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Muerte en Venecia

Drama A principios del siglo XX, un compositor alemán de delicada salud y cuya última obra acaba de fracasar, llega a Venecia a pasar el verano. En la ciudad de los canales se sentirá profundamente atraído por un hermoso y angelical adolescente, sentimiento que le irá consumiendo mientras la decadencia también alcanza a la ciudad en forma de epidemia... Adaptación de la obra homónima del escritor Thomas Mann. (FILMAFFINITY)
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Críticas 128
Críticas ordenadas por utilidad
22 de febrero de 2011
17 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estuve tentada de ponerle más nota por la carga artística que tiene el film. La música, las imágenes impresionistas, recargadas, llenas de luz... No me detendré más a recrear lo que otros ya han hecho en su crítica. La película está llena de belleza, por todas partes. Pero después de pensarlo, me di cuenta de que eso no hace sino empeorar mi opinión sobre ella y su director. ¿Cómo, con esa materia prima, que ya quisieran otros, es capaz de hacerse tan poco? Visconti se ha atrevido a juntar un montón de cosas hermosas para hacer... ¡nada! Y eso es lo que más me indigna.
Los escasos diálogos, que uno presupone profundos y reveladores, están vacíos de significado, y por el contrario, repletos de palabras pedantes y repipis.
Las interpretaciones bleh. Qué queréis que os diga, me esperaba un conflicto interno más creíble, no unas risitas más que prescindibles en una estación de tren ante la perspectiva de pasar unos días más al lado del angelical objeto deseado. No un patético llanto sobreactuado. Nos toman al público por tontos (mirad, ahora está triste, ahora está contento, veis?), y luego quieren que entendamos la carga de un amanecer digno de Monet, por favor.
Como ya decía alguien por ahí, considero que lo mejor que se puede hacer si se planea ver esta película es cambiar de planes, y teclear en Google "Joaquín Sorolla" y "Mahler" en el Spotify. Mil veces más enriquecedor.
Y además, lo que me alucina es que con todo ese alarde de referencias culturales, de imágenes bellas y de música conmovedora, lo que se hace es ocultar la verdadera historia: un viejo verde que se obsesiona con un angelito. Porque nos lo pondrán como ideal de belleza pura y tal, pero yo creo que lo último que provoca en Bogarde ese chico es pureza. Y las miradas entre ambos, por favor, los quince primeros minutos se aguantan, pero es que en dos horas no se ofrece ningún nuevo material.

En resumen, las grandes pretensiones son muy peligrosas en el cine y en cualquier otra parte. Cuando se pretende hacer entretenimiento y sale muy bien, se puede conseguir hacer arte. Pero cuando se intenta arte y no se logra... el sabor de boca es horrible, y por supuesto que no hay entretenimiento. Es mi humilde y airada (sobre todo airada) opinión.
Alicia
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25 de marzo de 2014
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablar de Muerte en Venecia en el año 2014 parece ya una odisea inútil. La película del director italiano Luchino Visconti se ha convertido por méritos propios en una película de culto, que cuenta con sus acérrimos seguidores así como mucha otra gente que considera el film como una obra fallida. Como poco más se puede aportar en torno a la gran cantidad de críticas ya realizadas, voy a destacar algunos puntos que personalmente me parecen interesantes.

En primer lugar, Visconti domina la imagen a la perfección. La domina tan bien, que de hecho no debe recurrir a la palabra más que en ocasiones contadas, como pudiera ser las discusiones mediante flashbacks en las que vemos debatir sobre arte a nuestro personaje principal (interpretado por el maravilloso Dirk Bogarde) con un antiguo compañero suyo. Pero quitando estas momentáneas frases, la película alcanza unas grandes cotas de saber contar gran cantidad de detalles sin utilizar los medios literarios. Un gran ejemplo es la secuencia en que nuestro protagonista entra por primera vez al hotel. Ahí está reunida la más alta burguesía, que hace ostentación de todo su alto status, así que la mirada de nuestro actor va del inevitable caos de discusiones en idiomas inimaginables y el periódico que tiene entre manos. Pero de repente observa un muchacho con aspecto angelical (o andrógino, como ustedes prefieran) que será la perdición de nuestro personaje.

Porque sin duda Gustav, es un idealista que ha viajado a Venecia para tratar de encontrarse mejor de una enfermedad que le está aquejando. Tiene la vida más o menos solucionada, pero la aparición de la belleza misma, idealizada por el joven muchacho (que en todo el film no habla ni una vez con él, lo que ya nos da una idea sobre que tipo de belleza estamos hablando) trasvasará todos los esquemas de Gustav. Y eso que mediante los diversos flashbacks que nos retraen a las discusiones con su antiguo compañero sabemos que el personaje de Gustav no es de aquellos que se deja llevar por las pasiones tan a la ligera. Sin embargo, la joven figura le llegará a embelesar tanto que su pasión por él llegará hasta el límite de la obsesión. Múltiples y frecuentes (por no decir que es el hilo conductor de la película) son las secuencias de nuestro protagonista que yendo detrás del muchacho, y si no fuera por la elegancia con la que presenta Visconti esta búsqueda nos parecería un caso de voyeurismo extremo y degradante.

El detonante final se encuentra en una secuencia muy inteligente que sucede en la primera mitad del metraje. Cautivado de manera sobrenatural por el embrujo del joven muchacho (interpretado por Björn Andrésen, actor desconocido, que consiguió Visconti después de múltiple procesos de selección y de castings entre gran número de jóvenes) y asqueado por sus propios sentimientos, Dirk Bogarde decide marcharse inmediatamente de Venecia. Desgraciadamente para él, hay un pequeño problema con su equipaje, por lo que no podrá abandonar la ciudad inmediatamente. Visconti entonces nos enfoca el rostro de nuestro protagonista. Lo que en un principio podemos calificar como frustración en el rostro de Bogarde, pronto se convierte en placer culpable. Bogarde ha sucumbido finalmente a la tentación, y está perdido para siempre.

