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Horizontes de grandeza

Western. Romance James McKay (Peck), un capitán de navío retirado, viaja desde el Este a las vastas llanuras de Texas para casarse con Pat Terrill (Baker), la hija de un rico ganadero. El choque entre McKay, hombre pacífico, culto y educado, y los violentos y toscos rancheros es inevitable. No sólo tendrá que enfrentarse con el capataz Steve Leech (Heston), sino que incluso su novia se sentirá decepcionada por su comportamiento. Mientras tanto, el padre ... [+]
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Críticas 86
Críticas ordenadas por utilidad
17 de abril de 2008
22 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
“The big country” no se encuentra entre mis western favoritos pero, sin lugar a dudas, es uno de los grandes del género. Sobre todo porque renunciando a la crudeza y contundencia de otros patrones de los 50 (“El hombre de Laramie”, “La pradera sin ley” o “Centauros del desierto”, por ejemplo), el trabajo de Wylder se convierte en una obra más universal si cabe, prolongando el discurso genuinamente vaquero hacia temas de mayor trascendencia conceptual.

Toda esta insufrible gafapastada tan sólo pretende traducir de forma un tanto vaga y abstracta ciertas reflexiones que el propio Wylder nos plantea al margen de unos bellos paisajes y una música inolvidable. Me estoy refiriendo al rosario de contrastes que desmenuza la peli y que corrobora como, a pesar de sus imperfecciones (excesivo metraje, ritmo intermitente,...), “The big country” es un western mucho más complejo y original de lo que parece. Podríamos hablar durante horas sobre dicotomías tales como la riqueza de la familia Terrill y la austeridad de la familia Hannassey; la compostura de James McKay y la rudeza de Steve Leech; la vanidad de Pat Terrill y la sobriedad de Julie Maragon; la lealtad de Steve Leech y la vileza de Buck Hannassey; los océanos de uno y las llanuras de otros y así un largo etcétera. Esa es, precisamente, la grandeza del western. Porque, más allá de la iconografía y el manierismo del género, el western es la vida misma. Ni más ni menos.

Rufus Hannassy: “Enseñe a su abuela a freir huevos!. Yo he manejado armas como ésta antes de venir usted al mundo”.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Taylor
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20 de octubre de 2005
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gregory Peck llega desde el Este para casarse con Carroll Baker, allí descubre un mundo distinto donde los hombres demuestran su valentía a golpes y/o a tiros, ya sea por el amor de una mujer o por el agua escasa. Peck, Heston, Ives, Connors y Bickford están magníficos pero aun así destaca Jean Simmons en un papel de acompañamiento pero agradecido. Hay que contar con dos personajes más en esta historia, el paisaje árido y extenso perfectamente retratado por Wyler y la música que en todo momento te mete en la película y te dejas llevar al galope de los caballos.
Para terminar una frase de Peck: "no pienso pasarme la vida demostrando mi valentía".
misterkaplan
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13 de agosto de 2009
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente película de William Wyler, en la que nos encontramos los grandes referentes del western y del cine en general: el amor, el odio entre vecinos, el ansia de poder y riqueza, la lucha entre lo rudo y lo refinado, etc.
Gran reparto, en el que destaco al inconmensurable Peck, que en este filme realiza una actuación con muchos "silencios" y contenida en muchos momentos, realmente antológica.
También excelente la actuación de Burl Ives, que le valió el Oscar al mejor secundario.
Mítica música, con una de las melodias más conocidas del cine clásico de Hollywood.
En definitiva, una película altamente recomendable, sobre todo para los que somos aficionados al cine del oeste.
Caratti
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13 de agosto de 2014
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El western es el género cinematográfico genuinamente americano, que ha servido en su singladura para documentar la realidad de la evolución de un país, a través de su iconografía y para servir de metáfora de otros aspectos. Esta película intenta ser al mismo tiempo un relato psicológico y un superespectáculo visual, gracias a Franz Planer y su fotografía en Technirama y Technicolor. Reúne por igual una considerable exaltación del medio en el que acontece la trama, con grandes movimientos de cámara que intentan transmitir la idea que subyace en el título del film. Repleto de grúas, panorámicas y grandes planos generales, con amaneceres y crepúsculos de ensueño. Wyler con su maestría habitual, vino a cerrar un círculo importante en su trayectoria, ya que había debutado en el cine mudo, rodando westerns de dos bobinas.

La película está plagada de planos maravillosamente poéticos, sin olvidar una puesta en escena sobria, vigorosa y plena de detalles. Basada en la novela homónima, escrita por Donald Hamilton a partir de su cuento “Emboscada en el Cañón Blanco” y publicada por entregas en 1957 en The Saturday Evening Post con el mismo título del cuento. La historia, en el fondo, es el ocaso de una forma de vida, mediante una confrontación ideológica entre lo nuevo y lo viejo, plantea la arcaica y violenta forma de vida frente nuevos vientos que llegan del este, la vida salvaje frente a la civilización, la cerrazón frente a la lógica.

Mediante unos planos generales de un árido paisaje, al ritmo de una música épica y reconocible de Jerome Morros, con unos sugerentes créditos de Saul Bass, observamos la estela de una diligencia que se acerca a la ciudad, de ella desciende James McKay (Gregory Peck), un capitán de navío retirado, que viaja con su brújula (como símbolo de que conoce su rumbo) desde el Este para casarse con Pat Terrill (Carroll Baker), la hija de un rico ganadero. El choque entre McKay, hombre culto y educado, y los violentos y toscos rancheros es inevitable. Mientras tanto, el padre de Pat y el clan de los Hannassey luchan encarnizadamente por el control del agua para abrevar el ganado. Es el odio recíproco que se profesan ambos patriarcas, el que preside las relaciones sociales en “The big country” (El gran país), naturalmente, todos son prisioneros de ese odio. Un territorio donde la violencia y el orgullo ha enraizado desde la llegada del hombre blanco.

