Haz click aquí para copiar la URL

La regla del juego

Drama. Comedia. Romance Un rico aristócrata duda si abandonar a su amante para conservar el amor de su esposa, una mujer cortejada al mismo tiempo por su confidente y un famoso aviador. En el trascurso de una cacería de fin de semana en Sologne y de una fiesta, las intrigas amorosas de señores y sirvientes se mezclarán desembocando en un hecho inesperado. (FILMAFFINITY)
<< 1 4 5 6 10 13 >>
Críticas 65
Críticas ordenadas por utilidad
3 de julio de 2008
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Renoir nos pone un tablero enfrente y lo llena de piezas de mayor y menor rango que se mueven elegantemente guiadas por los instintos más básicos, sin chocar unas con otras aunque con un afán oculto de ganar una buena posición respecto a las demás, forjando y rompiendo alianzas que nunca llegaron a ser verdaderas. Siguiendo estrictamente una innoble regla que trae como consecuencia el sacrificio de la justicia y la fraternidad en favor del bienestar individual.

Pero en el tablero hay una pieza que se mueve siguiendo sus propias reglas…

Obra maestra

“Mi pobre Christine… Hay algo que olvidas completamente, es un héroe”
Black Larsen
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
17 de noviembre de 2010
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película francesa que no se oxida. Que resulta nueva cada vez que se le ve. Ya que el brillo explotado en las interpretaciones de los actores con actuaciones exageradas, es el resultado del talento de un hombre llamado Jean Renoir. Un monstruo del cine francés de todos los tiempos.
Aquí vemos el parteaguas de la esencia del cine de Renoir. Y es que antes de 1939, todavía no conocíamos la pulpa, el maná del trabajo de un cineasta que puso moldes para directores venideros.
La aristocracia francesa temblaba ante los ecos de una guerra a la vuelta de la esquina. Quizás desnuda, y con frío que calaba hasta los huesos. Porque la burguesía siempre estuvo a la intemperie, ataviada únicamente con el frágil vestido de la mentira.
RAMON ROCEL
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
2 de enero de 2017
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una verdadera delicia. Comedia de enredos que, bajo la apariencia de una inocente farsa campestre, supone una ácida crítica a la alta burguesía parisina previo al estallido de la Segunda Guerra Mundial. Octave (el propio Renoir), amigo del marqués Robert de la Cheyniest y de su esposa Christine, les convence de que inviten a una cacería en su casa de campo al aviador André Jurieux, quien está enamorado de Christine. La cacería supone el mayor riesgo al que se expondrá esta gente de alcurnia, que vive ajena al surgimiento del fascismo, simplemente movidos por la frivolidad expresada durante una fiesta ofrecida por el irresoluto anfitrión.

Los encuadres son magníficos, con vigorosos movimientos de cámara que nos involucran en las acciones. Luis Buñuel en «El discreto encanto de la burguesía» (1972) homenajeará al cine de Renoir en la escena de unos burgueses sentados a la mesa siendo observados por los espectadores de un teatro. La cinta de Jean Renoir constituye una sátira despiadada a la clase acomodada, a la que Buñuel añadió su visión aún más irónica.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anibal Ricci
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
2 de agosto de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como ocurre con otras de esas películas que se repiten en las listas de las mejores (cuya necesidad parece exclusiva del cine), su propio prestigio es quizá un obstáculo para la apreciación de La regla del juego; el juego de las expectativas, el eco de los superlativos o el espíritu de contradicción pueden dificultar eso que parece tan simple: mirar, escuchar, tratar de comprender.

La regla del juego es una película muy compleja, pero su planteamiento es de una rapidez casi brutal: la misma con la que aterriza en tierra francesa un avión que acaba de efectuar (estamos en 1939) una travesía trasatlántica. El punto de vista de la primera escena es el de una reportera radiofónica que inicia la retransmisión directa del evento y se une, tras el aterrizaje, a los espontáneos que atraviesan el cordón policial en pos del héroe, André Jurieux (Roland Toutain). Este acaba de bajar del avión, algo aturdido, ayudado por los técnicos y saludado por las autoridades, y se informa, a través de su amigo Octave (Jean Renoir), de que cierta mujer a la que esperaba no ha venido a recibirlo. La reportera aparta a Octave de un empujón, y aborda a Jurieux para una entrevista en directo: le pide que “diga cualquier cosa, que es feliz...”

