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El gatopardo

Drama Es la época de la unificación de Italia en torno al Piamonte, cuyo artífice fue Cavour. La acción se desarrolla en Palermo y los protagonistas son Don Fabrizio, Príncipe de Salina (Burt Lancaster), y su familia, cuya vida se ve alterada tras la invasión de Sicilia por las tropas de Garibaldi (1860). Para alejarse de los disturbios, la familia se refugia en la casa de campo que posee en Donnafugata en compañía del joven Tancredi (Alain ... [+]
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Críticas 79
Críticas ordenadas por utilidad
8 de diciembre de 2010
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El gatopardo" constituye una obra maestra de Visconti y del cine italiano, más allá de su deslumbrante puesta en escena, que transmite al espectador no sólo como se veía sino también como se sentía el siglo XIX, rescato el profundo mensaje político de la película: Visconti recrea desde Sicilia, la turbulenta Europa de mediados de siglo XIX, donde una serie de conflictos bélicos:la guerra franco-prusiana, la misma guerra por la unificación italiana y, por que no, al otro lado del Atlántico la guerra civil norteamericana; todos éstos conflictos venían precedidos y acompañados de procesos revolucionarios burgueses desde la Revolución Francesa (Revoluciones de 1830, 1848, etc.) y que la Restauración no pudo parar por mucho tiempo. El mundo de la aristocracia, descendiente de los señores feudales, estaba llegando inevitablemente a su fin, ante el ascenso de la burguesía. Sin embargo, en estos procesos bélicos y revolucionarios comenzaron a verse los primeros atisbos de levantamientos del pueblo (obreros y campesinos) que tenían ya cierto olor a socialismo. Es allí donde los ricos: la aristocracia y la alta burguesía, reaccionaron y silenciosamente pactaron la paz y mediante una hábil estrategia de matrimonios por conveniencias, los ricos se aseguraron el poder y pusieron las bases de la sociedades capitalistas. Esto representa realmente la "historia de amor" entre los personajes de Tancredi (Alain Delon) y Angélica (Claudia Cardinale): Tancredi tiene título nobiliario pero no tiene dinero, por otra parte, Angélica es hermosa y adinerada pero proviene de una vulgar familia burguesa que se ha enriquecido con la política. El Príncipe de Salina, interpretado magistralmente por Burt Lancaster, ve en el matrimonio de Tancredi y Angélica, la posibilidad de salvar a su estirpe; aún cuando sacrifique el amor de su hija por Tancredi (continúo en spoiler").
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
maximiliano
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3 de enero de 2015
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El 2015 acaba de empezar, un año más, tal y como decía el padre del actual rey de España, y yo lo he estrenado de, en mi caso, una manera especial. En mi casa hay una buena colección de libros, y cuando era pequeño había uno que me llamaba la atención por su título, "el Gatopardo", muy curioso para mi por aquel entonces. Años después apareció una de esas cosas tan maravillosas como eternas, y es mi pasión por el cine, que me desveló la existencia de una adaptación de esa novela que hace unos meses tuve el inmenso placer de leer. Mis ganas de ver esta película eran enormes, pero había un problema que me hacía tener ciertos prejuicios, y es que es del atormentado Luchino Visconti, del cual ya había visto las tediosas "La caída de los dioses" y sobre todo "Muerte en venecia", pero afortunadamente mi ansia ha estado muy justificada.
La cinta es deslumbrante desde los primeros segundos con la música de Nino Rota (de sus mejor trabajos desde luego) mostrándonos un palacio siciliano, y ese deslumbre continúa a lo largo de sus tres horas de duración adentrándonos en una trama cuyo escenario es la seca y calurosa Sicilia en plena revolución Garibaldina con sus posteriores consecuencias. Al igual que casi toda la filmografía de Visconti, es llamativa su puesta en escena, con fotogramas que se pueden confundir con cuadros, que tienen como protagonista el interior de recargados y lujosos palacios.
La temática de la película es bastante amplia y también compleja, cualquier espectador entusiasta de la política ( y de la historia) debe sentir fascinación por ella, ya que aquí se dan cita la eterna lucha de clases, la hipocresía, movimientos revolucionarios, la decadencia, el amor aquí juega un papel secundario, y todo esto gira en torno a alguien con nombre propio, BURT LANCASTER.
Es un reparto llamativo, en el que figura Alain Delon, la guapa Claudia Cardinale, y Burt Lancaster, un oscarizado actor norteamericano habitual en géneros como el western y las aventuras, y al que Visconti en principio no quería. Lo que aquí hace Burt Lancaster no es una interpretación, es una creación artística, mismas palabras salidas de la boca del propio actor haciendo referencia a la película, a su director, y al cine en general (algo que no había considerado hasta ese momento), metiéndose en la piel de ese aristócrata que ve y acepta de manera caballerosa e incluso emotiva como su clase social y el mundo que él ha conocido se desvanece como la propia vida.
La dirección es sublime, con un ritmo lento con el que se consigue fijar nuestra atención en todo tipo de detalles, con una fantástica banda sonora de Nino Rota y por supuesto de Giuseppe Verdi, y con esto queda patente el otro oficio de Visconti, director de ópera, que también le sirve para conseguir una puesta en escena y una fotografía para el recuerdo, y todo ello está sustentado en un portentoso guión con diálogos literalmente exactos de la excelsa novela de Lampedusa tan líricos como didácticos, porque en algunas escenas se repasan momentos clave de la historia de Italia.
Estamos ante una obra de arte no recomendada para todo tipo de públicos ( a los que aman "Iron man" y demás blockbusters no se la recomiendo) y que nos ofrece tres inolvidables horas de las que yo destaco una parte, y son las secuencias finales, sobre todo la del baile, probablemente el mejor que jamás se haya filmado, y termino con una inolvidable frase :
"Hace falta que todo cambie, para que todo siga igual"
Corleone94
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20 de septiembre de 2014
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
113/05(13/08/14) Luchino Visconti nos regaló una fastuosa radiografía de la decadencia, ampulosa y bellísima cinta basada en la homónima novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa de 1957, única que escribió, Clásico imperecedero, hará las delicias de los que degusten el cine como Arte, serena demostración pictórica de un tiempo que se extinguía, absténganse los incondicionales de ritmos frenéticos, aquí lo que prima es la introspección de una era que se consume, la de la aristocracia dominante, para dejar paso a la pujante burguesía, comandado en pantalla por un Extraordinario Burt Lancaster, Titán entre Titanes, el público le dio la espalda en taquilla, siendo un fracaso comercial de su calidad habla que le dieron la Palma de Oro en Cannes. Omito la sinopsis por falta de espacio.

