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La mujer del cuadro

Cine negro. Intriga. Thriller El profesor Wanley y sus amigos comienzan a obsesionarse con el retrato de una bella muchacha, que está expuesto en el escaparate contiguo al club en que se reúnen. Wanley conoce por casualidad a la mujer del retrato y acepta ir a su apartamento. Pero allí ocurrirá algo inesperado. (FILMAFFINITY)
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Críticas 90
Críticas ordenadas por utilidad
31 de enero de 2012
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Descubrir el cine de Fritz Lang con "Furia" y "Los Sobornados" me supuso una gratísima experiencia pero con éste siguiente escalón de su filmografía casi llego al orgasmo.

"La Mujer del Cuadro" es esa despedida inicial, es ese paseo por la 5th. Avenue, es la fotografía de ese escaparate con el misterioso y bello rostro del cuadro, es la cara de Edward G. Robinson observándolo, la imparable espiral de sucesos que acontecen durante la noche de los hechos, la incesante lluvia, es la angustia psicológica a la que se somete al espectador de ahí hasta el final, y qué final señores..!

El ritmo es trepidante, el interés siempre in crescendo, la atmosfera insufrible, su fotografía a veces amenazante, la decoración artística del club social y del apartamento perfecta, su banda sonora envolvente, en definitiva, es prácticamente redonda, de principio a fin.

La comedida y abatida interpretación de Edward G. Robinson es inolvidable. Creedme literalmente si os digo que sufres con él, literal. La Bennett está irresistible (hecho de menos un poco más de carga dramática en su interpretación) y los dos secundarios, el jefe de policía y el médico, amigos de nuestro protagonista, están fantásticos. Fritz Lang encaja de manera soberbia a todos estos personajes en una trama simplemente genial con un guión milimétricamente planificado y el resultado es perfecto, y lo es porque consigue que el espectador suelte una bocanada de aire a su conclusión y esa reacción es tan difícil de obtener..

Vaya cuadro maestro!
Sanjuan
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28 de febrero de 2008
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pedazo de clásico; lo tiene todo. Hasta el nombre de la película es pura poesía. Una historia que empieza a ir creciendo, llegando a ser de una angustia que no te deja respirar, (¿será por lo grandioso actor que era Robinson?), donde la acción va trancurriendo con una tensión, que va a llevar a nuestro protagonista a una situación existencial extrema y para la que no está preparado, ni el ni nadie.
Es un "carpe diem" aplicado a un cuarentón, tratado con un regusto tortuoso, cuya moraleja sería: hay edades en las que ya hay que tener cuidado con lo que se hace. ¡Viva Fritz Lang!.

Ella, no es tan mágica como una "Laura", pero sus anchuras si que pueden volver loco a un cuarentón, y tiene una dulzura que atrae. Robinson, sencillamente está magistral en su papel de profesor de psicología criminal, modelicamente casado y con hijos, que comete un desliz (no se trata de promover la infidelidad, pero creo que le comprendo), que le va a llevar al otro lado de la vida, al del infierno.

Con una fotografía casi irreal, el plano de Robinson mirando el cuadro (¡que bonito joder!), esa lluvia, en esa calle, en ese portal, en esa casa, donde la fotografía alcanza una brumosidad mágica y siniestra, o su huida en el coche, en esa noche infernal, vamos, ¡sin palabras!

El final puede ser criticable o no, para mi es un encaje de bolillos que cuadra ese reloj que es esta película, para acabar levantándote del asiento impregnado de felicidad por haber visto algo único, porque " la Mujer del Cuadro" es un poema cinematográfico, de esas películas que cualquier cinéfilo que se precie, tendría que tener guardadita como una de las joyas de la corona, junto con "Retorno al pasado" ,pedazo de obra maestra, y "Forajidos", otro poema cinematográfico.


Algún día me leeré el Cantar de los Cantares.
Toninowilde
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5 de diciembre de 2021
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El destino juega tan en contra nuestra que sólo nos dejamos llevar por la cadena de infortunios que poco a poco nos arrastran a la más inevitable de las perdiciones.
No pudo estar mejor expresado este concepto en la obra que nos atañe, paradigma del espíritu fatalista del cine negro.

Es, además, una de las joyas en la larga carrera de Fritz Lang durante su etapa de inmigrante en EE.UU., del mismo modo que en el género en el cual está enmarcada; dicho proyecto se basa en un contrato que realiza International Pictures con el dramaturgo, guionista y productor Nunnally Johnson, genio responsable de los libretos de "Prisionero del Odio", "Tierra de Audaces" o "Las Uvas de la Ira". Éste, tomando una novela de J.H. Wallis publicada en 1.942, se encarga de la producción, en la que terminarán compartiendo protagonismo dos veteranos del cine como Edward G. Robinson y Joan Bennett.
El director austríaco, por su parte, ya deja entrever algunas de sus más notables obsesiones durante la escena de apertura. Su cámara filma de lejos, entramos como alumnos a una clase de Richard Wanley, profesor universitario de psicología que nos habla acerca de los impulsos y motivos que llevan a un ser humano a cometer un crimen; qué maliciosas se empiezan a atisbar las intenciones del director con respecto a la actitud de este hombre, enteramente ordinario, silencioso y juicioso que aprovecha el tiempo que su esposa e hijos están de viaje para refugiarse en su intimidad y ociosidad.

