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Pistoleros al atardecer

Western. Aventuras Dos viejos amigos se asocian para escoltar un cargamento de oro desde las minas de Alta Sierra hasta un banco. Uno de ellos (Joel McCrea) es un hombre honrado que sólo se propone hacer bien su trabajo; el otro (Randolph Scott), en cambio, carece de escrúpulos y proyecta robar la valiosa mercancía. (FILMAFFINITY)
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Críticas 46
Críticas ordenadas por utilidad
14 de febrero de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historia sencilla, corta y rebosante de honor, fidelidad y amistad, ambientada en el salvaje y polvoriento oeste.
Dos viejos compañeros de batalla se reúnen junto con un tercero para realizar un último trabajo. Tienen como tarea hacerse cargo del oro, devolverlo por un precio acordado en el contrato. Por el camino, irán recordando viejas batallas y descubriendo sus motivaciones. Uno quiere llegar a casa después de haber hecho bien su trabajo, el otro pretende robar la mercancía. En el trayecto, se harán cargo de la seguridad de una joven que desea casarse, para liberarse del dominio de su padre.
En el fondo, ni el oro ni la chica son lo importante, el tema principal es el de la amistad y la traición. Como el dinero hace tambalear la amistad y el honor del hombre.
Verdaderamente, uno llega a plantearse ponerse del lado del mal, llegándolo a comprender.
En un momento dice uno de los personajes, debería ser fácil distinguir entre el bien y el mal. No cuesta distinguirlo, pero hay que tener el valor de elegir el camino adecuado. Quitando alguna secuencia, que me pareció exagerada, el resto me parece acertado. Con un final, lleno de balas, sangre y polvo, pero que contiene un desenlace de los que llegan, con redención incluida. Llega a emocionar, lo cual significa que los personajes traspasan barreras. Tiene muchas frases dignas de mencionar, pero me quedo con la frase: en el algún lugar del camino, olvidaste que eras mi amigo.
Jon
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19 de septiembre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El gran Peckinpah siempre nos muestra el lado oscuro de la vida,pelín morbosillo que era .Y un western crepuscular es tentador para mostrarnos los pecados capitales del hombre. La codicia por el oro que embarca a nuestros tres héroes,el fanatismo religioso del padre siempre recitando algún pasaje bíblico para mantener a su hija en la recta moral y un intento de violación del personaje interpretado por Mariette Harley por parte de los hermanos del novio,una familia muy rara hasta para el Oeste. Es por lo que admiramos a nuestro querido Sam su crudeza y su talento para mostrarlo. Por supuesto el duelo interpretativo entre dos glorias de los western como McCrea y Scott es lo mejor de la película. Como se ha comentado va en paralelo su decadencia en sus carrera de actores aunque aquí están soberbios por supuesto y la decadencia del western que tuvo momentos mejores aunque luego se ha revisitado bastante con suerte dispar que diría un cursi redomado. Resumiendo otra joya del cine de la mano de Peckinpah. Y no añadiré nada más porque aspiro que mi critica sea tan aséptica como el cine de Sam aunque obvio disto de su talento.
crisgay
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1 de enero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos en los últimos años del siglo XIX, por las calles de Coarsegold transitan ya automóviles, guardias uniformados dirigen la circulación, hay carritos de helados y un viejo pistolero, "El Chico de Oregón", Gil Westrum (Scott), se encarga de una atracción de feria de tiro al blanco. Por un extremo de la calle hace su entrada un antiguo sheriff también entrado en años, Steve Judd (McCrea), saluda con su sombrero a los que parecen aclamarle. No lo aclaman, es que estorba. Y estorba en una curiosa carrera entre un dromedario (no camello) y varios caballos, tal como le explica un guardia con muy malos modos. Otra vez Peckimpah entre animales, volverá a hacerlo al final de la cinta en un corral con gallinas que se picotean.
