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Interiores

Drama Eve, una mujer que ha sido abandonada por su marido, se reúne con sus tres hijas para tratar de afrontar la situación. Ella se encuentra en un momento crítico, pero sus hijas también tienen sus propios problemas, algunos de ellos derivados del poco cariño que han recibido de su madre. Las emociones se desbordan cuando el marido se presenta en la casa familiar acompañado de la mujer con la que quiere casarse. (FILMAFFINITY)
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Críticas 51
Críticas ordenadas por utilidad
6 de mayo de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Alguna vez alguien no se ha quedado mirando por la ventana, sin ver el paisaje de fuera?
Es curiosa la influencia que muchas veces ejerce sobre nosotros el simple transcurrir de la vida al otro lado del cristal, como una manera sencilla de dejar reposar la vista y centrarse en la mente. Nada puede interrumpirnos siendo espectadores, por una vez, de esa obra que llamamos vida.
Y lo cierto es que, por muchos años que pasen, siempre miraremos por el cristal, quizá recordando esos mismos años, sintiendo su peso sobre los que nos quedan.

'Interiores' se ambienta en lo que se podría llamar un cruce de caminos vital. El de tres hermanas que se buscan a si mismas en el seno familiar, y que por una vez deberán volar sin unos padres que ya no se ven obligados a representar la farsa de un matrimonio sin amor.
Es precisamente por eso por lo que el título no es casualidad, y gana en simbolismo: sí, los lugares comunes son unos interiores en penumbra, desde los que las más de las veces decidimos y dudamos, con el recordatorio constante de que el mundo sigue fuera, inmenso y ajeno a nuestras divagaciones. No hay tiempo para encender todas las luces, en sitios en los que vamos a estar tan poco.
Y seguimos mirando afuera, a un esplendor pasado, con la impresión de que nunca dejaremos de hacerlo sin poder volver a él.

Arthur, padre de las tres hermanas, toma una decisión (justo después de mirar por la ventana), y decide que quiere ser feliz. Ha cumplido su función como padre, criando a mujeres que empiezan a despertar a la realidad, pero él ya no quiere seguir viviendo con Eve, una mujer de carácter maniático y sumiso por la que es imposible no sentir pena.
El hogar familiar se rompe y ya no existe: el ideal que las tres hermanas daban por sentado desaparece, pasando a depender de segundos y terceros, novios o aprobación social que serán los siguientes responsables de su equilibrio emocional. De alguna manera, nunca podemos estar solos, siempre tenemos que estar rodeados de gente, enlazados en las decisiones que toman con nosotros, o a veces a nuestras espaldas.

El dilema de Renata, Joey y Flyn es precisamente ese, el no saber hasta que punto su felicidad depende de que las dos personas que les han criado vuelvan a estar juntos, como si eso significara que el mundo volverá a tener algún tipo de sentido. Justo ese mundo, ese exterior, que a Renata se le aparece inalcanzable visto a través de una ventana.
Porque fuera están las metas futuras, que siempre aparecen cuando se piensa en ellas, pero no es tan fácil dejar atrás las reservas para afrontarlas: cada una de las hermanas permanece prisionera de sus propias frustraciones, porque ahora se antojan carentes de sentido, algo lógico cuando sus modelos de vida han dejado de serlo. Renata es incapaz de escribir como hace diez años, mientras que Joey se conformaría con escribir algo parecido a lo que hizo hace diez años. Flyn, por su parte, permanece sumida en producciones baratas para televisión, quizá cómoda con esa coartada de huida que tiene en cualquier rodaje.
Su madre Eve es probablemente la más incapaz de todas ellas, todavía viviendo ante una posibilidad que ya no existe, recordándonos la cantidad de personas que se niegan a mirar cualquier ventana porque saben que no van a encontrar nada satisfactorio. Como ella misma dice, se mantiene ocupada, mientras fantasea con la posibilidad de volver a desenterrar el hogar familiar, y busca la aprobación que ella misma no se da.

Por ello es irónico que sea el padre quién tenga que enseñarlas cómo ser feliz: simplemente, siéndolo.
Al contrario que ellas, él se desprende de todas las opiniones subjetivas y ajenas, decidiendo empezar una nueva vida con otra persona, dejando de mirar el recuerdo deformante de la ventana. Lo cierto es que se le podría llamar cruel o desconsiderado, pero se nos puede olvidar que muchas veces la primera víctima del amor desinteresado eres tú.
Nada, ni el recuerdo amargo de una madre que no creyó en ti, ni el claro favoritismo entre hermanas que nunca te dirigió nadie, puede ocultar el hecho de que los padres son tan merecedores de lástima como de apoyo. Tan humanos como todos los miembros de una misma familia.

Es revelador ese momento en el que Renata decide quedarse un poco más en la playa.
Un exterior que, por fin, empieza a cobrar sentido cuando sabemos que se ha tomado un camino, aunque no nos guste del todo.

