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Pistoleros al atardecer

Western. Aventuras Dos viejos amigos se asocian para escoltar un cargamento de oro desde las minas de Alta Sierra hasta un banco. Uno de ellos (Joel McCrea) es un hombre honrado que sólo se propone hacer bien su trabajo; el otro (Randolph Scott), en cambio, carece de escrúpulos y proyecta robar la valiosa mercancía. (FILMAFFINITY)
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Críticas 46
Críticas ordenadas por utilidad
22 de abril de 2006
75 de 85 usuarios han encontrado esta crítica útil
Realizada por Sam Peckinpah, se rodó en conemascope en Inyo National Forest y Bronson Canyon (California), con un presupuesto de 1 M dólares. Producida por Richard E. Lyons, fue nominada al BAFTA a la mejor actriz novel (Marietta Hartley).

La acción tiene lugar, camino de Coarsegold, en un momento no determinado de la última década del XIX. Narra la historia de un antiguo sheriff, Seteve Judd (Joel McCrea), respetado, entrado en años, contratado por un banco para transportar un cargamento de oro desde la mina a la ciudad, a través de un territorio peligroso. Judd se hace con la colaboración de veterano Gil Westrum (Randolf Scott) y del joven Heck Longtree (Ron Starr). En el camino encuentran a una muchacha, Elsa Knudsen (M. Hartley), a la que defienden de los intentos de rapto y violación de los hermanos Hamond.

La película recoge toda la iconografía del "western", con pistoleros, aventureros, banqueros, prostitutas, mineros, misioneros, comerciantes, cantineros y otros, que sitúa en un contexto temporal y social diferente. El Oeste no es ya el espacio de las correrías de los indios, ni el lugar de asentamiento de pioneros y colonos, ni el escenario de las proezas de héroes como Will Kane, Ethan Edwards, Owen Thursday. El sentido crespuscular de la historia se acentúa con la edad de Judd y Westrum, su participación en los "westerns" de la época dorada y la hora final de sus carreras: última intervención en cine de Randolf Scott y una de las últimas de Joel McCrea. La emergencia de un tiempo nuevo se simboliza en el primitivo modelo de un automóvil, que presagia profundos cambios tenológicos. Se trata con respeto, nostalgia y lirismo el viejo Oeste y los códigos de conducta de sus protagonistas (amistad, lealtad e independencia personal). La historia es rica en trazos de humor, que culminan en la ceremonia de la boda de Elsa y Billy. Se exalta el sentido de la amistad y responsabilidad de Judd y se condenan la traición al amigo y el fanatismo religioso de Joshua Knudsen (R.G. Armstrong), que suma ciega ortodoxia religiosa y maltrato con abusos de la hija.

La música aporta una brillante partitura de viento y percusión, que añade algunas canciones populares. La fotografía se ajusta a la estética de Peckinpah: colores atenuados y neutros, juegos de luces y sombras bien construídos, importancia del claroscuro y paisajes espectaculares. El guión desarrolla una historia interesante, intensa y crepuscular, rica en toques de humor (carrera de un camello y muchos caballos). La interpretación de los dos veteranos es magnífica y loable la de los secundarios. La dirección demuestra, a los 36 años, una espléndida madurez.

Película rica en matices y sugerencias, que dice más de lo que aparenta. Muestra el ocaso del antiguo Oeste con nostalgia, lirismo, admiración y respeto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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25 de septiembre de 2005
61 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más allá de las interpretaciones -todas magníficas-, no encontramos ante uno de los mejores western que yo recuerde, equiparable a cualquiera de los clásicos de Ford o Mann. Lo encuentro incluso más maduro, sarcástico y profundo que la mayoría de ellos.

Como tema central, la amistad, la base de la filmografía de Peckinpah, de su estilo de vida.
Como condimento, y esto es novedad, un amor bastante sincero, sin más ambigüedades que la inseguridad e ingenuidad de la joven. En pocas de sus películas posteriores se volvió a repetir, aunque apostaría a que en ésta fue impuesto por los productores.

No se esperen épicos tiroteos, sino a un par de ancianos con reuma que intentan sobrevivir en un mundo que poco tiene que ver con el de su juventud.

El ocaso del antiguo oeste: "la época de las vacas gordas ya ha pasado, y los días del hombre de negocios han llegado".
jastarloa
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2 de septiembre de 2010
44 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El western es la vida” me comentaron en cierta ocasión. Y aunque no recuerdo cuando ni quién pronunció tan lapidaria sentencia, debo admitir que es verdad. Una verdad como un templo. Porque todo, absolutamente todo y más, podemos encontrarlo en un buen western. Sobre todo si es tan sobrio y maduro como “Duelo en la alta sierra”. Sin lugar a dudas, la primera -pero no por ello menos importante- obra maestra de Sam Peckinpah. El hombre que recogió el testigo del western clásico de los Ford, Hawks o Mann y lo dotó de una poética mágica, melancólica, sublime. Una poética sin igual.