Llega Steve con el encargo de transportar hasta el banco un cargamento de oro desde las minas de la alta sierra, tarea en la que ya han fracasado otros antes. Los banqueros tienen sus dudas al ver su edad. Ahora directamente lo hubieran mandado a paseo por "no dar el perfil que requiere el trabajo". Para tranquilizarlos promete Steve acompañarse de dos guardaespaldas, 20 dólares por día para él y 10 para cada uno de los otros dos. El elegido es su antiguo compinche Gil y un agresivo mocito que lo acompaña, Heck Longstree (Starr), aunque estos dos abrigan otros proyectos para el oro del transporte.
Durante la ascensión a las montañas se incorporará al grupo una joven, Elsa Knudsen (Hartley), que está harta de los sermones y de los palos de su padre predicador y ranchero. Interesante el duelo de citas bíblicas que establece con Steve que queda finalmente en tablas.
Tenemos pues viajando a dos jóvenes medio enamoriscados y dos veteranos pistoleros. Mientras rememoran estos su vida pasada, vemos como Gil trata de convencer a Steve de quedarse con el oro. Nunca lo dirá abiertamente, pero sibilinamente lo lleva a plantearse lo qué ambos han hecho de sus vidas, lo que hubieran podido hacer de las mismas de haber contado con mejore oportunidades, pues al final "El ropaje del orgullo es lo único que lleva el pobre a su muerte".
Steve lo sabe de sobra y hace balance de su vida profesional, valorando en 100 dólares cada tiro que le han disparado, 1.000 por cada herida de bala (cuatro en su caso), más los palos, batacazos, noches de guardia sin dormir, gastos en médicos o medicinas y tiempo de baja para recuperarse, calcula que no bastaba para pagarle con todo el oro que debían conducir. Pero eso es una cosa, y otra muy distinta robar ... aunque sea al banco. El honor está por encima de todo, como finalmente acaban entendiendo los cuatro en un desenlace épico y maravilloso.
La película toda está impregnada de ese tono nostálgico del tiempo pasado que ya no vuelve, el guión y los diálogos son magistrales, lo mismo que la interpretación de Scott y de McCrea, precisamente ellos que constituyen todo un símbolo en el género, tampoco desmerecen algunos secundarios asimismo clásicos. La juventud que llega con los nuevos tiempos, la sensación de estorbo que la sociedad reserva a los veteranos. No se resignan estos que se aferran a aquello que escuchábamos en nuestra infancia: "Pa'mozos los de antes, pa'casaos los de ahora".
En el caso de Steve el paso de los años se aprecia en su presbicia o vista cansada que debe corregir con unos lentes que celosamente oculta. Otro detalle sanitario lo tenemos en la tienda de drogas y medicinas del poblado minero que visitan.
Aunque la personalidad de los dos jóvenes protagonistas parece poco perfilada, sobre todo en comparación con la hondura dedicada a los dos pistoleros, no hay duda que nos encontramos ante una gran obra. Muy recomendable.
P.D. Como verán, nos resistimos a aceptar y utilizar el mantra del "western crepuscular". Ya está bien de crepúsculos.
Lafuente Estefanía
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22 de abril de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífico Westher, espléndido, de una factura implacable. Con un desarrollo precioso, unos paisajes a la altura de lo que se espera de una obra grande del genero.
Honestidad, tradición, lealtad, amistad, honor... El único que suena raro en toda la cinta es la insistencia en el tema de la boda. No parece demasiado creíble que el mayor problema para custodiar el oro y bajarlo a laicidad desde un territorio hostil sea la protección de una mujer, y no, como todo parecía indicar la presencia de vaqueros desquiciadillos, indios de la frontera, etc.
Radolph Scott es un buen actor de su género. No creo que hiciera muchas más películas, fuera de las del oeste.
Joel McCrea también está muy bien. Un actor para mi menos conocido.
Este es el Peckinpah que me gusta, no el de los aristócratas del crimen o de Pat Garret... Este es el auténtico Peckinpah.
ÁAD
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11 de junio de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rememorando una vieja película de Charles Chaplin, el arranque de ésta película es bien significativo, pues, muestra a Stephen Judd, un avejentado hombre que regresa al pueblo donde alguna vez hizo las veces de sheriff, y al oír las ovaciones de la gente, cree que son para él… pero seguidamente se da cuenta de que el recibimiento es para los corredores de una apuesta donde varios caballos corren contra un “camello” (en realidad un dromedario). Faltaron quizás una o dos escenas previas que dieran pistas sobre ésto, pero, con un poco de perspicacia es posible entenderlo.

