Sexta y penúltima incursión de Moore en las aventuras de 007. Como es de esperar, la película está nutrida de grandes secuéncias de acción, no obstante, también dispone de bastantes flaquezas, algunas de ellas ya imperdonables en lo que se podría definir como la cinta de Bond más floja dirigida por John Glen.

Como en toda entrega de James Bond interpretada por el cómico Roger Moore, tiene una estructura muy marcada y estereotipada, sin llegar a ser eso algo malo, se hecha en falta un mayor riesgo y sobre todo mayor innovación, en pocas palabras, la saga cada vez flojea más y se hace evidente la necesidad de incorporar cambios.

La edad de Moore tampoco perdona, y acaba lastrando incluso el actor un poco la cinta en un intento de los productores en exprimir al máximo el personaje. La película se sigue sin más, entretiene, eso sí, pero no hay nada nuevo bajo el sol. La saga empieza a enquilosarse y a anclarse por la auséncia de nuevos elementos.

Pese a que la película cuente com unas espectaculares escenas de acción, en especial la del inicio, hay también latente una alarmante cadena de escenas y situaciones que rozan momentos que bien podrían definirse de estúpidos y absurdos, incluso en un momento dado, el personaje de 007 decae demasiado buscando nuevas alternativas para ser cómico.

No obstante, goza de un ritmo sostenido con tensas e impresionantes escenas de acción y de unas buenas actuaciones por parte del elenco de actores. En esta entrega es donde se deja más patente que la falta de innovación, con el paso de los años, iban a pasarle factura a la franquicia.