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El hombre de mimbre

Intriga. Terror Una carta que hace sospechar que una joven desaparecida ha sido asesinada lleva al sargento Howie de Scotland Yard hasta Summerisle, una isla en la costa de Inglaterra. Allí el inspector se entera de que hay una especie de culto pagano, y conoce a Lord Summerisle, el líder religioso de la isla... (FILMAFFINITY)
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Críticas 76
Críticas ordenadas por utilidad
14 de julio de 2010
16 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Summerisle, la gente vive alegre, canta en todos los rincones y hace el amor sin reserva alguna. Desde hace muchos años, los templos han sido abandonados, no hay sacerdotes y sólo rinden culto al dios del sol y a la diosa de las cosechas. En la escuela se enseña el culto al falo como símbolo de la fuerza reproductora de la naturaleza, y no se cree en la resurrección sino en la reencarnación, como constancia indeleble de la vida y la justicia eterna.

A esta pacífica isla, donde no se comete asesinato alguno, y que, contra lo que parezca, es un pueblo muy religioso, llega un día el sargento Neil Howei, para indagar sobre la desaparición de una niña de doce años llamada Rowan Morrison. Hombre de iglesia bastante conservador, el policía comienza a tejer toda una maraña que lo lleva a pensar en el asesinato de la joven entre aquella “licenciosa gente”, y desde entonces, todo el mundo allí resulta sospechoso de lo que, en definitiva, parece ser un espantoso crímen.

En el ambiente se conjuga una mezcla de erotismo pagano, con una alegría y una integración humana que exulta aquellos campos, y sobre todo la posada Green Man, donde los hombres se reúnen servidos por la preciosa Willow MacGregor (Britt Ekland), y cantan y bailan en un ambiente de festejo, que pareciera no acabar nunca.

El filme tiene una notable magia visual, un ambiente enigmático acompasado con proposiciones ideológicas bastante elocuentes, y unos textos poéticos admirables salidos de la pluma de Anthony Shaffer y quizás de algunos libros antiguos renovadores del pensamiento. Los cánticos del pueblo resultan exultantes, folclóricos, sensuales, y por momentos se tiene una sensación de haber entrado en otro mundo dentro de este mundo… haciéndose irresistible el deseo de estar allí en cuerpo y alma.

Imposible no entender la necesidad que adquiere el pueblo de preservar esta nueva cultura que genera comunidad, solidaridad y un sentir que se revela, merecidamente, contra viejas tradiciones que más daño que bien han hecho a la humanidad.

La cremación del hombre de mimbre, aún con el alma que lleva dentro, se me figura como el derribamiento de tradiciones oscurantistas que niegan la grandeza de los seres humanos, reprimen los deseos naturales y esclavizan con dogmas heredados del hombre primitivo.

“EL HOMBRE DE MIMBRE” es un filme que embelesa y es bien claro que, tanto Shaffer como su director Robin Hardy, tienen entre sus sienes el firme própósito de cuestionar los viejos paradigmas, con una propuesta de convivencia social que resulta muy, pero muy atractiva.
Luis Guillermo Cardona
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23 de abril de 2011
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podríamos decir que el tema de The Wicker Man es la búsqueda de una niña desaparecida por parte de un policía, en una tierra extraña con habitantes por demás sospechosos. También podríamos advertir que quien la vea no va a saltar de su silla sobresaltado, taparse los ojos, o tener problemas para dormir luego de verla, si bien figura en numerosas listas de las mejores películas del género de terror. Podríamos decir todo esto, y sería verdadero; pero no por eso lo dicho sería justo. Para hacerle justicia a este gran film, es necesario resaltar no su temática ni su género, sino la originalidad de su argumento y del lenguaje fílmico utilizado para desarrollarlo.
El mecanismo que vertebra esta cinta es el de engañar al espectador (y al protagonista) acerca del verdadero sentido de los acontecimientos que desfilan en la pantalla: lo que nos parece obvio y ya resuelto en una escena, se revela como el principio de un nuevo enigma en la siguiente; mientras que elementos aparentemente triviales, azarosos o incluso incongruentes, van a terminar brindando la clave de la historia.
La supuesta obviedad de que los habitantes de Summerisle conocen el paradero de la niña y son cómplices de su desaparición, es un velo que esconde verdades más sutiles y difíciles de entrever antes del final.
Como ejemplo de incongruencia aparente, merece ser resaltada la banda sonora, que nos sorprende desde el momento en que aparecen los títulos iniciales. Uno no comprende inmediatamente cómo se acopla la primera canción - cuya letra refiere, de manera casi ingenua, el encuentro sexual de dos jóvenes entre las plantas de cebada - con el lento vuelo del hidroavión policíaco sobre las islas escocesas. Posteriormente nos daremos cuenta de que esa canción implica una doble anticipación, tanto del contenido de la película como de su forma. Del contenido, puesto que significa el ingreso del católico agente policial a un mundo pagano, en donde la sexualidad tiene el caracter de un rito, al cual le es esencial el acompañamiento melódico. De la forma, dado que esos ritos músico-sexuales se repetirán regularmente a lo largo de la historia, constituyéndose así en una verdadera decisión ritual de parte del director (la cual, sin embargo, no convierte a la cinta en lo que tradicionalmente catalogaríamos como "un musical").
Esta lógica narrativa de sucesivas apariencias de obviedad e incongruencia, se ve reforzada por la corta perspectiva del policía, incapacitado absolutamente de acceder a una visión de conjunto de la situación, dada su furibunda necesidad de postular al cristianismo como única fe verdadera y acorde al tiempo presente (ideas que serán irónicamente rebatidas por varios personajes). Siguiendo tales coordenadas, los acontecimientos se encadenarán hasta llegar al final, el cual no hace nada menos que develar el primer misterio: el del título.
En suma, una película única en su género (que no se sabe cuál es). Disfrútenla.
Mc Fly
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2 de agosto de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entiendo perfectamente que se haya convertido en una película de culto, porque es bastante atractiva, y más para principios de los 70. Tiene misterio, sensualidad, erotismo, horror, perversión,... A día de hoy todos los géneros están explotadísimos y todas las ideas usadas y reutilizadas, pero en su estreno esta película debió ser un bombazo.