En el guión tomaron parte cinco escritores, Suso Cecchi D’Amico (“Ladrón De Bicicletas”), Pasquale Festa campanile (“Rocco y sus hermanos”), Enrico Medioli (“Erase una vez en América”), Massimo Franciosa (“Rocco y sus hermanos”) y el propio director, retratando con solidez y profundidad la decadencia de una clase social. Con el telón de fondo histórico de la ocupación garibaldiana de Sicilia en 1860, el referéndum para la unión de los diferentes estados transalpinos en el Reino de Italia, hasta llegar a la victoria de Pallavicino contra Garibaldi en 1862, para asentar en el poder al Rey Victor Manuel II.

El Príncipe Salina es el alter ego del Príncipe Giulio Fabrizio Tomasi di Lampedusa, astrónomo de renombre, bisabuelo del escritor, El Gatopardo, Último noble, culto y reflexivo, asiste con estoicismo a los cambios, su némesis es Don Calogero, símbolo de la burguesía. La cinta es un hondo drama, habla del nacimiento de la clase social burguesa, que se pinta de modo ordinario y ruin, advenedizos que medran por dinero, a través del Príncipe (símbolo de la aristocracia) se nos ofrece una semblanza del ocaso de un microcosmos elitista y del comienzo de la pujanza arribista burguesa, mirada nostálgica, melancólica, crepuscular, se tocan temas como la cercanía de la muerte, la juventud enfrentada a la vejez, el inexorable paso del tiempo, el sometimiento al vigor de las nuevas generaciones, visión amarga sobre el Cambio, una elegía sobre los Nuevos Tiempos, se coloca en el filo del abismo a una clase privilegiada que ve apagarse sus prebendas en favor de los astutos empresarios y comerciantes, la nueva “aristocracia”, y los antiguos nobles deben amoldarse a la nueva era, señal del amoldamiento es el matrimonio entre Tancredi (la aristocracia) con Angélica (la burguesía), y el mar donde se funden el Sibarita baile final. Visconti consigue envolver en un estremecedor aura de nostalgia el film, gracias a su destreza para exponernos con un evocador lirismo visual situaciones muchas de ellas manadas de su maestría en engarzar con tono operístico solemne muchos momentos que rozan lo epicúreo.

