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Pistoleros al atardecer

Western. Aventuras Dos viejos amigos se asocian para escoltar un cargamento de oro desde las minas de Alta Sierra hasta un banco. Uno de ellos (Joel McCrea) es un hombre honrado que sólo se propone hacer bien su trabajo; el otro (Randolph Scott), en cambio, carece de escrúpulos y proyecta robar la valiosa mercancía. (FILMAFFINITY)
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Críticas 46
Críticas ordenadas por utilidad
19 de febrero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Randolph Scott y Joel McCrea son los protagonistas de este memorable western que suponía la consolidación dentro del género de un tal Sam Peckinpah. La historia gravitaba en torno a los personajes a quienes ellos daban vida: Gil Westrum y Steve Judd, dos hombres contratados para un trabajo especialmente peligroso, pues deberán transportar oro desde unas lejanas y temerosas minas. Un viaje largo en el que inevitablemente acabarán por verse las intenciones de uno y otro hacia este cometido.

Western crepuscular, sello e impronta de Peckinpah. Dos hombres antaño esplendorosos y satisfechos. Eran los viejos tiempos, aquel lejano oeste en el que la ley imperaba gloriosa a través de una placa y un fusil, y valores como la amistad, el respeto y la dignidad alcanzaban su máxima expresión al trazar las fronteras entre el bien y el mal. Sin embargo, ahora todo ha cambiado. Los banqueros y los negocios marcan el nuevo orden, y nuestros melancólicos y errantes protagonistas parecen desubicados, desorientados.

La tensión latente entre los dos protagonistas se palpa ininterrumpidamente durante el viaje de ida hacia las minas. De un lado, Gil Westrum, un tipo sin ángel, de existencia calamitosa y corazón herido. Busca una recompensa por tanto dolor en forma de oro. Del otro lado Steve Judd, un hombre tan errante como su compañero, pero que jamás ha perdido el rumbo a seguir: dignidad, responsabilidad y respeto con uno mismo. Dos maneras distintas de anclarse a un nuevo mundo, a un tiempo extraño para ellos.

El contexto lo marcará un viaje que deparará ciertas peripecias que terminarán por detonar la acción principal. Así, nos toparemos con un hombre de fe que es todo rectitud y su enclaustrada hija, una muchacha ingenua e inocente que verá a nuestros protagonistas, incluido el apuesto y charlatán vaquero que acompaña a los veteranos, como su vía de escape hacia la libertad, materializada ésta en una ruin tienda de campaña y un rudo minero. La fotografía deparada por Lucien Ballard será un auténtico gozo y un inestimable punto fuerte que Peckinpah sabrá aprovechar en tal caminar, como el complemento ideal para mostrarnos un regreso en el que la tensión se volverá manifiesta, y en el que la acción secundaria (con los despreciables mineros y su “caza” particular) servirá para acelerar el pulso al argumento principal.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
The Motorcycle Boy
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25 de abril de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Duelo en la alta sierra de Sam Peckinpah es un western de aventuras basado en dos viejos amigos que se asocian para escoltar un cargamento de oro, siendo uno de ellos honrado y el otro tiene pocos escrúpulos. Dirigida con un ritmo apacible y con un fiel estilo personal de western que gusta a sus seguidores, es una obra incitadora al mostrar desde el principio una conspiración insana para hacerse con un dinero aunque para ello se tengan pocos miramientos, concluyendo un magnífico film que se recuerda por su trama eficazmente para quedar en la retina de los espectadores que no se conforman con cualquier cosa.
La fotografía en color es alusiva al western, cumpliendo con una labor repleta de matices que estimulan o confortan según la acción en una labor de lo más llamativa y portentosa. La música es variada, variando de enardecedora e insidiosa a melódica y tranquilizadora en una tarea clásica y agraciada que añade por momentos intriga al film. Los planos y movimientos de cámara consuman una gran labor técnica mediante el uso de la cámara en mano, seguimiento, generales, primeros y primerísimos planos, panorámicos, reconocimiento, circulares y planos medios y americanos que sacan lo mejor de la acción y las interpretaciones.
Las actuaciones son acertadas y competentes. Como protagonistas Joel McCrea trabaja con personalidad en un contundente papel y Randolph Scott está conspirador y detestable en su personaje, siendo buenos los acompañamientos de Mariette Hartley, Ron Starr, Edgar Buchanan y R.G. Armstrong entre otros. Emplea para estos la dirección artística unos vestuarios y caracterizaciones sugestivos al western en una bien cuidada y elaborada labor que, junto con unos magníficos decorados, te transportan in situ al momento y lugar en cuestión.
El guion, escrito por N.B. Stone Jr., va de menos a más hasta llegar a un final apasionante tal cual reza el nombre del film, haciendo frente a las traiciones que surgen dentro del pequeño grupo y a los problemas que aparecen fuera de él, concluyendo un digno film que cautivará a todos los amantes del género por su trama y sobrias interpretaciones. Esto se lleva a cabo con una narrativa educada e impoluta que es respetuosa en sus comentarios o conspirador según el personaje a quién se dirige hablando, cumpliendo con una típica labor del género que gusta escuchar.
Para finalizar, la considero un western imperecedero e indispensable en el género que apasiona a sus seguidores con mensaje interior y mucho oficio, ya que contiene todos los componentes necesarios para dejar buenas vibraciones tras su visionado y satisfacer a los incondicionales del género. Recomendable por su dirección, guion, interpretaciones, fotografía, música, planos, vestuarios, caracterizaciones y narrativa que convierten a Duelo en la alta sierra, en un film atractivo y digno de visión para los amantes del buen western americano.
Elcinederamon
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12 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Steve Judd y Gil Westrum, dos veteranos que ya han visto de todo, que ya se han enfrentado con la peor calaña imaginable, que ya han cabalgo muchas millas a lo largo y ancho de los vastos territorios que el salvaje Oeste ofrece, se aproximan decididos a lo que puede ser una muerte más que segura.
Pero allá se encaminan como valientes contra tres jóvenes cobardes, en lo que promete ser uno de los duelos cara a cara más memorables del "western".

