Mia madre

Veo en DVD "Mía Madre", la película italiana de cuya dirección, guión e interpretación se ha ocupado Nanni Moretti, en recuerdo a su madre quien, enfermó y falleció mientas el realizador rodaba su anterior film "Habemus Papam". En esta obra, en la que el director se ha reservado el papel de hermano de la protagonista (una realizadora de cine, alter ego femenino de Moretti), abundan las referencias autobiográficas, la solapada crítica al mundo del cine y un cierto tono de comedia a cargo de un personaje de reacciones imprevisibles interpretado por John Turturro, otorgando todo el peso actoral a Margherita Buy, quien consigue transmitir acertadamente su tragedia personal, la angustia por la salud de su madre, sus inseguridades y su proceso de conocimiento personal. Una acertada banda sonora y una correcta ambientación hacen de esta película una obra contenida y basada en los sentimientos, un poco alejada del cine comprometido a que me tiene acostumbrada el realizador intaliano quien, en este caso, ha dado un íntimo paso al lado. De 5.

Película más reciente del reconocido realizador italiano Nanni Moretti (La habitación del hijo, Habemus Papam). Mostrando que se encuentra en buena forma, Moretti vuelve a dirigir una bella y conmovedora película en homenaje a la madre, especialmente a su propia madre, que perdió hace unos años. Con momentos dramáticos, cómicos y otros oníricos, crea una pieza catártica y humana sobre la pérdida, como lo hiciese en su hermosa La habitación del hijo. Me gustaron los momentos que se mezclan con la realidad, ya que todo el filme transcurre desde la perspectiva de Margherita (alter ego de Moretti), directora de cine que se enfrenta con su hermano a la enfermedad de su madre. Las secuencias del pasado son abruptas y algunas invaden el presente. Pero el gran elogio va para Margherita Buy, que ya antes ha trabajado con Moretti, que hace un estupendo trabajo. A pesar de todo lo bueno, hay partes que me sobran y quitan fuerza al ritmo del filme. Pero en general tiene muy buenas escenas que recuerdan al mejor Moretti, y el final bellísimo.

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El canto a la interconexión de los múltiples planos de nuestras vidas se reorganizan cuando ya es tarde. El no adquirir la capacidad de querer ver a través de la adormecida necesidad interior hace que el estruendo de la despedida sea más cruel, cruel por ausencia, cruel por ceguera, cruel por falta de esfuerzo. No ver aun mirando y no escuchar aun oyendo, esa es la sensación que embriaga a la protagonista, que en paralelo ejerce su interdisciplinar vida, sus consecuencias y causas cohabitan en paralela sincronía; no viendo a su alrededor lo que de verdad se siente que es necesario. Una oda al amor materno expresado desde el conocimiento tardío de lo que significará su ausencia. El no querer ejercer la desaparición de la vida, hace que perdamos mientras no la vivimos. Espléndida apertura de subtramas en un guión plagado de onirismo y subyacentes encantos, con ironías y retrancas circunstanciales en personajes cuasi esperpénticos, pero que nos deja entrever la filosofía de la vida. Aprende a valorar, viendo de necesitar la explicación del sentimiento.

Mientras realizaba su película anterior ‘Habemus Papam’, el realizador italiano Nanni Moretti experimentó una de las pérdidas personales más dolorosas por las que atraviesa un ser humano, la muerte de su madre, hecho que le inspiró a escribir su más reciente película.

Retomando la pérdida como punto de partida en una historia, tal como lo había hecho en ‘La habitación del hijo’, pero aderezando y relajando el relato con cierto humor propio de su cine y cediendo en ésta ocasión el papel protagónico a Margherita Buy, Moretti cuenta la historia de una directora de cine que debe realizar una película sobre una fábrica tomada por los empleados luego de ser vendida a un estadounidense (John Turtutto) mientras la salud de su madre se va debilitando de manera inevitable.

Margherita, actriz y personaje comparten nombre, debe dividirse entre sus responsabilidades en el set, donde a diario batalla con la estrella de la película, el actor que interpreta Turturro, un actor en decadencia, insoportable y que es incapaz de decir sus líneas, y pasar algo de tiempo con su madre que está en el hospital al cuidado de su hermano (Moretti) y sobrellevar su relación con su hija adolescente y su exmarido.

