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Solo Dios perdona

Thriller. Drama En Bangkok, el joven Julian, un fugitivo de la justicia estadounidense, dirige un club de boxeo tailandés que actúa como tapadera para tráfico de drogas. Su madre, jefa de una poderosa organización criminal, desembarca procedente de Estados Unidos para repatriar el cuerpo de su hijo favorito, Billy: el hermano de Julian ha sido asesinado tras haber violado y matado salvajemente a una joven prostituta. Llena de odio y deseo de venganza, ... [+]
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Críticas 154
Críticas ordenadas por utilidad
9 de diciembre de 2014
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Dicen que 'Only God Forgives' pertenece a la consabida dicotomía de "o la amas o la odias". Que si la amas es porque no esperas una narrativa convencional y estás abierto a lo que la película propone, y que si la odias es meramente por intransigencia y tradicionalismo. Pues bien, yo no soy un tradicionalista y me encuentro en el medio de las dos posturas. Si bien es un error menospreciar todo lo que elude esquemas conocidos, también lo es vanagloriar ciegamente todo lo que tenga pátina de autor. Se puede sugerir sin ser explícito y aún así hacerlo mal. Puedes caminar por el camino más noble y aún así tambalearte y tener dificultades para andar erguido. Es lo que le pasa a 'Only God Forgives'. Sus intenciones artísticas y su postura de dejar interpretaciones abiertas para que el espectador trabaje son del todo loables, pero no garantizan una buena película.

Empecemos por lo bueno. La estética. Nicolas Winding Refn cuida al máximo cada plano, con una iluminación y juegos de colores que salvan los momentos más plomizos de la cinta. Y mejores son los puntuales momentos en los que la estética revela algo que está detrás, y no está sólo para epatar. Como el inquietante episodio en el que el protagonista sueña que le cortan las manos, y cómo este acto representa su deseo de ser expurgado de sus pecados. O cómo el inspector de policía parece tener un sexto sentido, anticipándose a los hechos e intuyendo cuándo va a ser atacado (casi como un Dios). Es esta intuición la que le permite destrozar a Ryan Gosling en la pelea, dejando claro quién manda aquí. ¿Puede ser este el castigo divino hacia el hombre que trata de sublevarse? ¿El necesario tirón de orejas al forastero en tierras ajenas con pretensiones de colonialismo? ¿Puede ser Ryan Gosling el Adán que apartó a Eva y mordió primero la manzana, recibiendo la cólera de un Dios que le mutila?

Otro de los puntos fuertes es la actuación de Kristin Scott Thomas (Crystal). Impone. Domina. Su hijo la admira en actitud sumisa (casi con complejo de Edipo), y al final de su recorrido escarba en su vientre para hallar el sitio donde más a gusto ha estado siempre: con ella. Lástima que el personaje no se explore más, ni pueda gozar de un compañero de reparto que la haga justicia, ya que Ryan Gosling (Julian), y aquí viene lo negativo, está en una de las peores actuaciones de su carrera. Podría haber sido interesante ver cómo un hombre lidia con tener la obligación de vengar a su hermano siendo este un violador y sabiendo que su enemigo hizo bien matándolo. Pero Julian no es un hombre. Es un mal modelo bressoniano que está fuera de lugar e irrita con la nula consistencia de sus acciones. Hacia el final, se le ocurre de repente hacer lo correcto, la moral le salta como una bombilla en la cabeza. Pero lo hace cuando ya es demasiado tarde, dejando a una niña huérfana. Si la moral (que no moralismo) hubiera sido una constante en la película, al protagonista ya se le habría ocurrido hacer lo correcto antes, cuando todavía podía ser de utilidad, y no cuando la moral es ya un pensamiento tardío que empeora aún más las cosas. Se necesitaba a un personaje capaz de acercarte a estos conflictos, y no uno que te haga dudar de su legitimidad y te aleje de ellos. El 'modo taciturno on' durante toda la película funcionó en 'Drive' porque se intuían cosas debajo. El silencio era un modo de tapar emociones reprimidas, y la historia de amor funcionaba por ese contraste de caracteres; aquí es sólo una excusa para lo molón y la cámara lenta. Me cuesta creer que Refn no viera lo contraproducente de insuflar a la historia ese pasotismo Martini.