Yo, por lo menos, soy un fanático del western gracias a Sam. Y a Leone, claro. Pero creo que fue mi tardío y crucial descubrimiento de la obra de Sam Peckinpah lo que, definitivamente, contribuyó a inclinar mi balanza. Una balanza en la que el western pasó de ser uno de mis géneros favoritos a mi género favorito. Por antonomasia. Y todo ello gracias a su poética. Una poética que contempla con nostalgia esa cándida y lírica visión del oeste y la coteja, constantemente, con una realidad muy diferente. Quizás no tanto desde una perspectiva cronológica pero sí desde la perspectiva íntima y particular de unos personajes que se encuentran ya en el ocaso de sus vidas. En este caso, dos viejos amigos curtidos en mil y una batallas, cuya filosofía existencial sintetiza -a la perfección- esa eterna dialéctica entre los viejos tiempos y el controvertido “progreso” que siempre planeó sobre la obra de “Bloody Sam”.

Y aunque los que me conocéis ya sabéis de sobra que no suelo pormenorizar demasiado en mis críticas permitidme -esta vez- que me explaye destripando el final de esta peli. En zona spoiler, por supuesto. Fundamentalmente porque, como ya han advertido otros usuarios, el cine de Peckinpah es riquísimo en matices. Y “Duelo en la alta sierra”, por descontado, no podía ser menos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Taylor
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20 de octubre de 2005
38 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es uno de los mejores western que se han realizado jamás. Dos actores en el ocaso de sus vidas, profesionalmente hablando. Dos actores que siempre han sido unos secundarios de lujo en las grandes producciones de Hollywood y buenos actores de serieB y que han unido sus fuerzas con un director novato pero que resultaría uno de los mas controvertidos y a su vez contundentes de la historia del cine. Randolph Scott, Joel McCrea, y Sam Peckinpah juntos.
Hay que decir que Raldolph siempre ha tenido cara de palo y a mi nunca me ha trasmitido mucho carisma en las peliculas que realizaba con Boetticher, pero aqui, su soberbia interpretacion es solo igualado por Joel McCrea, que está magnifico. Ambos actores llenan la pantalla desde el principio hasta el final, donde la amistad, traición, violencia y final de los mas epico y hermoso que pocas veces se ha dado en el cine, son plasmados con una soltura y preciosidad paisajistica que solo Sam Peckinpah podía realizar, nada que envidiar a los grandes western de Ford y Anthony man.
No se la pierdan.
koska
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5 de diciembre de 2008
25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién no se cegaría ante el brillo del oro? ¿Quién no mandaría todo al diablo para fugarse con el futuro asegurado?
Stephen Judd no lo haría, porque ha aprendido a ser un hombre de honor que valora la paz de su conciencia. Se contenta con su paga de veinte dólares al día por realizar una tentadora y arriesgada empresa: transportar un cargamento de oro desde las minas de Alta Sierra hasta el banco para el que trabaja.
No es un cometido que se le encomiende a cualquiera. Pero Judd ha demostrado ser un hombre fiable que no se deja arrastrar por la codicia. Para él tienen importancia otras cosas que no guardan relación con el dinero.
Judd se reencuentra con un viejo amigo y, confiando en su antigua y estrecha amistad, le propone participar en la peligrosa tarea, y éste a su vez le presenta a su joven socio. Los tres acuerdan llevar el oro hasta su destino.
Pero la avaricia suele corromper a las almas débiles y hacer olvidar incluso el valor de la amistad y de los lazos afectivos…Mientras Judd predica la honradez y la dignidad con el ejemplo, sus dos compañeros maquinan a sus espaldas…
En su trayecto se cruza una joven que vive sola con un padre demasiado rígido y severo, y que está sedienta de amor y libertad… Y decide escaparse, unirse al grupo protagonista y dejarse escoltar hasta la Alta Sierra, donde la aguarda su prometido, un minero…
Un western clásico sobre los grandes valores que se ven enfrentados a la corrupción, sobre la invaluable amistad que a veces flaquea, sobre el respeto que despierta la dignidad, sobre la compasión y el sentido del deber que impiden dejar a una mujer indefensa entre bestias inmundas, sobre la capacidad de vencer y superar ciertas tentaciones, sobre los errores, sobre las rectificaciones y sobre el perdón.
En unas tierras en las que la ley era más una palabra que un hecho, en las que muchos se vendían y mataban por el sonido de las monedas, en las que el honor era un concepto absurdo digno de libros románticos para soñadores… Aún queda un hombre de honor, un hombre de conciencia, un hombre de palabra.
Esa es la verdadera valentía en un lugar en el que cualquiera puede empuñar un revólver o un rifle.
Vivoleyendo
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