Queda, así, sentado que estamos viendo a alguien que ya no goza de su lustroso pasado, y en la entrevista que tendrá enseguida con los banqueros y con su viejo amigo y ayudante, Gil Westrum, queda corroborado el ocaso que se cierne sobre las vidas de este par de hombres. En este sentido, considero mucho más acertado el título que, originalmente le había puesto, N.B. Stone Jr. a su guion, “Guns in the Afternoon”, que el que, al final, decidiera el director Sam Peckinpah.

Stone, quien ya había escrito, “Man with a Gun” (Richard Wilson, 1955) y otros tantos títulos para series de televisión, estaba dedicado al alcohol, y considerando que su viejo guion no estaba muy bien acabado, William Roberts -quien era su amigo-, decidió reescribirlo y no quiso recibir ningún crédito por ésta labor para animarlo en su difícil situación. Al caer el guion en manos de Peckinpah, éste vio en el personaje de Judd una imagen de su propio padre y, entonces se propuso retocarlo hasta hacer del viejo sheriff una amorosa semblanza de su amado progenitor… pero el crédito final se le respetó a Stone, quien no logró reactivar su labor como guionista cinematográfico puesto que, al filme le fue muy mal en taquilla dejando en pérdida 160.000 dólares.

Sin embargo, <<DUELO EN LA ALTA SIERRA>>, es uno de los mejores filmes que nos diera el polémico director, pues, se revela en él un estudio psicológico de gran valía donde se contrasta la suerte de sino que los hombres escogen al volverse mayorcitos, y entonces, salen a relucir: la coherencia o la incoherencia; la fortaleza o la debilidad, la lealtad o la traición… y cómo cada disposición puede influir para que alguien se hunda o cierre su ciclo por el buen camino.

De cierta manera, se contrasta la vida de generaciones anteriores con las que hoy enfrentamos. A las primeras las representan, Judd, Westrum e incluso el padre de Elsa, no obstante que, éste, raya en el fanatismo; y lo que, en gran parte, es lo que se vive hoy, lo vemos en el joven Heck, y sobre todo, en los cinco hermanos Hammond, que muy poco conocen de reglas y respetabilidad. Incluso, Elsa con su ligereza, cabría dentro de éste patrón que tiende a dificultar la convivencia. La secuencia del burdel con la boda de turno, es una perfecta recreación de la descomposición social que sigue empañando la realidad.

Peckinpah, se arriesga con un filme, también marcadamente sociológico, pero, consigue dejar una huella que, para nuestro gusto, reluce por encima de la violencia que impondría en sus filmes posteriores.

Randolph Scott y Joel McCrea, irremplazables como el par de pistoleros viendo el crepúsculo de sus vidas, pues, se sintieron tan compenetrados que hasta decidieron que, con éste filme cerraban sus carreras. Scott cumplió, pero, McCrea fue tentado algunos años después y estuvo en tres títulos más que no dejaron honda huella.

El reparto lo complementan: La debutante, Mariette Harley (Elsa); Edgar Buchanan (el juez Talliver), James Drury (Billy), Warren Oates (Henry) y, Ron Starr, como el impulsivo, y a ratos reflexivo, Heck.

Título para Latinoamérica: <<PISTOLEROS DEL ATARDECER>>
Luis Guillermo Cardona
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