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La doncella (The Handmaiden)

Thriller. Drama. Romance Corea, década de 1930, durante la colonización japonesa. La resuelta joven Sookee es contratada como criada de una rica mujer japonesa, Hideko, que vive recluida en una gran mansión bajo la influencia de su dominante tío. Pero Sookee está allí con un propósito secreto: ayudar a un estafador que se hace pasar por un conde japonés para seducir a Hideko y heredar después la fortuna de su tío. (FILMAFFINITY)
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Críticas 108
Críticas ordenadas por utilidad
2 de diciembre de 2016
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Park Chang Wook por fin se ha desmelenado(más aún) y consigue retomar su propio estilo de una forma más depurada y estilizada. De una belleza grotesca, sensual e irónicamente divertida, sin duda, estamos ante unas de las obras del año, y digan lo que digan, no solo de tijeritas va la obra, también es uno de los mejores thrillers que he visto en los últimos años. Con tiempos perfectamente cronometrados, la narrativa es impecable, te atrapa desde un primer momento, sorprende, y, vuelve a sorprender cuando menos te lo esperas, y aún así, más sorprendente es el deleite visual al que nos somete este director Surcoreano durante casi 2 horas y media, que harán las delicias de los que saben apreciar el erotismo en las rarezas.
Troll
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13 de octubre de 2016
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Park Chan-Wook recuperando su mejor nivel desde su trilogía de la venganza, en The Handmaiden nos deslumbra con una buena mezcla de juegos de poder y manipulación. Una película perversa, estéticamente preciosa, sensual y sexual.

Adaptación de la novela Fingersmith, de Sarah Waters, ambientada en la Inglaterra victoriana y que el director traslada a la Corea ocupada por los japoneses. La película se divide en 3 partes, la primera donde se nos cuenta la historia desde el punto de vista de la doncella, la segunda que se explica lo mismo pero desde la perspectiva de la señora y la tercera con el desenlace final. La fórmula es perfecta para ir encajando las piezas de esta historia de engaños y dominio.

El guión, las actuaciones, la música, la fotografía, el vestuario, las localizaciones, todo cuidado al detalle. La cámara de Park Chan-Wook logra introducirnos en un mundo estéticamente muy cuidado y a la vez transmitirnos todos los matices de las interpretaciones y que no perdamos detalle de la historia. A destacar la capacidad para transmitir la sensualidad de las protagonistas y dejando para el recuerdo dos escenas de sexo.

A medida que avanza la historia va apareciendo la violencia, uno de los rasgos más característicos del director coreano, al principio solo se intuye, luego se ejerce mediante el control y acaba por convertirse en física.
trocko
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8 de diciembre de 2016
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la pequeña decepción que supuso la aventura norteamericana de Park Chan-wook con "Stoker" (Id., 2013), el cineasta surcoreano vuelve a su país natal con ganas de reivindicarse y de firmar una nueva película en la que se despoje de todas las ataduras creativas que impone la industria hollywoodiense; y vaya si lo ha conseguido, ya que su último largometraje, titulado "La doncella (The handmaiden)" es probablemente su mejor película hasta la fecha, superando incluso el nivel de su aclamada "Trilogía de la venganza" (Sympathy for Mr. Vengeance, Oldboy y Sympathy for Lady Vengeance).

De entrada, se puede afirmar que "La doncella" es una película argumentalmente compleja, y desgranar el desarrollo de su premisa supondría una molestia importante, ya que obviamente se reventarían las numerosas sorpresas que esconde en su interior, y como tal joya cinematográfica que se precie, merece ser descubierta y disfrutada en su plenitud.

Chan-wook, en su primer filme de época, adapta libremente la novela de la galesa Sarah Waters "Falsa identidad" (Fingersmith, 2002), pero trasladando la acción de la Inglaterra victoriana a la Corea colonizada por Japón en los años treinta. Una joven carterista de baja estafa llamada Sookee, es contratada como criada de una rica mujer japonesa, llamada Hideko, que vive recluida en una gran mansión de estilo victoriano bajo la influencia de su tiránico tío Kouzuki. Sookee guarda un secreto, y con la ayuda de un estafador que se hace pasar por un conde japonés de nombre Fujiwara, planea contraer matrimonio con Hideko y robarle toda su fortuna.

