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Una pastelería en Tokio

Drama Sentaro tiene una pequeña pastelería en Tokio en la que sirve dorayakis (pastelitos rellenos de una salsa llamada "an"). Cuando una simpática anciana se ofrece a ayudarle, él accede de mala gana, pero ella le demuestra que tiene un don especial para hacer "an". Gracias a su receta secreta, el pequeño negocio comienza a prosperar. Con el paso del tiempo, Sentaro y la anciana abrirán sus corazones para confiarse sus viejas heridas. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 68
Críticas ordenadas por utilidad
18 de noviembre de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nueva película de Naomi Kawase es una historia sencilla con un ritmo lento, como el que emplea la anciana Tokue en cocinar el anko que servirá de relleno de los dorayakis.

Los 3 personajes representan 3 generaciones diferentes, la adolescencia, la edad adulta y la vejez. El mensaje es que todos tienen una historia que contar, debemos escucharnos y también debemos escuchar la naturaleza, ser felices y dedicar el tiempo a disfrutar de la naturaleza y de los demás. La enfermedad y la incomprensión que se encuentran determinados colectivos también están presentes. Es curioso como las leyes y el pensamiento evoluciona pero al final muchos enfermos siguen siendo rechazados y deben permanecer ocultos a los ojos de la gente. Kawase critica la hipocresía de la sociedad.

Hay que destacar la fotografía. Las ganas que dan de comerse uno de esos dorayakis que preparan con tanto cariño y de ir a Japón en la época en la que florecen los cerezos.
trocko
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28 de mayo de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas buenas, películas pasables y películas malas, pero siempre desde un punto de vista individual. Siempre es así. De entre las buenas películas, muchas de ellas, la gran mayoría, consiguen entretener o captar el interés a través de una buena historia y de una buena dirección que ha sabido llevar la película por el buen camino. Pero son películas buenas para el momento presente, durante el mismo instante en que las estás disfrutando porque dos días después casi las tienes olvidadas. Sin embargo también hay películas, solo unas pocas, que te dejan poso, que perduran durante bastante tiempo en tu recuerdo. Son esas películas que incluso cuando ha pasado bastante tiempo después de haberlas visto, recuerdas su motivo principal.

En mi caso, estas pocas películas son en general muy minimalistas en cuanto a la historia, aunque lo cierto es que esa sencillez es solo aparente. Podría citar a bote pronto películas tan dispares en su temática como “Okuribito” (2008) de Yojiro Takita o “Dersu Uzala” (1975) de Akira Kurosawa, pasando por “El camino a casa” (1999) de Zhang Yimou o “Nadie sabe” (2004) de Hirokazu Koreeda. Son películas que pese a la sencillez aparente que muestran, se hacen inolvidables porque consiguen captar y hacerte llegar la importancia de lo sencillo y lo cotidiano, de aquello que todos los días miras de reojo, que es la vida que está pasando por delante de ti pero que no tienes tiempo de contemplar hoy. Eres consciente de que lo estás dejando para mañana.

“An”, aquí titulada “Una pastelería en Tokio” es una de estas películas. La responsable es la directora japonesa Naomi Kawase, de la que solo había podido ver hasta ahora su anterior film, “Aguas tranquilas” (2014), una película bastante pareja a esta última. “Aguas tranquilas” tiene varias escenas, sobre todo una, impresionante. La filmación de la agonía y la muerte impactan como no recuerdo haber visto en ninguna en otra película, admirable y asombrosa.

Al igual que un manga de Jiro Taniguchi, “Una pastelería de Tokio” es en muchos momentos una película contemplativa. No es la película que pretende mostrar el tráiler. En ese sentido puede ser que mucha gente se sienta estafada pues no es una simple película con un tono de comedia bonita sobre una pastelería de dorayakis. Esa es la excusa.
Con el ritmo pausado, necesario para meditar propiamente qué es lo que está o puede estar ocurriendo, es una película sobre la desazón, el desasosiego, la intranquilidad y la tristeza en que se encuentran tres personas y en la lección de vida y la influencia que va ejercer una de ellas. Tenemos aquí de nuevo algo muy presente en todas las culturas y especialmente enraizado en muchas películas japonesas como es la veneración por la sabiduría y las tradiciones, que aquí se nos muestra a través de la persona más vitalista de las tres, que es precisamente la que más sufre y la que más próxima está al final natural de su propia existencia. Y lo más difícil de todo esto es saber mostrarlo sin caer en el sentimentalismo extremo o en la necesidad de explicar todo y en todo momento, para que la mente del espectador trabaje poco. Y éste es el gran mérito de esta directora. El único pero que se le puede poner es que lo que se consigue plenamente con Tokue (extraordinaria Kirin Kiki en su papel de anciana), sólo se consigue a medias con Sentaro y muy poco con la chica, Wakana. Principalmente por falta de desarrollo de su historia, que se queda muy coja. Pero claro, esto habría alargado más la película que ya de por sí, seguro, muchos tacharán de larga y lenta.

