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España España · Barcelona
Críticas de manulynk
Críticas 1.155
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
30 de septiembre de 2017
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La crisis económica que estalló en 2008 y que pese a que algunos se empeñen en decirnos que ya está superada, todavía estamos notando sus efectos, como cualquier otro evento de alcance mundial ha tenido su hueco en el cine. Desde el temprano documental "Inside Job", hay aportaciones tan valorables como la de "Margin Call" u oportunistas como "Company Men" y a medio camino podríamos situar "El lobo de Wall Street" de Scorsese que aunque retrata una época diferente, no elude las comparaciones con la actualidad.

El realizador Adam McKay ha querido seguir la línea intermedia entre "Inside Job" y "Margin Call", adaptando un conocido libro (en el mundo anglosajón) de economía, que trata de la reciente crisis y de como un grupo de inversores se enriquecieron gracias a que en un momento determinado hicieron lo contrario de lo que hacían los demás gracias a que detectaron que la expansión tenía los pies de barro.

El film cuenta con un buen reparto: Christian Bale, Ryan Gosling, Steve Carrell y la (breve) aparición de Brad Pitt quien además es uno de los productores. McKay trata de novelar los acontecimientos, iniciando su relato unos años antes del estallido de la crisis, centrándose en unos pocos personajes, gestores de fondos de inversión, que por separado fueron llegando a la misma conclusión: la mayor parte de los valores hipotecarios que en esos momentos se rifaban en los mercados estaban compuestos por bonos basura e hipotecas de dudosa rentabilidad y aún más difícil cobro. Por lo que, en lugar de seguir comprando y engordar la burbuja, empezaron a quitarse de encima estos valores, actuando a contra-corriente, y siendo tachados por poco menos que de locos. El principal problema con el que se tiene que enfrentar Mckay es el de explicar el complejo universo bancario y sus diferentes productos de una forma sencilla para el espectador. Y sólo lo consigue a medias. Es de destacar su esfuerzo de proporcionar una explicación detallada entrando de lleno en la jerga bancaria, para lo cual se vale de ejemplos muy didácticos explicados directamente a cámara por personajes conocidos que no pertenecen al mundo de la economía como el caso de la modelo Selena Gomez o el chef Anthony Bourdain. Estos ejemplos rompen en un momento determinado la narración, pero son necesarios para entender lo que está intentando contarnos. Aún así, no puede evitar que al espectador se le acaben escapando la enorme cantidad de conceptos, y siglas de productos, pese a que al menos la idea general sí le queda.

La cámara de Mckay va registrando las acciones de los personajes, con un montaje que intenta ser ágil, pese a las rupturas explicativas, y con un tono irónico cercano a la comedia, gracias a la presencia de Carrell y sobre todo con un Christian Bale que da vida a un personaje, cuando menos, singular. Aunque no es la intención del realizador hacer una comedia, ya que en ningún momento pierde de vista que mientras que estos tipos bien vestidos hacen sus negocios, el ciudadano de a pie sufre los efectos de las decisiones tomadas en los consejos de administración de grandes corporaciones bancarias, en salas de reuniones de fondos de inversión e incluso en el hall de hoteles de lujo. Mckay se limita a exponer los hechos, sin tomar partido, ni tampoco permite que sus personajes sean otra cosa que lo que son: tipos cuyo único objetivo es ganar dinero. Pese a que advierten la debilidad del sistema, no trata de arreglar nada, ni denunciarlo sino que son los primeros en ver una oportunidad de negocio y la aprovechan. Es decir, no son mejores que los que estuvieron vendiendo valores basura camuflados de respetabilidad sin ningún pudor.

Se cuenta que el famoso banquero Rockefeller decía que cuando escuchaba a su chófer hablando de acciones y valores, se daba cuenta que había llegado el momento de vender sus participaciones. En el fondo el film de McKay viene a contar la misma situación, en el sentido que un grupo de personas tienen un comportamiento diferente al del resto, anticipando una caída de consecuencias catastróficas para el ciudadano de a pie, ajeno a estos movimientos. De alguna forma, esta película podría ser complementaria a la mencionada "Margin Call", puesto que viene a tratar lo mismo aunque su voluntad de querer abarcar el complejo y volátil mundo de las acciones, valores, bonos y demás tecnicismos pueda lastrar su valoración. Desde luego todo el que quiera conocer los mecanismos por los que se originaron la crisis no debería dejar de incluir estos dos títulos, junto con el documental "Inside Job" ya que retratan con bastante acierto la voracidad de un sistema capitalista más preocupado en amasar dinero que en cualquier otra cosa.
manulynk
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6
30 de septiembre de 2017
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No cabe duda que a David O. Russell le gusta retratar personajes normales aparentemente anodinos pero con un gran instinto de superación. Además, no es casualidad que busque historias ambientadas en los años 80/90 del siglo pasado. De alguna forma, es la manera que tiene el realizador de huir de los efectos de este nuevo siglo que empezó con un atentado y siguió con una profunda crisis económica que han cambiado profundamente los fundamentos y la mentalidad de buena parte del mundo. Los protagonistas de las películas de Russell serían mucho menos creíbles si tuvieran que vivir en nuestros días. Probablemente, parte de la buena acogida que suelen tener sus películas tenga mucho que ver con este planteamiento inicial.

En este caso, la protagonista del film es Joy (Jennifer Lawrence), una joven que se encuentra en una situación personal y económica bastante peculiar. Vive en casa además de con sus hijas, con su madre (Virginia Madsen) que se ha recluido en una habitación y pasa las horas viendo un interminable culebrón, con su abuela (Diane Ladd) quien además es la narradora del film, con su ex marido (Edgar Ramírez), establecido en el sótano. A éstos hay que añadir a su padre (Robert de Niro) quien tras unos años de relación con otra mujer (Isabella Rosselini) vuelve al hogar. Cuanto menos, la situación familiar de Joy es peculiar, y para colmo se queda sin trabajo. Pero como buena norteamericana, lejos de hundirse, trata de sacar adelante a su familia con su propio esfuerzo. Para ello idea una fregona especial que conseguirá defender contra viento y marea hasta llegar a la teletienda.

Basado en un hecho real, David O. Russell se entretiene en mostrarnos el periplo de la protagonista. En términos generales, el film no ofrece nada que no hayamos visto antes: La lucha individual por llegar a un objetivo superando todos los obstáculos que van apareciendo por el camino. En toda la historia del cine podemos encontrar cientos de historias similares. Lo que la hace diferente es un cierto estilo que hace unas décadas se conocía como cine independiente, que parte de cierta apariencia de economía de medios pero que esconde más de lo que se ve. También es interesante el mostrar el pequeño y caótico universo en el que vive Joy, en especial esa casa llena de gente diversa que dependen de Joy para prácticamente cualquier cosa.

Pese a disponer de un reparto lleno de caras bien conocidas, además de añadir la presencia de Bradley Cooper en un breve pero intenso papel, quien aguanta el peso del film es Jennifer Lawrence, actriz que suma admiradores y detractores a partes iguales, pero que hasta la fecha ha sido David O. Russell el que mejor partido ha sabido sacarle. Y es que Lawrence tiene un atractivo que, salvando las distancias, recuerda al de las grandes estrellas del cine clásico quienes sin ser bellezas explosivas, sabían salir bien favorecidas ante la cámara. Además no se le puede negar que sabe transmitir una fuerza interpretativa que no está al alcance de muchas otras estrellas actuales, quizás más taquilleras que ella pero con menos talento. No tendrá la carga sexual que transmiten la Johansson y demás actrices, pero se trata de una actriz bien dotada para personajes fuertes y David O. Russell sabe sacarle partido.

Valorando el film dentro de la trayectoria del realizador, posiblemente sea uno de los más flojos de su filmografía. Posiblemente sea debido a que da la impresión que se está repitiendo. Pese a que aparentemente las anteriores películas de David O. Rusell son diferentes, prácticamente nos está contando la misma historia una y otra vez. Incluso parece que está tratando de contarnos otra vez "el lado bueno de las cosas". Tal vez tampoco ayude la presencia de las mismas caras. O tal vez, es que en esta ocasión se le notan mucho más las intenciones. No se trata de una mala película, pero quizás es la que tiene momentos más "inncesarios" y que entran con calzador con vistas a provocar alguna sensación en el espectador. Tal vez sea un buen momento para escoger bien su próximo proyecto y no buscar tan descaradamente los Oscars.
manulynk
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7
29 de enero de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cineasta Carlos Vermut se ha descolgado con un film diferente. Al menos para lo que estamos acostumbrados. La historia reune a dos personajes aparentemente inconexos como son Luís (Luís Bermejo) un profesor en paro, con una hija que tiene una enfermedad terminal y Bárbara (Bárbara Lennie), una mujer con ciertos problemas y que vive semi-recluida. La necesidad del primero, desesperado por conseguir un carísimo traje de un personaje japonés, le lleva a chantajear a la segunda, y ésta para conseguir el dinero debe hacer algo que traerá sus consecuencias.

El film de Vermut esta construido sobre la premisa de menos es más. Hay una depuración total en el conjunto del film que afecta a todos sus aspectos, desde un guión muy simple hasta una puesta en escena muy simple, pasando por una banda sonora casi inexistente si no fuera por la canción "niña de fuego". El realizador construye el film basándose en unas pocas localizaciones mayoritariamente interiores, y con pocos movimientos de cámara. Incluso cuando están en exteriores, el realizador prefiere dejar la cámara fija en un punto y dejar que el personaje pase por delante del encuadre. Tampoco se molesta excesivamente en rellenar la trama con demasiados diálogos, encomendándonse a lo que puedan transmitir sus personajes. Quizás un poco menos Luís Bermejo, pero no sucede lo mismo con Bárbara Lennie que hace una excelente composición. Y además el film cuenta con la presencia de José Sacristan, especialmente en el último tercio del film y que demuestra sobradamente sus tablas soportando el peso final de la película, siendo además un elemento importante en su resolución.

Quizás lo más importante de la película de Vermut es lo que sucede en los márgenes de la historia, especialmente lo que rodea a Bárbara. No sabemos los motivos que la han llevado a la situación de dependencia de su marido, apenas podemos entrever parte de su pasado, ni mucho menos vemos exactamente lo que tiene que hacer para conseguir el dinero reclamado por Luís. Pero si vemos las huellas sobre su piel que es mucho más impactante. Más allá del breve prólogo tampoco sabemos mucho del vínculo entre Damián y ella. Y aún así, el personaje con más misterios es el del propio Damián. Vermut deja múltiples espacios en blanco en su historia de forma voluntaria para que sea el espectador el que los rellene. También consigue con este sencillo mecanismo interesar al espectador más por lo que ha pasado que por lo que está visionando.

Se le puede achacar un excesivo simplismo en el planteamiento del film, puede que incluso de fabricar un artificio hueco. Tal vez haya algo de razón en ello, especialmente en el personaje de Luís, quizás el más plano de los cuatro que aparecen. Aunque en realidad el personaje de su hija, que es el detonante de toda la historia es todavía más plano. Llegando más lejos se le puede incluso acusar al realizador de misógino por el hecho que las acciones de los hombres del film están impulsados por el componente femenino del mismo. Habrá también quien quiera ver un cierto realismo social, por el hecho de mostrar un profesor en paro o porque para conseguir dinero y otras cosas hay que recurrir a los márgenes del sistema. Puede que haya algo de todo eso, pero la depuración de la trama que practica Vermut induce a pensar que se ha centrado más en el terreno de los impulsos o del juego de necesidades, dependencias y presiones entre diversas personas (concretamente 3) y que el resultado es bastante positivo. Calificarla de obra maestra resultaría excesivo, sobre todo porque no es todo lo redonda que debería. Tampoco es tan mala y aburrida como dicen otros, en el balance hay más aciertos que desaciertos.

