Zona libre

Lo primero que hay que indicar, respecto a Free Zone, es que es una película para verla con ganas de ver cine, con ganas de perderte en algo nuevo. Si sobre vives a la primera escena, lo demás será fácil y podrás disfrutar de la experiencia sensorial de pasearte en coche por medio oriente acompañado de gente, ante todo, normal, sin más. Podrás ver esos pueblos con sus casas a medio construir, como si no quisieran terminarlas para no dar ideas al enemigo, podrás ver cómo somos los turista, en este caso española, y observar la cantidad de neuras con la que llegan a esta zona. Por si fuera poco podrás disfrutar de la compañía de Hiam Abass, una belleza mediterránea fuera de lo normal, un autentico placer estar a su lador ( por supuesto si lo prefieres más mediáticas, pues tiras de la Portman).

Sin con todo esto te sigues aburriendo, disfruta de la música, e incluso por que no, de ver otro lado del problema palestino, que tampoco está mal. Por tanto una película con la que no perderás el tiempo. Y al final su última escena, también larga en el tiempo, pero corta en emociones.

Buena metáfora del conflicto entre Israel y Palestina y el papel de Estados Unidos representado a través de las 3 mujeres. Puede que haya quien considere que el conflicto se toca de un manera tangencial, sin entrar en ello pero creo más bien que lo que busca es reflejar el conflicto en el día a día, no tanto la parte más estridente que es la que nos llega a nosotros.
No entraré en detalle para no caer en un spoiler pero es interesante analizar la relación entre los personajes; la continua discusión entre la israelí y la palestina que puede llegar a niveles absurdos; los conflictos intergeneracionales palestinos, las desconfianzas, los miedos, etc. pero sobre todo el papel de la americana, de Natalie Portman; especialmente la escena inicial (buenísima pero para ir bien se debería leer la letra de la canción) y la final.

El punto negativo han sido las escenas donde se sobreponen dos escenas diferentes; abusa de la fórmula y terminan creando confusión (que a lo mejor ya era el objetivo).
Ah, y no acabo de entender el papel de Carmen Maura.

Mucho criticar el cine norteamericano pero cuando se ponen desde otros países lo normal es que les salgan fiascos mucho peores. En este caso, película israelí que se supone que retrata el conflicto palestino desde el punto de vista de tres mujeres, una norteamericana, una judía y otra jordana. "Zona libre" podría ser interesante por su formato road movie pero cualquier ilusión al respecto queda rota con su soporífero comienzo en el que vemos a Rebecca (Natalie Portman) mirando por la ventanilla del coche, luego se pone a llorar, durante no sé cuántos minutos, no sé si seis u ocho, pero sí una eternidad.

El resto del metraje va por el mismo camino. Estas señoras, las dos primeras, que la jordana se les une más tarde, viajan, charlan, conocen a unos terceros pero nada de nada. Hay un argumento que es un macguffin monumental que ni siquiera sirve como aguijón en forma de curiosidad. Todo lo contrario, "Zona Libre" te llevará a los pocos minutos al hastío más profundo. Hay que tener mucho valor para verla hasta el final y más aún para seguirla medianamente. A todo esto se le añade la presencia casi surrealista de Carmen Maura. El único aliciente es la bella Natalie Portman, que parece estar de vacaciones.

Una interesante película de la que se esperaba mucho más. Me llamó la atención al leer el argumento. Y después la miré. Es una película muy mejorable, pero una película sincera y dura, que refleja la realidad. Muchas realidades, diría yo. Desde las relaciones entre las distintas razas y personas a cómo está estructurada la humanidad.
Buena presencia de Natalie Portman.
El final es muy simpático y da mucho que pensar.

De pretensiones profundas en un intento de sondear el alma de tres mujeres, de tres culturas diferentes en la frontera entre Jordania e Israel, Zona Libre se queda en un intento manido, con algunos detalles de diálogo interesantes y como un buen mirador desde el que contemplar la situación árabe-israelí y las complejidades interculturales que genera. A Gitai le sobra pretenciosidad en los intentos de innovar con la cámara o en los primeros planos, pero sus investigaciones cinéfilas resultan más que desesperantes para el espectador e incluso poco apropiadas para el tipo de película, donde el director, mal asesorado, te obliga a desviar la atención del contexto, lo mejor de calle en la película junto a los escenarios, para centrarte en la heterodoxia de la mezcla de imágenes utilizadas. Hanna Laslo, sobervia en su interpretación, da una lección a una Natalie Portman con un papel ingenuo que no termina de cuadrar.

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