The Queen (La reina)

Eludiendo todo sensacionalismo, el cineasta británico Stephen Frears indaga con elegante sobriedad en las repercusiones privadas y públicas inmediatas, tras la muerte trágica de la princesa Diana en París, un hecho que desbordó, hace casi una década, fronteras y especulaciones.

La mirada del film abarca tanto la intimidad de la familia real como el círculo cercano al por entonces flamante primer ministro Tony Blair. Ambos difieren respecto de la forma que debía tener el duelo. Para la reina, el hecho quedaba limitado a la más estricta privacidad familiar; para Blair, estaba revestido de una notoria relevancia, acorde a las emocionadas manifestaciones populares que reclamaban un funeral público.

Esta pulseada entre ambos servirá para describir una personalidad muy firme, a pesar de las múltiples presiones de su cargo, al que alude la frase que precide a la primera escena "Inquieta está la cabeza de quien lleva una corona". Progresivamente aparecen las contradicciones de una mujer temerosa de mostrar sus emociones hasta que no le queda más remedio.

Los diálogos están cargados de fina y sarcástica ironía, que se derrama sobre protocolos y costumbres, un acartonado conjunto de formas cada vez más distanciadas de un pueblo que exige una urgente modernización.


Ejemplo de claridad y concisión en la exposición de lo sucedido, la narración fluye con una puesta en escena impecable, con la inclusión de algunas imágenes de archivo, oportunamente insertadas para dar impresión de realismo, que tienen asombrosa continuidad con respecto a las de ficción.

La admirable reconstrucción de los protagonistas es otro de los puntos elogiables del film, que sortea la dificultosa responsabilidad de basarse en referentes reales y contemporáneos, de los que el espectador tiene muy fresca su imagen. Principales y secundarios componen personajes creíbles y reconocibles, que evitan la parodia. Tanto el propio duque de Edimburgo como la republicana Cherie Blair, todos responden a una autenticidad nada caricaturesca.
Espectacular es el trabajo actoral de Helen Mirren, quien transmite en su caracterización de Isabel II, una pose distante y reservada, a la vez que deja entrever la tensión interna que significa llevar el peso de la corona, sin caer en lo esquemático y mucho menos en lo tendencioso.
Aunque dista de ser una obra sobresaliente, "La Reina" es un film inteligente y sutil, a la vez que conmovedor, que avanza sobre la base de un guión salpicado con toques de distensión y momentos de drama contenido, respetuoso con todos y a la vez mordaz.

El film de Stephen Frears es gracias a Helen Mirren exelente. Si bien el director está correcto en su trabajo, la que se lleva los laureles sin duda, es la Mirren. Como en todos sus papeles destaca su interpretación sobre todo el resto. Los actores secundarios si bien aportan bastante buenas actuaciones es ella la que lleva sobre su espalda al film.

Una película políticamente correcta sobre la reacción de la Corona Británica frente el accidente mortal de la princesa del pueblo, Lady Di, no la Esteban. Los días que sucedieron al suceso que conmociono al mundo entero, el protocolo que se siguió para organizar un funeral de estado para la persona mas querida de la Monarquía Británica,
La muerte de Diana de Gales tambaleo la institución mas fuerte de Inglaterra, la monarquía occidental mas fuerte del mundo, aquella rubia delgaducha eclipso en vida y con su muerte a la Reina, a su marido, a su hijo y a toda la nobleza británica.

Helen Mirren hace un papel impecable, se mete en la piel de Isabel II y transmite su fortaleza, su compromiso y su su manera de proceder según su férrea educación. No es una figura muy popular, representa una institución anacrónica como es la realeza europea y a Diana la su pueblo la adoraba.
Los papeles masculinos del marido de la Reina y el primer ministro Tony Blair cumplen su función y estan a la sombra de la protagonista.

No es una gran película pero funciona bien con las imágenes reales de aquellos días, funciona un poco como documental y es una buena campaña de marketing para la Corona Británica, les deja en buen lugar y por supuesto ni siquiera toca ninguna de las teorías conspiratorias que surgieron sugiriendo que pudo ser un magnicidio. En cualquier caso fue el acontecimiento mas importante de los años noventa.

