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Anastasia

Drama. Romance París, 1928. Tras la Revolución Rusa de 1917 y, después de varios años de exilio, un grupo de súbditos leales al zarismo sigue buscando el rastro de la Gran Duquesa Anastasia, la única superviviente de la matanza de Ekaterimburgo (1918), ciudad donde los bolcheviques de Lenin acabaron con la dinastía de los Romanov. (FILMAFFINITY)
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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
24 de marzo de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La leyenda de Anastasia es un material buenísimo para hacer una buena obra. La historia de los últimos zares de Rusia es de tal calado trágico que parece tener que aferrarse a un imposible, a la pura fantasía para tratar de sobreponerse a lo que ha sido uno de los más deleznables magnicidios de la historia. Es muy fuerte tener que explicar que unos hombres, que unas personas con cerebro y seguro que alma, cogieron a cuatro hermanos, la mayor de veintidós años y el más pequeño de trece, y los fusilaron en un sótano. Acostumbrados a la objetivación de los hechos, a veces no nos paramos a pensar en lo que un suceso así supone, en lo que significa este crimen.

A raíz de una historia verídica sobre la identidad de Anna Koreff, Anatole Litvak nos hace una película básicamente entretenida e inevitablemente sentimental en cuanto, como digo, nos detenemos a pensar un poco en el dolor real de las personas, más allá del personaje histórico. De hecho, a mí la Emperatriz me ha emocionado; la pérdida es tan grande y la esperanza tan necesaria, que no hay más que solidarizarnos con ella. Luego está la trama romántica, claro, que es un recurso más del melodrama y una forma de continuar con la leyenda dándole un final de cuento a la que una vez fue una auténtica princesa.

Ingrid Bergman aguanta el tipo de aparentar tener unos cuantos años menos de los que en realidad tiene y, lo que es más difícil, le aguanta el cara a cara Yul Brynner sin caer desmayada en el que me parece que es el papel en el que más arrebatador está. Esto es decir mucho, porque Yul es mucho Yul y, bueno, todos sabemos que tiene personajes míticos, pero es que su Sergei Bounine está a tal nivel de atractivo que es inevitable que tengamos que rendirle homenaje a su masculinidad elevada a mil, a ese sex appeal hecho carne y cabeza rapada; a esa mirada que, sí, vaya mirada que tiene, y vaya forma de caminar, como un felino, tan elegante como peligroso, tan seguro de sí mismo como discreto y reservado. Cuando se dice que lo masculino hay que erradicarlo por maligno, yo no sé en qué masculinidad estarán pensando los otros, quizás en un Shrek o en un Christian Grey de turno, pero yo en quien pienso es un prototipo como Sergei que, aparte de tener la planta de Yul Brynner, es en esencia un caballero.

Aceptable.
Kaori
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21 de septiembre de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
339/17(17/09/21) Sugestivo en su premisa este melodrama que juega en varios niveles para ser atrayente, como es ser un cuento de princesas marginadas (fallando en la sub trama romántica que tiene un mensaje alen6tador sobre el valor de la pureza del mismo, aunque aquí desarrollado de modo tosco), juega a ser un misterio envuelto en la ambigüedad de un personaje central mítico, y a un nivel más hondo juega como arma contra el comunismo por poner en el escaparate sus vergüenzas asesinas (de cómo fusilaron a toda la zarista familia Romanov, los niños, a los criados y hasta al perro), además de dejar un halo de esperanza con que la monarquía volverá a Rusia, esto en realidad como elemento para acabar con el comunismo de la URSS (El proyecto contaba con varios refugiados del comunismo, como el propio director Litvak, y el actor ruso Yul Brynner, que abandonaron de niños con su familia su país de origen, y el exiliado armenio Akim Tamiroff). Dirigida por el ucranio Anatole Litvak y escrita por Arthur Laurents (“La Soga” o “West Side Story”), adaptada de una obra de 1952 escrita por Guy Bolton y Marcelle Maurette, inspirándose en la historia de Anna Anderson, la más conocida de las muchas impostoras de Anastasia que surgieron después del asesinato de la familia imperial en julio de 1918, ello con el afán de reclamar un dinero que los Romanov tenían depositados en un banco de Londres.

También es famosa la cinta por marcar el regreso de la sueca Ingrid Bergman a trabajar para un estudio de Hollywood (la actriz en realidad no regresaría a USA para filmar un largometraje hasta 1969 cuando apareció junto a Walter Matthau en “Flor de cactus”), después de varios años de trabajar en Italia con su esposo, Roberto Rossellini, su matrimonio había causado un escándalo, ya que se divorció de su entonces actual esposa, Marcella DeMarchis, para estar con ella, y la actriz dejó a su marido Lindström y su hijo pequeño en 1950 por el director de “Roma, ciudad abierta”. También fue el regreso para Helen Hayes, que había suspendido su carrera durante varios años debido a la muerte de su hija Mary y la mala salud de su esposo. Es un film sugerente en muchos aspectos, con un gran reparto, una suntuosa ambientación aristocrático-decadente (con una cohorte de fieles al régimen zarista que mantiene los rituales y boato aún sin estar en Rusia), moviéndonos por escenarios de lujo (la mayoría interiores denotando el material de procedencia teatral), con brillante vestuario, fulgente fotografía en cinemascope de Jack Hildyard (“El puente sobre el rio Kwai”), , una deliciosa música de influencias rusas de Alfred Newman (“La conquista del oeste”), y una bonita historia que tiene mucho jugo.

