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Teniente corrupto

Drama Dura y polémica película sobre la corrupción policial. Un policía (Harvey Keitel) agobiado por las enormes deudas contraídas en el juego y que comete toda clase de abusos de autoridad, decide replantearse su vida y su profesión cuando investiga el caso de una joven monja que ha sido violada. (FILMAFFINITY)
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Críticas 85
Críticas ordenadas por utilidad
29 de enero de 2010
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película recomendable a todos los aficionados al cine mas oscuro y tétrico en lo que a la moral se refiere. Y es que en esta película encontramos el ascenso y descenso a los infiernos de un agente de la ley condenado por el camino que elije tomar. Como si de un grito desesperado por vivir se tratara, esta película nos muestra los lados mas apagados de la naturaleza humana, lo hace dando claras pinceladas sobre los signos distintivos de los pecados capitales representados por entero en la figura de Harvey Keitel.

Una vez enumerados los vicios que manchan el alma podemos ver como el personaje trata de escapar a ellos, condenándose aún mas en su lucha por subsistir y su persistencia por mantener un modo de vida que de por si le ha causado miles de problemas. Y es que en esta vida se pueden ver muchas cosas, pero pocas tan impactantes como la de encontrar un verdadero Nerón urbano , un reino de Taifas dentro de un distrito cualquiera, en el que la ley, la justicia y el orden, quedan en manos de los vicios mundanos.

Vemos pues un paralelismo entre los principios que rigen al pueblo y la crisis y corruptela de quienes se ven en posesión del derecho a cuidarlos y mantenerlos. Y es que el abuso de poder crea un vacío del mismo que hace que tanto el individuo como la sociedad caigan en el mas absoluto desorden anárquico dentro de la propia regulación y orden.

Ese es el punto de partida de esta cinta, un acto atroz de delincuencia que se ve a su vez agravado por la persona que sufre la violencia "en carnes" de la maldad humana, y un poder corrupto, triste, negro, apagado, que busca justicia y acaba siendo ajusticiado. Esta película es recomendable para cualquier aficionado al buen cine y sin duda promueve un culto por el desarrollo posterior del espectador que es reverenciable.
Leon12
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16 de febrero de 2010
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Abel Ferrara no sale de Nueva York. La ciudad que nunca duerme será para él escenario incorruptible para ambientar una de las historias más duras y tremendamente viscerales que haya dado el cine después de “Malas Calles” (1973) de Martin Scorsese. Y parece que el director de la posterior “El Funeral” (1996) o el documental “Chelsea on the Rocks” (2008), quiere recoger los frutos de esa pequeña obra maestra en que albergaba (y popularizó) a un plantel de actores que respiraban de la Gran Manzana a las calles más infestas del Bronx; Harvey Keitel y Victor Argo (aunque su aparición aquí es más breve sin olvidar que coescribió el guión con Paul Calderon, Zoë Lund y el propio Ferrara). A Argo y Keitel se les vé en otros muchos films neoyorkinos, entre otros “Smoke” (1997) de Wayne Wyang y Paul Auster.

En “Bad Lieutenant” el protagonismo absoluto es para Harvey Keitel, secundado por su particular descenso a los infiernos de las drogas y a las deudas frente a la inminente oportunidad de paliar sus pecados investigando de lleno en un caso que puede limpiar su espirítu atormentado; la violación de una monja (Frankie Thorn). Creyendo que una vez metido de lleno en sus pesquisas para hallar a los presuntos violadores, encontrará un milagro que lo restablecerá de nuevo como el policía que fue, sus amontonadas deudas pueden convertirse en una amenaza.

Ferrara ya había mostrado el mal rostro de la decadencia en el si de algunos ciudadanos neoyorkinos al borde del límite, en “El Rey de Nueva York” (1990) dónde Christopher Walken interpretaba a un gángster post-moderno en sus erróneos ascensos a la gloria. Dos años después la tenía que suceder a un agente de la ley en su decadencia al abismo. En “Teniente Corrupto” se ampara en el personaje del oficial de policía interpretado por Keitel equilibrando un sentimiento de compasión hacia él (sus viajes con el caballo) y asco (la masturbación en el control de rutina) sin que la balanza de la Justicia pueda hacer nada al respecto, dejando solo ante el peligro un hombre roto que cree que su heroicidad (sus investigaciones) podrán recompensar la dura y mala vida que le está deparando el destino. Dura y sin concesiones, “Bad Lieutenant” fue objeto de un remake light e infantiloide dirigido por Werner Herzog en el que Nicolas Cage, revestido de héroe, iba a sus malos rollos, siempre rodeado de amiguetes locales en sus trifulcas y juergas. El teniente de Keitel no es ni un héroe y está más solo que la una. Su negra ficha le sigue haciendo jaque a la posterior versión ambientada en la coloreada Nueva Orleans. Con razonables insultos de Ferrara incluidos.
Natxo Borràs
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26 de abril de 2018
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Camina sobre un suelo tembloroso, sus pasos se dirigen hacia ninguna parte, resquebrajadas las paredes, en el mundo surgido no existen límites...
¿Puede quedar algo en el fondo? ¿Piedad?, ¿redención?, ¿perdón?

Según Abel Ferrara sobre "El Rey de New York", "O no fue a verla nadie o a los que fueron no les gustó nada, así que no hizo ningún dinero", pese a su buen recibimiento en varios festivales. Atascado por el fracaso tras invertir tantos años su siguiente proyecto parece ser algo que ha de llegar en el momento oportuno y en el lugar adecuado; el breve tratamiento que su reencontrada amiga Zoë Tamerlis Lund ha escrito le inspira y ve en ello un desafío a esa época de su vida. Pero Christopher Walken rechaza ser el protagonista, no puede ofrecer lo que requiere, y así se lo dice al director a tres semanas de filmar...
El esfuerzo de "Teniente Corrupto" es un salto al vacío con los ojos vendados, las piernas y brazos atados y sin cuerda, puro ejercicio suicida de "mavericks" demasiado ocupados en el proceso creativo como para sopesar los riesgos. Harvey Keitel, encarando un divorcio y rondando en las drogas, describe su aceptación del papel, tras haber tirado de primeras el guión a la basura, como el final de un trayecto en el que había descendido a la oscuridad total. La piel de la oscuridad es lo que iba a arañar una vez entrase por la boca del teniente corrupto que da nombre a la película.

Ya aparece iracundo, con sus expresiones faciales contraídas, cuando lleva a sus dos hijos al colegio; un poco de cocaína directa a la nariz. De ahí a un homicidio en pleno centro neoyorkino, y sus ojos brillan ante los redondos senos de una de las chicas asesinadas. Un partido entre los Dodgers y los Mets que es la crónica de una muerte anunciada; en el caso del teniente, un incentivo para terminar de machacar la poca fe que le queda. En lo único que cree este espécimen cuyos pasos dejan un olor a podredumbre capaz de revolvernos el estómago es en su recalcitrante negativa a la derrota, incluso cuando en su vida ya está más que derrotado.
Esa vida se muestra en toda su transparencia gracias a la cámara de Ferrara, que desnuda la realidad con una aspereza documental captando las rugosidades de ese entorno urbano sucio, bullicioso y asfixiante, filmando casi sin permiso, entre transeúntes. Y el teniente pasa por estos espacios como ajeno al mundo que le rodea y habitando el suyo propio, alimentado de rencor, rabia, adicción, indiferencia más absoluta y cínica. En una habitación teñida de negro y rojo en la que asiste a raros shows sexuales y sesiones intensas de drogadicción, suena "Pledging my Love", y se aprecia la influencia de Scorsese, igual que la de Schrader y Cassavetes en ese crudo descenso al infierno personal.

Pero ni ellos serían capaces de capturar tal asqueroso hiperrealismo. Cuando estamos viendo a Tamerlis clavarse la aguja en el brazo e inyectarse heroína es ella inyectándose frente a la cámara sin trucos que valgan. "Los vampiros tienen suerte, nosotros tenemos que consumirnos", improvisa con desaliento tal sentencia. Esta realidad que por su desviación a la oscuridad psicológica alcanza instantes de pura abstracción halla una brecha inesperada: al teniente le sobresalta un sueño donde una monja es brutalmente violada en grupo en un altar. Sueño que se convierte en un caso policial (basado en hechos reales sucedidos en New York poco antes).
Como el sacerdote Karras con el exorcismo de Regan, este suceso podría ser una señal para iluminar a aquél su ennegrecida alma, incluso hacerle recuperar algo de esa fe que se le ha escapado entre alcohol y drogas y que ha llegado al cenit de la degeneración más mísera realizando un espectáculo de mímica sexual en plena calle con dos menores de New Jersey (una de ellas la niñera del propio Keitel) a cuyo coche se le ha roto un faro (nauseabunda e improvisada secuencia que pone a prueba todos los límites morales del espectador). ¿Seríamos capaces de empatizar con un diablo de tal calibre?