La realidad también se halla expuesta desde su reflejo más embaucador cuando un cuadro en un escaparate figure para Wanley un ideal de belleza; el espejo, no así, se rompe y la fantasía penetra en la realidad al personarse la mujer pintada en dicho retrato ante él, una Bennett que encarna la sensualidad y elegancia femeninas como Alice. Lang maneja códigos reconocibles del "noir" al hacer que este tipo quede embelesado por la anterior, que durante un tramo expone, muy cuidadosamente, eso sí, sus armas de "femme ¿fatale?"; la composición espacial del escenario elegido, los cuadros como señuelo, un hombre rabioso que irrumpe en el apartamento...
Son catalizadores de una atmósfera opresiva cuyo desasosiego aumenta a límites insospechados al aparecer unas tijeras que Alice (conveniente e inteligentemente) proporciona a Wanley para defenderse del agresor. Que todo estuviese minuciosamente planificado por ella o sea fruto de la coincidencia y la mala suerte no importa ya en absoluto; la invasión de lo terrorífico conforme al lugar que ocupa el inocente, sin escapatoria ninguna, remite al determinismo fatalista tan propio del cine de Lang, no hay duda.

Pero la forma en que aquél se decide a atravesar los pliegues de esta dimensión, a priori dispuestos cual indigesta pesadilla, para cruzar al otro lado, el mundo real, se sustenta en la presencia del humor, negro y malévolo hasta la médula, en el epicentro de lo horrible, y esto enlaza directamente con la vía "hitchcockiana". Pues, una vez planteado el crimen, descarnado, el guión pretende otorgar el beneficio de la inteligencia al profesor en los pasos subsiguientes para encubrirlo...y él lo niega a ojos cerrados; bien mirado, el guión es un manual exhaustivo de cómo cometer el crimen perfecto, sin dejar huellas, sin levantar sospechas...
Pero el protagonista rompe con esta lógica y con cada acción que comete la desgracia se encuentra más cerca de él; motivo de elogio es cómo el director modela situaciones de pura asfixia y las estira hasta desesperar a su público. En ellas Wanley comete errores, uno tras otro, y las pistas se acumulan sin cesar para unos agentes de policía muy estoicos, duros y metódicos, elementos que elevan la tensión (una mancha en la alfombra, un bolígrafo olvidado, unas tijeras en mal lugar, unas huellas de neumáticos, un corte con un alambre...). Y de por medio una mujer fría y calculadora escondida tras la dulce inocencia de una chica desvalida, y desconocida ante el protagonista y ante nosotros.

Imaginada como el epítome de "femme fatale" por Lang: conocemos su nombre y lugar de residencia, pero un personaje al fin y al cabo que carece de pasado y de ninguna información que nos revele lo más mínimo. ¿De dónde viene, adónde va o a qué se dedica?, cuestiones ellas que quedan a nuestra libre interpretación; todo ello refuerza el cariz de absurda pesadilla que se mantiene en todo el film, como conseguía por ejemplo Ulmer en "El Desvío". Advertido por sus colegas del club, puesto sin saberlo contra las cuerdas por Lalor, Wanley se precipita a una espiral de desgracia observada con impotencia.
Y esta sensación de imposible escapatoria vendrá a tomar forma humana durante el tercer acto con la presencia de Heidt, guardaespaldas y otrora policía corrupto, cínico y violento ser con el rostro de un magnífico Dan Duryea que encaja a la perfección en este pérfido papel y formando un dúo con Bennett donde lo seductor y sensual cruza la línea de lo perturbador con total elegancia (sus escenas en el apartamento hablando de un posible futuro juntos así lo demuestran). Lang se beneficia de una preciosa y elegante fotografía en blanco y negro y una gran banda sonora para resaltar los aspectos más escabrosos del suspense, y de un montaje de precisión cirujana para imprimir el ritmo perfecto a la historia.