Justo en esta secuencia sucede una advertencia muy interesante, con la muerte de un mendigo en la estación. El hombre cae derribado por la asfixia de alguna enfermedad o de un infarto, pero el caso es que nadie hace nada por ayudarlo, ni tan siquiera se inmutan ante el inminente cadáver. A nuestro personaje le quedan pocas jornadas de vida, como nos adelanta Visconti.

También la muerte y Venecia quedan reflejadas en la película. Las constantes advertencias de que una enfermedad está infiltrándose en la ciudad dan una continua sensación de locura que imprime en la película un cierto tono surrealista. Desde luego parece extraño que la enfermedad haga acto de aparición de una manera tan onírica, como algo oculto que la gente de Venecia trata de ocultar ante las miradas extranjeras. Y por supuesto, la muerte acabará haciendo su acto de aparición en uno de los finales más majestuosos y brillantes de la historia del cine.

La calidad estética del film es realmente sobresaliente. A veces la película recuerda vagamente al film Ordet de Dreyer, en el sentido que ambas películas parecen no ser una recreación de ficción, sino que parecen captar una realidad inexpugnable que sólo ha sido abierta para el ojo del artista. Antes Dreyer y ahora Visconti consiguen que sus dos películas parezcan espejos de una realidad no filmada.

http://neokunst.wordpress.com/2014/03/25/muerte-en-venecia-1971/
Kyrios
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28 de abril de 2013
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Visconti realiza un magnífico ejercicio cinematográfico para buscar la belleza de las personas y de las cosas, utilizando, así mismo, la fealdad como muestra de la no belleza, especialmente en las personas, o una Venecia sucia y maloliente. Por supuesto lo más fácil es oponer la juventud a la vejez, y en eso se recrea de forma tan sublime que consigue casi una obra maestra. Visconti ha cuidado absolutamente todo para conseguir su objetivo, decorados, vestuario, actores y ahí ha utilizado una vez más a un modelo de belleza, Silvana Mangano, que cada vez que aparece llena la pantalla y el espectador ya no tiene ojos para nada que la cámara pueda ver que no sea ella. También la música ha sido cuidadosamente seleccionada, y la utilización del adagietto de la 5ª sinfonía de Gustav Mahler es el mayor logro. Se habrán escrito miles de palabras para hablar de esta película, unas a favor y otras en contra, pero como pasa la mayoría de las veces, el cine es “para ver” y después cada espectador sabrá si le ha llegado lo que el director pretendía mediante imágenes. Quizás el continuo movimiento de la cámara y un zoom que no cesa le resten a la película naturalidad, o a lo mejor es pretendida esa artificiosidad para el espectador se sitúe más allá de la realidad. Como sea, es algo muy hermoso de ver.
Del Mar
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15 de enero de 2011
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muerte en Venecia es una obra de arte ya que sólo hay un camino, la búsqueda de la belleza absoluta, idea que todo artista intenta plasmar al final de su proceso de creación. Pero la obra de Thomas Mann y de su posterior representación en el cine llega a lugares insospechados pero gratificantes: el devenir del tiempo, la juventud y la vejez, sucesos vitales que marcan toda existencia, de ahí la creación artística como un deseo de alcanzar la inmortalidad que se nos escapa en nuestra vida real y racional.
El film de Visconti es reflexivo y contemplativo, respetando el espíritu de la obra literaria. La decadencia invade toda la obra fílmica y literaria, y no hay mejor lugar para recrear ese ambiente que la deteriorada, brumosa y poética Venecia.
Pero también muestra la decadencia de una burguesía conservadora y de una aristocracia declinante y ampulosa. Sociedad que conoce muy bien Visconti y donde el barroquismo está perfectamente representado en los ambientes arquitectónicos y en los ricos ropajes de los personajes.
El enamoramiento platónico de Gustav Von Aschenbach por el joven Tadzio que contrastará con la decrepitud que sufre la ciudad producida por la peste que corrompe toda existencia. No es un simple deseo homosexual: es la fascinación del hombre maduro por la belleza y que descubre en la última etapa de su existencia.
Herodoto
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4 de febrero de 2015
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un agente secreto que se parece mucho a Dirk Bogarde pero con gafas, bigote y sombrero, se aloja en el Casino Royale dispuesto a desbaratar el malévolo plan de los Illuminati. Los Illuminati quieren propagar el virus del cólera por Venecia y joder a todos los veraneantes.

Dirk Bogarde se hará el tonto para disimular y así atraparlos in fraganti pero entonces aparece un joven hermafrodita. Este joven es en realidad un peligroso agente de Spectra que se enfrentará a él mosqueándolo a base de miradas insinuantes.

a) ¿Se volverá loco Dirk Bogarde?

b) ¿Tomará el sol en la playa con el señor Hulot?

c) ¿O se teñirá el pelo para que le ignore el muchacho?

Solución en el spoiler.

Visconti eligió la novela de un premio Nobel. Una gran obra literaria sobre el deseo perdido, el tiempo perdido, las oportunidades perdidas, el amor perdido, los sueños desvanecidos, los amigos perdidos, joder, lo hemos perdido todo... El resultado se puede ver como cualquier cosa... ¡Incluso como un thriller! El caso es que el guapito es lo único curioso del film, si no, no valdría un pimiento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
floïd blue
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