Es conveniente matizar que Park Chan-wook es de aquellos realizadores que te hace disfrutar con cada nueva película que llevan a cabo, demostrando su talento innato. En esta ocasión, compone un exquisito rompecabezas relatado desde tres puntos de vista distintos, uno por cada protagonista del filme, siendo la doncella, la señora y el falso conde. También cabe señalar que, a pesar del evidente cambio de escenario, su fidelidad argumental con respecto a la novela de Sarah Warters es absoluta. Las dos mujeres protagonistas, interpretadas por unas geniales e inmensas Kim Min-hee y la debutante Kim Tae-ri (la cual tuvo que superar un casting multitudinario en el que participaron hasta 1500 aspirantes), desarrollan a lo largo del metraje enemistades, enfrentamientos, atracciones, seducciones y alianzas. Por otro lado, un cierto erotismo, suntuoso y perverso a partes iguales, impregna el filme. Los personajes masculinos, encabezados por un estupendo Jung-woo Ha, que encarna al conde Fujiwara y un caracterizado Jo Jin-ung, que interpreta de forma magistral al tiránico (y bastante patético) tío Kouzuki, del que huelga decir que es amante de los libros eróticos y prácticas sadomasoquistas, ostentan el poder sobre los personajes femeninos; sin embargo, sus fantasías sexuales y de dominación son solo eso, fantasías, ya que permanecen siempre en el estado de la sugerencia, dedicándose solamente a escuchar relatos de corte erótico declamados por las mujeres de la cinta, que en contraste con lo anteriormente dicho, son las mujeres precisamente las únicas que disfrutan del contacto físico, sabiendo emanciparse siempre del dominio masculino; y es que en esencia, "La doncella" es una sincera historia de amor verdadero, así como una oda a la libertad.

El despliegue técnico que nos obsequia el cineasta surcoreano es realmente sublime, con una puesta en escena majestuosa de ambientación gótica, repleta de decorados apabullantes y preciosistas, a caballo entre los estilos arquitectónicos británico y japonés. Hay un uso constante de plano y contraplano, para contextualizar el lugar donde discurren las acciones. Los espejos y las ventanas, así como los enfoques y desenfoques que realiza su director cobran especial importancia, como aquellas imágenes mostradas a través de los reflejos, siendo todas ellas clave para entender la naturaleza de la propuesta. También destaca una fotografía elegante, intimista y cuidada milimétricamente, de igual modo que la dirección artística, vestuario, caracterización, banda sonora, edición de sonido...; en resumidas cuentas, podríamos decir que en este sentido "La doncella" es una auténtica virguería que nos cautiva todos los sentidos.

En síntesis, "La doncella" es una obra maestra, una película impresionante con alma voyeurista al más puro estilo hitchconiano (basta con ver el maravilloso arranque que bien recuerda al clásico "Rebeca" (Id., 1940) con la criada entrando fascinada en el caserón tras los pasos de la siniestra ama de llaves); asimismo, comparte varias similitudes narrativas con el clásico de Akira Kurosawa "Rashomon" (Rashômon, 1950), así como a los cuentos del mítico Charles Dickens...; todo ello envuelto de la mejor forma posible, con una magistral factura técnica al servicio de una historia que desprende belleza en cada plano. "La doncella" es compleja, ambigua y exquisita... sin duda, una de las mejores películas de este año 2016.
La Taverna del Mastí
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29 de noviembre de 2016
25 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Han pasado ya doce años desde que Park Chan-Wook se diera a conocer internacionalmente con Oldboy, la película más aclamada de su filmografía, ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes. Ahora llega a nuestros cines La doncella (The Handmaiden), una nueva historia de venganza que también tuvo su presentación en la Sección Oficial del festival de la costa azul francesa. Si hay algo en lo que coinciden los aficionados y detractores de su cine, es en que nos encontramos ante un provocador nato, un amante de la manipulación visual y narrativa con un estilo único e irremplazable.

La doncella supone la definitiva depuración estética, que no ética, de su cine. Tomando como punto de partida la novela Falsa identidad de Sarah Waters, el coreano desarrolla un ejercicio de estilo en torno al ámbito candente y erótico de temas como la dominación y la sumisión. El contexto victoriano de la obra de Waters pasa a ser la Corea de los años 30 en la película, en plena ocupación japonesa del país natal del cineasta. La joven Sooke es contratada como criada de Hideko, una dama aristocrática que vive bajo el yugo de un tirano sexualmente perverso en una gran mansión. Sin embargo, nada es lo que aparenta ser, y las imágenes se contagian del engaño al que se/nos someten unos personajes que buscan la supervivencia y el beneficio propio a cualquier precio.