La película se dividirá entre las escenas de Margherita acompañando a su madre y hermano en el hospital, entre imágenes que van desde la mera realidad, a otras que van de sueños a imágenes oníricas, y que consiguen convivir con secuencias inscritas dentro de la comedia y que muestran los entretelones de la producción cinematográficas, en la difícil relación directora-actor, con la siempre atinada participación de Turturro.

Ante esta peculiar mezcla genérica Moretti sale airoso, pues logra que converjan lo mismo las escenas de la relación de ambos hijos con su madre, desprovistas de golpes bajos y llenas de auténtica emoción gracias a las grandes interpretaciones de Moretti y Buy, que comparten con escenas de comicidad con diálogos ingeniosos y punzantes, con momentos que llegan a ser un bálsamo refrescante mostrando la otra cara del quehacer cinematográfico, “No contradigas nunca a tu directora” le dice el personaje de Moretti al de Turtutto en una escena.

Una película llena de emociones varias, sobre lo inevitable de la muerte y las incertidumbres de la vida, por momentos desgarradora y en otros un poco más relajada, que dotada de una notable profundidad en su aparente ligereza.


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No son bonitas las expectativas en el hospital en cuanto al corazón de la anciana Ada. Las tristes noticias para su familia sacudirán con una fuerza especial a su hija Margherita. Sin ninguna alternativa a la que poder agarrarse ante el desgaste de la madre, las consecuencias de una pérdida inmediata de tal envergadura van a hacer que todo su microcosmos se vea completamente del revés. Su percepción, finalmente, terminará por alterarse hasta el punto de transformar la realidad en una peculiar amalgama de sueños.

Haber adoptado un punto de vista prudente y cercano al realismo para descubrir ciertas heridas en la psique es sin duda el mayor acierto de la última película de Nanni Moretti. Una fórmula astuta y elegante que funciona como una potente paradoja. Para encarnar esta idea, el creador de “Mia madre” se vale de un truco eficaz: retratar a una directora de cine preocupada en plasmar la actualidad de los conflictos sociales que golpean a la clase obrera italiana. Una mujer que, por otro lado, se encuentra absolutamente perdida, desarmada a la hora de exponer el discurso que hay tras su trabajo durante una rueda de prensa. Justamente, es ahí donde nace su aguda reflexión sobre los roles que, como si fuéramos torpes actores que no consiguen encajar del todo dentro de un largometraje, todos tenemos que desempeñar para salir a flote.

Tal vez, después de todo, la única manera de dar con la esencia de los problemas sea a través de la mera observación. A pesar de que en el inicio todo apunte a que vayamos a encontrarnos con un producto mucho más convencional, esta cinta consigue sorprender pronto al evitar planteamientos excesivamente lineales. Acaba por convertirse en un puzzle compuesto por algunas piezas oníricas que hablan por sí solas. Sin ampararse en aspavientos, es inevitable emocionarse con el recorrido de esta cineasta ausente de sí misma. Margherita deambula con sigilo por la ciudad de Roma a paso de fantasma. Y a ciegas, en busca del control de su vida. Con la esperanza menguante de cruzarse consigo detrás de alguna esquina y resguardarse así de los varapalos cercanos. Moretti no parece tener la intención de dejar ninguna firma llamativa dentro de la obra. Seguramente, tampoco le interesa ser demasiado obvio con aquello que quiere contar. Se limita a seguir el sendero serpenteante que marca su protagonista y permanece pegado a su sombra mientras da vueltas con cuidado. Lejos de lo que podría haber hecho un director en busca de un estilo más enrarecido, aquí se trata más bien de dibujar con franqueza cómo es la distorsión que aturde al personaje principal. Con pocos adornos, centrarse en cómo este desajuste afecta al conjunto de su entorno. En este sentido, supone todo un éxito la inclusión de determinados trazos cómicos, por lo general de la mano del personaje de John Turturro. Constantemente fuera de lugar, personifica a la perfección la otra cara del mismo sentimiento de frustración que persigue el film. Completa el autor de este modo su personalísimo collage para poder regalarnos, en última instancia, una linda composición sobre el espacio en blanco que siempre precede al dolor.