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París nos pertenece

Drama. Intriga Una estudiante de literatura acude a una fiesta. Allí conoce a un americano y a un director de teatro. Tras la fiesta, su vida ya no será la misma. Notable drama que supuso el debut en la dirección de Jacques Rivette, crítico de cine de la revista "Cahiers du Cinéma". (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
20 de noviembre de 2005
31 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rivette, ajeno a modas y a exigencias de nadie, rueda con cuatro duros la que sin duda es la ópera prima más inquietante de toda la corriente de la Nouvelle Vague, un drama estudiantil crítico sobre la paranoia del amenazador mundo moderno con elementos de thriller, angustioso, sumido en un extraordinaro ambiente de opresión y onirismo y con numerosos toques simbólicos y surrealistas. Abierto a miles de lecturas, aun sigue siendo un filme absolutamente desconcertante y extraño, una obra de suspense inclasficable y originalísima, y que además se mantiene igual de fresca que en su estreno.
Cantamañanas
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18 de diciembre de 2015
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jacques Rivette transmite en esta película el modo de hacer básico de la nouvelle vague, con su recorrido lírico por los escenarios de París y esos personajes tomados del día a día (aunque sea, como en este caso, para tramas no realistas), esas emotivas escenas de de jóvenes con aspecto inocente y a la vez muy ambicioso, en reuniones e iniciativas sencillas pero de aire trascendente, o transitando sobre calles y ante monumentos de gran atractivo. Pero, al contrario de lo que sucede con Resnais, Godard y Truffaut, que recogen frutos palpables en sus planteamientos más audaces, la experimentación de Rivette parece quedar en el filo entre lo ridículo y lo maravilloso y depender demasiado del estado de ánimo y la buena voluntad del espectador. La supuesta conspiración que en esta película lo centra todo está tan zafiamente dibujada (probablemente a propósito) que no puede tomarse en serio ni en sí misma ni como trampolín para la divagación existencial. En cualquier caso, lo expuesto no parece justificar las dos horas de metraje y aunque, como Rivette, se alarguen las cosas para llevar la contraria a la norma de la economía de medios, uno no encuentra fácilmente la gracia a la labor de apartar cintas, rasgar papeles y abrir cajas y cajas de un regalo que al final, si no está vacío del todo, contiene simplemente algo que cabe en una caja de cerillas.
Capitan Ahab
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17 de septiembre de 2014
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curioso caso el del cineasta Jacques Rivette, artista que podemos encuadrar dentro del movimiento conocido como la Nouvelle Vague. A pesar de ser uno de los primeros directores que realizó un film claramente relacionado con el movimiento, su nombre no está a la altura de sus otros compañeros, como pudieran ser Jean-Luc Godard o François Truffaut. Junto A ellos, y otros más (Chabrol o Rohmer) todos colaboraron en la revista de cine francesa, Cahiers du Cinema.

Paris, Nous appartient (París, nos pertenece, 1960) fue su primer largometraje, a pesar de que ya se había adelantado a otros compañeros con el cortometraje Aux Cuatre Coins en el 1949. Y este film es paradigmático, porque ya nos anticipa muchas de las características del director francés. La película se rodó con anterioridad a su estreno en el 1960, pero por problemas de producción no pudo ser terminada (en el 1958 ya se había iniciado su realización). Rivette necesitó la colaboración de compañeros de Cahiers (François Truffaut y Claude Chabrol) para poder finalizar la película. A diferencia de los dos grandes filmes emblemas de la Nouvelle Vague, À bout de soufflé (Al final de la escapada, 1960) y Les 400 Coups (Los 400 golpes, 1959) que tuvieron un éxito aceptable (especialmente en el ámbito de las grandes ciudades, sobre todo París) París nos pertenece no tuvo un éxito parecido, sino que fue un fracaso estrepitoso, y esto perjudicó terriblemente la carrera de Rivette, quien a partir de entonces tuvo siempre problemas por sacar adelante sus películas. El guión está coescrito entre el propio director, Jacques Rivette y Jean Gruault, este último uno de los guionistas más famosos de la Nouvelle Vague.

Con fotografía en B/N, como muchos otros filmes de la Nouvelle Vague (el gobierno patrocinó este movimiento en parte porque las películas de la nueva ola salían mucho más económicas que los filmes de auteur precedentes), bajo la supervisión del técnico Charles. L. Bitsch. Como muchas otras películas de los miembros de Cahiers, la película utiliza sus escenarios naturales para configurar una perfecta oda a París. El propio título ya lo indica de hecho, pero no está de más afirmar que Rivette compone mediante grandes secuencias un auténtico retablo de la gran capital francesa, visitando con la cámara sus lugares más emblemáticos.

La película, como ya comentaba, trata dos de las temáticas indispensables de la cinematografía de Rivette: El teatro y la conspiración.

