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Cena a las ocho

Comedia. Drama. Romance Una mujer prepara una cena para unos amigos. Quiere animar a su marido, cuya salud está un poco resentida. No obstante, invita al responsable de las principales preocupaciones de su marido, un hombre de negocios que pretende hacerse con las acciones de la empresa que su marido tiene. (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
25 de octubre de 2007
33 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que gozada de película del señor Cukor. Ambientación, historia y vestuarios realmente brillantes. Pero, sobretodo, el guión con unos diálogos punzantes y una Jean Harlow que ilumina con su belleza e interpretación la pantalla.
Podría ser de Woody Allen, por las idas y venidas de los personajes, por la cena y sus enredos, y por su comicidad y estilo. Todos los actores de 8 para arriba, pero personalmente me quedo con el matrimonio Harlow-Beery.
Lo mejor: Todo/as.
Lo peor: Que por ser del 33 y en blanco y negro tenga tan pocos votos (se haya visto tan poco).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Feldon
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11 de marzo de 2007
31 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Realizada por George Cukor, se basa en la pieza teatral "Dinner At Eight", de George S. Kaufman y Edna Ferber, adaptada por Herman J. Mankiewicz y Frances Marion, con diálogos adicionales de Donald O. Stewart. Se rodó en los MGM Studios. Producida por David O. Selznick, la "prmière" se vio en Hollywood el 29-VIII-1933. El estreno tuvo lugar el 12-I-1934.

La acción tiene lugar en NY, en 1933, entre la invitación a una cena y su celebración. Los anfitriones son Millicent Jordan (Billie Burke) y su marido Oliver (Lionel Barrymore). La cena es de etiqueta y reúne a personas destacadas de las finanzas, la empresa, el teatro, el cine, la medicina y otras. Entretanto suceden muchas cosas imprevistas e importantes a los anfitriones e invitados.

La película enlaza a numerosas personas en una comedia dramática, que se explica en tono de humor. Los personajes encarnan diversos estereotipos, como una ama de casa con manías perfeccionistas, una mujer hermosa de origen humilde dada a la indolencia, las chocolatinas y el cuidado de si misma, un empresario tradicional afectado por la Depresión, un arribista amoral, etc. Los motivos que mueven a los protagognistas abarcan desde el deseo de Millicent de elevar el bajo estado de ánimo del marido hasta los deseos de relacionarse con una pareja de aristócratas de postín en cuyo honor se ha convocado la cena. El film muestra que los cambios derivados de la Gran Depresión y del avance tecnológico afectan a los círculos de la alta sociedad, creando oportunidades para los que se adaptan a ellos y amortizando antiguas ventajas de quienes por razones diversas (edad, enfermedad, falta de habilidad) los ignoran. La apariencia impecable de los comensales a la hora de la cena oculta realidades personales y familiares turbulentas, que han dado lugar a un suicidio, una crisis cardíaca, un adulterio, un chantaje (explicado con increíble sutileza), una agresión en la cocina, una borrachera, etc. Se plantean temas de interés y de actualidad, como la batalla de géneros, la incapacidad de selección entre lo importante y lo urgente en los momentos de estrés psicológico, la fragilidad del éxito, la necesidad de adaptarse a los cambios y otros. Constituyen motivo de humor la vanidad de los nuevos ricos, los desaires aristocráticos, los nervios del ama de casa, meteduras de pata, la necedad de los más presumidos y la prevista sustitución en el futuro del trabajo humano por máquinas.

