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Mi tío

Comedia El señor Hulot (Jacques Tati) no tiene trabajo, ocupándose de llevar a su sobrino Gérard (Alain Becourt) a la escuela y traerlo después a la ultramoderna casa de su hermana (Adrienne Servantie), casada con el señor Arpel (Jean-Pierre Zola), quien intenta ocupar a su cuñado en la empresa de fabricación de tubos de plástico en la que trabaja. (FILMAFFINITY)
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Críticas 53
Críticas ordenadas por utilidad
31 de marzo de 2010
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay duda que cuando se hace una película como ésta, divertida y crítica a la vez, siempre es agradable su visionado. Aún y así, debo reconocer que esperaba más. Durante los minutos en los que la "historia" avanzaba no me ha conseguido atrapar en casi ningún momento.

Para mí una buena película no tiene por qué ser aquella que tiene un argumento denso y una historia muy profunda. También me han encantado películas basadas en gags, por ejemplo.
Pero "Mi tío" se queda enmedio. Son gags, pero a veces demasiado largos, con poco argumento además.

Por lo tanto, mejor hago algo más fácil, que es enumerar mis:
Pros: La crítica bestial al mecanicismo, la combinación entre la banda sonora y los gestos, lo que se consigue con poco espacio.
Contras: Algunas secuencias se hacen pesadas, no se ve mucho la relación tío-sobrino (la cual da nombre al film), demasiado larga para lo que ofrece.

Y por cierto, C.Chaplin tiene mucho más carisma.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
AresMart
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18 de octubre de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Era una pareja plástica/de esas que veo por ahí/él pensando sólo en dinero/ella en la moda de París/aparentando lo que no son/ viviendo en un mundo de pura ilusión/diciendo a su hijo de cinco años/no juegues con niños de color extraño/ahogados en deudas para mantener/su status social de boda o cocktail”. Así le cantaba Rubén Blades a la gente que, como la pareja Arpel, decide ilusamente que vivir con la tecnología de punta les dará altura, honor y felicidad.

Debe haber un sentimiento de inmenso vacío interior para querer suplirlo con tantas vanalidades. Y lo triste es que, en ese afán de ostentación que motiva a la gente a mostrarte de entrada todos los chécheres que posee, se está delatando incomprensión de la existencia, un claro afán de superioridad, la falta de verdadera autoestima, y ese penoso autoengaño de sentir que, en lo meramente material, puede encontrarse la felicidad.

En esto, Jacques Tati ha acertado plenamente y su crítica contra la sociedad mecanizada es bienvenida y plausible, porque consigue su objetivo con eficacia contrastando este “progreso” con la naturalidad, la convivencia sincera, y la festividad sin mayores esfuerzos, con que se vive en los pueblos.

La cursilería, el patológico rigor por el orden y el aseo, la ostentación, la crianza de un hijo en un lujoso cementerio, las reuniones desencantadas donde no se da de sí más que el afán de superioridad… son recreadas con gracia, con mordacidad y hasta con una triste pena por el realizador francés, quien vuelve con su rol de Monsieur Hulot haciendo las veces del tío del marginado Gerard y entrecruzando sus actividades entre recoger de la escuela al pequeñuelo y trabajar en la empresa Plastac (¡no es perfecto el nombre!) donde lo que se consigue fabricando plásticos, se invierte en llevar una vida plástica hasta los últimos extremos.

Lástima que Tati no se hubiera tomado algún tiempo en su vida para aprender algo de elipsis cinematográfica, que no supiera que existen otros puntos de vista de la cámara distintos al teleobjetivo, y que no fuera más sensible para distinguir lo valioso de lo superfluo porque, creo que cortándole algunos minutos a su película y mejorándola en los otros aspectos, se tendría un filme de enorme significado (que de hecho lo tiene) y valiosísimo como obra de arte.

