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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Aventuras. Acción El agente 009, compañero de James Bond, es asesinado en Berlín Oriental, aunque consigue llegar a la residencia del embajador británico antes de morir, llevando consigo una valiosísima pieza de orfebrería: un huevo de Pascua, creado por Fabergé. En Londres, especialistas del Servicio Secreto constatan que se trata de una falsificación de la joya original, que será subastada en breve. El hecho de que en un corto período de tiempo se ... [+]
29 de diciembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Habría que hablar de la "nacionalización Bond".
Quizás hubo un tiempo, al principio de la serie, dónde el agente secreto viajaba a los confines del mundo, y esos sitios tenían algunos visos de realidad.
Pero fue más tarde cuándo sin duda eso dejó de importar y cada nuevo país visitado era una excusa para la diversión.

'Octopussy' es probablemente la entrega en la que más se nota esto.
La India aparece ante nuestros ojos, y ante los de 007, como un lugar casi encantado y místico, donde las leyendas que todos hemos oído con las costumbres que todos creemos se hacen realidad. Seguro que la realidad no era suficiente, y haciendo honor al lema de su escudo de armas, los creadores de Bond decidieron construir esta nueva India, bien orgullosos de ella.
A medio camino entre la parodia racista y la fantasía, se abre un nuevo patio de juegos para el más famoso agente secreto.

En el prólogo se vuelve a recalcar la fascinación sexual de los débiles esbirros a los que James se debe enfrentar, mientras él observa impasible y casi divertido su reacción a unas bonitas piernas, demostrando que pese a la edad que ya se empieza a notar en Roger Moore aún hay mucha batalla que dar.
Es entonces, tras los infaltables créditos musicales a ritmo de serenata nocturna destacando cuerpos desnudos en la oscuridad, cuando la India imaginada aparece, plena de vida y colores, como ninguna que hubiera existido. La persecución que se produce por sus calles es la ejemplar demostración de que la realidad del espionaje ha dado paso al disfrute del mismo: lacayos en carricoche lanzando estrellas afiladas, malabaristas de fuego o faquires en tablas picudas funden el límite entre lo que imaginamos y lo que en realidad podría ser.

Los huevos de Fabergé rusos que todo el mundo se afana en buscar pasan a ser entonces una excusa (otra) entre noches exóticas compartidas con chicas que se deslizan por el balcón de madrugada entre velos de seda, o delirantes infiltraciones en cocodrilo a una isla residencia solo de mujeres. Bond frivoliza abiertamente sobre lo que él llama "discriminación sexual" al no permitir la entrada de hombres, llevando la trama al límite de la pura y agradecida frivolidad.
Como olvidar al indio gigantón (ni un villano sin su esbirro gigantón) que se comunica a base de gruñidos, pero hay que decir que el honor de la excentricidad se lo lleva esta vez el villano Kamal Khan, y la deliciosa ironía a la vez que falta de escrúpulos que muestra en una cena consistente en cabeza de ternera siniestra, que mira a Bond con ojos vidriosos presagiando un final negro. La cacería a través de la jungla india es, de nuevo, más diversión que tensión, tan enamorada está la historia de sus posibilidades fantasiosas.

Además, si por algo destaca este particular "pasaje a la India" será por la misteriosa mujer que le da título, Octopussy. Lo que en principio podría ser una villana acaba siendo, confesión nocturna con luna pálida mediante, en una antiheroína curiosa, que nos fascina en su fortaleza más que en su belleza.
Su testimonio de las "almas perdidas" en Nueva Delhi, y su auto-nombramiento en salvadora de estas, hacen que quede más inolvidable en nuestro recuerdo que las correrías en el Berlín oriental o las excitantes bailarinas que distraen, una vez más, a los débiles esbirros. Gracias a esta India que nunca existió, pudimos conocer a una de esas mujeres que el agente seguro nunca olvidó.

Precisamente, ¿y el agente?
Aguantando el tipo, entre mujeres que podrían ser sus nietas, matones de taberna con letales filos, o tours no-guíados por la selva india.
Al fin y al cabo, es el único capaz de, en un momento de inusitada fuerza, razonar una destrucción política y moral del mundo en traje de malabarista de circo. Se necesita talento, que eso nadie se lo niegue.

Poco importa que los villanos le reprochen su "fastidioso hábito de sobrevivir" o se vea obligado a hacer el payaso ante niños y jóvenes.
Sigue siendo el único que nos lleva a los parajes más increíbles, en el punto medio de la fantasía y la realidad.
Charles
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