Little Joe

Fría no, gélida producción europea que aborda el tema de las manipulaciones genéticas y sus consecuencias. Un laboratorio de botánica trata de encontrar una planta que produzca un aroma que proporcione sensaciones únicas. Pero los atajos en ingeniería genética dan unos frutos poco sospechados.

Rodada en clave de ciencia ficción, claramente se nos viene a la mente "La Invasión de los Ultracuerpos", y está narrada de manera tan glacial que pronto uno empieza a desconectar de lo que pasa. Pero su gran problema es que uno ya supone lo que va a pasar a mitad de película, y si a la parsimonia narrativa le añades la falta de misterio uno espera el final solo por trámite, sin expectativas. Y qué decir de la banda sonora: inclasificable y desconcertante.

Intentar deslizar problemáticas sobre la maternidad o la crianza de los hijos no funciona más que como una distracción. También cuenta con un tenue discurso de denuncia a ciertas prácticas empresariales poco éticas, pero notándose que está más como un relleno que dotando de solidez al conjunto. Me daría una tremenda pereza volver a verla.

Alice (Emily Beecham) es una bióloga que trabaja en un instituto de biotecnología vegetal en Londres. Logró poner a punto por ingeniería genética una flor que en determinadas condiciones libera elementos que "ponen a la gente feliz" y se dispone a presentarla en una feria . Pero con el tiempo se verá que los efectos acaso puedan ser otros.

Esta película de Jessica Hausner puede ser encuadrada dentro de varios géneros que van cambiando o se van combinando a medida que uno va viendo la película y la evolución de sus personajes: ciencia ficción, terror psicológico, thriller paranoide.

Como toda buena película de género, la película presenta un nudo dramático que lo trasciende y le da sentido: la relación de Alice con su hijo preadolescente Joe (Kit Connor), a quien ella regala una de sus flores (bautizada Little Joe en honor a él), relación que empieza a modificarse a partir de ese momento. Madre sobreprotectora y a la vez ausente por su devoción por el trabajo, estos cambios comienzan a horadar sus certezas profesionales. De este modo la película aporta una perturbadora miradda sobre la maternidad. Un proceso similar sufre Alice en su relación con Chris, un compañero de trabajo y posible interés amoroso (Ben Wishow).

La película puede ser leída como una relectura de otra película cuya filiación incluso reconoce su directora, pero la profundidad psicológica y estilo de Little Joe son muy diferentes y mucho más actuales y va mucho más allá de constituirse en una obvia metáfora sobre panaceas psicofarmacológicas.

Uno de los mayores atributos de este film es la elegancia hipnótica de su puesta en escena: las locaciones, los colores, la simetría, la iluminación, la fotografía... pocas películas pueden darse el lujo de dejar imágenes iconográficas y potentes en el espectador y ésta es una de ellas. Sin dudas que el vivero y todo el Instituto quedarán en su retina.



Del mismo modo, cautiva la sequedad muy austríaca de los diálogos, que por momentos refuerza la atmósfera ambigua y paranoide.

El devenir de la investigación científica, las actitudes de los científicos y los aspectos bioéticos también se integran a la trama de una manera tan natural como necesaria y despiertan inquietantes ecos actuales en una película de 2019.

Las actuaciones dan con el tono justo. Emily Beecham ganó el premio a la mejor actriz en el Festival de Cannes 2019 por este papel.

En definitiva, una película fascinante de la austriaca por la hipnótica elegancia de su puesta en escena y por su inquietante combinación de ciencia ficción, terror psicológico, thriller paranoide y drama familiar que aoja una perturbadora mirada sobre la maternidad.

Una interesante vuelta de tuerca de “La invasión de los ladrones de cuerpos”. Y digo interesante porque Hausner actualiza y exprime al máximo las reflexiones ético-científicas sobre el concepto de felicidad que ya se planteaban en aquella historia. Además, la directora añade aspectos que enriquecen el conjunto de la obra, como la subjetividad, el punto de vista y las relaciones familiares. Y todo ello con una estética colorista que lo inunda todo, casi de cómic, empezando por la propia protagonista y acabando por el último de los personajes. La narración está construida siempre bajo la premisa de intrigar al espectador, relatando muchas cosas pero sugiriendo aún más, valiéndose para ello de un inteligente uso de la elipsis. En definitiva, una película notable, sin más peros que la infame banda sonora. La música no acompaña ni aporta nada, sino que más bien aparta y descentra al espectador en muchas escenas. Aparte de ello, muy disfrutable. Habrá que seguir a esta directora.

Considerada una de las pelis de 2020…es bastante aburrida la fabula moral sobre la obligación de ser felices.
Buenas ideas, mal guion. En ningún momento me creo a los personajes, en esta distopía descafeinada.

Parece que tiene ciertos momentos donde la historia puede mejorar y crecer pero son desaprovechados.
El niño daba para mucho mas y su relación con sus padres.

Al menos con sus dos últimos trabajos la austriaca Jessica Hausner es una de las directoras europeas más interesantes. Es una pena que espacie una media de cinco a seis años entre sus trabajos. Así pues esta reelaboración y personal mirada sobre el clásico de 1956 de Don Siegel “La invasión de los ladrones de cuerpos” prometía mucho. Las señas autorales de Hausner siguen estando, asumiendo si cabe más riesgos formales que van desde el tratamiento del color, los encuadres y la música (esta última tan interesante como insufrible) todo ello en un tono frío y aséptico cuyas connotaciones metafóricas y psicológicas sobre la sociedad a la que hemos llegado en el mundo más avanzado, la maternidad, la felicidad o la familia no impiden que a lo largo de su metraje me aburra soberanamente, todo me parezca previsible y ni siquiera su profética parábola sobre sobre la manipulación genética en la naturaleza y sus derivadas víricas sea suficiente para emocionarme lo más mínimo. La premiada interpretación en Cannes de Emily Beecham tampoco.

Lo que sí creo es interesante comparar la visión de la sociedad que nos ofrecía Siegel en los boyantes USA del 56 y la que nos ofrece Hause en la europa más avanzada actual. Las coincidencias y diferencias dan mucho que pensar sobre las relaciones humanas.

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