De lo que no cabe duda que se trata de una película que engancha, y que en su simplicidad nos ofrece algo diferente a lo que estamos acostumbrados y que detrás hay un realizador con cierta personalidad y con cierta voluntad de estilo. Y que tiene mucho que ofrecernos todavía.
manulynk
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8
29 de enero de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como el propio realizador se ha encargado de recordarnos, se trata de su octava película, y la segunda incursión en el "western". Aunque hay que matizar que por un lado la mayor parte de sus obras son deudoras en mayor o menor grado de este género y por el otro, algunos se atreverían a discutir que sea realmente un western. Es verdad que está ambientado en la época habitual (post-guerra civil), es verdad que sus personajes van armados con pistolones en el cinto, y otras armas de fuego similares y ataviados según los cánones de la época. Pero lo que nos cuenta Taratino se podría haber ambientado en cualquier otro momento.

Después de un largo prólogo en el que coinciden un veterano cazarecompensas (Kurt Russell) que lleva a una supuesta forajida (Jennifer Jason Leigh) en una diligencia y un ex-militar de color (Samuel L. Jackson) en el nevado camino a Red Rock, Wyoming (cuyas nevadas imágenes recuerdan a un film olvidado, "El gran silencio"), y un poco más adelante recogen al futuro sheriff de la población (Walton Goggins), los cuatro personajes se ven obligados a hacer parada en una casa de postas a esperar a que amaine la tormenta. En el interior de dicho recinto, es donde tiene lugar el resto de la trama en el que hay varias personas y algunos no son quienes dicen ser. Por un lado tenemos a un viejo oficial sudista (Bruce Dern), un cowboy (Michael Madsen), un juez (Tim Roth) y un amigo de la dueña del local (Demian Bichir), ausente debido a asuntos familiares.

Vaya por delante que no se trata de un film en el que haya mucha acción, aunque si el espectador es lo suficiente paciente para aguantar las dos horas y media largas de metraje, verá mucha sangre. Esta es una de esas películas más puramente tarantinianas, con larguísimos (e interesantes) diálogos, poco movimiento, una tensión que se va acumulando y una explosión final de violencia. Pese a la larga duración del film, el tiempo pasa en un suspiro y es que Tarantino hace ya un para de films que ha alcanzado la madurez de su lenguaje narrativo, y es capaz de mantener al espectador en la butaca casi tres horas sin que se preocupe del tiempo.

Varios aspectos le ayudan. Un de ellos, sin duda es el reparto en el que cuenta con caras nuevas (Goggins, Bichir, Jennifer Jason Leigh), recupera algunos actores de sus inicios (Tim Roth, Bruce Dern), otros que van apareciendo intermitentemente (Michael Madsen), también recupera a Kurt Russell protagonista de "Dead Proof" y mantiene al que podría decirse que es su actor fetiche (Samuel L. Jackson) o por lo menos el que más veces ha intervenido en sus films. Con este elenco, Tarantino juega al despiste con el espectador, puesto que le oculta algo, que sólo le mostrará en su momento oportuno, volviendo a jugar con el tiempo, (aunque muy bien integrada en la acción), e incluso permite que alguno de sus personajes sepan más del espectador. El guión, siempre uno de los puntos fuertes del realizador sin duda es excelente, con diálogos memorables alternado con las debidas pausas y la puesta en escena en la casa de postas tampoco es desdeñable. Se nota que Tarantino ha estudiado bien la forma de situar la cámara de modo que ésta se mueve por prácticamente todos los rincones del local donde se reunen por diversas circuntancias los ocho personajes.

Otro aliciente del film es que Tarantino se autoreferencia a sí mismo. No faltará quien hable de Agatha Christie y los "Diez Negritos", de la citada "el gran silencio", e incluso referencias a "La cosa" o "La diligencia" y alguna otra que seguro que se me escapa (sobre todo por el gusto del realizador por el cine se serie B y resto de abecedario). Pero las principales referencias del film son de su propia cosecha. "Reservoir Dogs" su ópera prima es la más evidente, pero en cierta venganza que se produce en el film y en determinada escena concreta también se nos aparece "Kill Bill", la apariencia deliberada de Tim Roth a lo Kristoph Walken tampoco es casual, ciertas referencias raciales también nos recuerdan a "Pulp Fiction", "Jackie Brown" o incluso "Django Desencadenado", también sobrevuela la sombra de "Malditos Bastardos" en determinados momentos.

