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El cabo del terror

Thriller. Drama Sam Bowden, un respetable abogado de una pequeña ciudad, ve cómo su tranquila vida se convierte en una pesadilla cuando Max Cady, un criminal que pasó ocho años en la cárcel por su culpa, no deja de acechar a su mujer y a su hija adolescente. La ayuda que le ofrece el jefe de la policía local resulta inútil, y él, legalmente, no puede hacer nada para alejar a Cady de su familia. (FILMAFFINITY)
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Críticas 50
Críticas ordenadas por utilidad
26 de marzo de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
J. Lee Thompson vuelve a colaborar con uno de sus actores favoritos, el gran Gregory Peck, para narrar uno de los thriller más interesantes de aquella época, una de las más prolíficas que se vivieron en Hollywood. Thompson rueda un intenso duelo entre el desventurado abogado encarnado por Peck y el vengativo ex convicto encarnado por un Robert Mitchum encantado de interpretar al villanesco personaje, el cual inunda la pantalla, tanto cuando está, como cuando no.

A pesar de la censura de la época, hay mucha carga e insinuaciones de sexualidad en la tensión palpable entre el vengativo criminal y el personaje de Polly Bergen, dándose muchos momentos memorables, crecidos todos en calidad gracias a una inolvidable banda sonora, la cual sabe acompañar cada uno de los momentos del metraje con la precisión de un cirujano.

Parodiada por un programa como los Simpson, remakeada por el gran Martin Scorsese (eligiéndose a Robert De Niro para encarnar la célebre creación de un muy carismático Mitchum, en uno de los mejores momentos de su carrera), "El cabo del terror" es un auténtico exponente de todo un género.

Nunca una llamada a un abogado había tanto tanto juego. Absorbente y fascinante.
El Libanés
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7 de abril de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cabo del terror de J. Lee Thompson es un thriller basado en un abogado que es acosado junto a su familia por un psicópata contra el que testifico y metió 8 años en la cárcel, por ser testigo de su intento de violación. Dirigida con un ritmo vigoroso en la acción y paulatino en el resto y con un estilo que se toma la venganza muy en serio, es una obra incitadora y más aún para la época, logrando atrapar y machacar al espectador al antojo del director con intriga y suspense en estado puro, gracias a una cinta soberbia que consiguió someter al público con tanta categoría que incluso salió de ella el conocido remake de Martin Scorsese El cabo del miedo, en el que curiosamente trabajan algunos de los protagonistas de este film pero con papeles distintos.
La fotografía en blanco y negro está repleta de matices sensacionales que cautivan al público, consiguiendo una labor portentosa y estéticamente inquietante que obtiene un resultado excelente y digno de elogio por mantener al público en suspense. La música del gran Bernard Herrmann es insidiosa de principio a fin, sobre todo en las escenas pertinentes para alarmar al público y excitarlo con sus sonidos arrolladores que añaden intriga y hacen sentir la amenaza al espectador todo el film. Los planos y movimientos de cámara consuman una gran labor técnica mediante el uso de los detalles, seguimiento, cámara en mano, subjetivos, tercera persona, travellings, primeros planos, voyeur, circulares y avanti y retroceso que incrementan la atención del espectador y aumentan la tensión.
Las actuaciones son deslumbrantes y admirables. Como protagonistas Robert Mitchum está contundente en una manifiesta labor y Gregory Peck está íntegro en su línea habitual, siendo remarcables los acompañamientos de Polly Bergen, Lori Martin, Martin Balsam, Jack Kruschen y Telly Savalas entre otros. La dirección artística emplea para estos unos vestuarios y caracterizaciones variados según el personaje que van de elegantes por un lado a informales por otro en una buena labor que, junto con los decorados y los exteriores, te transportan eficazmente.
El guion, escrito por James R. Webb y basado en la novela de John D. MacDonald, es penetrante como pocos por exponer una trama provocadora que asfixia al público gracias a su trama, actuaciones y música que lo tienen todo el rato en tensión, ya que su historia sería una pesadilla para cualquier persona que vaya por el camino recto. Esto se lleva a cabo con una narrativa conspiradora y clásica que es todo el rato insinuante y desde luego expresiva en sus diálogos. Cabe destacar también, el montaje no narrativo que pone una puesta en escena psicológica y muy visual.
En definitiva, la considero una obra imprescindible e inolvidable en el género y no solo por tener una secuela tan conocida, sino porque constituye un notable film de intriga que mantiene el suspense todo el rato, yendo en aumento hasta alcanzar un sublime final que deja al espectador exhausto. Recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, montaje, planos, movimientos de cámara, vestuarios y narrativa que vuelven a El cabo del terror, en un film de lo más recordable para toda clase de públicos.
Elcinederamon
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25 de septiembre de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inmejorable película de suspense con todos los ornamentos propios del género,bien argumentada,marca perfectamente los tiempos de una historia del pasado que se complica poco a poco,no decepciona en ningun momento.
La Guarida
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9 de junio de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
93/02(04/06/19) Sugerente thriller psicológico, adelantado a su tiempo por algunos recursos eróticos, realizado por John Lee Thompson. Adaptado por James R. Webb (“La conquista del oeste” o “El gran combate”) de la novela de 1957 “The Executioners” de John D. MacDonald. Fue storyboarded inicialmente por Alfred Hitchcock (estaba programado para dirigirla, lo deja por una disputa), posteriormente dirigida por J. Lee Thompson (director mediocre, tocó la cima de calidad con esta película, aunque el año anterior tocó la cima del éxito con “Los cañones de Navarone”). Se centra en un abogado cuya familia es acosada por un criminal que él letrado ayudó a enviar a la cárcel. Tiene entre sus grandes alicientes un arrollador Robert Mitchum (con sombrerito panamá, enormes puros, o sonrisa pícara), rol de inteligente y sádico villano, acompañándole con el héroe que defiende a su familia Gregory Peck en actuación que palidece ante el carismático protagonista de “La noche del cazador”, hay una música perturbadora extraordinaria (de Bernard Herrmann) . En lo que es una historia que indaga en los agujeros de las leyes, de cómo puede haber abyectos que se aprovechen de esto en su espurio beneficio, esto expuesto en la primera parte del film, donde la tensión es latente, pero en el último tercio virar hacia el cine de cuasi-terror, azuzado por una oscura ambientación, convirtiéndose Max Cady en una especie de ente maligno capaz de todo. Pero en su debe me quedan algunas incoherencias, lagunas, un rimo con altibajos, soluciones argumentales cuando menos estridentes, le falta valentía para exprimir las posibilidades turbadoras que da la historia. Thompson siempre había imaginado la película en blanco y negro antes de la producción, como fanático de Alfred Hitchcock, quería tener elementos hitchcockianos en la película, como ángulos de iluminación inusuales, partitura musical extraña, primeros planos y toques sutiles en lugar de representaciones gráficas de la violencia que Cady tiene en mente para la familia. A Peck, quien produjo la película, no le gustó el título de la novela The Executioners y decidió que las películas con nombres de lugares tendían a ser exitosas. Así que miró un mapa de Estados Unidos y sucedió en Cape Fear en Carolina del Norte. Pero, desgraciadamente, la película no tuvo éxito y su fracaso financiero terminó con la compañía de Peck, Melville Productions. Cape Fear fue rehecho en 1991 por Martin Scorsese, con Peck, Mitchum y Balsam apareciendo en roles secundarios, Martin reutiliza la banda sonora de Herrmann en su nueva versión. Viendo este film de 1962 no podía dejar de pensar en la versión scorsesiana, provocando uno de esos raros casos donde el remake supera en mucho al original, desde la dirección con su ritmo fluido, el guión pulido y no con tantas lagunas, donde la tensión sexual te cala, dando mejores y más complejas motivaciones a los personajes, y con unas actuaciones en general mejores, Nolte mejor que Peck, Lange mejor que Polly Bergen, y apabullante mejor Juliette Lewis (arrolladora Lolita) que la sosa Lori Martin.