Sin duda, podemos añorar aquella casa de la playa, con el recuerdo de familia que tiene unido.
Aunque eso no era lo importante: le concedemos demasiado valor a los lugares aferrándonos a la imagen de las personas que pasaban por ellos, sin darnos cuenta de que esas personas cambian, igual que lo hacemos nosotros.
Siempre podremos seguir mirando por la ventana, en busca de un pasado que se nos acabó. Pero puede que, algún día, veamos el azul del mar sin buscarnos a nosotros mismos.
Porque ya nos habremos encontrado.
Charles
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21 de abril de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta recurrente, y también inevitable, referirse a Bergman a la hora de hablar sobre 'Interiors', donde Woody Allen trata de emular/homenajear a uno de sus más admirados mentores. El cineasta neoyorquino, sin embargo, no está tan interesado como el sueco en ese aura espiritual que emana de las películas de este último, sino en los conflictos más mundanos, pero no menos importantes, de los protagonistas. Acierta el de Brooklyn en la construcción de los personajes y se destapa como un gran director de actrices –como su maestro–, si bien es cierto que la problemática del reparto, una familia desestructurada y acomodada a partes iguales, puede mostrarse banal. Esto último está compensado, no obstante, por el cariño con el que el propio Allen desarrolla esas situaciones, su psicología, y por la compasión que desprenden las Keaton, Hurt y Page, con las que resulta imposible no mostrarse empático.

El peso de la otra mitad de la cinta recae en la excelente fotografía de Gordon Willis, maestro de lo oscuro, que se empeña en reflejar el mundo interior de los personajes a base de tonos fríos y pálidos y en espacios austeros y rectilíneos, reflejo del vacío existencial de todos ellos. No hay concesiones, la puesta en escena es rígida y teatral, y el único contrapunto lo pone Maureen Stapleton, una madrastra buena, que luce ropas de colores muy vivos y que, pese a no ser tan culta como el resto, solo ella parece no vagar como un fantasma por la pantalla.

Desconozco si Allen se propuso demostrar al mundo con este trabajo que era capaz de dirigir un filme que es simplemente un drama, alejado ya de sus orígenes, en los que predominaba el humor y una forma de hacer comedia muy particular. Lo consiguió con creces en su octavo largometraje, un ejercicio de precocidad y madurez donde fondo y forma se funden en perfecto equilibrio.
Jorge Pardo
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15 de noviembre de 2008
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De la incapacidad de una perfeccionista decoradora de interiores para convivir pacíficamente con los seres humanos, aceptando sus defectos, se derivan todos los conflictos emocionales a los que su familia ha de enfrentarse.
La historia de una mujer que intenta dominar aquello que no se puede mantener bajo control y que termina, como consecuencia de ello, desquiciada.
Interesante exploración por las profundidades humanas que no tiene desperdicio y que los actores saben entender y abordar con perfección.
woodytina
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11 de octubre de 2011
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El propio Allen lo ha dicho: no se trata de que homenajee a Bergman es que intento copiarlo. Si en películas anteriores se permitía parodiar ciertos símbolos del sueco, como esa muerte que viene de repente a llevarse a algún personajes, en esta se suelta el pelo y zas, se pone a filmar una peli de Ingmar. Y le sale bien. A mí al menos así me lo parece, y me gusta Bergman. ¿Qué me dicen de la actriz que hace de Eve? ¿No es bergmaniana hasta los tuétanos? Y todas esas conversaciones tan pachorras sobre los sentimientos, sobre la vida, sobre la creación... Me recuerdan algunas a "Secretos de un matrimonio" (un portentoso film), cuando él le dice a Liv Ullmann que la deja y ella le ayuda a hacer la maleta y tal. Todo muy sueco y civilizado. Luego están las tres hermanitas: Renata, la más madura; la de las gafitas, tan obsesionada por el sentido de su vida; la actriz, más frívola y mundana (más desdibujada también en el guión, lo mismo que el marido de la anterior). Todo un amasijo de pasiones y sufrimiento de personajes que no tienen otras preocupaciones más urgentes. Pero eso es una constante en el cine de Allen. Me gusta mucho el personaje de Pearl, la exuberante mujer que irrumpe como un elefante en la cacharrería de tonos perfectos y milimétricos que la obsesiva Eve lleva toda la vida perfeccionando hasta la náusea. Se mantiene en toda la acción una metáfora en esos interiores grises y contenidos frente a la vida que irrumpe de pronto, con la fuerza desbocada de esas olas que al final hacen de Eve una Alfonsina Storni. Quedan por comentar los personajes masculinos. El padre, un señor que decide vivir lo que le queda con alegría y sin darle tantas vueltas. El marido de Renata, con su complejo de inferioridad a cuestas. Las mujeres, otra constante en Allen, dan más de sí y llevan la batuta de la historia. Y, ¿qué decir de esa fotografía tan aficaz, tan cuidada sin caer en lo relamido?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Fuman2
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7 de abril de 2012
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Película intensa emocionalmente, llena de diálogos, depresión, recriminaciones y dudas. El padre quiere tomarse un descanso, separarse por un tiempo, la madre se angustia, entra en un estado de tristeza enorme, su vida perfecta lo dejará de ser.

Recurre al consejo de sus hijas, entre la negatividad de una, lo positivo de otra, cada una con su forma de ser y más importante aún, con sus problemas. Desde pleitos con sus respectivas parejas, dudas laborales, dificultades entre ellas, envidias.

Ninguna pareciera estar en la posición correcta para intentar alentar a su madre. Todo la situación empeora cuando conocen a la nueva pareja de su padre, una mujer tan excéntrica como interesante, totalmente diferente a su madre, viajera y alocada.

Allen consigue con este film una obra pesada e inquietante, entre tanto dialogo, tantas situaciones, tantas experiencias presentes y pasadas, un estudio sobre el riesgo de la soledad (que la madre siente o pronostica sentir) a edad avanzada. Con un clímax formidable y turbio en una playa.
10P24H
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