Haz click aquí para copiar la URL

Mia madre

Drama Margherita (Margherita Buy), una directora de cine políticamente comprometida, está a punto de separarse de Vittorio, un actor con el que tiene una hija adolescente. Su hermano (Nanni Moretti) decide dejar el trabajo para dedicarse a cuidar a su madre, gravemente enferma en el hospital. La enfermedad de la 'mamma' y el proceso de asimilación de su inevitable pérdida alterará completamente la vida cotidiana y emocional de sus hijos. (FILMAFFINITY) [+]
1 2 3 4 5 6 >>
Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
6 de diciembre de 2015
25 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
La pérdida e inseguridad vital que genera como tema central. Interesante relato de la enfermedad irreversible, de la agonía y la muerte de la propia madre. Sobre este delicado tema – nunca grato, siempre elusivo y doloroso – se pinta un retrato bastante irregular, disperso y desarticulado de la protagonista, que deambula entre su enésimo fracaso sentimental, su labor como directora inmersa en el rodaje de un filme sobre la reducción de empleo en una fábrica y las luchas sindicales (con estrella caprichosa y voluble como protagonista), su relación con su hija adolescente que tiene problemas con sus estudios (el latín como metáfora de la capacidad de pensar y de expresarse).

Es una pena que haya tantas historietas en esta cinta que diluyen el conflicto central que aborda: la muerte y de las dificultades por aceptarla y encararla de forma sosegada y sensata. Porque hay cosas que sencillamente no funcionan y resultan un pegote innecesario e indigesto y que afean la delicadeza y primor con que se retrata el lacerante drama del lento e inexorable declive de la amada madre. Sobre todo el burlesco rodaje de esa combativa película sobre la supervivencia de una fábrica ante el advenimiento de un nuevo propietario que desata tumultuosas tormentas de confrontación sindical y desencuentros laborales. Es un episodio fallido, irrisorio, entre la parodia grotesca y la soflama previsible que desvía la atención sin aportar nada de enjundia.

Pareciera que Nanni Moretti desconfiara de la valía de su historia, o no quisiera o supiera abordar de frente y sin pretextos ni digresiones el torturado desconsuelo que supone enfrentarse a la muerte, sin adornos, sin maquillajes ni disimulos. Hay demasiados personajes innecesarios que perturban y estancan el avance de la cinta. Sobra la ridícula presencia de John Turturro en un patético intento por internacionalizar su propuesta, como si quisiera mandar un guiño descarado al público y crítica yanquis, esperando ser recompensado con algún premio, alguna mención o algún agasajo, por hacer más vendible su producto en tan goloso mercado. No sirve de contrapunto y bordea el ridículo. Y sobra el propio Nanni Moretti, incapaz de prescindir de su presencia aunque no venga a cuento.

Sin embargo, todo lo referente a la madre, su lento e inexorable declinar, es soberbio. Una joya digna de mejor engarce. Si se hubiera centrado sólo en ella y en su odisea, en su tragedia, estaríamos ante una obra magistral. Hay algunos momentos de gran cine y las últimas escenas son espléndidas y emocionantes, llenas de verdad y desconsuelo, con hermosas elipsis y desgarradores silencios. Una pena que el conjunto resulte tan deslavazado y presuntuoso.
antonalva
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7 de junio de 2015
22 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nanni Moretti aprovecha el talento de Marguerita Buy para filmar un película con alta carga emocional, pero con bastantes dosis de humor. Esa es Mia madre, la historia de Margherita, una directora de cine que está pasando por una fuerte crisis existencial: una madre muy enferma, un trabajo que no hace más que darle disgustos, una relación amorosa que está acabada y una hija adolescente tan perdida como ella.

Moretti vuelve a conseguir lo que parecía imposible: emocionar. En esta ocasión se valdrá de la figura materna para hacernos llegar su profundo examen de las relaciones materno-filiales, fraternales, laborales… en fin, de las relaciones humanas. Margherita Buy es la encargada de dar vida a una directora de cine en esta, además, especie de autocrítica a su profesión y las barreras artísticas con las que tiene que lidiar. Buy realiza un trabajo en el que puede explayarse a gusto, y en el que da la mejor versión de sí misma, aunque su mejor parte es la contención con la que realiza su personaje, un embudo emocional que le lleva a una combustión interna que se refleja en el espectador en forma de lágrima.