En cuanto al teatro, no sólo nos referimos en su concepción visual, sino que como en otras de sus películas, tiene una aparición física. Nuestra protagonista, interpretada por Betty Schneider, es una estudiante que se apunta a un conjunto teatral en el que se representa la obra de Pericles de Shakespeare. Así pues, el teatro aparece en filme con una gran importancia.

El otro gran tema del filme es la conspiración. Todo comienza cuando nuestra protagonista descubre el suicidio del compañero de un amigo, llamado Juan. Era músico, y lo que nuestra protagonista busca es una cinta que teóricamente compuso para la compañía de teatro en la que trabaja. Sin embargo, a medida que avanza la película nos iremos dando cuenta de que extrañas circunstancias que rodearon su muerte son realmente sospechosas.

París nos pertenece es puro Rivette. Por este mismo motivo es una película que puede desesperar a más de uno. En realidad, la sensación que trata de crear el cineasta al espectador es de pura desesperación, mediante un argumento que en muchos momentos parece no avanzar en ninguna dirección, porque nuestra protagonista avanza y retrocede en sus diversas investigaciones.

Pero por si fuera poco, muchos de los diálogos parecen viajar en una extraña nebulosa que no aclara muchas de las circunstancias que se presentan en el filme. En este sentido, la película parece seguir el camino que en literatura sigue Rayuela u en el propio cine, Buñuel con su Ángel Exterminador. Los personajes parecen moverse en unas coordenadas existencialistas. Rivette radiografía el alma humana en una película que no tiene miedo a empequeñecer a sus personajes ante la conspiración de la propia vida. La conspiración, como muchas veces se ha definido en el cine de Rivette,sirve también como un mcguffin que hace evolucionar el filme.

http://neokunst.wordpress.com/2014/09/16/paris-nos-pertenece-1960/
Kyrios
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29 de marzo de 2011
24 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
94/37(24/03/11) Primer y plomizo largometraje de uno de los pioneros de la Nouvelle Vague. Es un extraño film que a mí no me ha enganchado, su excesivo metraje juega en su contra, la síntesis brilla por su ausencia (algo muy habitual en el realizador) y su nudo argumental se estira en demasía provocándome el tedio, con una historia sobre conspiraciones que navega por un existencialismo que me resulta de lo más pedante. Tiene como escenario París, gira en torno a una joven estudiante Anne Gaoupil (Betty Schneider) que indaga por su cuenta el aparente suicidio de Juan, un músico español, un republicano exiliado en Francia. El relato contado así podría parecer un thriller detectivesco, pero esta trama es una mera excusa para que la protagonista se mueva por un París que rezuma espíritu bohemio, con estudiantes, intelectuales, artistas del teatro e izquierdistas, en sus conversaciones con estos personajes se transpira un clima paranoico metafísico, en el que se deja traslucir que existe un ente superior totalitario que teje una tela de araña invisible que intenta acabar con sus ideas. La cinta me resulta de una petulancia tal que parece estar hecha para escogidos que vean su existencialismo cuasi místico donde los diálogos supuestamente profundos se suceden en un ir y venir de bostezos, con unos personajes de lo más fríos que te importa un baguete lo que les pase. Recuerda vagamente al Buñuel de ‘El ángel exterminador’ aunque el aragonés si sabía imprimir alma a su trabajos, Rivette estira un surrealista argumento para mostrarnos lo culto que es, al hacer paralelismos con la poco conocida obra Pericles de Shakespeare. No es tipo de cine, hay gente a la que le gusta. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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16 de febrero de 2015
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Preparando un examen de francés he revisionado en V.O. esta ópera prima de Jacques Rivette, menos conocido que Truffaut o Goddard pero igual de importante que aquellos, a entender de los expertos. Ya la había visto en el 2002 en un ciclo sobre Nouvelle Vague que programó la Filmoteca de Valencia, y recuerdo que aquella tarde me aburrí soberanamente.

Masoquista que es uno, la encontré online y me puse a ello. Se trata de una historia sobre una encantadora Betty Schneider que investiga una muerte dentro del círculo intelectualoide de amigos de su hermano. El grupito se las trae: el hermano de la susodicha; un escritor americano refugiado político en París, huido de la caza de brujas del senado McCarthy; un director de teatro con poco éxito; la novia de éste, una tía estirada que no se ríe ni por saber morir; un gafapastas con un cubata pegado a la mano que no sabemos muy bien que pinta en todo esto; varios actores, actrices... y por último el muerto, presunto suicida, español que componía música de guitarra. Las fiestas que se monta este grupo son de todo menos divertidas. Se sientan, beben, y empiezan a divagar.

Bien, pues sobre este grupo que parece formar algo así como un grupo terrorista o subversivo comienza a planear la sombra de una amenaza que no se concreta en ningún momento de la peli. Se trata de un gran macguffin conspiratorio; la amenaza no tiene ninguna importancia, y Rivette se centra en el discurso existencialista de los personajes, discurso que es tan plomizo como el cielo de París.
cherburgo
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