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El gatopardo

Drama Es la época de la unificación de Italia en torno al Piamonte, cuyo artífice fue Cavour. La acción se desarrolla en Palermo y los protagonistas son Don Fabrizio, Príncipe de Salina (Burt Lancaster), y su familia, cuya vida se ve alterada tras la invasión de Sicilia por las tropas de Garibaldi (1860). Para alejarse de los disturbios, la familia se refugia en la casa de campo que posee en Donnafugata en compañía del joven Tancredi (Alain ... [+]
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Críticas 79
Críticas ordenadas por utilidad
2 de julio de 2018
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quién te ha visto y quién te ve ahora. De copar las más fastuosas cortes de toda Europa a servir de entretenimiento a las masas en las revistas del corazón, anacrónica como un monje anciano en una reunión de tuiteros. Eres decadente, aburguesada; un lánguido reflejo de los años de esplendor del viejo continente. Un pavo real sin color en las plumas, cuyo destino es el morir, gris y triste, para el disfrute del leviatánico sistema que hace siglos te arrebató el fulgor. Lo que no fluye se estanca, y en el estancamiento todo se pudre y muere. Así ocurrió contigo, aristocracia.

El sistema liberal-burgués te ha declarado su odio eterno. Antes te envidiaba por tu hegemonía social y política, y ahora que se ha apropiado de tu cetro, el régimen no da muestras de haber abandonado su encono. Aplicando la máxima gatopardiana: "Todo ha cambiado pero todo sigue igual". Lo que hoy envidia es la actitud, el espíritu.

El burgués nace del utilitarismo, arraigado como está al capital. Lo que define al burgués es la mentalidad codiciosa, de la que se vale para ascender socialmente. Entre burgueses se distinguen por la capacidad de maximizar sus beneficios, que puede ser mayor o menor, pero siempre ha de ser. Naturalmente, este afán por el lucro no sería posible sin una ambición desmedida, exenta de cualquier principio moral. Si el fin es el dinero, todo medio queda justificado. En la película estos "valores" los encarna el personaje de Don Calongero, cuando incluso en la fiesta no puede dejar de pensar en dinero, y se entretiene calculando con patético asombro cuánto pueden costar los bienes de los que los anfitriones hacen gala ante sus invitados. Su ambición es tal que no duda en limpiar su pasado con sangre si este se presenta como un obstáculo para su carrera en la alta sociedad. Es torpe, da pena verlo, ya que carece de espíritu. Es un hombre sumido en lo material, obseso en sus hectáreas, sus propiedades y en su hija, un puente tendido hacia el futuro.

Mientras este fantoche de la Italia decimonónica ocupa su tiempo perdiéndose en los brillos dorados de la mansión de Palermo, el Gatopardo, el Príncipe de Salina, interpretado magistralmente por Burt Lancaster, observa más allá. Tiene la mirada puesta en las ideas, en las gráciles almas que danzan bajo las lámparas de araña. El aristócrata no nace, como el burgués, de la materia, del oro y del dinero fiat, sino del espíritu de nobleza. Hace siglos que su familia fue condecorada por su arrojo y honor con un título nobiliario. Su linaje se forjó en lo inmaterial, en el valor de los actos por sí mismos, no por el dinero que pueda obtener de ellos. El ideal aristocrático es el bien por el bien, lo que lleva Don Fabrizio hasta el extremo con su porte, adusta y elegante, en sus modales (no se ríe en la mesa), en su carácter autoritario, que no entiende de consensos liberales, ni de consejos femeninos, ni de diputados de provincia. Y qué decir de Tancredi. Señorial, revolucionario, atrevido, un digno heredero del régimen nobiliario; quien no juzga por lo que se tiene, sino por lo que se es.

Los tiempos cambian. Para que nada cambie, hay que cambiar con ellos. No obstante, hay cosas que jamás cambiarán, y la vil burguesía nunca podrá alcanzar la majestuosidad del Gatopardo, pasen años o siglos. Si lo hiciera, si osara repudiar el metal para asir lo indeterminado, las formas puras del intelecto, abandonando su degenerada forma de vivir, se condenaría a su propia extinción, ya que su existencia radica en la materia. No se puede servir a la vez a Dios y a Mammón, en palabras de Jesucristo (rey de los cielos). La revolución industrial, el cambio de ciclo productivo, el devenir de la antigua propiedad feudal, la Edad Contemporánea en definitiva, quizás extinguiese a los antiguos gatopardos. Pero hay algo que no se puede matar, porque es intangible, y ese es tu espíritu sublime, aristocracia, que trascenderá por generaciones hasta el fin de los tiempos.