Me he acordado del esquema que usa Lars Von Trier en sus películas, porque se parece bastante: extraño que llega a una comunidad cerrada y que sus ideas son diametralmente opuestas a las del lugar, y por ello sufre la ira de los lugareños.

Viendo la película pensaba en lo bonita que era Willow (Britt Eckland), y que semejantes bellezas no se ven mucho en las producciones británicas. Después he visto en la wikipedia que la chica es sueca. Ya decía yo...

Mención especial merece el que diseñó la carátula, porque seguro que le dieron el premio a 'spoiler del año'.
echulin
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14 de mayo de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera reacción ante una película como ésta, que puede gustar o no, pero no deja a nadie indiferente, sólo puede ser la perplejidad, la sensación de haber visto un film rarísimo, alucinante. Incluso el título de esta crítica me sale raro, extraño, como no podía ser menos. Es una película que, en ocasiones, parece adentrarse en el terreno de lo ridículo y lo grotesco (ver a Christopher Lee vestido de mujer en la romería del final no tiene precio, sin duda). Por otro lado, el guión mezcla alegremente el megalitismo con aspectos de la cultura celta de la Antigüedad -está documentada en los textos latinos la costumbre de los celtas de la Galia de construir gigantescos hombres de mimbre que llenaban de animales y de asesinos, para luego quemarlos, en ritos de carácter sacrificial; cuando no había asesinos a mano, quemaban a inocentes, así de salvajes eran los celtas-, cuando la cultura de los celtas y el megalitismo responden a dos culturas y dos momentos históricos totalmente diferentes.

Como en "El planeta de los simios" -me refiero a la primera película de esta saga, la dirigida por Franklin J. Schaffner-, aquí se invierte poco a poco la normalidad, de manera que el visitante que se cree en poder de la verdad y la justicia acaba convirtiéndose en el marginado, más aún, en una víctima, en un mártir. El policía protagonista (Edward Woodward) es católico; no es ésta la primera o la única vez en la que el cine británico se mete, de un modo u otro, con el catolicismo. La dicotomía que enfrenta al policía con los habitantes de la isla no está sólo, diríase, en el conflicto entre la religión católica y los cultos paganos de los antiguos celtas, está también entre lo que se considera norma social, y transgresión; entre la represión sexual y unos usos sexuales que parecen muy libres, pero que, en realidad, son parte de otra norma coercitiva. Al fin y al cabo, los extraños habitantes de la isla se asemejan a una secta, sobre todo al final. Es precisamente por su represión sexual por lo que el policía es dominado y confundido por los demás: es, en suma, el mundo al revés.

La película es muy rara por la ambigüedad del punto de vista, un punto de vista que cuenta la historia, principalmente, desde la perspectiva del policía, que es, en principio, el bueno, pero que no impide que venzan el mal y la barbarie al final. Eso da a toda la historia un aire muy desasosegante. "El hombre de mimbre" es un film que, a fuerza de querer ser relativista, y promover interesantes reflexiones sobre cultura y normas sociales, da un poco de mal rollo.

Pese a las debilidades del guión -en esa isla escocesa, ¿cómo puede haber palmeras?, ¿hacen sacrificios humanos para que el señor de la isla, a la manera de un señor feudal del siglo XX, aumente su producción de manzanas y se haga así más rico?- y sus excentricidades, es una película muy estimable, que todo aficionado al cine (todo aficionado al cine raro, sobre todo) debería ver, si no la ha visto ya. Al menos, por su capacidad para provocar al espectador.
Pedro Triguero_Lizana
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22 de febrero de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excentrísimo clásico del terror inglés sobre una minúscula isla escocesa en la que sus habitantes viven una existencia hermética basada en misteriosas costumbres paganas. Cuando un policía de fuertes convicciones cristianas acude a investigar la desaparición de una niña iniciará un estado de ansiedad y pérdida de control al descubrir sus soeces costumbres. Orgías públicas, adoraciones animistas, discursos blasfemos y concepciones obscenas y psicóticas de la vida. Con todo, no cejará en el empeño de encontrar a la niña, convencido ahora que ha sido victima de algún acontecimiento horrible. Peli muy inspirada por la crisis de la cultura hippie, el amor libre, las flores y esas cosas, pero con el toque perturbado fruto de la Familia de Charles Manson o la masacre de Jonestown. Pero a la vez confrontada con el fascismo y el integrismo de las elites que representan la autoridad británcia, figura que ha dado cientos de productos audiovisuales brits. La historia tiene mucho pulso e intriga para descubrir si los apacibles paganos sólo viven en un eterno verano del amor y estamos ante un peligroso prejuicio autoritario y cristiano, o si realmente esas costumbres que siembran inquietud esconden maldad. La confección de El hombre de mimbre también es estrambótica, con partes exclusivamente musicales, naturalmente a base de folk setentero, y algo de psicología psicodélica. Le urge una restauración porque está muy bien rodada y tiene una fotografía fantástica que exige recuperarse.
Kris
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