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Los viajes de Sullivan

Aventuras. Comedia Obsesionado con la idea de rodar una película sobre la miseria y el sufrimiento, el director de cine John L. Sullivan convence a los ejecutivos del estudio para que le permitan recorrer el país disfrazado de vagabundo antes de empezar a rodar. Después de trabajar como peón para una viuda que espera de él algo más que cortar leña, huye de su casa, pero el camión que lo recoge lo lleva de vuelta a Hollywood. Sintiéndose completamente ... [+]
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Críticas 49
Críticas ordenadas por utilidad
22 de mayo de 2011
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gustaría empezar diciendo que Preston Sturges era hijo de una familia rica americana,que era empresario,inventor y le debió de dar por el cine por hacer algo mas en su vida. Aclarando este apartado,empezamos.

Creo que es una película que te puede hacer reír, llorar, y emocionar. Pero si nos ponemos cínicos,también es la película de un tío que conocía muy bien el mundo del que habla (la gente rica) y expone a los desheredaros (que aparecen en sus tres sectores mas relevantes:pobres,presidarios y negros) desde el punto de vista de una persona impresionado, informado y condescendiente para con ellos (hablo de Preston Sturges).Luego combina en un gozoso blanco y negro (como solo se hacia en esa época) todo tipo de lenguaje cinematográfica,la comedia muda(la persecución),la comedia de enredo(los diálogos entre los productores),el drama ,como es el momento de la agresión del desheredado ambicioso,o cuando se supone que ha muerto Sullivan,o incluso Veronica Lake en su personaje es dramático (una joven que ve roto su sueño al fracasar en Hollywood),tiene momentos de un realismo social apabullante,todo adornado con un cinismo que solo un pensador con tiempo (solamente los ricos tienen tiempo de intelectualizar la pobreza)puede hacer.
Todo esto lo adereza con una música emocionante,melancólica y utilizada continuamente en cantidad de escenas y momentos,para realzar la situación;el instante que Veronica Lake y John Mcrae conviven con los desheredados,y sin decirse una sola palabra van ocurriendo situaciones,acompañado de la música,con subidas o bajadas en la melodía según la situación,me parecen de un gusto cinematográfico sencillamente magistral.

Por todo esto,y por cantidad de detalles,como que los dejen en la estación del tren donde los pobres se suben,con un Rols Royce aparcando a un centímetro de una cabra,o la cantidad de primeros planos de los mayordomos,o la situación de la piscina,etc,etc,etc.,por tanta cantidad de cosas,detalles y saber cinematográfico que tiene esta película,es justo decir que es una autentica Obra Maestra.

Y el final,aunque suene a moralina para quien no conoce la historia de un tío como Preston Sturges,en verdad es el final que solo un cínico rico podía dar a su película,porque para eso se encapricho con el cine.¡Que grande eras Preston!.
Toninowilde
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29 de diciembre de 2009
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante vuelta de tuerca a las típicas películas de conciencia social como las que hacía Capra en la época (al cual se hace referencia, incluso de forma explícita, en más de un momento).

El punto de partida que plantea el guionista y director Preston Sturges es irresistible: un exitoso director de comedias que de repente decide hacer dramas realistas más cercanos al público y que para ello se disfraza de vagabundo dispuesto a ponerse en contacto con la gente humilde. Y ciertamente el inicio hace prometer algo grande: ingeniosos diálogos escupidos a toda velocidad, críticas al Hollywood de la época (esos productores que quieren hacer una campaña publicitaria con su honesta idea) e incluso un pequeño homenaje a las persecuciones típicas del slapstick. No me partí de risa como con otros clásicos de la época pero estaba disfrutando mucho convencido de que veía algo grande.

Sin embargo, llegó un punto en que tuve la sensación de que Sturges se empezaba a perder y por desgracia se confirmó así. Los gags fueron perdiendo fuerza (a medida que decaen los gags, aumenta el número de personas que caen en la piscina del protagonista) y la parte más seria, despachada con excesiva rapidez, ni siquiera consiguió conmoverme excesivamente.
Y pese a que la conclusión final me encanta como reivindicación a la comedia, no es demasiado sorprendente porque se iba insinuando a lo largo del metraje.

En cuanto al reparto, Joel McCrea hace un gran esfuerzo por tirar adelante la película y aunque no era uno de los mejores actores de su época, hace un buen trabajo. En cambio el personaje de Veronica Lake no aporta nada a la historia (aparte de su indiscutible belleza), ni siquiera una interpretación destacable.

Eso no quita que el film siga siendo un gran entretenimiento, que la historia sea tremendamente original y que haya muy buenas ideas. Pero me queda esa sensación de que es una película que aporta menos de lo que prometía su maravillosa premisa inicial.
Monsieur Hulot
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3 de enero de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de la media docena de películas (para algunos la mejor) que en apenas cuatro años fijaron a Sturges en la posteridad del celuloide. Casi los mismos años, del 40 al 44 en que también lo hizo el icono sensual (a pesar de sus 1.51 de estatura) la malograda Verónica Lake, que acapara la publicidad de esta cinta eclipsando mediaticamente a su partenaire y protagonista Joel McCrea, antes de que este pocos años después sacara abono de por vida para los westerns.
"Tutti frutti" de generos, la cinta arranca de manera espectacular "in media res", para dejarnos claro que la cosa va sobre el cine y su papel en la sociedad como espejo de la realidad social o como válvula de escape para soportar dicha realidad. Sturges, hace declaración de intenciones y habla en el prólogo de un homenaje a todos los cómicos con una coda final que reivindica el papel catártico e igualador de la risa en la especie humana.
Los diferentes estilos de comedia salen a la luz en escenas más o menos afortunadas y algunas veces encajadas con calzador. El ritmo es notable, lo diálogos brillantes y vertiginosos sobre todo en su primera mitad y el giro argumental llega en el momento preciso. No se olvida Sturges de plasmar la brutal diferencia de clases de la época (nada a cambiado) así como el terrible y discriminatorio sistema judicial y penal en unos USA que presumían y presumen de democracia y libertades.
Otra cosa es la intencionalidad que pudiera tener Sturges sobre ese lado oscuro y su ausencia de crítica explicita y soluciones basadas en la limosna y la caridad. Cuando Sullivan reparte billetes de 5 dolares entre los mendigos es el espectador quien debe decidir si el director esta sacando a la luz la actitud paternalista de los más favorecidos o frivolizando sobre el problema.
El reparto de protagonistas y secundarios cumple a la perfección con sus roles y la fotografía de John F. Seitz se luce en muchos momentos, sin que los fallos del poco creíble guión lastren el buen resultado final.
ELZIETE
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22 de febrero de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Preston Sturges riza el rizo ya que no sólo nos ofrece una comedia que reflexiona sobre el mismo género al que pertenece, sino que hace avanzar el argumento rindiendo homenaje a distintos tipos de comedia, por lo que asistimos a escenas con intercambios de diálogos frenéticos y chispeantes, a persecuciones alocadas, situaciones equívocas y ridículas, momentos sofisticados y de frases de dobles intenciones, caídas y golpes, y un montón de secuencias ingeniosas.

Y todo porque Sturges, y su alter ego John Sullivan, creen que los directores de comedia, a pesar de haber conseguido éxitos y poder presumir de ser autores de películas que gustan y entretienen, no se les otorga el prestigio que merecen. Eso les conduce a embarcarse en la alocada aventura de sentir en primera persona la miseria y tristeza de la humanidad, para plasmarla después en un película dramática que eleve su figura artística. Piensan que así tendrán algún tipo de revelación espiritual que luego les haga poder plasmar en imágenes lo que han vivido.