Sin duda alguna los acérrimos de Tarantino, que no son pocos, disfrutarán enormemente con este film. Habrá quien la catalogue como su mejor película. Personalmente, pienso que se trata de una de sus obras más maduras y equilibradas, pese al exceso de sangre al final, pero la frescura de sus dos primeras entregas sigue siendo difícil de igualar.
manulynk
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7
29 de enero de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con cierta frecuencia aterrizan en la gran pantalla historias que giran alrededor de personajes famosos en los que se detallan buena parte de su vida centrado en los momentos más destacados y supuestamente trascendentales de su vida. De hecho, los críticos se suelen referir a este tipo de films como "biopic". Si la persona en cuestión pertenece al mundo de la música, el combinado "sexo, drogas y rock'n roll" está garantizado.

Sin embargo este "biopic" centrado en la figura de Brian Wilson, máximo exponente de los Beach Boys, y dirigido por el novel Bill Pohland, tiene muy poco del citado combinado. De hecho, en honor a la verdad tiene también muy poco de biopic. No parece ser la intención de Pohland seguir las pautas de los típicos biopics al uso. Es decir: el relatar la vida de Wilson, como forma el grupo, junto a sus hermanos, sus éxitos, su caída y posterior resurgimiento de las cenizas.

Quien espere un relatado detallado de la vida del músico salpicando el metraje con los grandes temas archiconocidos del grupo, se llevará una gran decepción. Y eso no quiere decir que sea una mala película. Ni que no encontremos algo de eso. El film arranca en los años 90, con un Wilson (interpretado por John Cusak) perdido en su propia mente y en manos de un psicólogo (Paul Giamatti) que parece tener más interés en sacar provecho de él que en curarle. Mientras asistimos a los intentos de Melinda Ledbetter (Elizabeth Banks), una vendedora de coches que conoce a Wilson casi por casualidad, por liberarlo de las garras del psicólogo, diversos "flashbacks" nos transportan al momento (o momentos) en el que un joven Wilson (interpretado por Paul Dano), creaba las canciones por las que siempre se le recordará, incluso por encima de los Beach Boys.

Con estos viajes al pasado podemos observar la influencia de la figura paterna en el personaje, de aire autoritario y con tendencia a levantar la mano los primeros síntomas de los problemas mentales de Wilson, sus condicionantes con un una figura paterna autoritaria de mano fácil a quien Wilson intenta en vano contentar con su obra, y con una inquietud por hacer aflorar el sonido que tiene en mente. Pero lo más interesante de largo del film y lo que le diferencia con respecto a otros films es justamente la plasmación del proceso creativo, cuando el realizador se recrea en el estudio de grabación mientras se van perfilando esos grandes temas.

Más que un biopic sobre la vida de Brian Wilson, lo que Pohland pretende es ofrecernos una película sobre el proceso creativo de un artista, en este caso, musical. Un proceso que no es sencillo, ni siquiera es comprendido (ni siquiera al principio). Sin duda, los mejores momentos del film los encontramos en el estudio de grabación en el que Wilson plasma el sonido que tiene en la cabeza. Aunque no lo trate directamente, al espectador no se le escapa que hay una relación entre los desarreglos emocionales y psicológicos del músico y la música que le sale de dentro. En este sentido, el realizador no puede evitar cierta comparación recurrente con otros films similares en los que el artista protagonista padece algún tipo de desorden, ya sea mental o físico, o con tendencia a abusar de determinadas sustancias etílicas, lisérgicas o de cualquier tipo.

Pese a que parece mucho más interesante la línea interpretativa que protagoniza Paul Dano, que la de John Cusak (en especial por la presencia de un Paul Giamatti excesivamente histriónico en su papel de psicólogo "chupasangres" que no parece aportar gran cosa más allá de una colección de camisas tan chillonas como su personaje), estamos ante un buen "biopic", narrado con buen pulso y equilibrado, con muchos puntos interesantes, que seguramente hará la delicias de los fans acérrimos de los Beach Boys, no tanto por la banda sonora sino por como se muestra el proceso creador de alguna de sus canciones más emblemáticas.
manulynk
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