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La fiesta de despedida

Drama. Comedia En una residencia de ancianos de Jerusalén, un grupo de amigos construye una máquina para practicar la eutanasia con el fin de ayudar a un amigo enfermo terminal. Pero cuando se extienden los rumores sobre la máquina, otros ancianos les pedirán ayuda, lo que les plantea un dilema emocional y los implica en una aventura disparatada. (FILMAFFINITY)
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
4 de diciembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me dicen que hay una película israelita,una comedia negra, que merece la pena ver. Y sí, si ganó en la Seminci, ya es una referencia más que buena. Pero, si bien tiene toques de comedia, no es para nada lo que yo entiendo por comedia negra. Es mucho más que eso, es un canto a la tolerancia, una tierna mirada a nuestros mayores que es también una mirada temerosa a lo que se no viene encima, la vejez, la enfermedad, la soledad, la muerte o, lo peor, las ganas de morirse para dejar de sufrir o por el simple hecho de abandonar una vida que ya no merece la pena vivirse. Actores muy buenos, guión fluido, duración perfecta, tema trascendente tratado con elegancia y con ternura... Una muy buena película que permite acabar de verla y reflexionar sobre lo que hemos visto. Muy, muy recomendable.
melchorin
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8 de diciembre de 2015
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desilusión. Al ver unos cuantos viejos en pelotas en la foto de la portada, inocentemente pensé yo que estaba ante una comedia. Pues no, no era una comedia. Era un drama de los gordos. Algún chistecillo sí, pero sin mucho acierto. Tampoco es que como película dramática se pasen de acertados. Previsible, algo ñoña y de argumento más que forzado. Vamos, que no cuela. Un documental para reflexionar sobre el complejo tema de la eutanasia, que al fin y al cabo es lo que aquí se pretende, se resuelve en Informe Semanal con diez minutillos. Y así no despistan a nadie.
davidlozoya
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15 de julio de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una muy buena película, con un excelente elenco septuagenario, una buena dirección y excelente guión, tratan con sabiduría, sensibilidad, picardía y buen humor temas complicados: la vejez y sus inconvenientes físicos y emocionales, la muerte, la eutanasia y los problemas morales implicados en esta última.

Una maravillosa película que relata el sentimiento de algunos ancianos que con el día a día van perdiendo capacidades físicas e intelectuales y que a falta de tratamientos para sus malestares buscan simplemente tener una muerte digna, muerte que en ocasiones se les es negada por problemas legales y morales.
logan_mx
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8 de febrero de 2016
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La fiesta de despedida, de los israelíes Sharon Maymin y Tal Granit, es una de esas producciones valientes, arriesgadas y originales que no suelen abundar en el cine actual. Merecida ganadora de la Espiga de Oro a la mejor película y Premio a la mejor actriz (Levana Finkelstein y Aliza Rosen) en la Seminci de Valladolid del pasado año, es una producción que versa sobre la eutanasia, para resumirlo fácilmente, pero es mucho más que eso.

Lo más destacable de esta cinta es que se trata de una divertidísima (y negrísima) comedia donde todas las situaciones, por dramáticas y dispares que sean, se encuentran tratadas con un sentido del humor tan admirable como ingenioso.

Un grupo de amigos que viven en la misma residencia de ancianos deciden ayudar a uno de ellos a morir dignamente. Además de los dilemas éticos, todo se complica cuando corre la voz y más personas solicitan su ayuda para acabar con su sufrimiento.

Lo que han conseguido los realizadores de esta cinta, Maymin y Granit, es tratar toda una serie de tabúes desde la óptica de la comedia. El más importante es la eutanasia, visto aquí como el derecho a decidir sobre el fin de tu propia existencia, especialmente en el caso de enfermos terminales. Y, en menor medida, se tocan temas como la homosexualidad, el sexo e incluso el desnudo, nada corriente en personajes de edad avanzada.

A pesar de la valentía y el coraje de tratar temas tan poco habituales en el cine, realmente lo que explora esta maravillosa La fiesta de despedida es el amor, ese amor incondicional que hace que dejes de pensar en tus necesidades para solo centrarte en las del otro; y la amistad, el estar justo en el momento y en el lugar adecuado cuando alguien te necesita, en no fallar a los que han sido tus compañeros de vivencias, no solo cuanto todo va bien, sino en sus peores momentos; pero también el miedo, el de perder a tus seres queridos o a ti mismo.