¿Sabe, jefe?
Hemos nacido en este mundo para verlo,.., y para escucharlo.
No importa en qué nos convirtamos, no hace falta ser alguien en la vida.
Cada uno de nosotros le da sentido a la vida de los demás.

Arigatou gozaimasu, Naomi Kawase

http://laseccionnueve.blogspot.com.es/2016/05/An-2015.html
fresenius
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6 de junio de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el panorama del cine actual, cada vez me cuesta más conmoverme. Una pastelería en Tokio, que ataqué sin demasiado convencimiento, lo ha logrado, sin grandes alharacas, explosiones afectivas o tragedias terroríficas. De hecho, es una película zen, una película minimalista. Suceden pequeñas cosas que no afectan en absoluto al devenir de los acontecimientos. Sus personajes son humildes, contenidos, heridos de amor y soledad, gente corriente que sólo necesita un poco de afecto para sobrevivir: una anciana al final de su ciclo, un hombre ya entrado en la cuarentena, una joven que inicia su periplo vital. Giran estos personajes alrededor de los dorayakis que vende nuestro hombre en una pastelería, y que la anciana le enseña a preparar de una forma irresistible (de alguna manera, el film podría adscribirse al subgénero "amor y gastronomía" tan en boga), y que acaban dando un sentido a la vida de los tres personajes Los diálogos son breves, las miradas y los gestos más expresivos que cualquier otra cosa, con la cámara atenta a explorar con hermosas imágenes el viaje emocional de los protagonistas, con los cerezos en flor bajo un cielo luminoso, símbolo de amor y renovación.Que ustedes lo pasen bien...
Eduardo
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20 de julio de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Su argumento aparenta ser simple y breve, pero es un verdadero manifiesto del sentido de la existencia. Un adulto desesperanzado y una adolescente solitaria descubren la fraternidad y la poesía en las cosas simples de la vida a través de la intervención de una anciana sabia que se dedica a escuchar y a hablar con la naturaleza, de manera que no solo el viento, la luna, los pájaros sino que hasta los frijoles tienen una historia de vida que compartir.

Absoluta sensibilidad, delicadeza y emoción te transmite esta película que comienza con un apacible planteamiento de personajes simples, pero que a partir del primer tercio del metraje te revela unos entretelones dolorosos y sombríos del pasado de la protagonista pero que, por obra y gracia del temperamento del personaje, te resultan esperanzadores y dan "pum p'a arriba".

Aunque parezca contradictorio, creo que si estás bajonead@ y con la depre alta esta obra podrá levantarte el ánimo. Sabiduría y ternura en su máxima expresión acompañando el cambio de estaciones. A mí me gustó muchísimo y por eso te la recomiendo efusivamente.
Atilio
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11 de noviembre de 2015
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
El octavo film de Naomi Kawase, nos trae una receta que ya explotó en su día el gran maestro Yajusiro Ozu en el film del año 1952 "El sabor de té verde con arroz".
En esta ocasión, el sabor es el del típico dulce japonés, para acercar a las personas en este mundo, donde todo son prisas. A través de tres generaciones de personas, que nada tienen que ver entre ellas y que se reúnen en una pequeña pastelería de la capital nipona.
El film tiene cierto sabor agridulce, ya que si bien su directora Naomi Kawase trabaja con sencillez y dulzura ese contraste del Japón actual, donde tradición y modernismo se dan la mano, con grandes y sencillas metáforas. Con una espléndida actuación de los actores, pero el lado agrío en el film es su ritmo tan pausado y esos planos de trenes que van y vienen sin ningún sentido en la obra.
El film en definitiva, no es tan dulce cómo ese dorayaki japonés.
VICTOR LASZLO
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