Elegante, sobria, inteligente. Todo esto es la película de Frears, un retrato de la Casa Real británica, singularmente de Isabel II, restringido a un periodo breve de su reinado, quizás uno de los más convulsos y duros, como fueron los días que sucedieron a los de la muerte accidental de su ex nuera, Lady Diana.

Pero esta película, con un guión magnífico y un tempo y ambientación perfectos, no sería la misma sin la interpretación magistral de la magnífica siempre Helen Mirren. Ella es, desde entonces, la Reina Isabel II y eso que la nómina es deslumbrante (Emma Tompson, Claire Foy, Olivia Colman, Jeannette Charles) y todas enmarcadas en productos, cinematográficos o televisivos, de gran prestigio.

Bien acompañada por un reparto excepcional y digno de la fama actoral de los ingleses, solo chirría el tratamiento que se da al personaje de Tony Blair, centrando en él demasiado el foco de la trama, bien interpretado por un buen Michael Sheene que, para mí, siempre será el Frost que arrinconó a Nixon en la magnífica película sobre la entrevista televisiva que el primero hizo al segundo. Aquí no está tan brillante, pero es que es muy complicado hacer creíbles algunas situaciones en las que su personaje se desenvuelve.

Siempre tuve esta película pendiente pero siento mucha pereza para tragarme eso que llaman biopic, quizás por haber tenido muy mala experiencia con este tipo de películas, la mayoría hagiográficas, en las que la actriz o el actor de turno, muchas veces cargado de kilos de maquillaje, asalta al espectador con una demostración de gestos, dicciones y tics reconocibles en el personaje que se interpreta pero totalmente exagerados o fuera de lugar dentro del contexto que la película nos quiere marcar.

No es el caso, todo fluye con sentido en esta película que interesa a cualquiera, incluso a aquellos que no sientan interés alguno por las monarquías, protocolos y demás.

Contento de que la muerte del personaje me haya llevado a disfrutar de la película, sin ese hecho luctuoso de por medio me temo que seguiría aparcada en pendientes de ver y Helen Mirren merece el visionado, no lo duden.

Siendo una historia sobre lo que se supone que paso en esos días de agosto de 1997 cuando, por circunstancias del destino, la princesa Diana abandona por su marido infiel, maltratada por su familia política y amada por el pueblo se "vengo" de forma postuma de la monarquía britanica, poniendo en jaque a toda una institución.

Un guión ameno, detallado, mostrando los dos puntos de vista de un recién elegido primer ministro Tony Blair (un exclente Michael Sheen) con visos de renovación en la anclada y tradicional sociedad británica (pero que antepone la crisis del país a sus propios intereses) y una mujer, la Reina, que en toda su vida no ha hecho otra cosa que gobernar sobre unos subditos a los que infravoloran como a unos niños pequeños y a los que no supo atender en dichos momentos.

Mención aparte, esta claro, hay que hablar de la interpretación de Helen Mirren, espléndida, no se puede señalar otra cosa. Los gestos están muy conseguidos, pero no es sólo el aspecto físico (muy bien caracterizada) o los ademanes y posturas de la Reina, es que hace de ella una persona más humana, cercana, que por circunstancias de la vida está en un posición que ella no ha elegido (de ahí una excelente escena sobre la maternidad con el Principe Carlos) y, que como se indica en la película, piensa que Dios la ha puesto así y, por tanto, las cosas deben ser así.

Supongo que ni Diana era la santa que nos quieren hacer ver ni la Reina el ogro que siempre se muestra, pero eso nunca lo sabremos, la historia verdadera y la historia trasfigurada a lo largo del tiempo (sobre todo con las ganas que tiene siempre el público de ensalzar y o de hacer caer a los personajes públicos) es una cosa muy diferente y, desgraciadamente, casi nunca coinciden.

Excelente película de Stephen Frears.