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La sombra del vampiro

Drama. Terror Año 1921. Para hacer "Nosferatu", Murnau ha decidido contratar a Max Schreck, un vampiro auténtico, como protagonista. Trata de justificar ante el equipo de rodaje el peculiar comportamiento de Schreck, explicando que se trata de un actor formado por el mismísimo Stanislavsky. Si Schreck es capaz de actuar siguiendo las directrices de Murnau y de controlar hasta el final sus primitivas necesidades, recibirá como premio el sabroso cuello ... [+]
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Críticas 47
Críticas ordenadas por utilidad
4 de febrero de 2012
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Esta es una de esas películas que todo sucede lentamente, así que los que no les gustan las películas lentas, ni la miren.
Si deciden verla a pesar de todo, tiene que centrase en algo, yo me centre en el humor negro que tenia.
Ya que en cierta forma es una parodia de todo lo que se cree de esa película.
Muy buenas las interpretaciones de sus protagonistas, y ver los mismo lugares donde se hizo la película, por lo demás, ya saben a buscar el humor, que aunque no parezca lo tiene.
Manuel
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23 de agosto de 2013
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La legendaria película “Nosferatu” (1922), obra de F.W. Murnau, sigue despertando fascinación a todo el que la ve después de tantos años. El neoyorkino E. Elias Merhige, conocedor del influjo que aún tiene el filme más representativo del expresionismo alemán, firma una obra un tanto irregular pero muy interesante en su planteamiento.

Merhige aprovecha el aura de misterio que impregna la película de Murnau y, sobre todo, del inquietante actor que hizo el papel del Conde Orlok (sucedáneo de Drácula). Max Schreck fue un actor teatral de dilatada carrera, pero su Conde Orlok ha dado pie a alimentar su leyenda negra, en la que se le atribuye ser un auténtico vampiro al que Murnau contrató para su película. Merhige juega con ello y centra su película en este hecho evidentemente falso, ya que Schreck no dejaba de ser simplemente un buen actor y así lo demostró en su papel más conocido, curiosamente uno de los pocos que han llegado hasta nuestros días entre todas las películas que hizo, la mayoría ya perdidas.

“La sombra del vampiro” cuenta la historia del rodaje de “Nosferatu”. Murnau (Malkovich) quiere rodar una película basada en la obra “Drácula” de Bram Stoker pero la Universal tiene ya los derechos del libro. Aun así, decide realizarla tan sólo cambiando los nombres. Obsesionado con el realismo, contrata en secreto a un auténtico vampiro, Max Schreck (Dafoe), para hacer el papel del Conde Orlok. Las excéntricas costumbres y el misterioso comportamiento de Schreck inquietan sobremanera al equipo de rodaje, que lo ven como un actor excelente muy metido en su papel.

La película tiene un estilo narrativo claro y definido, centrado en la gran interpretación de Malkovich y Dafoe, pero sobre todo del primero, a pesar de la gran notoriedad que ha alcanzado la interpretación de Dafoe. El Conde Orlok de Dafoe tiene buenos registros pero a veces le puede la sobreactuación; sin embargo Malkovich recrea al obsesivo Murnau de forma extraordinariamente convincente, logrando muchos mejores registros. Dos grandes interpretaciones que ensalzan una película cuyo estilo comercial no riñe con su calidad.

Sin embargo, el filme hace aguas en algunos puntos debido a hechos concretos o situaciones que rompen el clima de inquietud general que Merhige consigue en muchos tramos. A pesar de todo, “La sombra del vampiro” da un toque de originalidad a un cine moderno que parece seriamente privado de la misma.

Recomendable.
Richy
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17 de marzo de 2015
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La sombra del vampiro es una de esas películas cuya idea es mejor que su desarrollo.
Centrándose en la leyenda que afirmaba que Max Schreck, el inolvidable protagonista del Nosferatu de F.W. Murnau era realmente un vampiro, Elias Merhige hace una película interesante en su planteamiento y en su inicio, buena en lo técnico y artístico (enorme el homenaje que hace no solo a Nosferatu, sino a todo el cine mudo) pero demasiado lenta en el ritmo a pesar de su ajustadísimo metraje. No hay nada que recordar realmente en la película más allá de sus interpretaciones y no llega a entusiasmar en ningún momento, sino que más bien despierta (y solo en los más cinéfilos) un leve interés en la relación entre actor y director.
Por fortuna, anda por ahí un maravilloso aunque irreconocible Willem Dafoe, que está verdaderamente espeluznante como Max Schreck, aunque sería injusto olvidar a John Malkovich en la piel de un Murnau obsesionado con conseguir su película perfecta a cualquier precio.
Para mitómanos de los personajes reales.

