Único testigo

Witness, es un film sumamente entretenido, bien actuado, con una excelente historia, una excelente banda sonora, una fotografía hermosa y aparte nos introduce en un mundo que muchos no conocíamos, el mundo de los Amish.
La película yo la vi por primera vez cuando era un niño, y me sorprendieron estos singulares personajes que nos enseñan una forma de vida austera, limpia, de ayuda mutua, solidaria, tranquila, en sana armonía y bella.

Por otro lado tenemos a un Harrison Ford en plenitud, tomándose en serio su trabajo de actor, brindándonos uno de sus mejores papeles.
El éxito comercial y de imagen que siempre ha tenido un actor como Ford, hace que muchas personas piensen que se trata de una película más de el repertorio de este señor, pero sin exagerar esta es una cinta que brilla por su conjunto, siendo Harrison Ford una parte de el, nada más.

Excelente dirección de Peter Weir, en un film sumamente entretenido y hermoso.

Muy recomendable.

A ní me encanta la mezcla de intriga policial, romanticismo e introducción del protagonista en una vida diferente. Pienso que lo policial es lo más flojo, pero a lo mejor era lo que menos le interesaba a Peter Weir.

Buenas interpretaciones de Harrison Ford, el honrado policía encargado del caso, y Kelly McGillis, la joven viuda amish y madre del testigo del asesinato.

Agradezco los golpes de humor que de vez en cuando aparecen, y sobre todo agradezco la preciosa escena del baile, con una buena canción sonando en la radio del coche.

Si hay una película en la que Peter Weir gozaría de un reconocimiento unánime ésta es sin lugar a dudas “Witness”. Una cinta cien por cien policíaca y con niño de ojos asustadizos que abre la caja de Pandora después de ser testigo de un crimen que mancha al propio cuerpo de policía. Pero hay un par de razones que hacen de éste thriller algo distinto y original a los demás.

Estamos ante un argumento que podría pasar desapercibido en el si del género, repleto de policías honestos, corruptos y madres desesperadas dispuestas a proteger a sus retoños. Pero el decorado Amish, como un mundo aislado y alejado de la civilización moderna hace la trama de la película atractiva en dos mundos opuestos; el urbano y el campesino con sus respectivas reglas impuestas pero, no obstante, muy cercanos geográficamente entre si.

Weir confió en Harrison Ford que en esa época solo podía considerarse un actor encasillado en sus roles de Han Solo o el Doctor Jones en sus respectivas sagas y que tuvo la misma fortuna de dejarlos de a un lado para meterse en papeles más o menos serios (de hecho con Weir no tardarían en colaborar con la posterior “La Costa de los Mosquitos”). Sin olvidar las presencias de la entonces muy popular Kelly McGillis, el malogrado bailarín ruso Alexander Godunov y por aquel entonces pareja de Jacqueline Bisset, así como el debut del pequeño Lukas Haas y el primer paso al largo camino a la fama que le guiaba a un campechano e irreconocible Viggo Mortensen.

“Único Testigo” consigue mantener al espectador en vilo. Podría tratarse de un film más. Pero Peter Weir lo dejó en eso; unos escenarios indignos de que suceda cualquier cambio brusco (la presencia de un extraño que huye y su posterior adaptación a una comunidad que vive de las costumbres de la Europa del siglo XVIII y que hasta entonces era desconocida por muchos).

Película estupenda que me trae buenos recuerdos. Desde el principio se sabe que va a ser una muy buena película, por los actores, el guión, los decorados, la banda sonora ... Sin duda, una de las mejores películas de Harrison Ford (que por cierto ganó un oscar) Y que es muy recomendable si no la has visto ya y eres fan de este actor, así que no te la pierdas porque a mí me ha encantado.

“Witness”: testigo en peligro, único testigo, testigo de Jacob Ammann, testigo de Menno Simons, testigo de Jehová, es el testimonio que nos cuenta Peter Weir en este trepidante-protestante thriller con un imberbe y acertadísimo Harrison Ford en uno de sus primeros papeles como el eterno inocente perseguido.

Cine y religión. ¡Qué gran combinación! Y ahora Witness es el pretexto para retratar una comunidad poco conocida: los Amish, secta protestante fundada en 1693 por Jacob Ammann, de donde toma su nombre, la cual es una rama de los menonitas del siglo XVI, surgidos de las enseñanzas de Menno Simons. Los Amish emigraron a Norteamérica hace 300 años y se encuentran confinados en Pennsylvania en donde forman un reducto de unos 2000 individuos. Ellos viven apartados de la civilización y la tecnología, a las que consideran malas, y dividen a los seres humanos en “amish” (los fieles y buenos) y “english” (los infieles y malos).

Witness toma como punto de partida el primer viaje que un niño amish, acompañado de su madre, hace a la ciudad. Y tal parece que sólo va a la “civilización” a confirmar lo que su doctrina religiosa le enseña sobre los “english”, que son malos, pues le toca ser testigo de un homicidio brutal. Situación que provoca una persecución del gato y el ratón en la que se ven involucrados el niño testigo único-índigo-unívoco, su madre piadosa-hermosa-amish-tosa, y el agente John Book-Juan Libro-Harrison Ford. Fuga en la que Juan Libro verá no sólo amenazado su pellejo, por parte de sus perseguidores-esbirros-incansables, sino, lo que es más grave, acorralado su corazón por una pacífica “hermana evangélica”, de hermosos ojos taciturnos, quien por su parte descubre que los “english” puede que sean malos, pero no son tan feos… (El flirteo de esta simbiótica pareja es uno de los más emotivos y hermosos del cine.)

Witness tiene también cara de pseudo-documental político-antropológico-teológico, porque hace una valiente denuncia de la corrupción en la institución policíaca, divulga la singularidad de una comunidad religiosa en peligro de extinción, y nos predica la utopía de que el paraíso bien puede tener una embajada a la vuelta de la esquina, en la casa de esos vecinos raros, que pueden llamarse: “amish”, “testigos de Jehová”, “mormones” o simplemente “cristianos”.