"Nosotros fuimos los Gatopardos, los leones. Quienes nos sustituyan serán chacales y hienas, y todos, gatopardos, chacales y ovejas, continuaremos creyéndonos la sal de la tierra".
ValerianoWeyler
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6 de septiembre de 2016
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me llama la atención que en el film no se aclara - hasta donde recuerdo - el origen de el título: "El gatopardo". Según Fernando Gutiérrez, traductor al español del libro, "Aunque los protagonistas de la novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa sean el príncipe siciliano Fabrizio de Salina y sus familiares, el verdadero personaje central de la obra es, justamente, "il gattopardo" o leopardo jaspeado, que, como emblema, figura en el escudo del príncipe y se hace centro de las virtudes y defectos de su linaje. Unas y otros son, en todo momento,
gatopardianos, palabra con la que se definen muchas cosas, y que responden, a una actitud ante la vida y la muerte, ante los hombres y las cosas".
El gatopardismo - suerte de oportunismo o capacidad de acomodamiento social, especialmente en política - se resume en la frase que Tancredi (Alain Delon) dice a su tío el príncipe Salina (Burt Lancaster) al comienzo de la película, cuando éste le reprocha que un noble se alíe con la causa revolucionaria de Garibaldi: "Es necesario que todo cambie para que todo siga igual".
Como dato adicional, la enciclopedia Wikipedia dice del gatopardo (animal) lo siguiente: "El gato jaspeado (Pardofelis marmorata) es una especie de mamífero carnívoro de la familia Felidae. Es nativo de las selvas del sudeste de Asia. Es el único representante de su género. Inicialmente fue clasificado en la subfamilia Pantherinae, pero actualmente se considera que se encuentra estrechamente relacionado con los miembros del género Catopuma. Tiene dos subespecies reconocidas, Pardofelis m. marmorata y Pardofelis m. charlto
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
casandra
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29 de abril de 2021
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magistral adaptación de la popular novela homónima escrita por Giuseppe Tomasi di Lampedusa, dirigida por Luchino Visconti en el que es uno de sus trabajos más reconocidos.

La trama está ambientada en plena revolución italiana, a mediados del siglo XIX, cuando el país estaba en proceso de unificación y modernización. La historia se centra en la vida de un príncipe siciliano llamado Don Fabrizio Corbera, que se ve obligado a huir con su familia a sus posesiones en las montañas para escapar de los revolucionarios camisas rojas liderados por el carismático Garibaldi.

El príncipe contempla apesadumbrado los inevitables cambios políticos y sociales que le disgustan porque se da cuenta perfectamente de que por su carácter siciliano será incapaz de adaptarse a ellos. Y se percata de que al final solo cambia la gente y no las cosas, reflexión recogida en su famosa frase "cambiar para que nada cambie". De modo que se resigna y deposita sus esperanzas e ilusiones en su sobrino favorito Tancredi, quien se desposará con la hermosa hija de un adinerado burgués.

La factura técnica es sobresaliente, empezando por una colorida fotografía que permite apreciar todos los detalles del majestuoso vestuario y los bellísimos escenarios donde se desarrolla el drama. Desde el impresionante castillo de Donnafugata a los vistosos paisajes sicilianos. Por momentos la película parece un lienzo en imágenes. A esto hay que añadir la emotiva banda sonora del maestro Nino Rota particularmente inspirado. El guion también está muy elaborado y recoge todos los puntos del libro extendiéndose en otros aspectos más ornamentales como los bailes y comidas que tienen lugar y nos permiten admirar cómo vivían los nobles de la época.

En cuanto al reparto, destacar el magnífico trio protagonista con un acertado Burt Lancaster, nadie mejor que él para encarnar a Don Fabrizio con su natural elegancia y distinción. Alain Delon que interpreta con convicción al vitalista y carismático Tancredi Falconeri, y la escultural Claudia Cardinale como Angélica sedara. A modo de curiosidad también aparece un jovencísimo Terence Hill encarnando al conde Cavriaghi.

En definitiva, estamos ante una obra maestra del cine europeo de importancia capital que no ha perdido un ápice de interés desde que se estrenó en 1963. Imprescindible.
Harold Angel
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22 de octubre de 2016
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Gatopardo, conducida por un Burt Lancaster en la cima de su talento interpretativo, es una de las películas más líricas y apasionadas que ha dado el cine. Evocadora y nostálgica, nos recuerda aquella despedida del poeta Ramón Jiménez cuando dice:

"…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado.
Mi espíritu errará, nostálgico…"

Porque detrás de su afectada vocación pictórica y su osamenta de colores El Gatopardo destila un acusado lamento, una infinita tristeza. Es una obra intemporal e indeleble que la memoria transforma en disposición elegíaca, en llama viva que se extingue al final, para que no olvidemos que todo seguirá cambiando para que todo siga igual.
nahuelzonda
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22 de diciembre de 2008
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Notable película.
Una de las cosas que se le crítica más frecuentemente, por lo que he podido leer, es su duración; pues bien, en este punto no puedo opinar, se da la circunstancia de que la vi en dos partes (ventajas de estar en casa y tener dvd) y claro, a mí no se me hizo pesada en ningún momento, ni siquiera en su parte final, la del baile...
Creo que el film se puede disfrutar se tengan o no conocimientos históricos sobre la época que retrata, un episodio de la reunificación italiana, allá por el 1860. Y digo esto porque, en realidad, lo que nos muestra es algo mucho más universal que la descomposición del mundo aristocrático y rural de la Sicilia del XIX: describe la sensación de pérdida, de no encajar, de cómo se va el mundo que uno ha conocido sin poder hacer nada para evitarlo.
Me gustan muchas cosas de esta película, a parte de lo ya dicho. El vestuario, la fotografía, la música (menos), las interpretaciones, sobre todo la de Burt Lancaster. No termino de encontrarle la gracia a Claudia Cardinale, eso sí (a mí hasta me gusta más la hija del "Gatopardo", claro que para gustos...)
¡El liberalismo! Abran paso, señores.
ciudadano
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