Octopussy

Qué decir de esta peli, pues que el abuelo Moore se quedó con lo que le gustaba: soltar chistes (a veces verdes), coquetear con las modelos y actrices guapetonas, y taparse los michelines en las escenas de amor. No obstante, esta peli entretiene, aunque para muchos sea uno de los títulos más prescindibles del viejo Moore que ya sólo tenía licencia para hacernos reir.

La atractiva Maud Adams (El hombre de la pistola de oro) interpreta a Octopussy, que da título a la película. Los inventos son cada vez menos originales (los años no perdonan a Q, jeje), en esta ocasión Moore va armado con un reloj localizador monitorizado y una avioneta de bolsillo, aunque de menos bolsillo es la "llanta" con cuchillos que lleva un inexpresivo y de pocas palabras Kabir Bedi (Sandokan), interpretando a Gobinda, siervo y sicario de Kamal Khan (Louis Jordan).

Subvalorada y muy criticada película que cumple su función: entretener.

No comprendo por qué tiene tan malos comentarios. Debemos partir de la base que se trata de una película inverosímil, no se puede pretender que maneje un drama complejo, los que buscan este tipo de películas deben alejarse, no solo de esta, sino de cualquier historia de Bond.

Bueno: regresa un villano convincente, la acción es espectacular (solo por citar 2 ejemplos, el safari y el escape en la ciudad), se apela a otra cultura y eso sirvió para refrescar la serie. El comienzo en Cuba es muy divertido.

Malo: el argumento no genera interés, es muy plano, Roger Moore ya no puede personificar a una persona 25 años menor que él, se le nota mucho.

Sexta y penúltima incursión de Moore en las aventuras de 007. Como es de esperar, la película está nutrida de grandes secuéncias de acción, no obstante, también dispone de bastantes flaquezas, algunas de ellas ya imperdonables en lo que se podría definir como la cinta de Bond más floja dirigida por John Glen.

Como en toda entrega de James Bond interpretada por el cómico Roger Moore, tiene una estructura muy marcada y estereotipada, sin llegar a ser eso algo malo, se hecha en falta un mayor riesgo y sobre todo mayor innovación, en pocas palabras, la saga cada vez flojea más y se hace evidente la necesidad de incorporar cambios.

La edad de Moore tampoco perdona, y acaba lastrando incluso el actor un poco la cinta en un intento de los productores en exprimir al máximo el personaje. La película se sigue sin más, entretiene, eso sí, pero no hay nada nuevo bajo el sol. La saga empieza a enquilosarse y a anclarse por la auséncia de nuevos elementos.

Pese a que la película cuente com unas espectaculares escenas de acción, en especial la del inicio, hay también latente una alarmante cadena de escenas y situaciones que rozan momentos que bien podrían definirse de estúpidos y absurdos, incluso en un momento dado, el personaje de 007 decae demasiado buscando nuevas alternativas para ser cómico.

No obstante, goza de un ritmo sostenido con tensas e impresionantes escenas de acción y de unas buenas actuaciones por parte del elenco de actores. En esta entrega es donde se deja más patente que la falta de innovación, con el paso de los años, iban a pasarle factura a la franquicia.

Habría que hablar de la "nacionalización Bond".
Quizás hubo un tiempo, al principio de la serie, dónde el agente secreto viajaba a los confines del mundo, y esos sitios tenían algunos visos de realidad.
Pero fue más tarde cuándo sin duda eso dejó de importar y cada nuevo país visitado era una excusa para la diversión.

'Octopussy' es probablemente la entrega en la que más se nota esto.
La India aparece ante nuestros ojos, y ante los de 007, como un lugar casi encantado y místico, donde las leyendas que todos hemos oído con las costumbres que todos creemos se hacen realidad. Seguro que la realidad no era suficiente, y haciendo honor al lema de su escudo de armas, los creadores de Bond decidieron construir esta nueva India, bien orgullosos de ella.
A medio camino entre la parodia racista y la fantasía, se abre un nuevo patio de juegos para el más famoso agente secreto.