En ese momento, hay un salto de eje: Jurieux responde, con los ojos bajos y una sinceridad fuera de lugar, que está, por el contrario, muy triste, que nunca se había sentido tan decepcionado en su vida, debido a la ausencia de una mujer, por la cual había emprendido su temeraria expedición y que no se ha molestado en ir a recibirlo. El tono de su voz se eleva cuando la acusa públicamente de deslealtad, y la imagen pasa, con la misma brusquedad, a un aparato de radio: cuando la cámara se eleva por encima, comprendemos que estamos en las habitaciones de esa mujer, que resulta ser la marquesa de la Cheyniest (Nora Gregor), quien escucha la retransmisión con su doncella (Paulette Dubost). Desde la radio, hasta la periodista disculpa a Jurieux: “ha hecho un gran esfuerzo y está muy cansado para una entrevista”. Tras una imagen cercana del rostro inexpresivo de la marquesa, que se ha acercado hasta la posición de la cámara, un nuevo corte nos devuelve al aeródromo: allí la reportera entrevista a un ingeniero aeronáutico, que dice lo que se espera de él.

Esta primera secuencia, a la que mi intento de descripción no hace justicia, refleja a la perfección el estilo de la película: conversaciones y figuras superpuestas, movimiento incesante y una cierta bipolaridad en la planificación (que alterna entre una visible tendencia a mantener la continuidad de la imagen, y un uso muy marcado del montaje para enfatizar un momento de intimidad, el gesto de un actor). Con ello se logra una lograda sensación de vivacidad, de que la cámara se ha entrometido, casi a empujones, en medio de un suceso real.

Como antes El crimen de Monsieur Lange y La gran ilusión, La regla del juego insiste en la visión idílica de la fraternidad posible entre personas de distintas clases sociales: así lo refleja la relación de la marquesa y Lisette, la simpatía del marqués por el furtivo Marceau. Pero en esa fraternidad soñada no hay lugar para el amor entre señores y criados; a diferencia de lo que ocurre en las obras de Marivaux y Beaumarchais (y con la salvedad de la relación, de la que se habla pero que apenas se vislumbra en imágenes, de Octave con Lisette), aquí el amor revolotea sólo entre personas de la misma clase.

Quizá la circunstancia histórica del año 1939 tuvo influencia sobre el carácter más oscuro, menos optimista, de esta película respecto a sus antecesoras citadas; la agresividad de Alemania acaso tenga su caricatura en la figura desapacible del guardabosques alsaciano Schumacher. La escena de la cacería muestra, con toda precisión, la violencia subyacente de aquella sociedad, e introduce un contrapunto a la comedia, al juego del teatro dentro del teatro de la mansión de La Colinière.

La regla del juego destaca por su agudeza crítica y, al mismo tiempo, por su ausencia de juicios morales determinantes: no hay en ella piezas blancas y negras, todos los personajes mienten a los demás y se mienten a sí mismos, desean una cosa y al cabo de un rato la contraria... Jurieux no es un héroe de una pieza sino que, en el momento en que ve cumplirse su deseo, se vuelve racional y burgués. La marquesa, la más sincera entre los de su clase, comenta a su marido que “las mentiras son vestidos demasiado pesados”. El marqués, interpretado con fantasía de otra época por Marcel Dalio, aparece como un hombre débil e inseguro. Renoir encarna a Octave, el único personaje que se conoce a sí mismo (aunque después de su momento de lucidez ante la fachada de la mansión, que parece un escenario desierto, está otra vez a punto de dejarse llevar por las ilusiones): el que confiesa mucho antes, en una frase que se ha hecho célebre, que “querría esconderse en un agujero para no tener que decidir lo que es justo e injusto; porque lo terrible es que todo el mundo tiene sus razones.”

Renoir como director no se esconde en ningún agujero: su arte es un juego sin reglas prestablecidas pero también algo más que un juego (jouer en francés es jugar e interpretar), heredero de la tradición moralista de la literatura de su país, que muestra (sin juzgarlas) las flaquezas y las razones de todos sus personajes, sus movimientos imprevisibles pero a la postre inevitables.

navegandohaciamoonfleet.wordpress.com
el pastor de la polvorosa
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
11 de enero de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuándo crítica y público van juntitos de la mano en la valoración de películas suele significar que ésa ha calado hondo en la gente. Más aún cuándo lo hacen, además de manera unánime, alabándola, diciendo que es una obra maestra. A mí también me lo parece, por juntar tantas giros en el guión, tantos géneros, por hacer tantos personajes, por lo bien rodada que está y por su sentido filosófico.

La comparación con “La Dolce Vita” de Fellini es casi insalvable. Quizás sean lugares distintos, tramas enfocadas de distinta forma, pero el espíritu de insatisfacción, de vacío y de hacer todo para no hacer nada, está latente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Antonio Elx
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 4 5 6 10 13 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow