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El desprecio

Drama Paul Javal (Michel Piccoli), un dramaturgo francés, acepta reescribir algunas escenas para "La Odisea", una película que se va a rodar en Capri bajo la dirección del renombrado director alemán Fritz Lang (Fritz Lang). En un primer encuentro con el productor norteamericano, el arrogante Prokosch (Jack Palance), el escritor deja que su mujer, la bella Camille (Brigitte Bardot), se vaya en el coche con el productor a la finca de éste. Este ... [+]
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Críticas 60
Críticas ordenadas por utilidad
29 de diciembre de 2012
13 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de haber visto muchas películas de Godard he llegado a la conclusión que este señor se equivocó en el momento de elegir que tipo de cine hacer, el señor Godard tiene el talento de Tinto Brass, es muy bueno mostrando la belleza femenina, es realmente bueno mostrándonos el erotismo. Pero es un cineasta muy malo al momento de contarnos una historia, al momento de darle alma a sus personajes, lo que hacen o dejan de hacer sus personajes me dejan de importar a la mitad de la película, todo lo que cuentan me da lo mismo, el señor Godard consigue aburrirme e irritarme. He leído varias críticas y en algunas de ellas se refieren que esta película es moderna, vanguardista, un nuevo cine, yo no logro entender estos conceptos y al momento de ver cine busco sensaciones perdurables, llorar, reír, no busco estupideces pseudolíricas, incomprensibles pajas mentales.
Cero por la boca
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20 de marzo de 2013
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿ves mis créditos? ¿piensas que son bonitos? -Sí, mucho. ¿Te gustan mis personajes? -Sí. Y, mis diálogos, ¿también? -Realmente me gustan mucho tus diálogos. ¿Y mi trama? -Tu trama, también. Mira mi fotografía, ¿la ves? -Sí. ¿Te gusta? -Mucho. ¿Y mi música? -Realmente, me gusta, sí. ¿Qué prefieres, mi música o mi estilo decadente? -No sé, me gustan igual. ¿Te gustan mis planos-secuencia?, ¿y mis escenarios? -Sí, me gustan. ¿Y mis metáforas? ¿mi principio, mi final? -Sí, todo.