Howard Hawks, John Sturges, Anthony Mann, John Ford. Nombres que significaron mucho para el que fue el género por excelencia de la industria americana. Nombres de realizadores que ayudaron a asentar las bases y definir las pautas de un estilo que durante los años '60 ya empezaba a caminar hacia su ocaso entrando en una crisis de la que muy pocos serían capaz de sacarle. Era la época del crepúsculo, anunciada muy amargamente por Ford en "El Hombre que Mató a Liberty Valance", estrenada, para más inri, el mismo año que la que nos ocupa.
Un joven de 35 años llamado Sam Peckinpah ya se empezaba a hacer un nombre tras haber trabajado como guionista y director en varias series de televisión, de culto para los aficionados al género, como "Flecha Rota", "El Hombre del Rifle" o "La Ley del Revólver". Aparte de eso, capitaneó como creador "The Westerner" para la NBC, con Brian Keith como protagonista, una serie que tuvo mala suerte con las audiencias, pues los programadores la enfrentaron en horario infantil con "Los Picapiedra" (¿pero a quién coño se le ocurre?).

Sea como fuere, aquella corta experiencia le llevó a la que fue su primera película, "Compañeros Mortales", donde no le dejaron encargarse ni del guión ni del montaje final, lo que acarreó tener serias disputas con los productores y un muy discreto paso por la taquilla, aun contando con Maureen O'Hara de protagonista. Gracias a que el productor Richard Lyons disfrutó con "The Westerner", ofreció a Peckinpah la oportunidad de dirigir el guión de otro "western", quien aceptó, trabajando mucho para reescribirlo incluyendo referencias autobiográficas (el personaje que interpreta Joel McCrea está basado en su padre David).
De este modo, aunque no figurara como uno de los guionistas, dio vida a una de esas magníficas obras del género. En ella nos encontramos a Judd, un veterano contratado para custodiar un cargamento de oro desde un pueblo minero asentado en la sierra hasta California, lo que parece ser una tarea complicada, pues varios hombres han muerto en esos terrenos en su intento de transportar el dinero. En otro tiempo habría aceptado solo, pero ahora, a comienzos del siglo XX, se ve mayor y necesita ayuda, y sólo se le ocurre pedírsela a su antiguo compañero Westrum, quien accederá llevando consigo al joven Longtree, aunque sus planes no sean proteger el oro, sino otros bien distintos.

Durante toda la historia nos cruzaremos con un importante dilema moral entre los protagonistas. Uno de ellos sólo quiere permanecer honrado, honesto y morir como un hombre decente; para el otro, sin embargo, la ética y la dignidad no importan absolutamente nada si no se tiene una buena cantidad de dinero cerca, pues el dinero influye en el respeto y el porvenir. Ideas que pondrán en conflicto a dos amigos que siempre habían permanecido fieles el uno al otro, ideas que han estado muy presentes en el cine de Peckinpah.
Esa es la clave de "Duelo en la Alta Sierra", cuyos primeros minutos, y tras un plano de apertura con el paisaje natural de montañas como protagonista que recuerda a los inicios de los films de Mann, nos muestran una ciudad tomada por guardias urbanos con casco y porra, coches atravesando las calles y hasta un camello venciendo en una carrera al animal icónico por excelencia del género, el caballo. Es decir, el director nos brinda un arranque que es todo un homenaje al "western", pero al mismo tiempo un preámbulo del ocaso del mismo. Sin duda lo es también la condición de los protagonistas, dos hombres a quienes todos tildan de carcamales y son llamados "abuelos" por una juventud maleducada e indisciplinada; así, Peckinpah crea un enfrentamiento entre la estoica generación del pasado y la actual, más rebelde y lista para tomar el mando (no se nota que son los '60, no).