Su dramatismo no radica en la autocrítica que Moretti realiza, pues son en esas escenas en las que derrocha su contrapunto cómico, y es la figura de John Turturro, que da vida a un excéntrico actor venido desde Estados Unidos, desde donde arrastra un gran chorro de sentido del humor algo extravagante, quien mejor interpreta ese contrapunto de comicidad, y que nos entrega auténticas escenas que parecen traídas en el tiempo desde el mismísimo neorrealismo italiano, con el nombre de Federico Fellini, cámaras y focos al frente. A pesar de agradecerse la frescura de estas escenas más cómicas, lo cierto es que interrumpen la auténtica trama donde Moretti explota su talento: el drama interno de Margherita, que además de su crisis laboral, debe lidiar con la más que probable despedida de su madre, un bofetón emocional que viaja a través del tiempo y de los sueños de la protagonista. En ese aspecto, Margherita se presenta como una mujer fuerte, segura de sí misma desde bien entrada la adolescencia, y una amante de las artes y de su profesión, que empieza a caer en barrena a todos los niveles. A través de la figura materna, la protagonista explora su propia vida y las decisiones que le han llevado a estar en es momento vital, en el que sus sueños, sus esperanzas y sus recuerdos esperan en la cola de un cine a un nuevo pase de la vida. Moretti consigue así una historia alegórica sobre la vida, incluso sobre el amor, cualquier tipo de amor, y sobre ese punto de la vida en el que nos replanteamos la finalidad de nuestros actos y la meta de nuestro camino.

En cierto modo se podría apuntar a que Mia madre es también una historia autobiográfica, o al menos basada ligeramente en las experiencias de Moretti, más si tenemos en cuenta algunos de los paralelismos existentes entre su personaje y el propio Moretti: una madre profesora de letras, una película sin acabar y el drama que se cierne sobre ellos. Una delicada alegoría a las madres y la vida que Moretti dedica a su propia madre, a la que perdió durante la preparación de Habemus Papam.
Kosti
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1 de junio de 2015
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las historias de Moretti son ejemplos de lucha e integridad. En todas las películas del director italiano, los personajes protagonistas inician una odisea moderna en busca del respeto y la comprensión, reivindicando su espacio y su voz sin importar las convenciones sociales, familiares y políticas. Mia madre no es una excepción, pero sí abre nuevos frentes en la carrera de su artífice. Si en el pasado ese espíritu reivindicativo tomaba las formas de un cine militante, Mia madre es un ejemplo de la serenidad que Moretti ha alcanzado como director, escritor y actor con el paso de los años. En el cine del responsable de Caro diario siguen habiendo pancartas, pero éstas se enarbolan ahora desde la madurez, aunque con la misma convicción del primer día.

Moretti ha logrado filmar la magia de lo cotidiano sin prescindir de sus sinsabores: en Mia madre, comedia y drama se unen y confunden, como si la vida fuera necesariamente una sucesión de momentos graves y livianos, de estampas trascendentes y patéticas. En el imaginario de Moretti se dan cita Margherita, una directora de cine, su hermano, su hija y su madre, esta última gravemente enferma: todas ellas, existencias al borde del abismo. Por ello, y aunque pueda parecer que Moretti centra su atención en la desaparición del referente materno, Mia madre no es tanto una historia sobre la pérdida como un cuento moderno sobre la resistencia y la persistencia: así, la lucha proletaria que defienden los personajes de la película que está rodando Margherita confluye con la actitud hacendosa del hermano por mantener el equilibrio familiar, al mismo tiempo que la propia Margherita no cesa en su empeño por evitar que sus problemas personales y laborales afecten a su estabilidad emocional.