Entonces, tu me amas totalmente.
Pues mira, no. Te amo tiernamente y trágicamente, pero totalmente no: te falta algo.
mai
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18 de septiembre de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Retrato magistral de los sentimientos conyugales inmersos en crisis, adaptado de la novela homónima del escritor Alberto Moravia. Le mépris es una reflexión sobre el amor, el sexo, el dinero, la literatura, todo en torno a la realización cinematográfica. La principal clave puede producirse en el momento que se produce el cambio en los sentimientos del personaje Camille. Muestra una evolución de sus sentimientos hacia su pareja pasando por una fase en la que el amor cede, aparece la indiferencia hasta llegar al desprecio. El posicionamiento de Paul es mucho más transparente y simple a primera vista, la evolución narrativa del argumento está determinada por la búsqueda del motivo de tal desprecio. La relación que se establece entre los personajes y los hechos que acontecen son como los de una tragedia griega. Esa idea se construye y desarrolla durante toda la película de forma muy marcada. El claro paralelismo de Ulises, Penélope y Poseidón con Paul, Camille y Prokosch está desarrollado de una forma sencilla aunque compleja de realizar, sobre todo para plasmar la relación conyugal, el amor y las tragicas circunstancias que deben determinarse contra el mundo. La aparición de Fritz Lang interpretándose a si mismo es una culminación del homenaje que durante toda la película muestra Godard, muchas referencias y menciones sobre cine hacia una época pasada que en la actualidad poco a poco se olvida, incluso se desprecia. El papel de Jack Palance interpretando al productor americano Jeremy Prokosch es muy interesante, sobre todo por esa relación que se establece con la evolución de la industria cinematográfica. Se construye la idea de como la industria americana engulle y moldea a su gusto el mundo del cine, comercializar el arte.
En esta película se experimenta y trabaja la estética de forma exagerada, consiguiendo una combinación de colores, luces y encuadres, simples de relacionar, pero con tanta complejidad y determinación que hasta da miedo. Dar importancia a una serie de imágenes o tratamiento de secuencias, es la batalla del creador con los productores, elecciones por encima de otras que serían más llamativas, que ayudarían a recaudar más, pero por encima de eso está la necesidad de expresarse y avanzar experimentando. Es otro paralelismo de la película, en este caso, con el propio Godard y sus reflexiones sobre el cine y el arte; se pueden ignorar o prestar atención, cada persona es libre de tomar una determinación. La banda sonora dispone de una melodía tan sencilla pero con tanta intensidad que cada vez que la escuchas y relacionas con los sentimientos de los personajes, es imposible no sentir emoción recorriendo tu cuerpo. Al final de la película descubres que a pesar de parecer algo sencillo, dispone de una capacidad destructiva muy elevada, puede que haya quien la encuentre aburrida, incluso tediosa. La verdad es que hay que dejarse llevar, pues está película es muy sensitiva, estimulante y con mucho más trasfondo del que parece.
Orlok
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31 de diciembre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hubiera que buscar un texto que nos sirva para comprender las particularidades del oficio de guionista, precisamente en estos días en que los guionistas de Hollywood acaban de levantar una huelga que paralizó durante tres meses la industria del espectáculo en Estados Unidos, ese texto es El desprecio. Novela fundamental en la obra de Alberto Moravia, narra con maestría el fin de la relación conyugal entre Emilia, una simple dactilógrafa, y Ricardo, un dramaturgo devenido en crítico de cine, buceando sobre todo en los aspectos psicológicos de la pareja. Paradójicamente, este proceso comienza cuando Ricardo decide aceptar la oferta de Battista, un poderoso productor cinematográfico, para realizar el guión de un ambicioso filme basado en La Odisea. Las distintas interpretaciones–por parte del guionista, del productor y del director- del texto y por ende de cómo debe llevarse a cabo la adaptación plantean una profunda reflexión en torno a las distintas concepciones del cine y a la relación entre el cine y la literatura.
La versión fílmica de Jean-Luc Godard se aleja de películas anteriores como Sin aliento (1959) y Vivir su vida (1962) e inaugura una nueva etapa de experimentación y cambio constante que perdura hasta hoy. Si el planteo de Moravia supone un desafío para aquellos que desean llevar un texto literario al cine, Godard lo acepta y redobla la apuesta, asume la historia como propia y la carga de sensualidad y erotismo (tarea nada difícil si entre los actores a dirigir se encuentra Brigitte Bardot en su momento de mayor esplendor). El director, además, se encarga de homenajear a Fritz Lang –que en la película hace el papel de sí mismo- , gesto que constituye, por un lado, la aceptación en torno a las reflexiones que plantea el texto y, por otro, la proclamación, más allá de las afinidades estéticas entre él y el escritor italiano, de sus principios éticos con respecto al cine. Tal vez sea por eso que Michel Piccoli –el protagonista de la película- declara en el número 632 de Cahiers du Cinema que El desprecio es una obra completamente autobiográfica de Godard, autobiográfica de ese momento de su vida: un momento de dolor, de cuestionamiento de sí mismo frente al amor, a la literatura, al cine, al dinero.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Letraceluloide
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7 de octubre de 2012
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La presente historia pretende explicar cómo, mientras yo seguí amándola y no juzgándola, Ella, por el contrario, descubrió o creyó descubrir algunos defectos en mí y me juzgó y dejó, en consecuencia, de amarme.”

El que no se haya sentido defraudado hasta la médula por alguien a quien quiere, quizá no entienda esta película. Porque es, como bien dice el título, justamente desprecio. No es enfado, que se puede pasar. Es sencillamente que se derrumba el concepto que tienes sobre alguien. El desprecio no pasa como pasa un enfado. Cuando desprecias no puedes ni mirar a los ojos, ni pedir explicaciones, ni dar motivos. Ya puedes haber compartido una vida con una persona, que tras la decepción, no puedes ni compartir la soledad. Además, aunque intentes comprender u olvidar, ocurre como con el culo de la historia:

"Un día fue a Baghdad para comprar una alfombra voladora. Encontró una muy bonita, y a buen precio. Así que se sentó, pero no volaba. El vendedor dijo: "No es de extrañar, si quieres que vuele, no debes pensar en un culo". Así que Martin dijo: "Vale, no pensaré en un culo". Pero automáticamente pensó en uno, y la alfombra no voló".

Y es que, como dice el poema, se avanza a tientas… “a tientas hasta que una noche
se queda uno sin cómplices ni tacto y a ciegas otra vez y para siempre se introduce en un túnel o destino que no se sabe dónde acaba”.
Ari
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