Lo mejor: Willem Dafoe, espectacular, y el maquillaje, que no se queda atrás. Es decir, las dos nominaciones al Oscar de la película.
Lo peor: Peca de aburrida. Es más interesante la idea inicial que su desarrollo.
Sibila de Delfos
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21 de diciembre de 2015
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Narra el rodaje del clásico 'Nosferatu, una sinfonía del horror', sobre la premisa de que Max Schreck era un vampiro real que protagonizaba en el set al actor de un vampiro ficticio. Hasta la fecha, nadie sabe con certeza quién era dicho actor. Además de la película más realista que fuera posible, según esta versión, Friedrich Wilhelm Murnau se había propuesto acabar con el vampiro al que contrató y, narcóticos mediante, su doble propósito lo llevó a la locura.

Entre realidad histórica y ficción, esta versión dista mucho de honrar la memoria del genio que fue Murnau, autor de muchas otras joyas y obras maestras del expresionismo alemán, como la primera adaptación de Fausto al cine. El sacrificio de la actriz Greta Schröder (Catherine McCormack), que obsesiona al vampiro, es el colmo de la inescrupulosa falta de ética que se atribuye al director, interpretado por el amanerado John Malkovich, mientras el guión insinúa que era homosexual, como uno que otro integrante del equipo de producción (dato irrelevante).

Willem Dafoe en el papel del vampiro es muy convincente, aunque le faltan los colmillos frontales. Es irónico el hecho de que, al cabo de laboriosas sesiones de maquillaje para lograr su impresionante semejanza con Nosferatu, el director del vampiro venido a histrión espetara: "¡Nada de maquillaje!"

La diva entra en pánico al observar que el monstruoso personaje no tiene reflejo en el espejo, cuando en la película clásica es quizás el único error, pues su reflejo aparece al morir.

Algunas escenas son exageradamente oscuras y carecen a ratos de nitidez, quizá porque aumentaron el tamaño de la imagen en post-producción. Los cambios del color al blanco y negro tienen una transición tan elegante y sutil como la belleza de la secuencia inicial para los créditos (demasiado larga para una película de hora y media). Hay esporádicas y breves escenas de la cinta clásica.

Por lo demás, es interesante saber cómo surgía una gran película en la época del cine mudo, en este caso durante los años veinte.

Como es sabido (un siglo de culto a la cumbre insuperable del horror vampírico no es cualquier cosa), para rodar Nosferatu, el equipo de producción viajó a cada uno de los países en donde tiene lugar la historia, despropósito financiero que, una vez negados los derechos literarios, causó la bancarrota de los estudios.

Quizá Murnau en efecto, más que excéntrico, era un loco, y su locura era de una especie hoy extinta, sobre todo en Joligud, y los vampiros pasaron a la historia desde que los exterminó Blade. Que en paz descansen, pues, unos y otros.
Iván Rincón Espríu
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19 de febrero de 2011
3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La idea de ver juntos a dos grandes actores como John Malkovich y Willem Dafoe era más que atractiva, y el hecho de que la película narre un momento clave en la historia del cine como el rodaje de la obra maestra Nosferatu, fue lo que me indujo a ver esta cinta. Pero mi decepción fue en aumento a medida que trancurrían los minutos de metraje. Y no es una película histórica como la venden, sino que se aprovecha de peronajes reales para crear una inverosímil pseudohistoria, algo totalmente inventado de la nada, sin ningún tipo de fundamento. Lo más penoso del film es el final, que remata todo una hora de sinsentido. La película hubiera sido interesante si hubiese narrado el rodaje de Nosferatu centrándose en la verdadera y extraña personalidad de Max Schreck, sin entrar en tonterías vampíricas y asesinatos. En fin, un desperdicio absoluto de dos grandes talentos del cine contemporáneo.
Randall
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