En un momento clave del film, Livia, la hija adolescente de Margherita, pregunta a su madre qué utilidad tiene estudiar latín en la actualidad, y ésta no sabe responderle. En una escena posterior, Margherita observa el escritorio de su madre y sus interminables estanterías de vocabularios, diccionarios, gramáticas latinas y libros viejos. Eso es Mia madre: la crónica de un imperio (romano) de vivencias y de valores que se niega a caer, y que, como demuestra su preciosa escena final, incluso en su hundimiento encuentra su coherencia, su razón de ser, la forma de eternizarse mediante el recuerdo.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
http://cachecine.blogspot.com
Xavier Vidal
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
22 de enero de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La pérdida de un ser querido es, en cierto modo, un ritual (más allá de religiones). Todos tenemos que pasar por ese proceso de una forma u otra, pero durante el mismo se repiten ciertas situaciones y pensamientos. Incluso hacia su final, cuando es importante que el finado se haya muerto con gente presente a su alrededor. Recuerdo que cuando murió mi abuelo, en una cama de hospital con alta dosis de morfina, sus nietos y una de sus hijas estuvimos a su lado en el momento (lo notamos porque se sintió un suspiro y el silencio). Mi madre, la hija que faltaba, acababa de salir de la habitación para comprar algo de picar y se enteró al volver. Nuestra reacción ante el fallecimiento fue tranquila y más o menos relajada; la de ella no. Al final la conseguimos calmar con la certeza de que su padre no había sufrido, aunque ella ya lo sabía. Después, uno por uno todos fueron a abrazarle menos yo. Yo no me atrevía.

Lo que hace Nanni Moretti en Mia madre es llevar su experiencia personal ante el fallecimiento de su madre (y previa enfermedad) a la pantalla, donde, en base a esas costumbres adquiridas entre humanos frente a una posible pérdida de un familiar o ser querido, encontramos muchas realidades en común. Pero no sólo eso. Porque si llega el momento de decir adiós a un padre o a una madre, hay algo más; son esa guía y protección que de adultos pensamos no necesitar y cuya desaparición concentra grandes desazones en nuestro interior (por todo lo que implica). El director italiano no nos habla sólo de la madre, también lo hace de todo lo que hay alrededor durante esos momentos: los amigos, la familia y el trabajo. Usando para ello cambios de registro todo el tiempo, haciendo pasar su film por un producto más ameno y más fácil de digerir (mucho más natural).

Y mira que no es fácil equilibrar en estos casos cada parte, pero aquí la cosa le ha salido bastante sobria. No se puede negar que a Moretti se le da bastante bien la pérdida. Es un género, el drama, en el que parece estar muy cómodo. Se desenvuelve con naturalidad, tanto en escena como detrás de ella. Es un tipo que sabe cómo convertir momentos aparentemente anodinos de la vida en instantes especiales que como espectador te llegan dentro (porque en tu vida también suelen ser un poco más profundos). Da igual si no son más que sueños, recuerdos que permanecían olvidados o reencuentros con tus hijos. El italiano impregna el drama con leves briznas de comedia muy sutiles, aunque a veces quieres entrar más en su desdicha y no te deja, que es el verdadero drama. Para hacer de este equilibrio algo posible, cuenta con Margherita Buy y John Turturro, entre otros. Turturro demuestra una vez más su habilidad para ser un tipo serio pero histriónico creíble, mientras Buy hace de la sobriedad una virtud enorme. Su rostro expresa más de lo que cualquier clase de aspaviento haría. Sabes lo qué está pasando por la mente de esa mujer, y eso es mucho en una cinta como esta.

