Gorriones

Poético título y muy alegórico el escogido por el realizador y guionista islandés para este film de iniciación al periplo vital en las lindes entre la adolescencia y la juventud. Podemos reconocer ciertos arquetipos estereotipados, pero, de entrada, la música del ex-tecladista de Sigur Ros, Kjartan Sveinsson ya es, de por sí, un reclamo, para contemplar “El vuelo del gorrión». Viendo la película, recordé una graffiti sito en el antiguo Muro de Berlín y que, en inglés, viene a decir que «nuestros pensamientos son como pájaros que surcan el cielo». Lapsus aparte, esto le sucede al protagonista de esta película. Y degustar su escenografía y paisajes es, en cierto modo, como degustar un buen skyr, ese producto lácteo islandés. Mención aparte para el siempre espléndido actor serbo-croata Rade Šerbedžija.

Es una película que hemos visto muchas veces. No se por qué este tipo de películas siempre tienen que ser tan sumamente lentas. Abusan de un tempo lento. Tiene planos que llegar a durar varios segundos cuando no dos valdrían.

Es una película que nos puede contar una historia dura, que ya hemos visto muchas veces, pero no por eso es menos dura. El problema es que nos la cuenta de una manera que nos aleja constantemente. Consigue que nunca empaticemos con la película.

Los actores están muy bien, pero hay momentos que intenta exprimir tanto una situación que te saca. Cuando hace un primer plano de un actor de varios segundos y sobra la mitad, pasas de lo que te expresa a la saturación. Eso sí, no logro empatizar con ninguno y eso es un problema.

La fotografía no existe. Yo creo que no ha usado ningún foco. Está bien que la fotografía sea fría, le quedaría muy bien a la película, pero es que esta fotografía no es fría, es blanca.

El director, no sé si es que no sabe usar los tamaños de planos, pero pone planos generales en demasiados momentos y solo logra sacarte de la historia. Abusa del tempo lento, que solo hay que usar a veces.

Veo en DVD "Sparrows", el duro drama islandés, ganador de la Concha de Oro en San Sebastián, que narra un momento de la adolescencia de Ari, quien con 16 años y, tras la marcha de su madre con su novio a otro continente, se ve obligado a mudarse a Westfords para vivir con su padre. En esta segunda película, Rúnar Rúnarsson, nos muestra con crudeza, la dulzura del protagonista, la realidad de drogas y alcohol con que la juventud del noroeste de Islandia entretiene su aburrimiento y el conflicto generacional -y la poca comunicación- que tiene Ari con su alcoholizado padre, todo ello acompañado de una celestial banda sonora de Sigur Rós, unas esperanzadoras interpretaciones del elenco de actores, una arrebatada fotografía de los fiordos occidentales, una correcta ambientación de los espacios cerrados, un manejo implacable de la cámara, muchos silencios y un efectivo ritmo. Le doy un 7 a esta cinta, en la que, veo el grueso de la trama sólo como un pretexto para el desenlace final.

Lo bueno

Es una mirada contemporánea a la adolescencia, sus cambios, temores y dudas. Dentro de los cambios culturales que puede haber por la zona geográfica, es un cuento maduro sobre las relaciones familiares, los cambios y la vida misma.

Maravillosos parajes, claro es Islandia y eso se aprovecha.
Buenas actuaciones principales, sosegadas, los dos personajes tienen un desarrollo interesante dentro de su marco argumental.

Los minutos finales crean desasosiego, son exactamente una explicación gráfica de lo que vincula perpetuamente ese camino de dejar de ser a niños a hombre mayores y es la de decidir por encima de lo que debo o puedo.

Está bien dirigida, enfocada hacia el estilo de cine Danés y Alemán.

Lo no tan bueno

Puede ser que el filme parezca repetitivo en su desarrollo. Muy cíclico dentro del desarrollo de su personaje, eso es cierto, pero los minutos finales hacen valer esto.

8/10

Valoración Final: Inquietante a su modo, y empática con el desarrollo de su personaje central que vive uno de los cambios más complicados que sufrimos, ese salto de la niñez a la adolescencia, el camino hacia el poder decidir por mí mismo, incluso con patrones sociales como lo del primer salario y el primer amor, El conflicto familiar es riquísimo, lo usan bien a su modo y el final es realmente sorpresivo. Buen filme, que gano en su momento La Concha de Oro en el Festival de San Sebastián.

"Describe tu aldea y serás universal". La frase atribuida a Leon Tolstoi puede adaptarse a Rúnar Rúnarsson perfectamente. Con una notable maestría técnica en encuadre, fotografía y construcción de escenas, en las que el inhóspito pero subyugante paisaje islandés es usado como medio expresivo impactante, Runarsson nos cuenta la historia de un adolescente islandés que debe cambiar por completo su vida.

Ari, de 16 años, es enviado por su madre, desde la capital a un perdido pueblo costero en el noroeste de la isla a vivir con su padre y su abuela a quienes no ve desde hace años. Ari es un chico sensible, tímido y callado, ama cantar y su retorno al pueblo de su infancia es una experiencia muy fuerte que intentará sobrellevar como mejor pueda.

Con una visión humanista pero sin falsos sentimentalismos, Runarsson nos mostrará aspectos de una Islandia profunda donde domina una vida simple, con escasas ilusiones y una sensación de chatura y fracaso que envuelve a la mayoría. Atados a viejas tradiciones de pueblos pesqueros virtualmente aislados, proliferará el machismo, el alcoholismo, los abusos sexuales. Aún los más jóvenes parecen predestinados en sus comportamientos estereotipados a seguir el derrotero vital sin mayores expectativas de sus mayores. El alcohol y ocasionalmente el sexo serán casi las únicas vías de escape a la chatura cotidiana. En ese entorno Ari buscará un camino para adaptarse sin perder su sensibilidad y bondad. Muy recomendable.