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Django

Western El mercenario y ex-soldado yankee Django (Nero) llega a un desértico pueblo mexicano con un ataúd. Su objetivo: la venganza contra el mayor Jackson. Un spaghetti-western originalmente prohibido en Inglaterra por su violencia... Fan declarado del film, Quentin Tarantino "copió" la escena donde un general le rebana la oreja a un predicador para su "Reservoir Dogs" y en 2012 estrenó "Django Unchained", una película que homenajea a ésta ... [+]
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Críticas 45
Críticas ordenadas por utilidad
17 de enero de 2013
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Django es un spaghetti-western en toda regla, en la misma línea de los perpetrados por Sergio Leone. Y cuando digo en la misma línea quiero decir que es un western sucio y violento, no como lo que hacía John Wayne y sus buenas maneras.

La película nos cuenta la llegada de un extraño hombre, llamado Django, a un pueblo que vive atemorizado por una banda de criminales encapuchados. De éste personaje no sabemos mucho, salvo que la muerte de su esposa lo dejó destrozado (resulta curioso que su mujer muerta le ayude, metafóricamente, a vencer a los malos), y que lleva consigo un ataúd en cuyo interior guarda una ametralladora que no sabemos de dónde demonios ha sacado, pero que sabe usar muy bien.
Django casi podría emparentarse con un superhéroe atormentado en la línea de Batman; un tipo de pasado oscuro que en la actualidad se dedica a vagar por ahí y hacer justicia cuando es necesario.
No es un pícaro, un cazarecompensas o un forajido como solía ocurrir en el cine de Leone, sino que se trata de una especie de justiciero, aunque esto por suerte no implica que sea un santo. Antihéroe es la palabra adecuada.

La película posee un tono bastante oscuro y una estética sucia y poco agradable. Al contrario de lo que suele ocurrir en el western, Django no transcurre en un escenario árido y seco, sino que todo está húmedo y lleno de barro, lo que hace que la estética del film sea aún más sucia y apocalíptica.
Y hablando de estética apocalíptica, no me extrañaría demasiado que cintas como Mad Max 2 se inspirasen en la película de Corbucci.
Pero los que sí se inspiraron fueron Tarantino y Robert Rodriguez. El primero con la famosa escena de la oreja en Reservoir Dogs (aunque lamentablemente, en Django no suena stuck in the middle with you mientras cortan), y el segundo con su mariachi y su funda de guitarra llena de armas. En éste segundo caso estaríamos hablando casi de un remake tex-mex.

En resumidas cuentas, Django es un spaguetti-western épico, violento y sucio, como casi todos los spaguetti-westerns, pero en éste caso cuenta con un personaje carismático que le da aún más vida a una película que debería reivindicarse más.

¡Ah! Y no nos olvidemos de la fabulosa canción de Luis Bacalov, sin la cual la película perdería enteros. O puede que no, pero igualmente es un temazo.

http://motivosparalevantarse.blogspot.com.es/
Glanton
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5 de enero de 2012
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En primer lugar tenemos a un personaje solitario, misterioso, del cual no sabemos nada, excepto su ambigua moral y su rápidez con el revólver. Corbucci nos consigue impactar a la hora de presentarnos al protagonista: Django (Franco Nero) arrastrando un ataud por las áridas tierras mexicanas (bueno, más bien almerienses). Pese a todo, el parecido entre Franco Nero y Clint Eastwood es más que razonable. Ambos comparten modos, algunos tics, y su amor al dinero.

En segundo lugar, la trama que nos plantea Corbucci parece sacada de los mismos guionistas que escribieron "Por un puñado de dólares". Django, al igual que el sin nombre interpretado por Clint Eastwood, llega a un pueblo casi fantasmal, que es objeto de disputa entre los mexicanos, dirigidos por un pecualiar bandido, y un curioso grupo de fanáticos religiosos, una especie de remedo del Ku Klux Kan, que colocan un pañuelo rojo. Gracias a sus habilidades, conseguirá medrar para alterar el equilibrio de la balanza entre ambos bandos, pero para su propio beneficio.

A pesar de ello, Corbucci intenta mostrarnos algo diferente a lo que nos mostró Leone. La estética del film es incluso más exacerbada que los films de Leone. Los paisajes polvorientos, también están rodeados por oscuros y peligrosos pantanos, y la estética del pueblo donde se desarrolla la mayor parte de la acción, es cuanto menos curiosa, prácticamente se trata de un pueblo fantasma en el que solo viven las mujeres de vida alegre del Salon. La presentación de las calles (o mejor dicho la calle principal) siempre llena de barro descoloca a cualquier amante del western clásico. Un lugar, por cierto, que más que fronterizo, se podría calificar de antesala del fin del mundo, con un desvencijado puente que atraviesa unas peligrosas arenas movedizas, y con un cementerio que parece augurar lo que le puede suceder a todo aquel que se ose cruzarlo.

La cámara de Corbucci no nos escatima nada de esa suciedad que transmiten sus imágenes. Tampoco lo hace con la violencia que es abundante en esta cinta. En este peculiar universo, una mala palabra, un mal gesto se paga con una bala. También es interesante la carga sexual que transmite el realizador italiano.

Es cierto que el film de Corbucci tiene apuntes muy interesantes, que sabrán valorar sobretodo los admiradores del subgénero, exacerbando y exagerando en algunoos aspectos la línea que había marcado el pionero Leone. A pesar de ello no consigue llegar al nivel de las grandes obras que pretende imitar, aunque también es cierto que se acerca bastante. Lo que si está claro es que los acérrimos defensores del western clásico, admiradores de aquellos héroes límpios, nobles y generosos, seguramente torcerán el gesto ante lo que parece el reverso en oscuro de esos cowboys, unos tipos que sólo se mueven por y para su beneficio.
manulynk
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28 de febrero de 2019
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Django...have you always been alone? Django...have you never loved again? Love will live on!, oh!, oh! Life must go on!, oh!, oh! For you cannot spend your life regretting...".
Un tipo desastrado con uniforme de unionista cruza las llanuras del desierto arrastrando un pesado féretro, a todas luces preparado para él mismo, mientras de fondo suena la melancólica balada que canta su gesta.

Su nombre es Django, su patria es ninguna, la mujer a la que amó ha muerto, su alma hace mucho que se quemó en el Infierno, su único deseo es la venganza. Asistimos al nacimiento de uno de los antihéroes más memorables del "spaghetti western", cuya existencia se ha prolongado (más para mal que para bien) en una innumerable sucesión de títulos hasta nuestros días; su creador fue el prolífico Sergio Corbucci, quien durante el rodaje de "Johnny Oro" propuso al (por aquel entonces) joven Manolo Bolognini realizar una película del Oeste que recuperase las pérdidas de su anterior producción.
La idea era, por un lado, aprovechar el éxito de la Trilogía del Dólar de su amigo Leone y, por otro, inventar una historia y un héroe caído en desgracia basados en la legendaria "Yojimbo" de Kurosawa (que ya había servido de referencia al anterior). Ayudado en el guión por Piero Vivarelli, Franco Rossetti, José Gutiérrez Maesso y su hermano mayor Bruno, con el que concibió, en una perfecta muestra de su retorcido humor, el nombre del protagonista (inspirado en el guitarrista Django Reinhardt, quien tenía los dedos de la mano izquierda paralizados), Corbucci se lanzó a dirigir, no con pocas dificultades, la que sería, quizás por siempre, su obra más emblemática.

Vagando por un inclemente desierto lleno de barro, Django observa cómo María, una prostituta mestiza, es atacada primero por unos rebeldes mejicanos y luego por un grupo de confederados miembros del Ku Kux Klan; tras acabar con éstos últimos, el pistolero solitario llegará junto a la mujer a un pueblo fantasma habitado por rameras, que tanto simpatizan con los de un bando y con otro, y por el dueño del bar donde trabajan. Django se verá envuelto en una sangrienta batalla entre los mejicanos y los sudistas mientras planea su venganza contra los desgraciados que tiempo atrás asesinaron a su amante.
Si los tradicionalismos fueron demolidos, despojados de su espíritu maniqueísta y conducidos al inframundo de su propia mitología por Peckinpah y Leone, Corbucci simplemente los hunde aún más en el fango (el mismo que se dispone por todo el desierto del film), presentándonos a un soldado de la caballería (esa tan querida por Ford y Wayne) cínico, de ambiguas intenciones, que guarda una ametralladora dentro de un ataúd, enfrentado a todos, como él mismo admite, y dominado por un irrefrenable rencor y deseo de matar, mientras la negra presencia de la muerte va tras sus pasos, acompañándole en su deambulatoria existencia.

Estamos sin duda ante uno de los personajes más sombríos del "western", un auténtico condenado, un renegado del Diablo, cercano al que más tarde encarnará Eastwood en "Infierno de Cobardes". Este antihéroe vaga por un Oeste también maldito, en el que no existe la piedad y donde sus gentes conviven con el odio y la violencia, de los cuales se alimentan; hombre de izquierdas reconocido, Corbucci crea un guión incisivo cargando contra la hipocresía unionista, el fanatismo del Ku Kux Klan, la brutalidad de los esclavistas americanos, la tradición religiosa y, en definitiva, la crueldad y codicia inherentes al ser humano (Django será capaz de hundirse en el fango con tal de rescatar el féretro con el oro).
Aquí no se deja títere con cabeza, y pese a que la trama está lastrada por su incoherente estructura (hay momentos de auténtico sinsentido), el director lo suple con incesante violencia y ritmo trepidante que no da un respiro, combinando brutalidad, intriga y aventura mientras homenajea tanto a la Triología del Dólar (en especial "Por un Puñado de Dólares" y "El Bueno, el Feo y el Malo") como a los clásicos de Daves, Huston o Sturges (ésto último demostrado en el espectacular asalto al fuerte o el enfrentamiento final entre los mejicanos y los hombres de Jackson). Corbucci incluso aprovecha y se rinde tributo a sí mismo, pues algunas escenas ya aparecían en anteriores film suyos.

Con tan sólo 23 años de edad, Franco Nero realiza el primer papel importante de su carrera (el más importante hasta la fecha) encarnando muy dignamente al pistolero Django, en las antípodas de los héroes que poblaban las hazañas épicas de Ford o Hawks; junto a él, unos decentes Ángel Álvarez, Gino Pernice y Eduardo Fajardo, la guapísima Loredana Nusciak y el gran actor español José Bódalo como el general Rodríguez (irreconocible tras esos ropajes y bigotes). Tan inolvidable como el protagonista resulta la música compuesta por Luis Enríquez Bacalov, sobre todo la canción inicial, que denota el tono crepuscular y amargo del film, no muy alejado del estilo de Peckinpah.
"Django" gozó de una calurosa acogida a pesar de los muchos cortes impuestos por la censura, siendo relegada con el paso del tiempo a uno de los más grandes títulos del "spaghetti", cuya influencia ha llegado (consciente o inconscientemente) a "Dos Mulas y una Mujer", "Los Cuatro del Apocalipsis", "El Fuera de la Ley" o "Desperado". Además, el héroe aparecería en una treintena de pseudosecuelas (donde se cuentan las tergiversadoras "Django Desencadenado" y "Sukiyaki Western Django"), aunque no encarnado por Nero, quien sí volvería veintiún años después en la innecesaria "El Retorno del Héroe".

Quedémonos mejor con ese memorable final en el que el destino del protagonista, con las manos destrozadas y viendo cumplida su cruzada de venganza, se revela incierto, mientras su revólver ensangrentado descansa sobre la cruz de su amante, Mercedes Zaro, quien aún espera a reunirse algún día con él...
Chris Jiménez
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13 de julio de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los lunes acostumbrábamos en el instituto laboral a comentar, no solo los resultados del fútbol, sino también las películas que habíamos visto en los cines de nuestros pueblos. Uno de ellos comentaba la extraña cinta que había visto ese domingo en Azuébar, un tipo que sale todo el rato arrastrando un ataúd por el barro con una ametralladora dentro. Siempre que la veo me acuerdo de Fabián y de su sorpresa. Porque extraña, sorprendente, asquerosa, violenta, repulsiva, lóbrega y rara ha resultado siempre esa cinta. ¿Cómo no iba a ser así a finales de los 60? ¡... Y aun ahora!
Ha terminado la guerra de Secesión y Django debe ajustar cuentas con los asesinos de su esposa. Se trata de un grupo de racistas con capuchones encarnados bajo el mando del mayor Jackson, peripuesto con sus puntillas y encajes, en contraste con los desarrapados de su banda, con el barro y la miseria del lugar, con lo barroco del saloon o con la fealdad de las furcias que allí trabajan. También anda por la zona una representación de la revolución mejicana, igualmente repulsiva y violenta.
Únicamente la joven María parece poner el contrapunto bello a la sordidez general de la trama.
En cualquier caso, el centro lo ocupa el embarrado ataúd que aloja el alma del propio Django, tema que décadas después retomará a su manera Tarantino. Personalmente, ni la obra de este ni su fuente de inspiración, nos llama excesivamente la atención. Nos pasa lo mismo que al bueno de Fabián nuestro amigo de Azuébar.
Lafuente Estefanía
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18 de julio de 2012
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es que sea el western por excelencia, pero su violencia desmedida, sus bizarras escenas y su carismático anti-héroe hacen esta película muy atractiva a los ojos de los que adoramos con devoción el cine de serie B, el cine independiente o el cine curioso y anti-comercial en general, del que "Django" es un ejemplo magnífico.

Su punto fuerte es que, aunque parece comenzar como muchos otros western, poco a poco se va desviando volviéndose realmente interesante hasta lo irracional. Escenas como el vacile en el salón, el "regalito" del ataúd y, como no, el increíble (por incredulidad) duelo final, previa provocación de gravísima desventaja para nuesto Django, hacen de esta película digna de ver para todos aquellos curiosos que disfruten también con este tipo de cine. Desde luego no dejará a nadie indiferente.
Hanshiro Tsugumo
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