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Cabeza borradora

Fantástico. Drama Henry Spencer, un joven depresivo y asustadizo, sufre desde pequeño unas extrañas pesadillas de las que intenta liberarse a través de su imaginación. Un día, su amiga Mary lo invita a cenar a casa; se entera entonces de que ha sido padre de un bebé prematuro y no humano. Mary y el extraño bebé se instalan en casa de Henry, donde un escenario iluminado tras el radiador muestra la presencia de una mujer. (FILMAFFINITY)
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Críticas 179
Críticas ordenadas por utilidad
4 de abril de 2017
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52/12(20/03/17) Primer e inclasificable largometraje del singular David Lynch (guión suyo, de 21 páginas) cumple 40 años sin perder vigencia su estado de film de culto, apelativo parece hecho exprofeso para esta surrealista obra embebida de presuntuosidad rallando en el onanismo, no dejará indiferentes, la amas o la odias, le encuentras tsunami de significados en su encriptado metraje o te asquea tanta petulancia que parece dirigida a mentes gafapastiles dispuestos a explicarnos a nosotros mentes obtusas todo el caudal de mensajes se esconden tras tantos recursos subliminales y abstractos, pareciendo al final que estamos ante un cuadro cubista-abstracto-surrealista, a muchos les magnetizará y a otros les provocará sopor. A mi Lynch me despierta sensaciones encontradas y es que hay obras suyas que me despiertan mucho interés (“El hombre elefante”, “Terciopelo azul”, “Carretera perdida” o “Una historia verdadera”) y otras que me hastían (“Inland Empire” o “Dune”), en este segundo grupo está este producto pesadillesco, en el cine no solo es necesario presentar una imaginería visual atractiva o llamativa, es vital dar algún sentido y que no todo sea un enigma dentro de un laberinto, y todo esto acentuado por un sentido del ritmo nulo, crea “el milagro” de que cada minuto de metraje se eternice cual hora, deriva en agonía tediosa sofocante, dándome igual lo que quiera contar Lynch con su fatigoso film. Ya sé que todo es muy onírico, imaginativo, sensorial (sonidos penetrantes e insidiosos), muy perturbador, pero carece de asidero al que agarrarme, ya desde el inicio me siento frío ante lo que veo, sensación que solo hace aumentar con el paso de los minutos. Ya sé que es un ejercicio de estilo, una obra de arte y ensayo muy particular que divaga entre la fantasía, lo bizarro y lo real (esto poco). La escritura de Lynch está notoriamente influenciada por el Franz Kafka de la novela “La metamorfosis” (1915) y el Nikolai Gogol del cuento " La nariz " (1836), incluso se notan atisbos al director de Calanda, Luis Buñuel. Lynch deja destellos de lo que será su cine posterior, su gusto por el ser humano imperfecto, por sus deformaciones, por los seres disfuncionales (psicológicamente), por el modo en que mezcla sueños-pesadillas (su marca de la cortina) y realidades alternativas, su gusto por los sonidos extraños-disonantes, la femme fatale, y sobre todo su gusto por retratar las falsas apariencias de la familia típica (feliz) estadounidense (la llamada “american way of life”), esto provoca cierta impresión de estar ante una mancha (en formato film) de Rorschach, donde cada espectador es libre de encontrar su significado oculto.
Es una cinta con mucho simbolismo metafórico ya exhibido sin cortapisas en su surrealista prólogo, un meteorito que colisiona con una cabeza (o no), llegando a un semisótano con cráteres y seres “espermatozodiformes” flotando en el aire, y aparece el enigmático Hombre de la Palanca que la acciona cual Dios dando movimiento al mundo (o no); Recursos que el director y guionista maneja para intentar escenificar de un modo abstracto la inmersión en el subconsciente de un protagonista angustiado por un presente y futuro que en su ordinariez nos oprime, para ello edifica una atmosfera zozobrante, espeluznante, mórbida y sórdida.

Todo en pos de un mensaje de crítica a la institución familiar americana (seguro marcado esto por la crisis matrimonial que tenía entonces Lynch), arremetiendo contra la concepción, contra los bebes, contra las cargas que estos suponen, contra los miedos que su cuidado conlleva, contra los temores a la paternidad, contra la crisis existencial que estos cambios pueden producir, sobre el crecimiento personal y la maduración, contra la mística de la engendración (el desparrame constante de seres espermatozoidales que llegan a ser pisoteados o aplastados). Una obra bastante misógina (vuelvo al contexto en que la rodó Lynch). Una obra que rodada en blanco y negro, con evidentes toques expresionistas germanos que explora la psique humana al borde de la demencia (cuando no hundida en ella), esto deriva en dosis de terror, sobre todo ante lo imprevisible, ante lo grotesco, ante lo bizarro, marcado esto por su clima irreal de alucinación distrofiada permanente, mezclando situaciones mundanas con lo grotesco, donde la línea de la presentación, nudo y desenlace no existen, donde la lógica es nula. La cinta discurre entre tramos letárgicos sin diálogos, pero donde los sonidos extraños lo cubren todo de modo ominoso, provocando inquietud en el espectador (me refiero al que aguante), con exteriores industrializados, sumado esto al entorno feista y mugriento, añadiendo ese adefesio de bebe, una cantante de mofletes exagerados, todos estos elementos y recursos entretejen un clima enrarecido y malsano.

Lynch juega con mucha simbología sexual asociada al sentido de la procreación, sintiendo que el realizador reniega de la fornicación y sus consecuencias eyaculativas, lo digo por el modo en salpica los fotogramas de espermatozoides gigantes, saliendo incluso (al principio) de la boca del protagonista; o cuando sale este de la boca de la dormida Mary ante la cariacontecida mirada de Henry; o cuando Henry tiene un affair sexual con la vecina en la cama y esta se convierte en un recipiente de leche con ellos dentro que se hunden en ella, ello con algún significado del lácteo sobre la metáfora del semen y sus “peligros” de donde verterlo (o quizás no es este su simbolismo).

El protagonista Henry Spencer es un tipo lacónico e introvertido, envuelto en una forzada relación de pareja, surgiendo de este modo en su voluble y frágil mentalidad un submundo de inseguridades filtradas a través de su distorsionada mente. Lynch quiso reflejar en el al común de los hombres, al más ordinario e insignificante, arrollado por su aciago destino, una pluma débil mansa con sus miedos y dudas, que solo tiene un acto de rabia ante el adusto entorno que le rodea:... (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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15 de noviembre de 2019
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David Lynch puede parir auténticas maravillas ('El hombre elefante' o 'Carretera perdida') o parir cosas que pasen sin pena ni gloria. 'Eraserhead' viene a entrar en lo segundo, aún teniendo el atrevimiento de filmar un mundo surrealista y donde a veces no se sabe que es verdad y que es sueño.

Por ese mundo que Lynch saca de su cabeza 'Cabeza borradora' no merece ser, pienso yo, detestada, pero realmente no sé como coger esta película, si bien o con un 'necesita mejorar'.

El personaje de Henry se ha interpretado como alguien que tiene miedo a esa faceta inesperada como es la paternidad, y puede ser, porque no se comporta como un verdadero padre en ningún momento e incluso se preocupa más de lo que tiene entre las piernas que de su propio hijo, al menos en su mente se da este encuentro. Por no decir del final con esa secuencia con la mujer del radiador que no sé que significa.

En resumen, me gusta su atrevimiento, pero no sé como definirlo. Simplemente, original.
Michael Myers
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19 de marzo de 2023
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Es una película fuera de su tiempo, parece como si David Lynch viviera en el Paris de los años 20, y fuera compañero de creación de Luis Buñuel, Man Ray, André Breton y todos aquellos surrealistas que cultivaban la escritura automática como medio genuino de exploración artística. Y es que el guion de esta película es pura escritura automática o simple anotación de sueños. Todos tenemos sueños absurdos y extremadamente ocurrentes como lo que pasa en esta cinta, pero los olvidamos casi siempre nada más despertarnos. Es durísimo intentar anotar los sueños, porque no nos queda más remedio que despertarnos de vez en cuando para que no se nos olviden, y la falta de sueño reparador puede acabar pasándonos factura. Quizás esto es lo que le pasó a David Lynch en la gestación de esta película.
Hasta aquí solo hemos considerado la realización del guion, pero después, ¿que mejor arte que el cine para representar un sueño? David Lynch aquí acertó, le gustaba y se le daba bien el cine y llevó al cine el contenido más adecuado. Una vez acabado el guion todo es técnica y paciencia para ejecutarlo, que le sobran al director: manejo de la cámara, dirección de actores, tratamiento del color (monocromático), construcción de la banda sonora y música (impecablemente realizadas), montaje, etc., etc. Un gran recital del 7º arte.
La película parece fácil de hacer, pero eso es lo que tienen las obras maestras, y esta, aunque un poco ingenua y bisoña, lo es. Es también una digna y rara continuación, saltando 50 años, del cine de los surrealistas de los años 20 y quizás con más perspectiva histórica se diferenciará menos de aquellas tremendas películas mudas.

* Lo mejor:
El guion, tipo escritura automática.
La coordinación entre imagen y sonido-música.

* Lo peor:
El gusto de Lynch por lo monstruoso y escatológico.
mce21mc
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23 de mayo de 2006
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Horripilante y claustrofobico, lo absurdo de la rutina se mezcla con un mundo de pesadillas donde mientras mas opresivas e inentendibles las imágenes, mas precioso y terriblemente inexplicable es el cuadro final. A lo largo de la película casi se siente la misma necesidad de escapar a la pesadilla junto a John Nance cuya interpretación es simplemente magistral.
Kike
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27 de diciembre de 2008
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca me he drogado, pero ver esta pelicula es como estar drogado, delirante, alusinante, bizarra, delirante, hasta agonizante... Excelente película, surrealista... David Lynch es uno de mis directores preferidos, sus películas son extraordinarias y con esta hizo su debut
Jorge Ostos
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