Los momentos divertidos se suceden mientras Sullivan avanza en su absurdo aprendizaje sobre el sufrimiento ajeno, pero poco a poco la realidad en la que se sumerge lo va atrapando, y así, llega un momento en que la situación ya no tiene ninguna gracia. Se ve atrapado en la desdicha que le ha proporcionado su propio laberinto, sin saber ahora cómo salir de él. Tanta ansia por percibir la miseria y la desgracia lo ha engullido y ahora prueba en sus propias carnes lo que se siente cuando se está metido en el pozo de la preocupación, y su lujosa mansión parece un lugar imaginario que igual nunca existió.

Llegado ese momento parece que tanto Sturges como Sullivan se han metido en un callejón sin salida, que han frivolizado sobre la condición cómica y les ha caído un melodrama encima, pero entonces entendemos que todo ha ido encaminado conscientemente a la escena crucial, sublime, en la que Sullivan percibe con sus propios ojos, y nosotros como testigos, al milagro de la comedia y su significado vital: hasta la persona más triste y desdichada siente un momentáneo alivio en forma de sonrisa o carcajada cuando la pantalla que tiene delante le muestra una escena cómica. El mismo Sullivan, rodeado de hombres que parecen haber tocado fondo, no podrá evitar alternar los gestos de asombro con las ruidosas carcajadas mientras mira a su alrededor intentado asimilar toda la magnitud del momento. Es una escena mágica, reveladora, que da sentido a todo lo que hemos visto.

La comedia nos hace felices, nos hace olvidar por un momento los malos ratos, los problemas de la vida; reír es gratificante, un regalo, y a quien nos hace reír, le estamos agradecido y le admiramos. Por eso sentimos predilección por cineastas como Chaplin, Buster Keaton, Capra, Lubitsch, Wilder, Blake Edwards, y por supuesto, Preston Struges, que dedicó su carrera a la comedia y con esta "Los viajes de Sullivan" dejó un manifiesto cinematográfico sobre el género, lleno de cariño y respeto.
Orson_
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8 de marzo de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
42/12(13/02/18) Sugerente clásico de la comedia, en una obra escrita y dirigida por Preston Sturges (en su cuarto largometraje) que hace mirarse el ombligo al Hollywood condescendiente, una sátira sobre un exitoso director de comedias (John L. Sullivan encarnado por un meritorio Joel McRea), que anhela realizar un drama socialmente relevante. La película se abre con una dedicatoria: Para la memoria de aquellos que nos hicieron reír: los charlatanes, los payasos, los bufones, en todos los tiempos y en todas las naciones, cuyos esfuerzos han aliviado un poco nuestra carga, esta película está cariñosamente dedicada”. Toda una declaración de intenciones sobre su sentido mensaje enarbolando la bandera del humor como mejor terapia contra el sufrimiento. Es una parodia sobre como el Hollywood del momento retrataba paternalmente la pobreza surgida sobre todo de la Gran Depresión y de la DustBowl, en la que Preston desarrolla un relato rebosante de cinismo y mordacidad, queriendo plasmar una dualidad genérica en su cinta, por un lado la comedia pura y dura, con gags delirantes, y por otro la denuncia social de la miseria incrustada en la sociedad USA, la que reside en el patio traseros de las grandes ciudades, pues a mi modesto entender esta convergencia ha quedado un tanto envejecida por el modo un tanto arrogante y indulgente en que se mira la indigencia, cayendo en aquello que se critica, esto se hace patente en su tramo final cuando choca de bruces con el discurso lacrimógeno-indulgente que ataca.

El realizador y guionista crea un ejercicio de cine dentro del cine (desde el principio asistimos a una pelea en un tren y de pronto aparece “The End”, y vemos es una proyección de cine): asimismo se nombra para bien a Frank Capra y Ernst Lubitsch, y pone su foco en Sullivan, epítome del Hollywood de ese tiempo, desde la cima de la riqueza que atesora el director ficticio se pone profundo y cual turista de la pobreza, decide darse un paseo por el arroyo de las miserias para intentar olerla, siempre yendo y viniendo a su mansión de lujo, con sus mayordomos, con su enorme piscina, y por supuesto viajando en Rolls Royce o caravana grandiosa, siempre con red de seguridad.

La cinta mezcla con tino diferentes tipos de humor, desde el slapstick, frases y diálogos ingeniosos, gestual, el reírse de uno mismo cuando hace burlas del Hollywood esnobista, hace bufa de la institución del matrimonio (el de conveniencia del director), pero no encaja bien con la denuncia social (el abordaje de un tren en marcha por parte de una multitud de vagabundos), contra los marginados, no encaja con impostado drama carcelario (el aislamiento del preso Sullivan), y me sobra la comedia romántica, parche innecesario y prescindible, no me creo a ese bellezón queriendo hacer de vagabunda.

Cinta partida en tres viajes: En el primero se concentra lo mejor del relato, momentos jocosos y entusiastas, con pantagruélica caravana siguiendo a velocidad de caracol a un “vagabundo”, ese trepidante intento de dejar atrás el “vagabundo” a la caravana subiéndose de copiloto en un auto casero (tiene el cuentakilómetros pintado a tiza) con un niño que corre el coche cual avión, saltando, girando, campo a través, donde la caravana con su tripulación sufre los rigores cual terremoto, delirante (Eastwood la homenajeó en su film “Un mundo perfecto”,1993); El “inquietante” encuentro del “vagabundo” con dos lascivas solteronas que lo meten a trabajar, terminan encerrándolo para no escape (mención merece el retrato del fallecido hombre de la casa, cambiando el gesto según la situación, esto tantas veces plagiado), este primer tramo en la calle lleva al encuentro (metido con calzador) con Veronica Lake en una cafetería, finaliza cual secuencia slapstick del mudo en la piscina de la mansión Sullivan, con el mayordomo Burroughs, el ayudante de cámara (Eric Blore), la Lake y el propio Sullivan zambulléndose en la piscina; Con el segundo viaje el relato da un giro melodramático la hace víctima de lo que critica, el turismo a la pobreza (paseando por barrios de chabolas, comiendo en comedores de beneficencia, lavándose en barreños, con hambre buscando alimentos de cubos de basura, durmiendo apilados en albergues, con picores de pulgas,…), ello como efecto revitalizador por ver que hay gente que está muy mal y debemos valorar lo que tenemos (puaj!). Sturges se pega un tiro en el pie, pues escomo si tuviera olvido y no se acordara por donde iba la cinta en el primer viaje, cae en lo trágico facilón, un montaje silencioso que ansía removernos las entrañas, lo que hace (por lo menos a mí) es desconcertarme, anulando el humor para hundirse en el fresco social trágico en el que la sátira se difumina; Y en el tercer viaje se entra en una película radicalmente diferente a todo lo visto hasta entonces, ya no se habla de los vagabundos, entramos en un drama carcelario puro y duro, muy bien rodado, muy expuesta la crueldad y deshumanización a los que sometidos los reos, en un tramo del que seguro han bebido cintas como “La leyenda del indomable” (1967), “Papillon” (1973), o “Brubaker” (1980), pero en conjunto con el metraje anterior es estridente, en su favor contiene el tramo más profundo e incisivo del film (spoiler), el que da sentido al film.

Cuando entra en el drama social trivializa de un modo buenista la pobreza, no se entra en las causas de la misma, no se intenta dar una salida, no se critica el sistema, se quiere abordar como algo con lo que hay que convivir, y si ves algún pobre le das una limosna y quedas aliviado, es un viaje a las cloacas de la sociedad, travesía embestida de una bonhomía demasiado ambigua, debería haber seguido la senda del primer viaje.

Puesta en escena excelente como elemento para transmitir el estado de ánimo necesario en cada momento, dirección artística notable de Hans Dreier (“Sunset Boulevard”), y A. Earl Hedrick (“Días sin huella”),… (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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