Nanni Moretti ha realizado una obra pequeña y humilde, tan humilde como debe ser un homenaje o una dedicatoria a otra persona, pero también honesto, como suelen hacerse las cosas cuando son sentidas de verdad. Porque en la pérdida y su ritual hay otra cosa: la culpa. Moretti parece sentirse culpable por algunas cosas (o así lo hace su alter-ego femenino), aunque no de forma especialmente exacerbada. Él seguramente sí abrazó a su madre una vez muerta, pero no todo en la vida es eso, ni en la muerte.
Fendor
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
23 de enero de 2016
12 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se por qué triste razón tenía la idea de que Moretti se había vuelto de repente un importante pelma, que aquella pequeña maravilla de "Caro diario" había pasado a mejor vida, su canto del cisne, que después solo había perpetrado soporíferas sesiones de cine blandito, tibio y mortecino. Creo recordar que vi alguna, premiada además, vade retro, que había atendido a sus argumentos, apreciado sus fotografías y demás parafernalia, vamos, que el prejuicio, por lo menos en esta ocasión, como excepción, estaba arropado por generosa información.
¿Y... ? Pues sí, colegas y público en general, lo es, un pelma cum laude, a conciencia y sin piedad, a muerte; un cansino y un amañado contador de historias plúmbeas y vacuas. Esta, sin duda, sí. Mucho. Demasiado.
Un lamentable intento de narrar un relato luctuoso que alterne los momentos dramáticos con los más cómicos. Un poco al estilo de alguna de las películas mayores de Woody Allen (en este caso las comparaciones sí son odiosas, muy favorables al neoyorquino).
Y se apunta con descaro y sin vergüenza a la penosa moda actual (¿o eterna quizás?) de asociar inevitable, insoportablemente, vejez con enfermedad, dramón, caras compungidas, hospitales, lagrimones, pérdidas de memoria en primer plano y todo el increíblemente tópico, por muy usado y gastado en el cine, leitmotiv moribundo. No sé, es como si la vejez, en cuanto apareciera en pantalla, no tuviese muy mayoritariamente más que una pobre opción: sufrir y morir sin remedio, todo el rato, como si le tuviesen alergia o rechazo, como si no la pudieran mirar a la cara con honestidad, solo como motivo morboso para llamar la atención del público más obvio. Ya sé que a esas edades suelen pasar, desgracias, pero no solo eso, antes de llegar a ese momento temido la gente puede vivir incluso décadas de actividad, trajín y alegrías. Benidorm y el Imserso existen. No todo iban a ser agonías.
En fin, que se cuelgan de esa percha oxidada para intentar mostrar solemnidad y trascendencia donde no la hay, ya que, en verdad, la película no es más que una interminable suma de escenas fofas y completamente insustanciales, de una inanidad y mediocridad que asusta, y cansa, y hasta aburre (pecado mortal).
A lo que, por supuesto, ayuda gravemente, se suma uno de los doblajes más atroces que estos oídos sufridos hayan tenido la desgracia de padecer. Lo que le hacen al bueno de Turturro es digno de figurar en cualquier agenda de un buen psicópata; cuando se supone que habla en italiano (español para nosotros), uno no sabe si tiene acento cubano, siberiano o directamente marciano, además de, evidentemente, parecer un perfecto imbécil.
Recuento: patetismo falso, forzado, oportunista y consabido; humor sin gracia ninguna, rodaje de una película sin el más mínimo interés, diálogos muertos, situaciones incalificables, trivialidades sin cuento...
Para renegar, casi, hasta del cine.
Me agarraré, cuando las pesadillas me invadan en mitad de la noche más oscura en forma de Nanni Moretti y su cara de sacerdote hipocritón y hasta arriba de trankimazines, a cierta libertad formal (completamente desaprovechada: sueños, fantasías, miedos, recuerdos y demás posibilidades mezcladas a lo que salga), algún (muy) escaso momento simpático de directora desquiciada, al Leonard Cohen bonito que escuchamos solo un poquito y, sin duda lo mejor, al baile que se pega el Turturro con una cachonda gloriosa que le acompaña como dios manda; esas muecas, meneos, manos, todo esa gracia y buen arte, todo eso tan rico es lo que permite que ahora mismo no me haya desintegrado de un plumazo o, todavía peor, me haya convertido en un anciano de película, qué miedo, directo a la tumba, sin remisión ni esperanza, muriendo entre carantoñas y boberías sin fin, aguantando a directores sin alma que ni siquiera me dejarán extinguirme en paz.
Ferdydurke
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1 2 3 4 5 6 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow