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Mi tío

Comedia El señor Hulot (Jacques Tati) no tiene trabajo, ocupándose de llevar a su sobrino Gérard (Alain Becourt) a la escuela y traerlo después a la ultramoderna casa de su hermana (Adrienne Servantie), casada con el señor Arpel (Jean-Pierre Zola), quien intenta ocupar a su cuñado en la empresa de fabricación de tubos de plástico en la que trabaja. (FILMAFFINITY)
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Críticas 53
Críticas ordenadas por utilidad
2 de noviembre de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El señor Hulot (Jacques Tati) es un hombre bohemio que vive en la buhardilla de un modesto edificio del París popular. Su única actividad consiste en llevar a su sobrino Gérard (Alain Becourt) a la escuela y recogerlo a la salida. Luego de un paseo con él lo devuelve al hogar de su madre, su burguesa y elegante hermana (Adrienne Servantie), que vive tan ricamente en un chalet ultramoderno lleno de aparatos e inventos de todo tipo. O sea, hermana casada con el señor Arpel (Jean-Pierre Zola), quien por todos los medios intenta reconvertir a su cuñado a una vida rutinaria y convencional como empleado en la fábrica de tubos de plástico que gestiona.

Esta película de Tati es, de todas las suyas, de la que guardo un genuino recuerdo infantil… y posteriormente adulto, claro. De la primera vez que la vi con mi madre, sería en un reestreno, tengo el nítido recuerdo de aquel hombre alto, delgado, desgarbado, con su gabardina, que me hacía gracia; el sobrino haciendo trastadas para comer frituras; y más. Tal vez deseara un tío como Tati, pues los tíos de entonces eran muy besucones y petardos. Luego he vuelto a ver esta película varias veces más, y sigo encontrándola actual y deliciosa.

El director Jacques Tati (un hombre con “alma de niño”) consigue crear un film auténticamente encantador con esta obra cargada de humor, de crítica, pero también de inocencia. Mensajes para una sociedad que persigue el confort a toda costa, la rutinización de los ciudadanos, que éstos sean convencionales, sujetos al uso, que se conviertan en buenos burgueses, gente de pro y que consuman cuanto más mejor.

También, muy importante, Tati hace en esta película, de manera equivalente, no igual, al modo de Chaplin en Tiempos modernos (1936), una sátira a la industrialización y el mecanicismo feroz, en aras de un mundo más humano, con gentes más sencillas y sin tanto artefacto ni aparato. Y por supuesto, un mundo que no sea tan aséptico con los niños. De hecho, “Mi tío” es un cántico al “buen tío”, ese que te lleva al campo, que gasta bromas a los viandantes con el sobrino de la mano, que monta en ciclomotor, come buñuelos grasientos, etc.

El guión es absolutamente afectuoso, fruto del propio Tati junto a Jacques Lagrange y Jean L'Hôte. Es un libreto sencillamente fascinante y lleno de poesía y humor; en él se acumulan los gags, preeminencia del plano fijo, planos plagados de personajes y de objetos idóneos para la comicidad; el señor Hulot centra la trama, pero el resto de personajes y objetos gozan de la misma situación cómica.

Estupenda y alegre la música de Franck Barcellini y Alain Romans, una música rítmica y pegadiza que se queda en la memoria del que la escucha para siempre. También es excelente una fotografía limpia y clara para no perder detalle, de Jean Bourgoin.

El reparto es ante todo Jacques Tati con su peculiar estilo, su manera de andar, su despiste generalizado y sus hechuras a la hora de comprar la baguette o subir las escaleras hasta su buhardilla. Y están soberbios Jean-Pierre Zola como su cuñado, el gerente Sr. Arper; Adrienne Servantie, en el papel de la elegante y señorona hermana y esposa del empresario Arper; o Alain Becourt, como el simpático sobrino. En 1958 obtuvo: Oscar a la Mejor película extranjera.

Jacques Tati es sin duda uno de los directores, actores y guionistas más graciosos y cordiales del cine francés de todos los tiempos. Su cine bebe de las fuentes de Charles Chaplin, Buster Keaton, Harold Lloyd y sobre todo del actor cómico francés Max Linder, un actor de aspecto distinguido y elegante siempre envuelto en mil enredos en sus películas. Sus influencias como se ve eran actores provenientes del cine mudo que también eran, como lo sería él, muy críticos con la temática social. Tati es un artista prodigioso, distinguido, muy original y con una gran sutileza, tanto para dirigir como para interpretar. Su sentido del humor es impecable, inmaculado y muy irónico.

A mí me gustó, me gusta y me gustará esta película de Jacques Tati, porque hace una propuesta fresca sobre la existencia, un planteamiento de inocencia y vuelta a los elementos más infantiles y naturales de cada cual, de nuestro estado niño. Propone escapar a toda costa de la abulia y la rutina del mundo acomodado, nos incita a mantener las ilusiones de siempre, a que nos divirtamos, pero también, ya en un tono más crítico, a huir de la frialdad, del excesivo formalismo. Apuesta por una vuelta al naturalismo, el rechazo a la hipocresía, a la mecanización estúpida y prescindible, nos alerta de la dependencia excesiva a las tecnologías (algo tan actual), y nos previene también del desabrimiento, de la vacuidad de las falsas apariencias, del aburrimiento de los protocolos o de una existencia en exceso planificada.

Amigo o amiga, si no conoces a Tati, si no has visto esta película suya maravillosa, esta sana y divertida burla a la civilización deshumanizada y una sátira a la mentecata burguesía, te aconsejo que lo hagas. Sí, te recomiendo esta película sentidamente, porque creo que apunta con humor, un camino para ser más felices.
Kikivall
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31 de marzo de 2022
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un personaje que decían que había inspirado a Mr. Bean, y después de ver la película eso parece, pero no esperes ver a Mr. Bean aquí, es más bien una tortura. El personaje es respaldado en la búsqueda de empleo por su cuñado, quien suele recibir visitas de sus vecinos, y lo intenta enchufar en todo curro posible.

Ahí tenemos el contraste de un personaje que no se adapta al mundo en el que vive y el cuñado que conoce todos los modales, el trato social y por ello puede sobrevivir en un mundo superficial para gente rica, porque es inteligente.

La película cuenta con escenas que reproducen fielmente rasgos de la realidad en esas reuniones sociales, pero se ve al fin y al cabo tan sobrecargado que la película se alarga y aburre a un público que ya de antemano rechaza obras anticuadas como esta. Porque ¿qué tiene de original una película como esta que copia los rasgos no solo del desfasado cine mudo sino también los rasgos de películas europeas coetáneas de ínfima calidad, que suelen mostrar de hecho a las partes más rurales y empobrecidas de sus países acompañadas de una musiquita martirizante que se repite una y otra vez y que queda tan podrida y pasada que hasta los espectadores de la época seguro que la rechazaron también?

Y luego los números supuestamente cómicos se pueden contar casi con dos o tres dedos de la mano. Eso es precisamente ya lo que a uno le hace dormir o querer suicidarse por no ver la hora de que acabe la película.

Lo que más me ha dolido es la crítica de Daniel Andreas, que compara a esta película como algo mejor que la gran El guateque. ¿Cómo te atreves? El guateque es una comedia de alta expectativa, esto es solo un mareo con musiquita insufrible repitiéndose durante todo el largometraje.
Yocono
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18 de noviembre de 2008
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una sátira divertida de la alta burguesía francesa de aquellos años, con algunas muestras del ingreso de la modernidad norteamericana en Francia. Dan risa algunas exageraciones acerca de una modernidad ya antigua hoy en día. Una casa insólitamente moderna que no se parece en nada a la arquitectura francesa y que hace reír de sólo verla, con muebles contemporáneos y chiches tecnológicos usados con verdadera fruición de propietarios por una pareja increíblemente rutinaria y fiel a supuestas pautas culturales muy aburridas para su propio hijo. Pero éste tiene en su tío Hulot, un personaje que habla poco y es bohemio y chaplinesco, la válvula de escape a las buenas cosas de la vida, fuera de la casa. Continuos chistes, la mayor parte visuales, regocijan, son simples y efectivos, aunque la duración de la película es un poco axcesiva con tantas tonterías. Frecuentemente un caos que incluye relaciones sociales y laborales, a veces gracioso, y algunas escenas en que el espectador, por más que intente ver lo gracioso, no lo logra. Un filme posterior a "Las vacaciones de M. Hulot". Refrescante, para ver y distenderse.
Leonel
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6 de enero de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Unos años después de “Las Vacaciones de Monsieur Hulot” (Les vacances de M. Hulot, 1953) que popularizaría a Jacques Tati como uno de los mejores cómicos del “slapstick” europeo y que ya había irrumpido con notoriedad en la anterior “Día de Fiesta” (Jour de fête, 1949), el actor y realizador francés aprovechó la faceta del personaje peculiar de Monsieur Hulot para retomarlo de nuevo en ésta comedia en que toma el rol del que debería ser el protagonista principal, Gerard Arpel (interpretado por Alain Bécourt), un niño crecido, mimado por unos padres obesos y aposentados en una vida exclusiva: él (Jean-Pierre Zola) es directivo de una fábrica de mangueras y ella (Adrienne Servantie) ama de casa que se distrae en apretar botones en su cocina automatizada. Viven en la más absoluta de las modernidades: tienen una casa de diseño con todo el mobiliario sofisticado (atención a los gags del surtidor y del propio Hulot echado en el sofá) pero su hijo se aburre. Menos mal que tío Hulot está allí…

Hulot vive en un barrio tradicional parisino, en un ambiente alegre, vivaz que invita a su sobrino Gerard a participar de los juegos de los hijos de los vecinos mientras él, en la ciudad y con su bicicleta se enfrenta al progreso (en la misma casa de los Arpel por ejemplo) defendiéndose de la tecnología domestica un hogar que aparenta acogedor y objeto de ostentación para una dispar e inútil caja de sorpresas para hulot y su sobrino que no duda en salir de allí y disfrutar de la calle. De esa agresiva conclusión sobre el progreso y la modernidad se extraería otro gran clásico de Tati: “Playtime” (1967).
Natxo Borràs
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13 de diciembre de 2008
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las más geniales películas de la historía,lo tiene todo...comedía,costumbrismo,crítica social,ternura,excelentes gags visuales,sonoros...contraposición magistral de dos mundos...el real de Hulot y el artificial de Arpel!!.
Tati supo dar con esa clave,esa tecla que tan sólo han conseguido encontrar unos pocos elegidos...una película inmortal al igual que su interprete y director!!
mickey 2009
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