La historia de los últimos zares de Rusia es cuando la analizas fríamente una tragedia personal desgarradora, un magnicidio sin sentido realizado por los soviéticos. En la madrugada del 18 de julio de 1918, el zar, su familia y cuatro fieles sirvientes son llevados al sótano de la casa Ipátiev, donde están retenidos desde abril. Nicolás II había abdicado en marzo del año anterior tras la revolución de febrero. Fue expulsado primero a Tobolsk, en los Urales, y después a Ekaterimburgo. Aquella madrugada del 18 de julio, temiendo que el ejército blanco fiel al zar intentara liberarlo, los soviéticos de los Urales que los tienen cautivos fusilan a toda la familia y a sus cuatro sirvientes (y hasta al perro).

Es un film que nos habla de la búsqueda de la identidad, del anhelo de buscar refugio en nuestras raíces, nos habla de los traumas del pasado, nos habla de la necesidad de creer, sobre lo voluble de la memoria. Pero en realidad todo esto que es muy profundo se termina diluyendo en un film que va de más a menos. Pues estos mimbres de hondura psicológica pierden fuelle en el modo torpe de tratarlos. Y es que algo tan sustancioso como es la ambigüedad del personaje central, sobre si es Anastasia o una impostora, termina decantándose claramente hacia un lado (no quiero spoilear), con sus comentarios y modo de comportarse a las primeras de cambio sabemos la verdad, con lo que el factor misterio queda restringido a sí el personaje crucial de la viuda emperatriz la creerá o no, y esto es previsible. Tampoco se explora del modo que da cancha el drama personal de los Romanov, fusilados como alimañas hasta los niños en un aciago sótano, queda un tanto liviana esta vertiente que daría mucho de sí emocionalmente, solo que da un tanto presente con la grandiosa actuación de Helen Hayes como la viuda emperatriz, pero queda la sensación que se pasa de puntillas sobre esta cruenta masacre sumarísima (sin por supuesto juicio alguno, simplemente por miedo).

Y está el apartado romántico que se da subliminalmente entre Anna y Bounine, que te lo tienes que creer por imperativo del guión, pero lo que es en la historia me chirría más que el Titanic partiéndose en dos, no se puede tener menos química que la que naufraga entre la Bergman y Brynner, nunca se tocan, apenas se miran por supuesto no se dan un beso, por lo que cuando llegan su supuesto clímax con discurso ‘bonito’ me resulta poco natural, forzado.

Spoiler:

Todo me resulta una nebulosa pues no entiendo porque Anastasia (porque no queda la menor duda que lo es) juega a no serlo al principio. Puedes suponer que tiene amnesia, pero entonces no se nos dice cuando recupera la memoria, con el juego que la gradualidad de esto hubiera dado. No entiendo porque quería tirarse al río, pues luego vemos estaba anhelando el encuentro con su abuela, y me pregunto porque no intentó buscarla. Todo muy cogido por los pelos. Luego resulta que la abuela no la cree, repudia todos los recuerdos de la infancia, pero sin embargo cae rendida cuando la oye toser, es que una supuesta impostora no podría haber sabido esto? Da la impresión de que tenía que haber golpe de efecto y solo se les ocurrió esta fruslería;... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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8 de abril de 2009
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nueva diana de Anatole Litvak.

No está demasiado reconocido, pero las tres películas que había deglutido de este tipo, La Noche Eterna, El Genio Del Crimen y, especialmente, Voces De Muerte me habían proporcionado grandes dosis de placer.

Me encanta su sentido del suspense y el ritmo que imprime a su cine.

Y Anastasia no es una excepción. Con Ingrid Bergman arrebatadora, como de costumbre, y una estética muy colorista y preciosista, Litvak desarrolla una historia interesante, sutil y que, quizá con algún altibajo, resiste bien el tipo hasta el final.

Recomendable.
Barfly
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27 de marzo de 2023
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Gran película, muy bien rodada, entretenida, lleva de fantasía, de emoción, de cine. Dos interpretaciones soberbias, realmente magníficas, llenas de matices, sobre todo la de Ingrid Bergman, gran mujer del cine. Tul más en su papel tópico, más en su clásica pose que en vez de actuar parece que es así.
La historia es muy interesante, una especie pigmalión moderno, probablemente basada en hechos reales, o imaginariamente reales, posibles, plausibles. No es de extrañar que la gente quisiera creer, sobre todo en el occidente europeo. Los Romanov fueron la última gran estirpe europea, los últimos de una élite singularmente privilegiada y su muerte tan lacerante quedará siempre como una iconografía del horror.
Creer que alguien sobrevive a una matanza Bolchevique en plena guerra civil por el poder de un país 50 veces España, con 10 millones de kilómetros cuadrados, más que posibilidad es fe. Es imposible sobrevivir a eso.
ÁAD
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10 de abril de 2014
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo más notable de esta película es el tratamiento narrativo del antagonismo de los dos caracteres principales encarnados por las dos B: Bergman y Brynner. La primera, una mujer herida abocada al olvido y la desesperación; el segundo, un militar ambicioso, estricto e inquebrantable. Sobre estos dos magníficos pilares Litvak construye un melodrama apasionado que fluye bien gobernado y mejor ambientado por los cauces de un romanticismo quizá algo trasnochado pero muy bien entroncado en la época que representa. La historia se ve y se vive bien. Merece mucho la pena, sobre todo por las magníficas actuaciones de sus protagonistas.
Eulate
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