La música, de aires clasicistas y melódicos, incluye una bonita canción, "I Loved You Then (As I Love You Now)" y el tema "Dinner At Eight". La fotografía, de William H. Daniels, en B/N, crea una narración visual luminosa, bien contrastada, que exalta la belleza femenina. Cukor deja su impronta personal en el vestuario, la ejecución de los diálogos, la cuidada dirección de actores y su hábil dirección de actrices.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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26 de marzo de 2010
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
George Cukor ha sido en mi opinión un director injustamente infravalorado, nunca tuvo muchos defensores, ni demasiados libros escritos sobre su amplia obra. Durante más de cuarenta largos años dirigió un buen puñado de películas, además de otras en las que intervino aunque fuese solo parcialmente, como el caso de "Lo que el viento se llevo" en la que fue despedido por desavenencias con Clark Gable que no toleraba que fuese dirigido por un homosexual, aunque llego a dirigir un par de escenas largas de éste clásico.
Cena a las ocho es una muy divertida comedia con tintes dramáticos, realizada con un sinfín de estrellas, donde destaca especialmente Lionel Barrimore y la exuberante Jean Harlow, una rubia platino que por aquél entonces representaba un icono de belleza de lo mas atrevido y sugerente de la época.
El argumento trata de varias historias entrelazadas sobre unos muy variopintos personajes, desde el ídolo del cine mudo caído en desgracia, hasta el empresario en decadencia, pasando por el ambicioso sin escrúpulos dispuesto a sacar tajada de todo ello.
Resulto en su momento el primer éxito de Cukor al que le reprocharon haberla realizado en solo 24 días, y que a día de hoy sigue estando plenamente vigente. Sus diálogos son mordaces, incisivos, plenos de sagacidad, y de ingenio. Sin duda gustara a todos los amantes de la comedia. Al verla conviene situarse en la época que se realizo, corría el año 1933 y entonces el cine y sus circunstancias eran de otra forma muy distinta.
Walter Neff
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2 de agosto de 2012
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película dirigida por Cukor en 1934. Eso únicamente proporciona un entorno. Dentro de éste, ”Cena a las 8” aparece como un extraordinaria película rodada en esa época decisiva en la que, estrenada la primera película sincronizada en 1927, durante los años 30 el cine sonoro, es decir, el cine actual logra su estilo y su identidad.
Puede parecer a primera vista que “Cena a las 8” tiene mucho de teatral, aunque sea de un espléndido teatro: predominan las escenas en las que sólo intervienen dos personajes; no existen exteriores; no hay planos generales; las interpretaciones personales son decisivas en la calidad de la película. Pero al mismo tiempo, la película muestra un despegue desde lo simplemente teatral a los que ya es básicamente cine. La cámara se mueve con una libertad que es lo que va a romper definitivamente el cine del teatro.
La construcción de un clímax que va a producirse en un cena a las 8 va elaborándose con más agilidad de la esperable a lo largo de la obra; se lleva a cabo con una aproximación que reúne lo recoleto con la diversidad de los pro-blemas planteados y las tragedias personales que va deslizando en el marco de una sociedad superficial y frívola. No en vano la película se enfrenta a la situa-ción crítica derivada de la recesión norteamericana de los 30. Quizá esos aspectos críticos de la superficialidad han podido conducir a ver aspectos de comedia en el argumento, cuando pisa y rezuma el drama.
Todos los actores están soberbios. Como los guionistas y el director, Cukor. Todo enormemente alejado de tantas cosas que soportamos tres cuartos de siglo después, pretenciosas y vacías aunque repletas de colorines y recursos de ordenador. Hay que preguntarse si la admiración por los avances técnicos está impidiendo a nuevas generaciones apreciar el arte del cine de décadas pasadas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
RARRA
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1 de enero de 2012
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para casi todo el mundo, entrar en una fiesta es dejar tras la puerta su pequeño infierno. Entonces volvemos a sonreír, lucimos alegres y encantadores, y la vida pareciera recuperar todo el color que sentíamos perdido desde que salimos de la fiesta anterior.

Sin duda, George Cukor, da en el clavo con esta comedia agridulce donde podemos ver el alma de algunos seres que se preparan para asistir a una cena entre amigos, donde se piensa agasajar, por conveniencia, a cierto aristócrata londinense y a su esposa.

Millicent Jordan y su amado esposo, son los anfitriones... pero, Oliver está enfermo debido a la crisis económica por la que atraviesa. Entre los invitados a la cena del viernes a las ocho, destacará un popular actor venido a menos (John Barrymore) quien comenzará a descubrir que no todo en su vida resulta tan reluciente. Paula Jordan (una preciosa, Madge Evans), la hija de Oliver y Millicent, es su última conquista y quizás sea, ella, quien desate su último vestigio de honestidad. Otra actriz, Carlotta Vance (la extrovertida y pícara, Marie Dressler), removerá recuerdos de lo que pudo ser y no fue con su amigo, Oliver. El Dr. Wayne Talbot, se verá ante el espejo con su enamorada esposa, la cual confía en que, él, superará sus ímpetus seductores; y, entre otros, Kitty (Jean Harlow, en uno de sus mejores momentos), es la frívola esposa del oportunista Dan Packard, quien de pronto tendrá su efluvio de bondad en contra de los intereses de su marido. Gente así, es la que conforma este pequeño círculo de amigos, en nada lejano de cualquiera otro de los que circulan por este (a golpes) achatado planeta.

La historia se desgrana entre toques de humor negro, situaciones conmovedoras, tratos deleznables, romanticismo palpitante, anhelos de lo que fue y ya no puede ser… y deseos de acomodación en un mundo cambiante en el que, luchar y perseverar, es la obligación que nos depara cada nuevo amanecer.

El director, George Cukor, nos enseña su brillantez en la dirección de actores y da un nuevo paso en lo que, a partir de, “Little Women", habría de caracterizarlo: su solvencia en la creación de personajes femeninos.

Un poco menos de teatralidad en la puesta en escena, algo más de interrelación entre algunos personajes… y creo que habríamos estado ante otro filme realmente memorable. La impronta de Edna Ferber (autora de quien, luego, surgirían títulos tan notables como, “Come and Get it”, “Stage Door” o “Giant”), es garantía de que seres humanos sensibles y batalladores serán puestos a nuestro alcance.
Luis Guillermo Cardona
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