La película respeta los tres actos de la obra literaria, y las sorpresas se suceden sin control desde que el primero de ellos (y sin lugar a dudas el mejor) llega a su fin. Lo que prometía ser un estudio con mayor o menor profundidad sobre la lucha de clases, los efectos de la colonización y el sometimiento de los personajes femeninos ante las despiadadas e hipócritas figuras masculinas, no logra trascender el simple, grotesco y estrafalario juego de manipulación que propone Chan-Wook desde las primeras escenas. Este juego de manipulación es entendido a nivel narrativo como un sinfín de piruetas virtuosas que, paradójicamente, consiguen cualquier cosa menos narrar. Entre continuos y mareantes movimientos de cámara (presten especial atención a unos horribles zooms de retroceso), las posibilidades de disfrutar con esta locura sin pies ni cabeza, superficial y sin más pretensiones que epatar al espectador con la falsa belleza de sus sobrecargadas imágenes (pese a todo, bellas en interiores e incomprensiblemente cutres y artificiales en exteriores), desaparecen de inmediato.

Como decíamos, la funcionalidad narrativa del virtuosismo en la dirección es cuando menos discutible, siendo clarividente al respecto la necesidad de que una engañosa voz en off marque en todo el momento el camino, incluso cuando son repetidos los acontecimientos que ya hemos visto desde una nueva perspectiva. Por lo tanto, la supuesta y pretendida belleza de las imágenes es un fin en sí mismo. La acumulación de planos detalle es inoportuna y no hace sino subrayar el destino de los personajes y los subsiguientes giros de guion, que tienden con mayor frecuencia al ridículo que a la sorpresa.

En la cinta se esconde un fútil e insignificante trasfondo feminista, en cuanto a la subversión de los roles de dominación/sumisión y a la pasión que subyace a la relación ama-sirvienta. Aunque son pocas las imágenes que arrojan algún tipo de significado que logre trascender el esteticismo de la propuesta, hay una que lo hace con contundencia: cuando la segunda parte de la película nos ofrece un nuevo punto de vista de una situación ya visionada y que creíamos controlada, es definitorio respecto a las intenciones del director que el único plano repetido sea el más vulgar y gratuito de todo el metraje. Así pues, el suave y mal entendido discurso a favor de la liberación de la mujer, tanto en el ámbito social como en el sexual, deja de ser tal en el momento en que la forma de filmar determinadas escenas responde a las fantasías sexuales de un cineasta que se siente realmente cómodo ofreciendo una mirada hipermasculinizada de la homosexualidad femenina; mientras lo erótico roza lo pornográfico, lo bello se vuelve vulgar.

La doncella ofrece un juego de ambigüedades y alianzas cuyas formas lo echan todo a perder, destapando así las carencias de un guion tan estúpido como superficial. Entre los pocos aspectos rescatables de la cinta, hay que destacar el conveniente uso de la ecléctica banda sonora de Cho Young-wuk, influido por los sonidos de Phillip Glass y por algunos trabajos de Hans Zimmer. Por otra parte, el trabajo de montaje consigue transmitir la fluidez buscada por el coreano, que con un poco de autoconsciencia podría haber creado un divertimento de calidad. No obstante, lo que queda es un ejercicio de estilo fallido y grotesco a partes iguales.
Marty Maher
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18 de noviembre de 2016
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres años después de rodar y, de paso, dar una clase magistral de cine con su primera película en Estados Unidos (‘Stoker’), vuelve Park Chan-wook. Lo hace adaptando, en todas las formas, una novela de Sarah Waters. No en vano, la historia se traslada de la época victoriana al dominio que durante treinta y cinco años tuvo el Imperio de Japón sobre Corea en la primera mitad del silgo XX.

Y con, tal vez, la premisa más clásica de todas sus anteriores obras, el surcoreano hace lo que quiere. Park Chan-wook se homenajea a sí mismo con piruetas de cámara que nos balancean de escena en escena junto a la música, mira hacia Francia en una escena de sexo portentosa, planifica cada escena como partida de ajedrez y finaliza con la más grande de todas sus venganzas: el hombre ridiculizado por sus propios impulsos frente a la pureza de lo femenino. La ineptitud del poder frente a los sentimientos humanos. La provocación final de un genio, convertido en pulpo omnipresente, que habla con cada giro y grita a la historia más reciente.

Sin condición, estará entre lo mejor del año. Dentro de su filmografía será otro diamante para todos aquellos que en el futuro dejen de lado los prejuicios y echen una mirada hacia el cada vez más cercano Oriente. Ese que, año tras año, nos demuestra estar por encima de la media en esto del celuloide y seguro que en millones de cosas más.

La provocación pocas veces fue tan sutil. Tan letal.

Portentosa.
Guillermo Rico
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