Siberia

Keanu Reeves lo borda en este papel. Tenemos un registro de él tipo Jonhy Wick y similares, o del superguapo buena gente que se liga al pibón en una película romántica y palomitera.
Nada más lejos de la realidad.
Es un buen actor. Y además, según demuestra con sus actos, un tipo fuera de lo normal, o mejor dicho: un tipo normal.
Es de los pocos actores de Hollywood que intenta ir en metro a los sitios o como George Clooney (que juega con sus amigos al baloncesto un día a la semana, como hace treinta y muchos años).
La fotografía: espectacular, limpia en San Petersburgo, con el cielo despejado y soleada (hace un frío de muerte y estuve en Septiembre), una ciudad que te cautiva.
Además, sorprende por el silencio en todas las escenas en exteriores. Un presagio de lo que bien en Siberia.
Un mar blanco y gélido que transmite al espectador frío y tensión.
Ha huido de los estereotipos de la ciudad báltica, de sus destinos turísticos.
Escenas de grandes planos en zonas urbanas despersonalizadas y hoteles con suites de lujo y huéspedes solitarios.
Volvemos a la tendencia tan de agradecer de algunos directores actuales (no conocidos por el gran público, entre los que me encuentro), de retratar de forma realista y austera la sociedad en la que vivimos, en especial la de las grandes ciudades modernas. Con sus ambientes de subsuelo, llenos de opulencia, crueldad y sofisticación.
Aquí está nuestro protagonista, un tipo distante y frío, que acude a San Pets a cerrar un negocio.
Allí, desde la primera escena, se encuentra estresado porque su socio no aparece y los rusos le están metiendo prisa.
Entonces conoce a una chica mona, en un pueblito y empieza una historia sin mucha chicha en sí misma, pero que se va complicando cada vez más.
Fallo: los diálogos deberían haber sido en versión original subtitulada en plan "a la caza del Octubre Rojo", que fue una manera bastante práctica de resolverlo.
Lo siento, pero no me creo que todos los rusos hablen un castellano perfecto (o un inglés perfecto con Keanu Reeves).
Fallo dos: el guión.
Algo pasa últimamente en Hollywood en este sentido.
Las historias de cine no tan comercial, son buenas, llaman la atención, pero no tienen un buen desarrollo (el guión).
No sé si esto es por los recortes del montaje original del director y que al hacer el empalme de las escenas no cuadran y te pierdes o por otro motivo.
La consecuencia: es que hay personajes que van apareciendo, muy elaborados y con buenas interpretaciones, pero que tampoco sabes muy bien que es lo que están aportando a la película.
Al final todo encaja, cuesta un poco, pero también es bonito porque implica un esfuerzo del espectador por mantener la atención.
Se presta a un café después de la película con tu acompañante y a debatir un poco.
Algo que se echa de menos en el cine actual.
De acción, dos o tres escenas, de resultados muy predecibles. Resueltas con maestría. Algo anecdótico para el director, que se centra en la intriga.
Muy buena película.

Puede que no sea un thriller genial, pero es entretenida, es verdad que tiene agujeros el guión y parece que un tío con Asperger lo ha escrito porque la forma de indicarnos que los personajes van a folgar es demasiado directa y siendo estas escenas una válvula rápida para avanzar la historia (Cosa que me recuerda a la obra maestra de The Room) y por otro lado, Keanu Reeves es el perfecto discípulo de Robert Michum en está película.

Película normalita, lo que ocurre es que cuando ves en los créditos a Keanu Reeves te esperas algo más. O quería hacer un favor a alguien (director, guionista o productor), o al leer el guión solo se centró en las escenas tórridas y ahí se perdió.

Lucas (Keanu Reeves) es un traficante de diamantes felizmente casado en Estados Unidos. Se tiene que desplazar a San Petersburgo para encontrarse con su socio allí y vender una docena de unos diamantes azules muy valiosos.
Todo empieza a torcerse cuando al llegar a sus destino, no logra contactar con su socio y tiene que personarse ante el comprador Voris Volkov (Pavel Lychnikoff), sin tan siquiera la muestra de uno de los diamantes.
Con un nuevo acuerdo sobre la venta, y mientras sigue buscando a su socio, conoce a Katya (Ana Ularu) que regenta una cafetería familiar. El tiempo a Lucas se le acaba tan deprisa como aumenta la pasión entre él y Katya.
Según avanza la trama la situación se va haciendo más opresiva.

Si se ha rodado alguna escena en San Petersburgo, es una pena lo poco que lo han aprovechado. Por ejemplo apenas se ve dos instantes la aguja de San Pedro y San Pablo. En otra escena, quedan en el puente de los leones, siendo más espectacular el puente de las esfinges, y nada más.
Luego la distancia entre San Petersburgo y Siberia no es que esté tan cerca como se puede desprender de la película.
La historia es muy básica sin que sea despectivo, con algo de expectación por la situación del protagonista y por el devenir de su compañera, pero es argumento ya visto en otras muchas películas. No aporta nada nuevo salvo la frescura de Ana Ularu. El papel de Keanu es que tampoco da para más.

Intriga floja (incluso cutre) a la que se presta el hierático pero carismático Keanu Reeves. Su tirón en el cine de acción te engatusa para ver este film.

Aburrido, con una historia de amor insulsa que ni interesa ni viene a cuento, con escenas absurdas que no se creería nadie (¿te vas de cacería con un abrigo urbanita acompañado por gente que no conoces de nada y en Siberia?) y con poca acción. Justo cuando la cosa se pone interesante y el guión parece que quiere dar un giro termina la película. Un desatino.

La idea, a priori, parece interesante. Un medio gangster siguiendo a su colega desaparecido por diferentes escenarios intentando recuperar unos diamantes. Lamentablemente hay poco de intriga y mucho de un romance ortopédico y nada fluido.

¡Qué manera de hacerme perder el tiempo, Keanu! Me debes una. Que lo sepas, chatín...

Nos hemos acordado de "¡Espérame en Siberia, vida mía!" (1930), la famosa novela de Enrique Jardiel Poncela, por cierto también llevada al cine en México (1969), por constituir toda una parodia de las novelas de aventuras.
Sin pretenderlo, la "Siberia" de Ross y Reeves es otra parodia, en este caso del cine negro actual. Acaso no es también, como indican las solapas de la obra de Jardiel, "una historia de amor, de “asesinatos baratísimos”, de persecuciones trepidantes, viajes desesperados, de situaciones absurdas, de diálogos hilarantes, frases cortantes…"
Sí, pero en la cinta el amor queda reducido a unas cuantas escenas desagradables de sexo, los asesinatos van muy al final y no son tan baratos, ¿persecuciones? como no sean los gordos de los fusiles que van tras un oso para acribillar entre todos un pobre lobo, los viajes más que desesperados son en jets privados o con polvitos blancos. Eso sí, abundan las situaciones absurdas, los diálogos ridículos y los silencios ceremoniosos ...
Y todo en Siberia o en San Petersburgo a cuenta de unos diamantes azules, con un pésimo guion y una realización ridículamente solemne.
Un poco se salva la fotografía, gélida como corresponde al ambiente general, y el interés que le pone Reeves.
Total que ni cine negro, ni de amor, ni de aventuras. Huir.