La puesta en escena es Antología del Séptimo Arte, tsunami de belleza sensorial rara vez igualado en el cine, con un apoteósico diseño de producción de Mario Garbuglia (“Waterloo”), hace protagonista a Sicilia, palacios suntuosos, parajes sicilianos bellísimos, interiores rebosantes de detalles, espejos, cortinas al viento, lienzos, tapices, flores, lámparas de velas, en pos de reminiscencias pictóricas, sensación alcanzada con la espléndida fotografía en technicolor y scope de Giusseppe Rotunno (“Amarcord”), realzando los fotogramas con epicúrea hermosura, los decorados, los lindos planos generales de la campiña siciliana, emocionales primeros planos, elevándose a los altares en el tramo del baile, inspirándose en pintores como Eugène Delacroix (1798-1863) y William Hogarth (1697-1764), incluso hay una trémula escena con un cuadro de protagonista, “La Muerte Del Justo” de Jean-Baptiste Greuze, para imprimir realismo Visconti minimizó el uso de luz eléctrica, sustituyéndolas por centenas de velas. Ostentoso y precioso el vestuario de Piero Tosi (“Muerte En Venecia”), acentuando la pomposidad y vacuidad de una clase social preocupada por lo fútil. Todo esto adornado por la fascinante música de Nino Rota (“El Padrino”), adapta una melodía suya inacabada realizada durante la WWII, “Sinfonia sopra una canzone d’amore”, adapta un vals inédito de Verdi, “Vals brillante”, suma momentos de “La Traviata” (Verdi) y “Sonámbula” (Bellini), con temas originales para el film, valses, mazurcas, polcas, que mecen la acción en un abismo elegiaco.

Estos elementos se funden en quizás la escena de baile más hermosa jamás filmada, clímax final del film, más de una cuarta parte de duración abarca, lo viejo de la aristocracia se mezcla con lo nuevo, la burguesía, el Colosal Palacio regentado por advenedizos trepas, el Príncipe sentirá que el paso del tiempo le supera, microcosmos de personajes que reflejan una nueva era, nobles, militares hipócritas, mezquinos, vanidosos, codiciosos, falsos, arrogantes, fanfarrones, deprimente fresco social, la melancolía se respira en medio de tono epicúreo-operístico, destilando aroma crepuscular, fiesta interminable de despedida de un mundo que agoniza, rezuma alegría impostada, nostalgia por lo que se deja atrás, hay resonancias al ocaso de la vida y la cercanía de la vejez, la escena cuadrangular entre el Príncipe, Tancredi, Angélica y el cuadro “La Muerte del Justo”, estremecedora, con diálogos que te calan.Y por supuesto el baile en sí, coreografiado suntuosamente por Alberto Testa (experto en ópera, además de trabajar para “Romeo y Julieta” o “Jesús de Nazareth” ambas de Zeffirelli).

Burt Lancaster es el alma del film, Coloso entre Colosos, un carisma abrumador, porte de hidalguía arrollador, con gran bigote, anchas cejas y patillas de chuleta se asemeja al Gatopardo del título (símbolo que aparece en el escudo nobiliario de la familia), irradia majestuosidad, sabiduría, de sus grandes actuaciones, rodó en inglés y doblado al italiano, no me gusta, es prostituir la interpretación. (continua en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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4 de marzo de 2015
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El gatopardo" pertenece claramente a ese grupo de películas características de una época muy concreta y a un modo de hacer cine que ya no se estila. Luchino Visconti, uno de los grandes directores de la historia de Italia y a la vez un reconocido esteta famoso por la elegancia impregnada de decadencia y tristeza de sus pausadas películas, parecía uno de los más idóneos para realizar la adaptación de la inmortal novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, fallecido en 1957 sin poder ver la trascendencia que iba a alcanzar su obra, pues acababa de publicarse.

El libro trata fundamentalmente del cambio de los tiempos, el fin de un mundo y la llegada de otra realidad, lo viejo y lo nuevo y la decadencia, todo ello con la Reunificación italiana de 1860-1861 como trasfondo y en Sicilia en particular, que Lampedusa como siciliano aprovecha para reflexionar sobre la isla, su carácter, su idiosincrasia, su pasado y su futuro. Y Visconti se centra en el triunfo y la tragedia y en el paso del tiempo, deteniéndose en las emociones de los personajes principales.

Todo en "El gatopardo" es deslumbrante, excesivo, desbordante, esplendoroso, onírico y melancólico: desde la pictórica fotografía de Giuseppe Rotunno a la maravillosa banda sonora de Nino Rota, pasando por el guión escrito entre cinco con fragmentos calcados a los de la novela, el esmerado vestuario de Piero Tosi (nominado al Oscar) que te sumerge en la época, los decorados reales (palacios, calles y paisajes) sicilianos, y el reparto, muy equilibrado, repleto de italianos competentes, con dos famosos "extranjeros".

Burt Lancaster demostró una vez más que pasaría a la historia del cine no sólo por sus primeros papeles de acróbata y encarnó de manera gloriosa al orgulloso y lúcido Príncipe de Salina, el verdadero gatopardo del blasón de la familia; de tal forma que, cuando se lee y relee la novela, es imposible imaginarse a otro que no sea el norteamericano. Alain Delon encarnó correctamente a su avispado sobrino y Claudia Cardinale a la prometida de éste, hija de un "nuevo rico". La bella italiana siempre suele maravillar y perturbar, y aquí no fue la excepción: su Angelica altera lógicamente al Príncipe y además forma parte con él de la famosa secuencia del baile, tal vez la escena más famosa de la película y la más importante.

En el libro el baile no es tan crucial, y de hecho Visconti realizó una película tan meticulosa y detallista que, pese a su larga duración, aún faltan varios capítulos importantes de la novela de Lampedusa. Con todo, es una obra de arte "de las que ya no se hacen" y toda una experiencia dejarse llevar por la presencia de Lancaster, que se come la película, de la de Cardinale, de los paisajes sicilianos, o de escenas como, al igual que en el libro, cuando la familia Salina es recibida en el pueblo mientras se toca "Noi siamo zingarelle", de La Traviata.

Lo mejor:
- Vestuario, guión, banda sonora, producción, reparto, interpretaciones, fotografía, el esmero minucioso, la calidad en general y esa característica elegancia decadente similar a la de la novela.

Lo peor:
- No es exactamente malo, pero no es una película para todos los públicos, en el sentido que es lenta, pausada y como no cuenta demasiado a primera vista, la historia puede carecer de gancho para muchos. Encima, es Visconti, característico por sus largometrajes aún más lánguidos y selectos, aunque esta es tal vez su obra más redonda.

"El gatopardo" es especialmente recomendable si te fascinó el libro, y si además te gustan las películas reposadas y este modo de hacer cine, ya prácticamente extinto.
Ferdin
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27 de febrero de 2016
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi memoria recuerda un baile. Un hermoso baile entre Burt Lancaster y Claudia Cardinale, que pone cierre a una maravillosa obra de arte. La decadencia de una clase social nunca tuvo un exponente tan hermoso.

La primera vez que la vi me invadió una extraña sensación. No entendía el porque de la impasividad mostrada por el personaje de Lancaster. Como podían vivir ajenos a los cambios. Como podían pensar que nada iba a cambiar. Ahora se que estaba equivocado. Si que eran conscientes de lo que se avecinaba. Cada vez entiendo más el porque de ese comportamiento. El porque de ese baile. Siento que no podría haber sido de otro modo.
newman
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