Con todo, aquí está Jacques Tati en su mejor momento cinematográfico. “MI TÍO” no motivará abundantes risas, pero sí unas cuantas sonrisas, y sobre todo, un sentimiento de consideración con aquellos que no ven más que piel y un montón de chatarra en este gran infinito. Ah! y si la ven en casa, recuerden que el control tiene la tecla FF para que se ayuden cuando lo crean necesario.
Luis Guillermo Cardona
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23 de noviembre de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Voy a intentar no ser muy repetitivo.
Genial película,inteligente comedia , en cada plano detrás de cada gag ,subyace una critica amable a la sociedad de consumo.
Muy buena caracterización de los personajes acorde con su modo de vida representado por su vestimenta de igual gama cromática que la casa en la que viven y a la par con el clima. Diferencia la anodina vida de la familia mediante días nublados, el edificio gris ,de arquitectura racionalista, donde viven carente de calidez humana, frente a los días soleados y la casa llena de colores y construida a mi parecer sin ningún tipo de planificación, de hay la conexión entre espacios tan caótica.
El entorno en el que se mueve la familia es totalmente impersonal y frío , como la fabrica de la que es dueño el padre y el colegio en el que recogen a su hijo. Mientras que en el de Hulot se respira vida, el mercado lleno de gente, el campo.
Las relaciones de la familia son puro protocolo , en cambio en las de Hulot se observa un interés por disfrutar.
Hulot contamina a lo largo de todo el film el modo de vida de la familia de su hermana, representado mediante destrucciones en el mobiliario de la casa y jardín , en los cambios climáticos el sol (que representa la alegría)comienza a aparecer en la vida rutinaria e impersonal de esta excéntrica familia centrada en aparentar mas que en vivir y con la compra del coche del marido(lleno de colores) con el cual deja de seguir las líneas marcadas en el asfalto, para elegir su propio camino.
La naturaleza caótica ,salvaje del ser humano pienso que esta representado por el animal domestico de la familia(el perro con jersey)que se escapa de el modo de vida de sus dueños para jugar con los demás perros.
Ese pez que es el eje central de la casa y que en mi opinión simboliza la hipocresía, la falsedad, no me parece casual que en el mercado un perro ladre y gruña ante uno parecido.
El niño junto a sus amigos se divierten haciendo travesuras manchándose, comportándose como alguien de su edad, cosa que no comprende su familia, razón por la que disfruta mas con su tío, ya que comparte su inocencia y alegría de vivir.
Por ultimo destacar el buen uso de la cámara, estática durante todo la película, los personajes se mueven entorno a ella y Tati aprovecha el espacio del encuadre de una forma inteligente diferenciando espacios en un mismo plano sin tener que recurrir a un montaje alterno (como es el caso de cuando Hulot esta arreglando la avería realizada por su sobrino en la planta del jardín , mientras desde las ventanas observamos al matrimonio asomándose.)
Que pena no encontrar mas comedias de este tipo en el panorama actual.
Raúl
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7 de junio de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jacques Tati (Jacques Tatischeff) lo vio venir mucho antes de que muchísimos de nosotros naciéramos: la destrucción de las relaciones personales por imposición de unas reglas sociales absurdas que dicen -dicen- es el progreso.
El barrio que cuida el protagonista (sólo hace falta reparar en la escena en la que coloca un ladrillo de una pared ruinosa) muere frente a la sociedad del plástico: estulta, deshumanizada, artificial, reglada.
Sobran las palabras -debió entender- y por eso asistimos a una película casi muda y totalmente premonitoria.
Nostálgica, sensible, romántica y, en buena parte, triste, muy triste.
Gran película.
Me quedo con el barrio. Y volvería a él si aún pudiera.
Ktafalco
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11 de mayo de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi tío es mi primer acercamiento al cine de Tati, y puedo decir, con la satisfacción de quien ha encontrado una fuente de satisfacción, que no será el último. Este autor francés, y su alter ego el Señor Hulot, nos invita a reflexionar con un humor elegante y sutil sobre un tema tan universal, que traspasa espacio y tiempo, como el de cuál es la sociedad que estamos construyendo y que legaremos a nuestros hijos.

Este Charlot espigado pasa sus días entre dos mundos, apenas separados por un muro ya derribado. Un mundo que bulle en la calle, con relaciones naturales y auténticas, donde los niños pueden ser niños. Un mundo donde las normas no nos encorsetan, y hay espacio para la imaginación, el ingenio y la picaresca. Un mundo abierto y vivo. Frente a este modelo, los "privilegiados" construyen una sociedad hermética, hipócrita, artifical, sólo superficialmente limpia. Los niños añoran la calle con una nostalgia que la tecnología no puede paliar. Un mundo lleno de normas donde no cabe la improvisación. Un mundo cerrado en sí mismo.

Y todo esto lo presenta Tati con un precioso lenguaje de cine, con bellísimos encuadres y una fuerza expresiva y simbólica que convierten la palabra en un recurso prescindible. Película digna heredera de lo mejor del cine mudo. Sirva como ejemplo de esta deliciosa forma de comunicación las dos casas que son, en parte, protagonistas de la historia: La laberíntica casa de vecinos del Sr. Hullot que se nos presenta en un fabuloso plano frontal, y la vanguardista y ridícula vivienda de su cuñado.

Tati nos regala aquí CINE. La película puede parecernos a veces algo lenta, pero quizá sea porque nuestra mirada está moldeada ya según los cánones de la sociedad por la que hemos apostado finalmente, un mundo que va muy rápido. Mi tío nos ayuda a recuperar el ritmo de otro tiempo donde se vivía más en la calle.
AdolfoOrtega
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