo, ojalá hubiese profundizado más en las causas de la adherencia a este tipo de prácticas tan nocivas.

Escrito por Ana Aliaga Díaz

Jessica Hausner se ha convertido en una directora cuyas obras no dejan indiferente a nadie, ya sea por su posicionamiento crítico respecto a temas sociales o sus incómodos planteamientos. "Club Zero" no es una excepción.

Su nueva película mira de frente a los hábitos de nutrición contemporáneos (y a otros temas complementarios como la maleabilidad de las mentes jóvenes, los diálogos intergeneracionales o ciertas cuestiones de clase social). Este contexto le permite alertar sobre asuntos tan delicados como los trastornos alimentarios. Asimismo, es un escenario óptimo para censurar a los “falsos profetas” de la nutrición que aparecen para ofrecer alternativas supuestamente más beneficiosas bajo pretextos de fe. En este caso dicha figura la interpreta una sutil Mia Wasikowska, quien bascula a la perfección esos aires dóciles y amenazantes del personaje.

En ese ambiente, envuelto por un humor negro y cierto aire distópico, Haussner apuesta por una medida composición de los planos, una contrastada y sugerente elección de los colores, y un estatismo generalizado de la cámara. Esto facilita la presentación de una rectitud, bajo la que viven los propios personajes, y bajo la que la propia directora encuentra su principal escollo. Una vez planteada la reflexión (indiscutiblemente importante), "Club zero" cae en un lento avance cuyas aportaciones van perdiendo interés y se estiran frívolamente.

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Lunática con ínfulas mesiánicas se hace con acólitos mediante el procedimiento de violar sus mentes vírgenes con argumentos éticamente legitimados por el presente Imperio de la Estulticia, con la promesa de una especie de «santidad» (superioridad), tras el consabido período de expiación, esta vez en clave «sostenible».

Ahí es ná. Y sin embargo tanto, que casi me mareo.

Y esto mismo es lo que le debe de pasar a Hausner al plantearse cómo abarcar la cosa en poco más de hora y media.

Aun así, lo consigue a medias, dividiendo el relato en secuencias capitulares que contienen gotas dispersas de lo que (en un mundo que, por terrorífico, no le queda otra que ser forzadamente positivista), nos conduce al inevitable desastre a través de la autopista de la incomunicación (o de la hipercomunicación mal entendida), de la (natural, dadas las circunstancias) losa cotidiana del hastío, de la montaña rusa de la desorientación, del desamparo hijo legítimo del abandono, del oscuro túnel de la ignorancia y, por supuesto, de la necesidad de creer trascendencias, sin tener justificación racional para la fe.

El ritmo es pausado por milimétrico, argumentalmente pesado (teatral) y la puesta en escena es un cristal puro y frío, por momentos cercano a la desolación de Hopper, en el que se refleja la enigmática mirada de la excelente Wasikowska.

En resumen: no; a Hausner no le da tiempo, lo sabe y deja la cosa en una pretensión loable, pero suave, de un drama psicológico que resuelve de forma fantasiosa (que no fantástica), a orillas del relato infantil. No obstante, interesante para darle vueltas en plan lavadora. De lo contrario, podría resultar un tostón.