Una de las escenas que mejor ejemplifican los fallos y excesos de 'Only God Forgives' es esa en la que el policía clava dos pinchos en las manos de uno de los hombres de Crystal. Otra vez, las manos como vía de expiación, de ofrecer un castigo que la propia víctima desea pero no acepta. La idea se ha comunicado con éxito. Pero aún así, el policía sigue clavando pinchos al hombre, primero en los ojos y luego en las orejas. Esto no aporta nada más que shock value. Refn se pierde en sus fetichismos, y sus ansias de impactar superan a las de narrar.

Este es el error de 'Only God Forgives'. Puedo extraer subtexto a punta pala, hablar sobre lo que parece decir y lo que no, pero a nivel visceral falla. El subtexto se lo saco a una película con mucho más gusto si me tiene en tensión. Aquí se lo saco por no ponerme a contar ovejitas. Es una pena que Refn reincida en mostrar la relación hipócrita que tenemos con la violencia, cómo nos repugna y nos atrae al mismo tiempo (poniendo el metraje a la vera de estos aislados momentos extremos y del contraste que crean), y se olvide de todo lo demás. Pues sin estos momentos, el vacío vaga a sus anchas entre cámaras lentas y miradas circunspectas. Mientras, la mitología de la película queda apenas esbozada, olvidada por un autor que dejó el boli y salió corriendo de su estudio, embelesado por las luces de neón que apenas alcanzaba a ver desde la ventana de su habitación.
Cinematic
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16 de noviembre de 2016
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"Solo Dios perdona" es una película de serie B con ínfulas, simple y llanamente. Ínfulas derivadas de la manía de Nicolas Winding Refn de convertir sus films en ejercicios visuales no aptos para espectadores con déficit de paciencia. En "Drive" ya se le vieron maneras para esto, sobretodo de mitad de película en adelante, parte en la que se le fue bastante de las manos el asunto al realizador danés, estropeando bastante una cinta que circulaba por un camino bastante decente. Ahora, en "Solo Dios perdona", Winding Refn se desata a sus placeres más primarios ya desde el minuto uno, para terminar entregando un trabajo: excesivo y empalagoso que corre el riesgo de ser tildado de broma de mal gusto en muchos momentos. Definitivamente Nicolas Winding Refn no tiene pinta de ser un director fácil.
En "Solo Dios perdona" se nota en demasía que Winding Refn, como guionista, deja mucho que desear. He visto películas de Jean-Claude Van Damme con argumentos infinitamente más sesudos que el de este film. Todo esto deja en evidencia que lo que realmente le encandila al director es centrarse en la parte técnica de sus cintas, descuidando enormemente el resto. Y tanta dedicación a los aspectos técnicos hace que al final, en el espectador, se apoltrone una amarga sensación de artificialidad envolviendo todo el producto, una artificialidad que en el caso de "Solo Dios perdona" no le beneficia nada en absoluto. Hay algo en la pose de los actores que denota falsedad, y que deriva en no creerse la historia de Julian. Honestamente, la única que no demuestra tanto acartonamiento es Kristin Scott Thomas, que además confirma estar a años luz del resto del reparto.
Por otro lado, y en defensa de la película, dire que "Solo Dios perdona" posee algo hipnótico, posiblemente derivado del concienzudo trabajo visual de Nicolas Winding Refn, que te hace mirar fijamente al film sin saber muy bien porque. Es una sensación extraña y difícil de definir, pero que se agradece. Esos juegos de luces, esa cuidada puesta en escena, esa violencia explícita en pequeñas dosis...; todo se une para mantenerte fijo a la pantalla.
En resumidas cuentas, "Solo Dios perdona" es un film que sirve de perfecta muestra tanto de los pecados como de las virtudes de Winding Refn. Como película es totalmente intrascendente, aunque como pieza de orfebrería es interesante. El cine de este realizador es de ese que gana enteros en un segundo visionado, y más en un tercero; aunque el verdadero problema es discernir si "Solo Dios perdona" merece un segundo visionado.
Isaac Paskual
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26 de abril de 2017
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La violencia fluye como un río de sangre por las nocturnas calles de Bangkok, saturadas con las luces de neón y el fuerte olor a muerte y sexo creando un cóctel de sensaciones que tanto hipnotiza como repugna.
Para entrar en este mundo perverso hay que tener un lógico desapego hacia la vida o la muerte, ya que la visita puede no ser de tu gusto...

