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La muerte de Stalin

Comedia La noche del 2 de marzo de 1953 murió un hombre. Ese hombre es Josef Stalin, dictador, tirano, carnicero y Secretario General de la URSS. Y si juegas tus cartas bien, el puesto ahora puede ser tuyo. Una sátira sobre los días previos al funeral del padre de la nación. Dos jornadas de duras peleas por el poder absoluto a través de manipulaciones, lujurias y traiciones.
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Críticas 55
Críticas ordenadas por utilidad
16 de abril de 2018
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me he reído. Al conocer tanta verdad en lo que se cuenta, que la crueldad de Stalin y Beria era esperpéntica en si misma, no he podido poner en marcha la suspensión de la incredulidad. Eso sí, entiendo que así, la denuncia que contiene la obra llegará a más público que una sesuda película histórica, que no sé si hay sobre este tema.
Otro asunto es que considero que el guión está muy deslavazado y a situaciones de sátira brillante y bien transmitida, sigue una serie de gags que aportan poco. Con las muy ilustrativas 'desapariciones' en las fotos finales se diluye la poca sensación de comedia que había acumulado viendo la peli. Bueno, merece la pena.
Afinidades
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24 de marzo de 2018
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca he puesto un pie en Rusia. Mi contacto con rusos se ha limitado al trato con señoras maduras cuidadoras de dependientes españolas. Sin embargo reconozco que ese país tiene algo fascinante. Además de la ensaladilla rusa y los filetes rusos, su literatura, especialmente Turgueniev y Dostoievski, y sus músicos, Scriabin y Rachmaninov a la cabeza, han templado nuestros espíritus. Podemos sumergirnos algo más con el Curso de literatura rusa de Nabokov y los aparatos críticos del profesor Eduardo San Vicente a sus traducciones de la obra de Dostoievski, Chejov y otros autores. Últimamente podemos disfrutar en Mezzo de la integral de las 15 sinfonías de Shostakovich y los 5 conciertos para piano de Prokofiev con Valeri Gergiev a la batuta mondadientes. Todos estos datos nos van convenciendo que estamos ante una enorme cultura y sensibilidad. A estas referencias podemos añadir que en Málaga contamos con una entrada directa a las almas rusas en la Colección del museo ruso de San Petersburgo que con las distintas exposiciones nos permite adentrarnos en su historia y arte esclareciendo algunos de sus misterios. Ahora nos llega una visión británica con ácida ironía sobre los manejos del poder soviético a la muerte de Stalin y otra proveniente de los Estados Unidos, un thriller de espías hermosas conversas a la bondad americana que quieren convencernos que los rusos tienen la exclusividad de la mala leche. Hannah Arendt afirma que para trocar la dictadura revolucionaria de Lenin en una dominación completamente totalitaria, Stalin tuvo que crear artificialmente una sociedad atomizada en la que las clases fueron sustituidas por masas de individuos aislados con una lealtad total e inalterable sin contenidos concretos. Las decisiones del dictador suponían cambios impredecibles cuya única opción era la obediencia o el gulag. El terror se situaba dentro de los sujetos imposibilitando su colaboración para cualquier evolución. La muerte de Stalin extrae, mediante el humor, el absurdo que reposa bajo esos comportamientos. La sociedad rusa parece hoy tal que ayer estancada en un estadío medieval donde los ciudadanos son tratados como siervos de la gleba. Observamos el comportamiento del poder de forma similar durante el largo período de dominio de los Romanov, la era soviética y el estado actual dominado por Putin. ¿Dónde están tus músicos, poetas y pintores?
JRBoxó
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30 de marzo de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez finalizado el frenesí de febrero y los óscar, las carteleras españolas viven de marzo a junio un período de tranquilidad cinematográfica. No llegan títulos muy publicitados, y son buenos días para descubrir propuestas más pequeñas y no por ello menos interesantes que en otro momento del año pasarían más desapercibidas por la vorágine de cine más mediático. Un buen ejemplo de lo mencionado sería la película que nos ocupa, un acercamiento a un tema siempre apasionante: la comedia negra británica La muerte de Stalin, nueva película del prestigioso Armando Iannucci tras años de silencio cinematográfico. No compartí el entusiasmo por In the loop, pero reconozco su valía como comedia y entiendo que el estilo de Iannucci, fino y de humor muy personal, tenga el crédito que tiene. Una vez llegó esta película a nuestros cines, era imposible no sentir curiosidad con ese reparto, ese argumento y ese aplauso crítico. Por ello, aún con retraso, acudí a los Cines Golem de Madrid a disfrutar del último estreno de la distribuidora Avalon entre una audiencia veterana. Y, aun estando influido negativamente por las inadecuadas condiciones fisiológicas con las que encaré en la producción, me divertí con una película interesante pero levemente decepcionante. Una comedia de inteligente guión y competentes interpretaciones, pero fluir carente de pegada, y de comedia lejana a la genialidad y a la carcajada salvaje. Una película que es un éxito en su campo, pero un campo que no es el del gran cine. Es más, bien podría funcionar mejor como una serie de televisión.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Néstor Juez
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27 de agosto de 2019
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace falta arresto para convertir a los asesinos en payasos. Sólo de esta forma se pueden decir cosas cuando no se pueden decir de otra forma. Lo hicieron Charlie Chaplin en "El gran dictador", Ernst Lubitsch en "Ser o no ser" y Berlanga en "El verdugo", por poner unos ejemplos memorables. Las tres películas estuvieron prohibidas en la España franquista. En "La muerte de Stalin" los personajes se comportan como los títeres de un guiñol, decidiendo de forma trivial y arbitraria sobre la vida y la muerte de los demás. El sarcasmo impenitente llevado al extremo arranca risas nerviosas por no llorar. Mención especial merece la magnífica música de Christopher Willis, directamente inspirada por las sinfonías de Shostakovitch, quien, además, interpreta el sólo de piano de alguna secuencia concertística. Cuando no suena la música original en las situaciones solemnes, es porque la sinfonía patética de Tchaikowski acompaña al sepelio del dictador. El film precisa una segunda visión para percibir ciertos detalles. El desarrollo es un tanto irregular, a veces demasiado denso y a veces demasiado relajado.
JOSEMIDIAM
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3 de diciembre de 2019
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El título de mi crítica era más gracioso en mi cabeza porque me imagino a Joaquín Reyes con acento alemán/ruso y levantando los brazos.
Una muy buena comedia con un fondo político, una película que educa y entretiene a partes iguales. Nos cuenta un episodio relevante de la historia del siglo XX. La muerte de Stalin ,no hace falta que lo ponga en la zona spoiler porque el título ya anuncia que Stalin se muere.
Pienso que es una película para ver varias veces porque tiene un humor absurdo y muy fino que no para durante algo más de hora y media. Una comedia política divertida, sin caer en el humor moderno norteamericano donde los protagonistas podían haber rapeado o haber entrado en chistes sexuales o de pedos.
El humor inglés que destila esta producción roza el absurdo constantemente y recuerda un poco a Monty Python.

La elección del reparto me pareció muy acertada, me llamó la atención Steve Buscemi con ya sesenta años, haciendo un papel de señor mayor ruso
El personaje del hijo de Stalin es divertidísimo, así como el del militar Marshal Zhukov, geniales los dos. Aunque el peso de la película y de la comedia, recae sobre el veterano Jeffrey Tambor.

Tiene escenas inolvidables como las de las votaciones donde siempre se alcanzaba mayoría absoluta con tal de no enfrentarse a la mayoría, geniales.
Como curiosidad esta película fue prohibida en Rusia por ridiculizar a sus gentes en general y a sus políticos en particular.
pikuet
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