En el prólogo se vuelve a recalcar la fascinación sexual de los débiles esbirros a los que James se debe enfrentar, mientras él observa impasible y casi divertido su reacción a unas bonitas piernas, demostrando que pese a la edad que ya se empieza a notar en Roger Moore aún hay mucha batalla que dar.
Es entonces, tras los infaltables créditos musicales a ritmo de serenata nocturna destacando cuerpos desnudos en la oscuridad, cuando la India imaginada aparece, plena de vida y colores, como ninguna que hubiera existido. La persecución que se produce por sus calles es la ejemplar demostración de que la realidad del espionaje ha dado paso al disfrute del mismo: lacayos en carricoche lanzando estrellas afiladas, malabaristas de fuego o faquires en tablas picudas funden el límite entre lo que imaginamos y lo que en realidad podría ser.

Los huevos de Fabergé rusos que todo el mundo se afana en buscar pasan a ser entonces una excusa (otra) entre noches exóticas compartidas con chicas que se deslizan por el balcón de madrugada entre velos de seda, o delirantes infiltraciones en cocodrilo a una isla residencia solo de mujeres. Bond frivoliza abiertamente sobre lo que él llama "discriminación sexual" al no permitir la entrada de hombres, llevando la trama al límite de la pura y agradecida frivolidad.
Como olvidar al indio gigantón (ni un villano sin su esbirro gigantón) que se comunica a base de gruñidos, pero hay que decir que el honor de la excentricidad se lo lleva esta vez el villano Kamal Khan, y la deliciosa ironía a la vez que falta de escrúpulos que muestra en una cena consistente en cabeza de ternera siniestra, que mira a Bond con ojos vidriosos presagiando un final negro. La cacería a través de la jungla india es, de nuevo, más diversión que tensión, tan enamorada está la historia de sus posibilidades fantasiosas.

Además, si por algo destaca este particular "pasaje a la India" será por la misteriosa mujer que le da título, Octopussy. Lo que en principio podría ser una villana acaba siendo, confesión nocturna con luna pálida mediante, en una antiheroína curiosa, que nos fascina en su fortaleza más que en su belleza.
Su testimonio de las "almas perdidas" en Nueva Delhi, y su auto-nombramiento en salvadora de estas, hacen que quede más inolvidable en nuestro recuerdo que las correrías en el Berlín oriental o las excitantes bailarinas que distraen, una vez más, a los débiles esbirros. Gracias a esta India que nunca existió, pudimos conocer a una de esas mujeres que el agente seguro nunca olvidó.

Precisamente, ¿y el agente?
Aguantando el tipo, entre mujeres que podrían ser sus nietas, matones de taberna con letales filos, o tours no-guíados por la selva india.
Al fin y al cabo, es el único capaz de, en un momento de inusitada fuerza, razonar una destrucción política y moral del mundo en traje de malabarista de circo. Se necesita talento, que eso nadie se lo niegue.

Poco importa que los villanos le reprochen su "fastidioso hábito de sobrevivir" o se vea obligado a hacer el payaso ante niños y jóvenes.
Sigue siendo el único que nos lleva a los parajes más increíbles, en el punto medio de la fantasía y la realidad.

John Glen, de profesión, director de cine (sic) Bond perpetra una nueva comedia protagonizada por dobles y de forma ocasional por Roger Moore. En el reparto aparece también Maud Adams que más joven ya había protagonizado otra cinta Bond (El hombre de la pistola de Oro) y a destacar también el tigre que se sienta a las órdenes de Bond (¿parece un chiste? pues será que la película lo es). Walter Gotel es lo mejor de la película y si bien Barry vuelve a crear un "ambiente" Bond es junto a El hombre de la pistola de oro su trabajo más flojo en la serie.

Destacable la escena final de la bomba, aunque llenas de topicazos hasta la médula, pero en su conjunto trama confusa y aburrida (¿seño de identidad de las cintas Bond?).

En taquilla superó a Nunca digas nunca jamás (y fue el motivo por el que Moore nos castigó todavía con más películas Bond). Sea como sea, como tantas cintas Bond su mayor virtud o defecto, según como se mire, tiende al olvidarse al rato de verse (incluso su vergonzoso final).