Pero la genialidad de esta producción reside en convertir todos estos temas, tabúes y cuestiones éticas en una producción extraordinariamente divertida, una formidable comedia negra que arranca la carcajada durante todo su metraje y que resulta francamente entretenida.

Además, todos los actores (Ze'ev Revah, Levana Finkelstein, Aliza Rosen, Ilan Dar y Rafael Tabor), veteranos de la escena o cinematografía israelí, están maravillosos en sus papeles.

Lo mejor: el gran sentido del humor que impregna toda la cinta; su valentía y originalidad.

Lo peor: que sea una producción israelí con actores desconocidos quiere decir que, lamentablemente, no será elegida por el gran público, a pesar de su genialidad.

http://www.bollacos.com/la-fiesta-de-despedida-riendose-de-la-muerte/
Beatriz Jimenez
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14 de enero de 2020
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Es la historia más triste que habrá visto en mucho tiempo. En la esquina de una habitación, cuatro ancianos con guantes de látex para no dejar huellas observan en silencio cómo una mujer graba ante una cámara un mensaje de despedida. A su lado, sentado en la cama que desde hace años se convirtió en su mundo, su marido llora por dentro y la besa por última vez. Él la ayudó a cumplir su deseo de no permitir que la vida le robara la muerte. Y los cuatro ancianos le abrieron las puertas de ese trayecto. En un maletín, dos frascos, un pulsador y un sistema de engranajes para que, al apretar el botón, un minuto separe al enfermo del sueño que pondrá fin a su sufrimiento. Una máquina con la que apagar la luz sin dejar manos ejecutoras en un país sin libertad para morir dignamente. Pero 'La fiesta de despedida' no es un alegato, no trata de abrir debates sobre la eutanasia ni sentar cátedra sobre el derecho de cada cual a elegir su camino... Tampoco es una película sentimentaloide ni recurre al melodrama para buscar la lágrima fácil. Es filmar cómo un viejo agotado pasa la noche sentado en un banco frente a la casa de los que pueden ayudar a su mujer a abandonar el infierno. Una historia triste.
La trama se centra en un grupo de amigos que viven juntos en un complejo de pisos para personas de la tercera edad. Uno de ellos, cansado de las cadenas de una cama de hospital y de romper la noche con alaridos de dolor, les implora que lo dejen partir. Para escamotear la máscara del verdugo, construyen un pequeño aparato con el que el propio moribundo se inyecte el suero y cierre los ojos. Pero su secreto corre como la pólvora en la residencia y más enfermos terminales les reclaman que les asistan de igual forma, despertando en ellos el dilema moral de convertirse en dioses con el poder de decidir quién vive y quién muere.
Con un pasado común de cortometrajes, los realizadores Tal Granit y Sharon Maymon escriben y dirigen un filme sencillo, sin alardes estilísticos ni ínfulas de adoctrinar en un tema tan escabroso como la eutanasia. Permitiendo que el guion sea el que lleve el peso de la cinta, recurren a pinceladas de humor negro -a veces, un tanto simple- para edulcorar en los primeros compases el trago de una píldora tan amarga. Sin embargo, a medida que avanza el metraje, se dejan llevar por la profunda emotividad de las escenas, firmando además un breve episodio musical que contagia al espectador de la misma pesadumbre que sufren los protagonistas. Cuando se camina al borde de un precipicio, existe el riesgo de caer en la tentación de alentar los sentimientos de desolación y desamparo, con el objetivo de incomodar al público y apresar su empatía, pero los dos cineastas tejen una urdimbre sólida y estanca, fundamentada en unos personajes de gran realismo y provistos de unas actitudes altamente comprensibles. De hecho, el reparto coral cumple con las exigencias de trasladar esa imagen de experiencia acumulada, alma juvenil y cuerpos maltrechos que comparte el grupo de amigos.
Pese al calado emocional de las secuencias, la película llega al final con dos deficiencias: el desarrollo impreciso y acelerado de uno de los protagonistas clave, y la invitación a criticar su apuesta argumental con un desenlace que dinamita la hasta entonces imparcial puesta en escena. Aun así, las bondades del filme merecen una oportunidad para salir del cine doliente de tristeza.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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