Resulta curioso cómo a veces, cuando un artista de fuerte personalidad y estilo más o menos innovador logra conquistar al público y la crítica con una obra que, pese a sus influencias, resulta original e impactante, se refugia en una especie de admiración autoconsciente para fabricar otro proyecto que acumule los mismos parámetros pero alimentado por una tácita megalomanía interior; lo hemos visto en la pintura, la literatura y, cómo no, en esa otra magna forma de arte que es el cine, siendo Nicolas Winding Refn buen ejemplo de ello.
En 2.011, y tras una carrera con la que fue aumentando cada vez más su prestigio, el danés se destapó con la que parecía ser su obra maestra, "Drive", aclamada en todo el Mundo por su inventiva a la hora de combinar un lirismo cargado de brutalidad y una estética que rendía tributo al "neo-noir" más puro y "kitsch" de los '80. La labor de Refn se saldó con un sinfín de premios y dinero en los bolsillos; ahora tocaba ir un poco más allá, y lo haría repitiendo con la estrella de su anterior film cumpliendo su sueño: "hacer un "thriller” con aires de "western" en tierras asiáticas". Dicho esto, el inquieto cineasta trasladaría la zona del rodaje a la exótica Bangkok.

"Sólo Dios Perdona" establece las pautas de su estilo desde el mismísimo comienzo metiéndonos de cabeza en la sordidez y corrupción de los bajos fondos de la ciudad a través de Julian y Billy, dos hermanos dedicados a las peleas clandestinas de muay thai y a otras empresas del mundo del crimen; el asesinato de una joven prostituta a manos de Billy es el detonante para una espiral de violencia salvaje que llenará las sucias calles de sangre y cadáveres. La premisa en esencia es sencilla, tanto que podría caber sin problemas en cualquier novela negra de bolsillo publicada cincuenta años atrás.
Lo importante para el danés es que la violencia y la ignorancia de la moral domina hasta el último segundo de las vidas de los personajes, seres que más que existir y sentir habitan el espacio como objetos y deambulan entre los recovecos de un universo enfermizo y demente guiados por sus sombras y no por su propia voluntad. Somos arrastrados a un mundo de espectros sigilosos cuya única interacción se realiza a través y sólo por medio de la violencia y el odio, y sin la opción de escabullirnos. Los hombres son bestias sin sentido de la piedad y las mujeres meras muñecas de porcelana.

El Bangkok nocturno se transforma a ojos de Refn en un plano de existencia al margen del mundo real en permanente tensión, pues el siguiente estallido de violencia es imprevisible, devorado por el silencio de las tinieblas y ahogado con la intensidad de los fumígenos, cuyos vivos colores, casi siempre rojos, se confunden con la sangre chorreante y la carne en descomposición, creando así un espectáculo que al mismo tiempo asquea y fascina, donde un amargo policía cuya afilada espada es el paradigma de la justicia mantiene una guerra abierta con una repugnante madre sedienta de venganza por la muerte de su hijo.
Miedo, depravación, juegos de masacre, gusto por el sadismo y un amor incestuoso demencial; de por medio, un protagonista hecho de violencia y con tendencia al mutismo destinado, por los abruptos y no así previsibles movimientos del argumento, a convertirse en el clásico anti-héroe. Sin embargo, pese a la calidez que aportan las luces y el sórdido ambiente, la forma y la técnica tan calculadas de Refn no podrían ser más frías y distantes; y es que, cuanto más cerca están los personajes (con los que es imposible empatizar) de la cámara, más alejados nos sentimos de ellos.

Nos hallamos ante el reverso de "Drive": todo lo que la hacía vibrante y dinámica aquí se inmoviliza, se congela en un hermético universo sobrecargado hasta la extenuación de esa estética "noir" que tanto le gusta al danés, chillona y abrumadoramente "kitsch". Imaginen la estimulante atmósfera de Wong Kar-Wai privada de alma y dramatismo, las sugerentes y misteriosas esferas de Lynch sin su mórbida sensualidad o las viscerales y estilizadas tragedias entre neones de Chan-wook Park y Takashi Ishii despojadas de su pasión autodestructiva...así queda la obra de Refn, en pretencioso efectismo y estética fría y hueca (o cuyo contenido no cala en lo profundo de nuestras sensaciones prefiriendo quedarse en la superficie).
Por supuesto se rinde tributo a la ilógica experimental, y es que "Sólo Dios Perdona" bebe mucho de este cine. Ryan Gosling, pese a su demasiado estoica y silente actuación (20 líneas de diálogo en todo el film), se revela imponente ante la cámara como producto del mundo tan sádico y despiadado en el que se haya atrapado, así como el tailandés Vithaya Pansringarm, cuya amenazante presencia eriza el vello con sólo aparecer en pantalla; tras ellos, la preciosa Rhatha Phongam y una Kristin Scott Thomas odiosa y repulsiva sin contemplaciones.