No pueden estar más claras las intenciones del director. Mucho antes de llegar Leone, este poeta con alma de guerrero indio, usando su cámara como un puñado de papel de lija, desnudó el mundo del "western" que tan grandilocuente e ingenuo se veía en las obras de Ford y Hawks, adornándolo de amargura, cinismo, violencia descarnada, esporádicas dosis de humor negro y un sentimiento fatalista que sólo se puede describir como descorazonador. Un buen ejemplo es esa escena en la que vemos al padre de Elsa rezando ante la tumba de su mujer mientras vemos por el fondo a los tres hombres partiendo a por el cargamento de oro.
A la cabeza tenemos dos icónicas figuras como Joel McCrea y Randolph Scott, éste en la que sería su última actuación tras una longeva carrera cinematográfica, junto a unos eficientes Ron Starr, Mariette Harley, James Drury, Warren Oates y L.Q. Jones, quienes, por muy jóvenes que sean, no eclipsan ni por un momento al veterano dúo.

En mi opinión, "Duelo en la Alta Sierra" no alcanza el apelativo de obra maestra que sí se lleva la apocalíptica "Grupo Salvaje", pero de todas formas puede ser recordada como uno de los "westerns" más brillantes, de poderosa influencia para gente como Leone, Eastwood, Siegel, Michael Winner, Walter Hill o el más posterior Quentin Tarantino, que en más de una ocasión lo ha admitido.
Sí, una de las mejores películas del Oeste...y todo sin dispararse una sola bala hasta que llega ese primer duelo entre el trío protagonista y los hermanos Hammond en la montaña.
Chris Jiménez
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2 de febrero de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peckinpah, al igual que haría unos años después en "Grupo salvaje", nos presenta a dos héroes crepusculares en un oeste también crepuscular. Lo dicho anteriormente queda ya apuntado en el inicio de "Duelo en la alta sierra", cuando observamos la expectación ante una extravagante carrera en la que participa un camello o con la presencia de automóviles por las calles de un pueblo, algo que contrasta con la indiferencia con la que es recibido el antiguo sheriff Joel McCrea o con el trabajo de feriante al que se dedica el pistolero Randolph Scott.

Ambos se encargarán de conducir a través de las montañas una valiosa mercancía con destino a ser depositada en un banco. Y es aquí cuando surge el conflicto, sobre todo en el complejo personaje encarnado por un magnífico Randolph Scott, el cual va a oscilar entre la fidelidad en la amistad que siente hacia su antiguo amigo y la ambición de poder apoderarse del valioso cargamento. Más simple, a mi juicio, es el personaje interpretado por un también notable Joel McCrea, caracterizado por su, a veces, férrea moral, de hombre honesto que quiere dormir con la conciencia tranquila.

Soberbio también es el marco en el que se desarrolla la acción, con esos paisajes escarpados y caminos sinuosos por los que los personajes ponen a prueba su amistad y su ética. Y que cobra especial relevancia en la extraordinaria última media hora de película, todo un prodigio de narración que alcanza su clímax en el espectacular y originalmente narrado duelo final.

Una vez más Peckinpah nos retrata a dos veteranos vaqueros que ven que su mundo está cambiando para convertirse en algo distinto y que se están empezando a quedar ya, por decirlo de alguna manera, en fuera de juego. Y lo hace con un profundo respeto y admiración hacia lo que representan.
Boo Radley
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28 de mayo de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peckimpah no hacía concesiones. No mostraba un oeste idílico, lleno de hombres puros, íntegros. Eso ya lo hacían Ford, Hawks o Houston. Él nos enseña la codicia de unos hombres por oro, la lujuria de unos mineros cuando ven a una mujer por primera vez en meses, la tosquedad del interior de un burdel en una tierra sin ley.
Aún sin ser una de sus películas más crudas, ya da muestras del cine que haría pocos años después, ese cine del que han bebido no pocos directores, desde Coppola a Tarantino.
Sin duda una obra imprescindible.
Betamax
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