Radio encubierta

Radio encubierta es la historia de un grupo de excéntricos personajes que viven por y para la música. Estamos en el año 1966, el rock está en todo su apogeo, pero las radios británicas apenas le dedican media hora al día. Para solventar el problema, muchas radios piratas, ancladas en medio del mar, se dedicaban a pinchar rock las 24 horas del día. Ésta es la historia de uno de ellas.
Con un reparto capitaneado por el inefable Philip Seymour Hoffman, Radio encubierta nos cuenta la vida diaria de los tripulantes de Radio Rock, un barco anclado en el Mar del Norte con el único propósito de pinchar rock las 24 horas del día. En este barco, cada personaje es un mundo –un mundo bastante particular–, pero a todos les une su pasión por el rock. La película nos cuenta su día a día, a la vez que nos relata los desafortunados intentos del gobierno por acabar con estas radios pirata (mención especial para Kenneth Branagh, que interpreta al ministro encargado de acabar con Radio Rock).
Desde el primer momento, Radio encubierta hace gala de un tono desenfadado. Su misión es contagiarte el ambiente juerguista y la pasión por la música de los tripulantes de Radio Rock, y lo consigue sin dudas. Tanto que hace que te olvides de un guión un tanto deslavazado, de algunos toques de humor bastante tontorrón y del metraje un tanto alargado del film. Yo, por lo menos, prefiero quedarme con la sobredosis de música y con las divertidas excentricidades de la tropa.
Radio encubierta no es un peliculón, pero dentro del subgénero del cine que tiene como tema central la música (me vienen a la cabeza Alta fidelidad o Escuela de Rock), me parece imprescindible. La banda sonora es simplemente impresionante, solamente por ella merece la pena ver esta película. Y porque seguro que es una película que te cae bien, a pesar de todos los peros que puedan echársele en cara. Te contagia un buen rollo increíble, auténtico, algo de lo que pocas películas pueden presumir.

Decepcionante film que desaprovecha una década musical dorada y un tema tan interesante como es la censura musical en los años 60 en el Reino Unido. Y es que de algo con lo que se podía realizar una película realmente buena, Richard Curtis ha elaborado una edulcorada comedia,y lo peor de todo, sin gracia.
Un Reino Unido que por aquellos años disfrutaba de su "British Invasion" con decenas de grupos: The Hollies, The Kinks, The Yardbirds (que más tarde se convertirían en Cream),The Troggs,The Rolling Stones y un largo etcétera que marcarían el nacimiento de una era musical. En definitiva una buena idea, pésimamente llevada a cabo.
Lo verdaderamente destacable de la película: su increíble banda sonora.No tiene desperdicio alguno.

Irreverente película en la que más allá de lo que se diga, tienes que verla, o mejor dicho escuchar las canciones que estarán a cargo de los locutores más desquiciados de todo Londres, y si bien no hay muchos momentos graciosos o grandiosos, pues creo que vale la pena al menos ecuchar "a los tiempos" música de Cat Stevens, The Who, The Beach Boys, o en definitiva grandes exponentes del rock de los años sesenta.

Entre los más destacados están estos "locos al micrófono": Bill Nighy (genial), Phillip Seymour Hoffman, bueno de vez en cuando no cae mal verlo en una comedia a este señor. Nick Frost está inspirado al igual que Tom Wisdom, Rhys Ifans yTom Brooke.

Insistoen hacer una especial mención a las increibles canciones que se dan el lujo de poner, con razón casi toda Inglaterra no deja de escucharlos.

Como amante de la música de esos años (60-70 entrados) yo estaba entretenido con esta película, escuchando tantos temas que me gustan.

Un guión simple, unos personajes extravagantes y siempre esos temas de fondo que compensan casi cualquier imagen. Mucho actor británico y buena interpretación en general dentro de un estilo histriónico marcado por la película

Así que la película transcurría hacia una puntuación de siete hasta que llegó ese final tan estúpido e impresentable, amplío mi crítica en el spoiler, pero vamos, que no me gustó nada en absoluto.

Sinceramente, jamás hubiera colocado a este film dentro de mi cola de pelis a por ver, de no haber visto que dentro del númeroso elenco estaban incluidos dos humoristas de la serie preferida de todos: Chris O’Dowd y mi amada Katherine Parkinson. Que la cara visible fuera Philip Seymour Hoffman cerraba el trato para mi.

Pues no me gustó, y es una pena. Ambientada en la Gran Bretaña de los años 60, la premisa de una radio pirata que evade el control y la censura de las autoridades transmitiendo desde un barco anclado en aguas internacionales, era demasiado original y prometia mucha tela para cortar, como para haberla desperdiciado de esta manera.

Este grupejo de DJ's pseudo hippies que se la pasan de joda dentro de su microcosmos mientras reciben bizarras visitas en el barco, se vuelve irritante, más cuando todos tratan de caerle simpáticos al espectador, pero sin conseguir provocar ni una sonrisa. Los gags, en mi opinión, fallan siempre en dar en el blanco.

Incluso Hoffman me resultó imbancable en su personaje, debe estar entre lo más flojo que hizo.

La historia se estira hasta más allá de unas largas y aburridas dos horas, pero mucho antes de conocer cual será el destino de "El barco que rockeaba", la película ya se había hundido hace rato.