Ferrara no sólo nos lo afirma sino que nos fuerza a ello. Sin una trama concreta y por desgracia desaprovechando muchísimos puntos fuertes y detalles (nunca hay una esposa con la que interactuar, ni una familia, ni compañeros, aunque luego uno se pregunta si en realidad sería necesario...), la violación de la monja por la que se ofrece una recompensa de captura se alza como el tema central. Y si ella se fuerza a empatizar con sus agresores nosotros hemos de hacelo con el teniente, quien sólo contempla venganza en dicho caso y se derrumba cuando la mujer hace eco de una piedad inquebrantable (y una estupidez también). ¿Pero existe piedad en un mundo tan ruin y con un ser como él promulgándolo?
Tamerlis y Ferrara nos hacen creer que sí. Pero no, no para todo hay redención, ni debería existir tal derecho, en lo que se deriva a una idea indulgente, ingenua, y más cuando se usa para ello el poder en la fe cristiana, en Dios y en Jesucristo (primero a través de símbolos que no dejan de rodear al protagonista, más tarde personándose éste con sus heridas de la cruz en un momento impactante de delirio y rendición ante el pecado), y el intento de realizar un cambio vital, un viaje último de salvación, por absurdo que sea, avivando la fuerza de una conciencia redentora.

El viaje ha sido descarnado y doloroso, primero hacia las zonas más recónditas, más infernales de la condición humana, luego hacia raros parajes de luz de piedad cristiana. No se puede decir que este movimiento inverso sea creíble en última instancia, pero Keitel se desgarra la piel y el alma con una convicción tan poderosa que a uno sólo le queda dejarse arrastrar por él.
Tan aplaudida como prohibida, el actor y Ferrara tuvieron que probar a hundirse en la oscuridad para salir de ella como el teniente habiendo alcanzado entonces el reconocimiento, nacional e internacional. Si aún no lo había demostrado, este último ya pudo posicionarse entre los autores más valientes de la Historia del cine.
Chris Jiménez
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21 de octubre de 2019
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El indómito Abel Ferrara consigue con el Teniente corrupto una de sus obras más laureadas. En ella habla de sus habituales obsesiones: la droga, el sexo, la violencia y la religión. La trama está bastante desdibujada y no cuenta gran cosa, lo que más importa es la actuación de su protagonista un formidable Harvey Keitel. Lo malo de la película es que como suele ser habitual en su director resulta demasiado sórdida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Harold Angel
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24 de mayo de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando hablamos de actores todos tienen sus preferencias. Algunos te dirán Brando. Otros Nicholson o Day-Lewis. Algunos dirán Dustin Hoffman. Y los más modernos Leo DiCaprio. Personalmente siempre he tenido preferencia personal hacia Pacino y De Niro... y Harvey Keitel, claro.

La mayoría de estos actores surgieron en la época de los 70, y esta claro que algunos tuvieron más suerte que otros. Harvey Keitel, excepto en algunos proyectos puntuales, era el secundario de lujo. Pero no solía conseguir principales. En los años 90 encontró su lugar, participando en una cantidad amplia de proyectos. Y en los inicios de esa década, llegó una de mis películas favoritas, y sin duda, su mejor interpretación: Teniente Corrupto.

Esta claro que es una película menor, y que no se contaba con mucho presupuesto. Pero Ferrara en esta película hace algo digno de grandes directores: no juzgar a su protagonista. Y en una película como esta, eso es lo mejor que se puede hacer. Se limita a observar; no tienen que estar pasando cosas todo el rato. Nos quiere mostrar a alguien perdido, y lo hace perfectamente, aunque en ocasiones se vuelva reiterativo. Y entonces llega nuestro protagonista...

A criterio personal, considero esta interpretación entre las 5 mejores que he visto. Cómo puede ser que logremos simpatizar con alguien tan despreciable y asqueroso. Pues sí señores, Harvey Keitel no solo consigue esto, sino que hace que lleguemos a sentir lástima por el personaje, y queramos que, pese a ser basura, salga a delante. Lo que transmite Keitel en cada escena, en cada toma, en cada línea, en cada gesto, es todo lo que nos quiere transmitir y mucho más. Realmente no se puede expresar con palabras lo que hace con este personaje. Esta a un nivel increíble. Sin duda es su mejor papel, y probablemente de lo mejor de esa década. Me extendería con esto todo el día, pero no se puede describir. Hay que verlo.

A algunas personas le resulta grotesco, y lo es. El problema esta en pensar que algo grotesco es malo. No lo es, y mucho menos para una película así. Si quieren ver cosas bonitas y adorables, les recomiendo el cine actual. Es una película cruda, y no para todo el mundo. Pero su es para usted, será una de esas películas que marcan.

Sección a parte para los Oscars. Keitel no estuvo ni nominado. No solo tendría que haber sido nominado. Tendría que haber arrasado completamente.Normal tratándose de una película tan pequeña, pero de nuevo, demuestra la poca credibilidad de estos premios como nunca se había demostrado desde los robos a Pacino (que casualmente ganó ese mismo año).

Lo que nos queda es una película increíble, que nos demuestra que Keitel es de lo mejor que nos ha dado el terreno interpretativo en el cine, y que nos regala una de esas interpretaciones que te marcan la vida. DENLE UN OSCAR A HARVEY.
sandano
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