Aquél, sin embargo, debe lidiar con el molesto Código Hays, y las alternativas le llevan a tomar una arriesgada decisión, huyendo así de la conclusión fatal y lógica imaginada por Wallis y Johnson y planteando otra, original para la época y al estilo de su romanticismo ingenuo y su gusto por lo onírico, la desfiguración de la realidad, pero que deja un regusto tan increíble como decepcionante. La sensación no es fácil de describir...
Por su parte, el trío protagonista se confirma un lujo ante las críticas y el público, y demostrará su gran compenetración en la siguiente "Perversidad", de gran parecido a la obra maestra del género que nos ocupa, pero sin duda mejor acabada...
Chris Jiménez
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21 de marzo de 2020
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adoro esta película. No, eso es poco. La reverencio.
Creo que fue mi primer contacto con Lang, allí, en mi prehistórica infancia.
Fue mi primer contacto con el secreto mundo de los adultos, en sus debilidades, deseos sexuales reprimidos, obsesiones, tentaciones y cobardías.
Fue el descubrimiento de que los adultos guardaban en su interior un alma débil y vulnerable, como el de los niños, y de que el mundo, las circunstancias y la fatalidad, también podían cernirse sobre ellos y engullirlos, lo que, visto desde mi prisma infantil, me provocó un temor profundo.
Edward G. Robinson, es un honorable profesor de psicología. Un hombre de mediana edad, como mi padre, respetable y de vida rutinaria, como mi padre.
Un hombre que, cruzando la linea de la madurez, parece que lo mejor de su vida ha pasado ya y que echa de menos la aventura, la emoción y la ilusión de la juventud perdida.
Por eso cuando, casualmente, se tropieza con la modelo del cuadro que le fascina, no duda en iniciar una conversación con ella ni en ir a su apartamento a tomar una copa.
Este gesto inocente y espontáneo culminará en una tragedia que le traerá las más funestas consecuencias.
Naturalmente, he ido revisando esta película a lo largo de mi vida en muchas ocasiones. Es una de mis favoritas y el paso del tiempo y mi diferente mirada sobre ella no la han devaluado en mi aprecio por ella.
Y sí, estoy de acuerdo con muchos de los que dicen que es una película tramposa.
Y ¿ QUÉEEEEEEEEEE?.
Si nos ponemos a hablar de películas tramposas y empezamos a desecharlas por ello, tendremos que tirar a la basura el cincuenta por ciento de las películas de la Historia, empezando por Hitchcock, el tramposo por antonomasia, que le debe mucho al señor Lang, pasando por Nolan, Aronofsky, Iñárritu, Demme, De Palma, Leone, Scorsese y no sé cuántos más que no me vienen a brote pronto, que son tan, tan tramposos, si no más.
¿ No creéis que, a cambio de semejante peliculón, los espectadores entramos gustosos en el juego?.
Yo sí, desde luego.
Y además hay que tener en cuenta una cosa.
El final, que no voy a revelar, es una concesión de Lang a la comercialidad de la película, no cabe duda. Él jamás le hubiera otorgado ese final si no fuera por las demandas de catarsis del público. Él, se habría ceñido a la más estricta realidad que, habría sido otra.
Pero, reconozcámoslo, esta cinta no sería ni la mitad de popular de lo que es ahora. Necesitamos esperanza. Y a Lang, lo habrían botado rápido de Hollywood.
Un guion colosal. Una atmósfera perturbadora. Interpretaciones fantásticas. Personajes ambiguos ( el personaje de Joan Bennett, a mí me encanta).
A un usuario le parece risible las constantes meteduras de pata del asesino. Ja.
Cuánto daño ha hecho todo este cine de super asesinos implacables, capaces de asesinar a todo un ejército con la sola ayuda de un mechero y un abrelatas.
Me gustaría ver que pasaría si os trincasen tan solo haciendo un simpa en el bar de la esquina, no digamos viéndoos involucrados en un caso de asesinato.
Porque Lang no perdía nunca de vista la realidad. Y la realidad es así de puñetera. Somos unos panolis, unos tontainas que, a la mínima, nos echamos a temblar y a balbucear como los niños.
Lang fuiste GRANDE. Tan GRANDE, que a veces, me duele. Te Quiero.
Izeta
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31 de marzo de 2013
22 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entretenida, pero floja película de Lang en su irregular carrera americana, donde alterna el cultivo de dalias, como "Perversidad, con cardos como la arriba mencionada. Es curioso que para la crítica especializada lo más destacable sea su (abro comillas) "guión perfecto". Y digo curioso, porque para mí es de lo más ridículo.

El argumento, tan alabado él, consiste en una mujer que, a principios de los años 40, (sin duda, al igual que Rosa Luxemburgo, es una adelantada a su época), baja de noche a la calle cuando se siente solita en casa a buscar al primer tío que encuentre mirando su retrato en un escaparte cercano. No contenta con eso, y dado que en esa época aún no existía meeting.com (recordemos que la mujer está muy solita y que es una adelantá a su época), le invita a tomar una copa y a irse a su casa. Es claro que es la mujer que todos los hombres quisieran encontrar en sus alcohólicas y patéticas salidas del sábado noche.

Una vez en su nidito de amor, de repente, aparece otro tío, el cual de cuando en vez se lo pasa por la piedra, pero del que no sabe ni siquiera su hombre. Después de una situación un tanto rocambolesca, su último ligue acaba dándole de tijeretazos a su antiguo churri de nombre desconocido.

Y a partir de esta historia tan, digamos, infantil y esperpéntica, se asienta la película para contar las argucias de los asesinos en intentar ocultar su crimen. Las filigranas de Lang durante el resto del metraje resultan entretenidas pero, evidentemente, son insuficientes para lograr un resultado digno partiendo de una premisa tan paupérrima. Sin embargo, lo peor llegaría con el final, que cual paso a desguazar en el spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
hate
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