Tiene un arranque sugerente, atractivo, con la incisiva aparición de un serpentil Max Cady, haciendo que su poderosa presencia esté presente incluso cuando no está en pantalla, su influjo es total, tanto que cuando no está se echa en falta, su malévola encarnación es un aura que envuelve en zozobra los fotogramas azuzado de modo siniestro por la música, potenciando la intensidad y tensión, pero esta no se mantiene durante el largo del minutaje, siendo el zenit de esto el encuentro en el bar entre Max y Sam, con diálogos afilados y mordaces. Es el clásico enfrentamiento entre el Bien vs Mal, con ramificaciones hacia el juego del gato y el ratón, sin más matices que ese superficial (pues todo se resumiría en que no se puede encerrar a nadie por que suponga una amenaza en la sombra) análisis de las deficiencias de la ley, como bien expone el jefe de policía Mark Dutton (buen pero desaprovechado Martin Balsam) “…o sobran leyes o no tenemos suficientes”. Esta arritmia se agudiza por que la familia de Sam Bowden (Gregory Peck) resulta muy sosa, Familia sin aristas (cosa que la versión Scorsese subsana), ejemplo de cómo las familias aburguesadas se sienten cómodas sin pensar que hay otros mundos con los que pueden colisionar, intentando ser un aviso a navegantes este relato. Llegado el primer tercio el ritmo se estanca, para en el último tercio desembocar en la acción de un tramo con trazas de cine de terror, aunque con una premisa imposible de digerir (spoiler), donde lo siniestro se funde con lo vengativo, donde Max Cady se transmuta en una especie de Seal, sobresaliendo brillantemente el encuentro entre Max y Peggy Bowden (Polly Bergen), esposa de Sam, todo un alarde de choque psicológico aderezado con un erotismo palpitante por mor (improvisado por el director, pues no estaba en el guión) del empleo de unos huevos, quedando en el subconsciente esta secuencia en su semioscuridad, con sus sombras, cual serpiente (Max) intentando embaucar a la inocente “Eva” (Peggy). Para desembocar en un final acomodaticio y poco valiente, con lo que se da una conclusión previsible y plana.

Robert Mitchum como Max Cady es el amo de la película, tipo sibilino, cínico, arrogante, de andares altivos, con sentido del humor perverso, ingenioso, amoral, destila ser un animal sexual, un depredador en busca de su presa, un sádico procaz, lleva consigo un sentido de lo aterrador, su mirada perversa con ese modo de levantar la ceja, su modo de fumar puros (metáfora sexual?), lo ves como algo creíble, naturalidad aplastante, alargando la sombra de su grandioso papel en “La noche del cazador”, soberbio, teniendo una gran química con Peck, aunque robádnosle cada entente; Gregory Peck como Sam Bowden es la otra cara de la moneda, un tipo familiar, cariñoso, noble, ejemplo del que se siente el protector de su prole, por encima de la (para él fallida) ley,… (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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21 de noviembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1962 el cineasta J. Lee Thompson dirigió éste notorio y angustiante thriller (antes de que su carrera fuera a menos) que treinta años más tarde Martin Scorsese nos recordó con un “remake” interpretado por Robert de Niro y Nick Nolte titulado “El Cabo del Miedo” (1991). Tal vez porque a muchos cinéfilos les viene en mente la recordada banda sonora de Bernard Herrmann, compositor a quien se le asociaba exclusivamente a Alfred Hitchcock.

La insistencia de Max Cady (Robert Mitchum) en hacerle la vida imposible al abogado Sam Bowden (Gregory Peck) después de haber testiguado en su contra ocho años antes pone entre las cuerdas a éste último cuando la vida de su familia se ve amenazada y cuando no ve suficiente con la ayuda de un amigo comisario de policía (Martin Balsam) ni el rastreo de un detective (Telly Savalas) en seguir la pista de un hombre cada vez más obsesionado en vengarse lentamente del hombre que lo delató que tras su apariencia de amable exconvicto se esconde un peligroso y misógino psicópata.
Natxo Borràs
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