La detallista y abisal fotografía de Larry Smith, la apabullante música de Cliff Martínez, el diseño de producción, el montaje, la súpercalculada forma de filmar de Refn (que tanto recuerda a la de Kubrick), llena de planos largos y movimientos lentos y precisos...seguro que nadie puede reprochar al film sus virtudes técnicas y brillante ejecución, porque esa es su gran baza.
Su paso por la taquilla se saldó con buenas cifras pero las opiniones se dividieron entre aquellos que consideraron infalible al director; para muchos fue un fracaso, para otros un raro, aberrante y atractivo experimento. Refn alcanzaría el cenit de la autoadmiración por su estilo en la siguiente "The Neon Demon".
Chris Jiménez
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23 de noviembre de 2017
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Una historia narrada de forma muy visual y con la música de Cliff Martinez, que hizo un trabajo soberbio con 'Drive' y aquí está a buen nivel.

El problema está en que dicha historia daba para algo mucho más visceral y lo que se ve en realidad son planos trascendentales, colores vivos y algunas escenas que no se sabe a santo de que vienen; a pesar de eso, se entiende casi todo lo que pasa. Otra cosa es el significado que el director le quiso dar que, si no eres un iluminado y lo has entendido a la primera, tendrás que buscarlo.

Con 'Drive' el estilo de personaje comedido y callado pegaba y cuando tenía que explotar alguien, explotaba. Aquí está en el mismo terreno, pero no pega ni con cola. Hasta cuando hay escenas dramáticas, los personajes no enfatizan lo suficiente.

Puntos fuertes: la banda sonora, la fotografía y dirección artística y Kristin Scott Thomas. Pero no hay para más.
Michael Myers
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7 de febrero de 2021
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Cuesta entender la manta de palos que en su día le cayó a “Sólo Dios perdona”, salvo que sus implacables críticos esperasen una de Van Damme, manifestando con ello un flagrante desconocimiento acerca del “modus operandi” de Nicolas Winding Refn. Cosa harto improbable, habida cuenta de que se ganan la vida viendo películas, o deberían.
No, segura y sencillamente le tenían ganas, tras deshacerse en elogios para con su cinta anterior, la sublime “Drive” (ídem, 2011). El plumilla a sueldo es un ser humano como usted y como yo; por ende, resentido, rencoroso y devorado por la envidia, al acecho de cobrarse, al céntimo y con intereses, cada favor, hasta el más irrelevante encomio. Nada duele más que el éxito ajeno, y nada hay tan consustancial al innoble oficio de reseñador que enaltecer a un autor prometedor para tener a continuación el morboso placer no sólo de derribarlo, sino de hacer leña del árbol caído.
Evidentemente, “Sólo Dios perdona” no raya a la altura de “Drive”, del mismo modo que la obra maestra de cualquier cineasta suele volar por encima del resto de su producción, Winding Refn no iba a constituir la excepción. Con todo, sí es mejor que buena parte de las cintas comerciales de suspense rodadas en la última década. Tailandia supone un escenario incomparable para el esteticismo hortera que abandera el director danés, su barroquismo visual y tenebrismo lumínico encuentran un marco a medida en el abigarramiento ornamental y humano del insólito reino asiático. Me figuro que la cadencia, morosísima, próxima a la inacción —a la retroversión espacio-temporal incluso—, habrá levantado ampollas; si bien a sus incondicionales nos permite regodearnos con fruición porcina en la exquisita geometría del plano.
En cuanto a Ryan Gosling, ni se quita la camiseta ni prácticamente construye una frase con sujeto y predicado. Lo primero es más desusado y supongo que también motivo de decepción para un amplio sector de la audiencia. Kristin Scott Thomas, ordinaria como sólo una traficante norteamericana puede sonar —y eso habiendo nacido en Cornualles, ya tiene mérito—, está maravillosa, lo cual hace tres décadas que dejó de ser noticia. Y Rhatha Phongam, pese a su cacofónico nombre, está buenísima. Que me detengan.
Carorpar
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