McKay no sólo tendrá que enfrentarse con el capataz Steve Leech (Charlton Heston) un rudo vaquero que “limpia las botas de su amo”, el mayor Terry, sino que incluso su altiva y caprichosa novia se sentirá decepcionada por su comportamiento reacio a la violencia gratuita, que ella entiende como cobardía. Producida por el propio Gregory Peck, cuenta con un grupo de actores excepcionales que todos conocemos y admiramos. Wyler perteneció a una raza de cineastas que sabían transmitir emoción, sin pretensiones intelectuales y pedantes pero que conocían el lenguaje y la narrativa desde la era silente, eran pioneros que conocían su oficio. ¡Un grandioso western!
Antonio Morales
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17 de abril de 2020
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ay, no sé cómo expresarme para defender esta película. Para mí es una de las más grandes de la Historia del Cine.
Una de esas pelis dotadas con la varita mágica, Que proporcionan al espectador el verdadero concepto de una palabra grandiosa pero muchas veces prostituida, que alimenta su alma nutriéndola de los más altos valores que el ser humano puede alcanzar. La palabra es ÉPICA.
La vida de un héroe encarnado por Gregory Peck. Un caballero del Este que con motivo de su próximo matrimonio con una muchacha del Oeste, hija de un gran ranchero terrateniente, visitará esas tierras con la intención de establecerse allí y chocará de frente con unos valores culturales muy alejados de los suyos, donde será puesto a prueba, al tiempo que se verá inmerso en las disputas por el agua de esa desértica tierra y será blanco del fuego cruzado de odio ancestral que mantienen su futuro suegro y el clan vecino, comandados por el gran Burt Ives, en un papel antológico que le daría el Oscar.
Vamos por partes:
La música. Jerome Moross ha compuesto para este film una de las más maravillosas bandas sonoras de la Historia. Unos compases inolvidables que, ya desde los títulos de crédito del inicio, revuelven todo tu ser. Lloras sí o sí, amigo.
Los actores. Un casting inmejorable. Gregory Peck en la vida de nuestro héroe, lleno de hidalguía y caballerosidad, estandarte del honor y la nobleza.
Jean Simmons. Bellísima como siempre, maestra de escuela y dueña del rancho en disputa, que provee de agua a los ranchos vecinos y único eslabón que sostiene la frágil paz de aquellas tierras.
Charlton Heston. Magnífico, como siempre. Capataz del rancho de la novia de Peck y secretamente enamorado de ésta, se la tendrá jurada a Peck y procurará ponerle la zancadilla.
Carroll Baker. La novia enamorada cuyos sentimientos serán sometidos a prueba e imbuida de una lealtad, mal entendida, hacia su padre.
Charles Bicford. Otro gigante. Padre de la novia y dueño de un inmenso rancho. Hombre rico y caballero, pero carcomido por el odio y la mezquindad, roído por ancestrales rivalidades.
Burt Ives. Ay, Dios, qué papel hace este hombre. Patriarca del clan vecino, enemigo jurado de Charles Bicford, suyas son las escenas y los diálogos más impactantes y emocionantes del film. Sobresaliente.
Chuck Connors. Otro personaje magnífico. Hijo del anterior, muchacho cobarde y patético, poco inteligente y cultivado, creará numerosos problemas.
La historia. Una historia en la que hay cabida para toda clase sentimientos humanos. El concepto del honor, la envidia, los celos, la codicia, la caballerosidad, la valentía, la cobardía, la lealtad, la compasión, la templanza...Se me acaban los adjetivos para definir esta sencilla y, a la vez, compleja historia en la que todos estos elementos están perfectamente desarrollados y dramatizados con un sentido de la narrativa que ningún director que no fuese Wyler, hubiera sido capaz de desarrollar tan bien.
La ambientación. Esos parajes desérticos, anchos como mares, donde no se pone el sol, donde los caballos necesitan recorrer durante días y días las grandes extensiones para agrupar a las miles de cabezas de ganado que estos hombres poseían.
Un desfiladero blanco, protagonista del último tercio del film. Fantasmas blancos que se ciernen sobre los caballos, testigos de la tragedia que se avecina.
Los diálogos. Auténtica literatura, digna de la épica que nos ofrecen que transforma en poética la epopeya visual.
Un PELICULÓN en fin de un GIGANTE. WILLIAM wYLER.
Quiero expresar mi indignación por fin, a todos los críticos profesionales ante el indigno trato que han deparado siempre a este director.
Lo han solido calificar muchas veces, como director sin " estilo". Y se quedan tan panchos.
Yo no tengo ni p**a idea de cine, pero si este director no tiene estilo, Donald Trump es la abuelita de Heidi.
El director de " Ben Hur", " Los mejores años de nuestra vida", " La heredera", " La loba", " La calumnia", " La carta", " El coleccionista", " Vacaciones en Roma", " Jezabel" y tantas y tantas otras que me canso de escribir, ¿no tiene estilo?.
Iros a la porra. Menos mal que los usuarios de esta página demuestran mejor criterio y le otorgan un generoso voto, porque si es por vosotros, esta película estaría enterrada, que empieza a estarlo, y las jóvenes generaciones no se molestarían en ver. Y eso, para mí, es un PECADO.
Izeta
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